ENTREVISTA

Ferran Latorre: «Antes vivías más cerca y más en contacto con la montaña»

El alpinista catalán acaba de regresar sin cima de su tercera expedición al Makalu y ya está a punto para volver a partir hacia el K2 e intentar sumar así su décimo ochomil principal.

El alpinista Ferrán Latorre en el EMMET 2013  (c) Darío Rodríguez/DESNIVEL)
Ferrán Latorre
Desnivel.com | 3 comentarios |

Ferran Latorre sigue con su proyecto de completar los catorce ochomiles. Reconoce que hacerlo por las rutas normales no es un objetivo de una gran relevancia deportiva, aunque sea sin oxígeno, pero tampoco considera que eso sea lo más importante. Según él, en su actividad actual priman más las historias que cuenta en su blog y redes sociales, así como las fotografías y vídeos que hace.

Hablamos con él pocos días después de haber regresado sin cima de su última expedición, al Makalu, un pico que se la vuelto a resistir por tercera vez. Nos cuenta los detalles de esta experiencia -la primera en la ruta normal puesto que las dos anteriores fueron en el Pilar Oeste- y sus planes de futuro, que pasan por volver a partir casi inmediatamente hacia Pakistán para intentar el K2.

«Me sorprende que la gente use oxígeno en muchos ochomiles y se haya acabado normalizando»

¿Cómo ha sido, a grandes rasgos, tu experiencia en esta expedición al Makalu?
He vuelto del Makalu un poco decepcionado, porque ha sido una expedición un poco rara. Primero con el rescate de Yannick, que no fue bien y se nos murió justo cuando llegaban los rescatadores de verdad… Luego ha sido un año raro climatológicamente. Hubo una ventana que no supimos aprovechar hacia el 18 de mayo y luego ya no ha habido más ventanas para subir sin oxígeno. Al final, sólo han subido sin oxígeno tres personas y fue en esa ventana del día 18… En el segundo ataque, el día 25, yo me bajé porque no estaba muy fino, pero tampoco la méteo estaba bien. Y luego se confirmó: el día siguiente hizo viento y sólo subió gente con oxígeno y muy temprano, a las cinco de la mañana.

Y luego la retirada del campo base fue muy dura, hubo un nevadón bestial. Nunca había vivido una experiencia así para salir de un campo base. Realmente fueron dos días muy duros, abriendo huella con nieve hasta la cintura. Fue el remate final de una expedición que no salió como yo hubiese querido.

También me quedo con la idea de que había mucha gente con oxígeno, cada vez más. Al contrario de lo que pasaba en los años 80 y 90, cuando parecía que el oxígeno era algo a extinguir, hay como una especie de regresión. Ahora la gente mayoritariamente usa oxígeno en muchos ochomiles y se ha acabado normalizando, como si fuera lo más normal del mundo, cosa que me resulta sorprendente.

¿Qué has visto en esta regresión?
Que cada vez hay más gente dispuesta a utilizar el oxígeno y sin ningún problema. Se está como normalizando. Así como en los años 80-90, se utilizaba sólo en el Everest, hoy en día he visto en el Cho Oyu, ahora en el Makalu y en muchos montes que la gente lo utiliza ya sin ningún pudor, sin ningún problema, como algo normal, como algo aceptado. Y hay una gran diferencia: el 99% de la gente que iba con oxígeno al Makalu ha subido y, sin embargo, de los que íbamos sin oxígeno que igual éramos diez o doce sólo han subido tres. Es cierto que hay una gran diferencia y lo que me sorprende es que se ha normalizado mucho en el Himalaya últimamente la utilización de oxígeno

¿Se utiliza desde muy abajo el oxígeno?
Hay de todo. Generalmente, en el Makalu, la gente lo ha utilizado desde el Makalu La (7.500 m) y ha habido alguien que lo ha utilizado un pelín más abajo. En general se suele utilizar a partir de los 7.600 m o 7.500 m en el Everest. Pero una vez lo utilizas, la verdad es que da igual si lo haces desde el campo base o para atacar la cumbre. Hecho el pecado, qué más da que sean los últimos 1.000 metros o los últimos 2.000. Simplemente, lo que me parece es que en los últimos años se ha normalizado lo del oxígeno y se ha extendido. La gente lo utiliza sin ningún problema y además no se plantea el no utilizarlo; no tienen ni la duda existencial de si están haciendo bien o están haciendo mal. Simplemente lo utilizan y punto. Y la utilización masiva de helicópteros también… El Himalaya está cambiando bastante en este sentido.

