ENTREVISTA

Juanito Oiarzabal: «Si recaigo en el Broad Peak diré adiós definitivamente al proyecto 2x14x8.000»

El himalayista vitoriano, primer catorceochomilista español, vuelve al Broad Peak retomando su proyecto 2x14x8000 acompañado por Alberto Zerain. Va a probarse físicamente después de superar sus problemas de salud. Esta entrevista la mantuvimos con el antes de que saliera de expedición al Broad Peak.

Juanito Oiarzabal  (Dario Rodríguez/DESNIVEL)
Juanito Oiarzabal en una imagen de archivo
Darío Rodríguez | No hay comentarios |

Juanito Oiarzabal es una figura que no deja indiferente. Su historial ochomilístico es impresionante. Este año se cumple el 30 aniversario de su primera ascensión a un ochomil, el Cho Oyu en 1985. Desde entonces ha sumado 26 picos de más de 8.000 metros en su trayectoria deportiva. Fue el primer español en completar los catorce (1999), luego repitió el Everest para tener los catorce sin oxígeno (2001) y en 2009 decidió poner en marcha un proyecto que nadie más ha osado ni tan siquiera plantearse: repetir todos los ochomiles por segunda vez, es decir 2x14x8000.

Sólo le faltaban cuatro (Broad Peak y Nanga Parbat en Pakistán, Dhaulagiri en Nepal y Shisha Pangma en el Tibet) cuando interrumpió sus expediciones por prescripción médica. Había sufrido edemas pulmonares y embolias en sus últimas expediciones, y exhaustivos reconocimientos médicos determinaron problemas en una válvula y obstrucción en arterias. Después de dos años y medio, las revisiones médicas son positivas y los doctores le han dado el visto bueno para volver a las grandes montañas.

Así pues, ha decidido regresar y ya está en Pakistán con Alberto Zerain como compañero de expedición. Se toma esta montaña, que ascendió por primera vez en 1995, como una prueba para su estado físico. A partir de cómo se desarrolle la experiencia, decidirá si continúa o bien se planta. En el campo base del Broad Peak coincidirá de nuevo con viejos compañeros, como el catalán Òscar Cadiach, quien ya adelantó que compartirán estrategia.

¿Por qué regresar a los ochomiles después de haberlo dejado?
He estado los últimos dos años y medio fuera del himalayismo. Evidentemente, no he dejado de ir a las montañas, a otras alturas y otros macizos, pero ahora retomo el proyecto 2x14x8000, que consiste en repetir las catorce cumbres más altas del planeta. Me quedan cuatro y creo que lo puedo realizar con un poco de suerte. ¿Qué importancia tiene? Ninguna. Es un proyecto personal, muy mío. Si soy capaz de terminarlo querrá decir que no he palmado en el Himalaya y me convertiría en la única persona del mundo en subir otra vez a las catorce montañas más altas.

«Vengo de subir por 30ª vez al Aconcagua«

¿Por qué razón aparcaste el proyecto durante este tiempo?
Lo paralicé hace dos años y medio, cuando después de bajar del Shisha Pangma, donde me quedé a 50 metros de desnivel de la cumbre, fui a diferentes centros hospitalarios para hacerme pruebas y determinaron que tenía una válvula con alguna carencia y que se me obstruían las arterias, y eso hacía que se me produjeran esos edemas pulmonares que tuve tanto en el Manaslu como en el Shisha. Todo viene como consecuencia de aquella situación en el Lhotse con aquella embolia pulmonar que tuve. Después de dos años y medio he hecho pruebas y los doctores han determinado que estoy capacitado para volver al Himalaya y a montañas de 8.000 metros. De hecho, vengo de subir por 30ª vez al Aconcagua, y estuve bien.

En cualquier caso, intentaré ir con cuidado, pues también me han dicho que no estoy exento de que me dé otro edema de pulmón. Esto me va a servir como prueba: si puedo subir al Broad Peak sin problema, seguiré con el proyecto, pero si recaigo en edema de pulmón, ya diría adiós definitivamente a este proyecto. Tengo esa incógnita y muchas ganas.