«Con los helicópteros, el que haya más gente y el oxígeno, estas montañas se han puesto mucho más al alcance que antes»

¿Helicópteros en lugar del trekking de acceso al campo base?
Sí, hay gente que empalma ochomiles uno tras otro en helicóptero, que eso también se ha normalizado mucho y forma parte ya del juego. Son pequeños cambios que año tras año van cambiando poco pero que echas la mirada atrás diez o quince años y esto ha cambiado mucho. Se ha degradado el tema, ha perdido esa parte de romanticismo del viaje, de lugar lejano… Antes el Makalu era un lugar remoto, alto, un monte difícil, más difícil que el Lhotse, el ataque a cumbre es más largo… Sin oxígeno, es un monte durillo. Pero con la utilización de helicópteros, el hecho de que haya más gente, el hecho de que tanta gente utiliza oxígeno, estas montañas se han puesto mucho más al alcance de la gente que antes.

Si llegan en helicóptero, ¿cómo hace la gente para aclimatar? Porque hacen la marcha de aproximación en helicóptero, pero ¿vienen aclimatados?
Generalmente, lo que la gente hace es aclimatar en lugares más cómodos como el Khumbu, cosa que no entiendo. Eso lo hace mucho Russell Brice y luego los llevan en helicóptero, lo cual es una tontería porque al final pierdes los mismos días. Tanto por tanto, haces el trekking del monte. Para mí, esto le quita naturalidad al monte, le quita encanto… y, cuidado, que yo también utilicé helicóptero un tramo. Las agencias ya lo están ofreciendo, cada vez cuesta más encontrar porteadores y al mismo tiempo hay más gente en los campos base, con lo cual a las agencias les está costando mucho organizar las expediciones a la vieja usanza. Cuando estuve la primera vez en el Pilar Oeste, en el 2001, subimos con cien porteadores, iba todo con nosotros, hacías la aproximación entera… y esto se está perdiendo. Al final, a las agencias les sale más a cuenta mandar las cosas por helicóptero y, ya que mandan las cosas, aprovechan y te mandan a ti también.

Se quitan problemas de logística…
Sí, es que logísticamente no es fácil. Si no tienes muchos porteadores, es complicado. Si lo forzaras mucho y dijeras que lo quieres hacer andando sí o sí, seguramente que insistiendo lo conseguirías, pero al final vas en un paquete como es mi caso, que voy compartiendo expedición con diez personas más a las que no conozco y lo que no vas a hacer es que ellas vayan en helicóptero y tú ir andando… Al final, tienes que pasar un poco por el tubo.

En este sentido, creo que subir un monte como el Makalu ha perdido un cierto encanto. Ya no haces ni la aproximación. En nuestro caso, nos saltamos tres días de aproximación. Y llegas al campo base y te encuentras con mucha gente, y el 90% va con oxígeno. Luego te llega en helicóptero un americano que viene del Cho Oyu, y sube en tres días con oxígeno, baja y se vuelve a ir en helicóptero… Esto ya no es el Makalu del Nepal del año 2001.

¿Cuál era tu experiencia anterior en el Makalu?
Estuve en el Pilar Oeste, primero en 2001 y luego con los militares en 2005.

«Antes vivías más cerca y más en contacto con la montaña»

¿Cómo fueron estas experiencias de 2001 y 2005?
Sobre todo la de 2001, muy diferente. En 2005, ya utilizamos helicóptero, porque aclimatamos en el Khumbu. Me quedo con el recuerdo del 2001, que fue una expedición tradicional: hicimos todo el trekking andando, estuvimos en el Pilar Oeste solos, con José Carlos Tamayo, Juan Vallejo, Josu Bereziartua y Juanito Oiarzabal. Fue una expedición de esas largas, de 45 días en el campo base, en las que vivías mucho la montaña… No teníamos tecnología entonces… Era muy distinto. Vivías más cerca y más en contacto con la montaña. Hoy en día, yo por ejemplo, dedico muchas horas en el campo base a escribir, a mandar fotos, a editar vídeos… Y quieras o no, esto te despista un poco de la montaña o te cambia la perspectiva.

A todo el tema del oxígeno y el helicóptero, se suma además esta «necesidad» de estar enviando información y de tener prácticamente una oficina montada, lo cual te quita mucho tiempo, ¿no?
Y el hecho de que haya más gente en el campo base… Antes estaba tu grupo solo y, quieras o no, vivías la montaña con más intensidad. El estar solo en un campo base hace que te hagas el sitio un poco más tuyo. El hecho de que haya más gente crea una barrera entre tú y la montaña, o por lo menos a mí me pasa eso. No hay tanta intimidad, no intimas tanto con el monte. Le quita algo de encanto y autenticidad al lugar.

Y además vas un grupo de personas a las que ni tan siquiera conoces, ¿no?
En este caso, iba con Enric Llonch que es de Vic, y luego me he juntado con gente diversa… gente muy maja, de Asturias, de Navarra. Antes ibas con tu grupo cerrado, lo organizabas desde aquí, y ahora vas allí a ver qué te encuentras. Pero también tiene sus ventajas: conoces gente maja… Pero sí que se ha perdido la idea de lugar remoto que era antes el Makalu y eso tenía un gran encanto. Sobre todo para los que buscamos estar en lugares salvajes. Pero bueno, el Makalu es un montañón y entiendo que la gente quiera subirlo.

¿Cómo es el Makalu como montaña?
Para mí es el ochomil más impresionante, más incluso que el K2… Estaría entre el K2 y el Everest, que la cara norte del Everest es también impresionante. La cara sur del Makalu son 3.000 metros de pendiente, prácticamente de pared; y la cara oeste es un big wall, que se parece al Half Dome. La verdad es que como alpinista es muy bonito subirte allá arriba.

¿Es impresionante incluso por la normal?
Es impresionante la montaña en sí. Es una montaña inexpugnable por todos lados, pero que tiene este punto débil que es la ruta normal. Se trata de una ruta normal, sin más, pero que te permite subirte a una gran montaña.

La subida al Makalu La tiene lo suyo; luego, en el ataque a cumbre se ve que la arista final es muy impresionante. Realmente es muy atractivo como montaña, lo tiene todo. La zona de Nepal en la que está es todavía bastante virgen, lo que le da un plus.

¿Hasta dónde llegaste?
7.600 metros más o menos.

¿Y hasta ahí cómo es?
Primero es terreno glaciar fácil; luego la subida al Makalu La es dura (III grado), hay que equiparlo. Y el último día, de 7.600 metros a cumbre, es un terreno glaciar, luego está el corredor de los Franceses y la arista final que es muy espectacular. Una gran montaña, me parece bestial.

De haber estado en el Pilar Oeste a estar aquí, ¿cómo lo has visto?
El Pilar Oeste, para mí, seguramente es la gran ruta del Himalaya, quizás junto con la Magic Line del K2 y el corredor Hornbein del Everest. Técnicamente no tiene nada que ver con la ruta normal, que es mucho más fácil, y a nivel de compromiso también. Y la gran diferencia es la gente que hay: de estar solo en un Pilar Oeste a compartir itinerario con 50 escaladores que habría este año en el Makalu, la diferencia es enorme.

¿A dónde llegasteis en el Pilar Oeste en aquel intento que hicisteis?
7.600 m más o menos.

«Como alpinista, el Pilar Oete del Makalu es el lugar más alucinante en el que estado»

¿Y cómo fue hasta allí?
Como alpinista es el lugar más alucinante en el que estado. Yo recuerdo el día que abrimos con Tamayo hasta el Muro Seigneur… la verdad es que fue un año con mucho viento, un año malo para el Pilar Oeste. Los años de viento son horribles, porque el viento normalmente es de oeste o noroeste y te da de lleno. Pero nos hizo dos días muy buenos y en esos dos días equipamos muchos largos de cuerda, y yo recuerdo haber escalado de primero, sin cuerda fija por encima ni nada, con todo limpio. Escalar de verdad a 7.400-7.500 metros de altura, en un lugar realmente muy impresionante. Porque tienes todo el espolón debajo de tus pies, casi a 3.000 metros, y toda la arista de nieve hasta el campo 1 y ves hasta el campo base.