Otros acaban los catorce ochomiles, con todos los riesgos que suponen, y dan por zanjada esa etapa de su vida, pero tú vuelves a por otros catorce y más riesgos…
Después de acabar los catorce en 1999, comencé a trabajar mucho con el programa Al filo de lo imposible, a las órdenes de Sebastián Álvaro. Eso hizo que repitiera varios de los ochomiles que tenía hechos anteriormente. Después de bajar del Kangchenjunga por segunda vez, con Edurne Pasaban, por los comentarios de amigos y compañeros, de Sebas… ahí empecé. Es cierto que otros que han hecho los catorce se han dedicado a otras actividades de montaña, porque en cierta manera también me parece un poco absurdo…

«El recuerdo más duro que tengo es el del Annapurna, donde perdimos a Tolo Calafat»

De los ochomiles que has repetido, ¿cuáles han sido los más duros?
El recuerdo más duro que tengo es el del Annapurna, donde perdimos a Tolo Calafat, con polémica por cierto. Es la montaña que más me ha marcado. Fueron momentos muy complicados y difíciles para mí, aunque tengo la conciencia tranquila. También el episodio del K2 fue complejo. La primera ascensión que hice a esta montaña fue por la ruta Tomo Cesen, que hoy es la ruta vasca. Fue una experiencia única en la que salió todo perfecto. Fuimos los primeros de la temporada en subir, muy en estilo alpino la última parte… Sin embargo, la segunda fue todo lo contrario: terreno malo, condiciones malas, exposición… consecuencia de eso me tuvieron que amputar todos los dedos de los pies.

De hecho, muchos de tus primeros ochomiles no son por rutas normales, aunque igual ahora la gente se pueda quedar con la idea de que Juanito es un ochomilista de rutas normales…
Precisamente, yo no me he caracterizado por subir ochomiles por rutas normales. En 1988 estuve en la cara norte del Kangchenjunga; en 1989 hice el Pilar Oeste del Makalu; en 1990 estuve en la Bonington de la cara sureste del Everest sin oxígeno hasta 8.400 m; en 1991 de nuevo en la cara norte del Kangchenjunga… Me hubiera gustado subir rutas de dificultad mayor de las que he subido, pero cada uno es un mundo y mi condición física y técnica ha llegado a donde hemos visto todos… y he subido el K2 por la Tomo Cesesn, el Shisha Pangma por la cara Sur, el Everest por la vía Polaca del Pilar Sur… Y quiero recordar que yo terminé los catorce ochomiles sin utilizar sherpas de altura, excepto en el Everest.

Pero es que ahora vamos para atrás: esta primavera, el Annapurna se subió con oxígeno, y es un ochomil raspado. A nosotros no se nos hubiera pasado por la cabeza. Y ya no son tantos los que escuchamos que hacen actividades de cierta relevancia. Este mundo ha cambiado y la montaña se ve de otra forma. Cuando echo la mirada atrás, me siento contento y orgulloso con toda la actividad deportiva que he desarrollado a lo largo de muchos años.

¿Cambia mucho un ochomil al hacerlo por segunda vez?
La diferencia entre épocas es abismal en todos los sentidos: experiencia, ganas, ilusión, fortaleza física, preparación, mentalidad… Ahora todo es distinto, y más con estos dos edemas pulmonares que he tenido; voy más prudente aunque seguro de que puedo subir y sin miedo.

«Creo que el Broad Peak es una buena elección, porque toda la parte baja hasta el C3 es una montaña muy asequible»

¿Cómo será la expedición al Broad Peak?
He conseguido un patrocinador importante. Llevo conmigo a un «escudero», Alberto Zerain, a quien todo el mundo conoce y es un tío con una condición física extremadamente superior a la mía. Estará conmigo todo el tiempo, a menos que yo no pueda en el día de cumbre. Estoy con ilusión y muchas ganas por saber cómo me voy a encontrar allá. Es verdad que ya no estoy como antes: tengo problemas en las rodillas y la condición física no es la misma… Pero creo que el Broad Peak es una buena elección, porque toda la parte baja hasta el C3 es una montaña muy asequible, nada técnica y muy noble. Los problemas comienzan una vez llegados al collado y luego la cresta que te lleva a la antecima y la cima.