Ahora, en cuanto a cuerdas fijas, ¿empezaban desde muy abajo o no te ha parecido tan problemático como el tema del oxígeno?
Sí que había bastantes… Sin ser una pasada, porque como el terreno es bastante fácil tampoco hay tanta. Sobre todo, lo que había equipado era hasta el Makalu La, desde el campo 2 hasta el campo 3, 700 metros de desnivel que sí que hace falta poner cuerda fija porque es un terreno de escalada mixta fácil en el que para bajar y subir se agradece que haya cuerda fija. No es exagerado como el Everest. Algún tramo antes del campo 1, pero son tramos cortos, y luego para llegar al Makalu La. Luego por arriba había algo de cuerda fija también, pero sin ser extraordinaria: en el corredor de los Franceses.

«De los que han subido al Makalu o al Everest, nadie lo habría hecho si les quitas el oxígeno. Si les quitas la cuerda fija, igual la mitad sí te subirían»

Pero no lo has visto tan preocupante como en el Everest…
No, no. También va menos gente, hay menos recursos de sherpas y porque tampoco es necesario meterle tanta. El debate de la cuerda fija va un poco en paralelo al del oxígeno, lo que pasa es que para mí es mucho más determinante el oxígeno que la cuerda fija. De toda la gente que subió al Makalu o al Everest, si les quitas el oxígeno, no lo suben. Pero si les quitas la cuerda fija, igual la mitad sí te subirían.

¿El tema de los sherpas cómo lo has visto?
En la línea de lo que está ocurriendo en muchos montes, que se están comercializando. Las agencias llevan sherpas y evidentemente son muy determinantes para esta gente. Estaba Russell Brice (Himalayan Experience), que llevarían unos cinco sherpas; Seven Summits tenía unos diez sherpas más o menos… La gente en general ya coge el paquete con sherpa, y por lo tanto te encuentras allí un sherpa por cada cliente o por cada dos. Lo malo que está pasando es que se están comercializando ochomiles más allá del Everest y del Cho Oyu y el Shisha. Se está expandiendo a todos los ochomiles. Es una pena, pero es inevitable.

Viviste la situación dramática del rescate de Yannick Gagneret, ¿qué reflexión haces al respecto? ¿Con más ayuda se podría haber salvado?
Este es un tema delicado… Simplemente sucede que hay gente que pretende subir sola -como en mi caso, por ejemplo-, y él apuró demasiado. Él no estaba bien, tenía una bronquitis, pero insistió en subir; yo me lo encontré y le dije que se bajara, pero él insistió en que no. Era un chaval fuerte y debería haber visto que ya no estaba bien. Cuando empezamos a ayudarle ya era demasiado tarde. Durmió a mucha altura, yo no dormí con él, al bajar me lo encontré; entre Ralph y yo lo ayudamos a bajar hasta 7.100 metros más o menos; allí nos cogieron el relevo seis o siete sherpas que vinieron más o menos de todas las agencias a ayudarnos y yo pensaba que lo íbamos a sacar de allí, pero repentinamente se nos murió, justo cuando llegaba el equipo con oxígeno y una camilla… Entre que empezamos nosotros y llegó el equipo pasaron cuatro horas, no fue una cosa de aquellas que tardamos tres días en sacarle. Fue bastante repentino.

Luego, en la retirada del campo base tuvisteis muy mal tiempo, ¿no?
Una nevada bestial, como no había visto nunca, e incluso se puso tenso el tema, parece mentira… Nevó muchísimo el día antes, nos dieron una méteo mala y dijimos «o salimos de aquí o nos quedamos una semana más». Apuramos, salimos y nos pilló la nevada bajando. La naturaleza, cuando se pone salvaje, se pone salvaje, y estuvimos dos días abriendo huella hasta la cintura.

«La retirada del campo base casi fue el día más duro de toda la expedición»

Fue casi lo más duro de lo que habéis vivido…
Yo creo que casi fue el día más duro de toda la expedición. Para bajar al Hillary Camp estuvimos nueve horas, cuando normalmente se hace en tres o cuatro; y al día siguiente, lo que normalmente se hace en dos o tres horas, estuvimos ocho o nueve horas también.

Y allí tuvisteis problemas con los porteadores, ¿no?
Sí, íbamos con pocos porteadores y al principio iban muy valientes abriendo huella porque conocían el sendero, pero a mitad de camino nos tuvimos que poner nosotros a abrir huella… Pensábamos que igual se darían la vuelta y nos dejarían tirados, pero siguieron con nosotros; tuvimos que abrir huella nosotros. Una experiencia curiosa… Los ricos iban en helicóptero y nosotros abriendo huella hasta la cintura.

¿Cuáles son ahora tus proyectos? ¿Qué planes tienes?
De momento, ahora irme al K2 sobre el 20 de junio.

¿Con quién vas?
En principio iba a ir con Álex Txikon, pero él va primero al Trango. Iré solo y allí me encontraré con gente y a ver con quién me enrolo.

¿Supongo que la idea es subir por Abruzzos?
Sí, por Abruzzos o por la Cesen, depende de cómo venga el año. Si ha sido un año muy seco, normalmente la gente tiene tendencia a ir por la Cesen y si es un año de nieve mejor por los Abruzzos. Mi idea es intentar subir al K2, como sea y como pueda.

«Vuelvo al K2 justo cuando hará diez años del rescate de Juanito en 2004»

Anteriormente en el K2 te quedaste muy cerca, por toda aquella situación del rescate de Juanito y Edurne…
Sí, el rescate de Juanito en 2004, del que justo hará diez años.

¿Cómo recuerdas aquello? ¿Crees que podrías haber subido de no ser por aquello?
Sí, el día siguiente fue una gran oportunidad de subir al K2, quizás de las mejores de los últimos 15 años. La huella estaba abierta, la cuerda fija estaba colocada… el esfuerzo más grande lo habían hecho ellos, es decir, Silvio, los italianos, Juan, Mikel, Juanito y Edurne. La verdad es que lo teníamos muy fácil para subir al K2 y dudo que lo vuelva a tener tan fácil como en aquella ocasión. Pero se cruzó el rescate delante de mi destino y lo tuve que hacer, sin más.

¿Cómo recuerdas el K2?
Creo que es un monte duro, sobre todo por el ataque a cumbre. Por lo que he hablado con mucha gente y por lo que yo conozco, el gran problema del K2 es que el último día acumula mucha nieve. Tampoco es mucho desnivel, porque estás en el Hombro sobre 7.900 m y son 700 metros bastante directos, pero el gran problema que tiene es que es un monte duro sobre todo por el ataque a cumbre. Acumula bastante nieve, en todo lo que es el Cuello de Botella… y abrir huella ahí a 8.400 metros con nieve hasta la cintura es duro. Esa es la clave del K2.

«En los ochomiles, hay una parte de guerra psicológica que a mí me resulta muy dura»

¿Cómo estás viviendo el tema de los 8.000 por las rutas normales, tú que vienes del alpinismo de dificultad?
Es normal que haya perdido valor alpinístico con respecto a los años 80 o 70. Entonces, subir a un ochomil sin oxígeno, aunque fuera por la ruta normal, era muy duro. Sobre todo porque la gran diferencia era el hecho de estar solo. En los años 80 siempre había sólo un grupo o dos, y enfrentarte a una montaña tan grande sin oxígeno y con pocos recursos humanos era duro. Todavía por aquel entonces podía ser un poco punta de lanza del alpinismo, y evidentemente hoy en día ya no lo es, pero sigue siendo duro en muchos sentidos. Tanto deportivamente, porque hay que estar fino, hay que estar fuerte, como personalmente, porque es más cómodo ir un fin de semana a hacer una vía en las Jorasses que pasarte un mes y medio fuera de casa. Hay una parte de guerra psicológica que es dura en los ochomiles: estás muchos días, te desesperas, pasas por muchas fases psicológicas… es algo que en otras actividades alpinísticas no existe tanto.

¿A ti te sigue apeteciendo?
Personalmente, me pesa mucho sobre todo esta parte de estar mucho tiempo fuera de casa. Para mí, es una dificultad personalmente muy dura, añadida a otras actividades que podría hacer: podría irme a los Andes quince días o irme a Chamonix una semana y no tendría este problema. De todos modos, como alpinista, los ochomiles siguen siendo las grandes montañas y a cualquier alpinista le hace ilusión subir al K2, al Makalu o al Kangchen, y eso seguirá siendo siempre así.

Porque ahora eres alpinista y padre, que quizás es lo más complicado, ¿no?
Efectivamente, es súper complicado. Entras en contradicciones contigo mismo, porque ya no eres dueño tu sólo de tu vida. Entran debates internos que son difíciles y que para mí es una dificultad añadida. La guerra contra los ochomiles ya no es sólo una guerra deportiva sino que es también bastante psicológica.

«Las comunicaciones ayudan, pero al mismo tiempo te separa un poco de esa idea romántica de la montaña»

Por otra parte, las comunicaciones tienen su parte buena y su parte mala. ¿Tú cómo lo vives?
A mí me ayuda. Ayuda, pero al mismo tiempo te separa un poco de esa idea romántica de la montaña. Yo no sé si soportaría irme de expedición con cero comunicaciones, porque estaría a una distancia demasiado bestia con mi familia. Poder hablar y comunicar de vez en cuando ayuda mucho. Pero es verdad que todo esto nos aleja de la idea de la montaña como una gran aventura, lejos de tu casa y de tu entorno, que es lo que era antes.

¿Cómo llevas el tema del patrocinio para todos estos proyectos?
A mis patrocinadores siempre les he dicho que, más que hacer deporte, lo que intento es contar historias. Esto es lo que mis patrocinadores me agradecen y es lo que intento hacer.

O sea que ahora mismo, más que alpinista eres contador de historias…
Sí, más que como un proyecto deportivo, yo siempre lo he visto como un proyecto más global, de contar historias. Contar lo que hago, lo que pasa por mi cabeza, y no contarlo sólo de manera escrita sino fotografiarlo también… es un proyecto más comunicativo que deportivo. Yo lo quiero ver así.

¿Cómo lo haces cuando estás en la expedición?
Fotos, vídeos y blog, básicamente, pero también mucho Twitter y Facebook… Supongo que la gente me sigue por lo que cuento y lo que fotografío, más allá de lo que hago.

«En el campo base dedico muchas horas a escribir, a editar, a mandar fotos, a colgar cosas en Twitter, en Facebook…»

En el campo base, ¿cómo transcurre tu tiempo con todo el tema de comunicaciones?
La verdad es que dedico mucho tiempo, muchas horas a escribir, a editar, a mandar fotos, a colgar cosas en Twitter, en Facebook… Antes eran horas que dedicaba a la lectura o a pasearme tranquilamente por el campo base, observar el monte, fotografiarlo y enamorarte un poco de la montaña. Son los nuevos tiempos y tienen cosas buenas y cosas malas. Las malas son estas; pero tiene la parte buena de que gracias a esto tenemos patrocinadores y podemos llegar a mucha gente y la gente nos puede seguir, cosa que antes no pasaba.

Tú siempre insistes en llevar tu Racetracker, por el que se te va siguiendo. ¿Lo ves importante?
Primero, tecnológicamente es divertido y, como a mí me gusta la tecnología… También me gusta que la gente me pueda seguir y luego es una manera de probar que has subido… Pero sobre todo, para mí es una novedad tecnológica que encuentro divertida y que es chula y que la gente sigue mucho, sobre todo en los días de cumbre.

¿Cuántos ochomiles te faltan ahora mismo?
He escalado nueve ochomiles principales y un secundario, así que me quedan cinco.

¿Vas a seguir adelante para completar los catorce?
Sí, lo voy a intentar. Es un proyecto que me atrae acabarlo; creo que es una manera bonita de acabar una etapa de mi vida. Sé que no es la punta de lanza del alpinismo, pero creo que a mí me dejará tranquilo conmigo mismo.

¿A pesar de no seas el primer catalán en hacerlo?
Sí, porque esto es una cosa personal mía. Como alpinista, me hace ilusión que, una vez me haya retirado de esto, poder decir «he puesto los pies en las catorce montañas más altas del planeta». A muchos alpinistas es algo que les haría ilusión poder decir y poder contar.

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