¿Cómo recuerdas tu primera ascensión al Broad Peak?
Mal, entre comillas. Cuando yo subí al Broad Peak, veníamos de subir en primavera al Makalu y luego en otoño hicimos el Lhotse. Había quedado con Marí Abrego y con Josema Casimiro, que organizaron la expedición. Me uní a ellos y bajaba de la cumbre cuando hubo tres coreanos que perdieron la vida en la arista, que es la zona más técnica del Broad Peak. No es una montaña fácil, pero en función de las expediciones que haya se coloca más cuerda fija y se utiliza más oxígeno, y quizás sea más fácil.

De los ochomiles que te quedan, ¿cuál es el que más miedo te da?
Indudablemente el Dhaulagiri. Es una montaña técnicamente complicada y me trae muchos recuerdos: el accidente de Juanjo Garra, el accidente de Pepe Garcés, pero también por la circunstancia de que en una ocasión me confundí de camino en la parte alta de la montaña y me fui a otra cumbre… tuve que bajar y volver a intentarlo otra vez, y ya subí con Félix y Alberto Iñurrategi. Sin duda, es el más complejo y el que más respeto tengo de los que me quedan.

«Alguna vez he contabilizado las veces que me he podido quedar allá arriba y han sido muchas, más de diez»

También te queda el Shisha Pangma…
Ya he ido en tres ocasiones por el norte, la ruta normal y teóricamente más fácil, pero no hay manera. Yo subí por el sur, que es la vertiente más técnica y difícil. La última vez que fui fue aquella ascensión con Carlos Pauner, con polémica… yo dije que no hice cumbre y los demás, ellos sabrán, porque era de noche y hubo mucha confusión.

Y el Nanga Parbat…
De las cuatro que me quedan es la que menos complicación le veo. Creo que es una montaña bastante segura, poco avalanchosa y relativamente cómoda.

¿Piensas que has estado al límite y te has librado?
Yo estoy de prestado. Alguna vez he contabilizado las veces que me he podido quedar allá arriba y han sido muchas, más de diez. Pero sin embargo estoy aquí. La vida me ha sonreído, me ha dado la oportunidad de continuar y aquí estoy. He tenido mucha suerte en la vida.

La clave de la supervivencia, ¿es la suerte?
Sin duda. La clave de mantenerte vivo en el himalayismo cuando continuamente vas allá es sin duda la suerte, o como decía mi madre, el tener un ángel de la guarda detrás protegiéndote… O, aunque yo no creo en estas cosas, el tener una madre continuamente rezando para que a su hijo no le pase nada. También es verdad que hay que buscar esa suerte, y que la experiencia adquirida con los años hace que preveas un posible accidente o sepas por qué terreno te tienes que mover…

«El 80% de los que van a los ochomiles lo hace con oxígeno y anteriormente eso no ocurría»

¿Recuerdas de manera especial alguna situación en que hayas estado realmente al límite de no sobrevivir?
Es que son muchas, muchas. La primera que me viene a la cabeza fue bajando del Gasherbrum II con Atxo Apellaniz en 1987. En el glaciar de los Gasherbrums íbamos sin encordar y me colé en una grieta, una bóveda en la que no hacía pie. Atxo me dio la mano y pude salir… Son circunstancias de la vida: estuve metido en la grieta, sin tocar de pies pero no me caí, y con 50 o 60 metros por debajo de mí.

Actualmente hay mucha diferencia en cuanto a la comercialización de las montañas…
El himalayismo tal y como lo conocí yo, con ese resquicio de aventura que quedaba, se ha perdido. Ya no es el romanticismo que todos teníamos en mente. Ahora lo que quiere la gente es el trofeo: llegar a casa y decir que se ha subido a una montaña de 8.000 metros, y les da igual de qué forma. El 80% de los que van a los ochomiles lo hace con oxígeno y anteriormente eso no ocurría. Pagan y es lícito, pero van sin ese mínimo de estética. Lo hacen para decir que han subido al Everest, pero si les preguntas cómo lo han hecho, casi se les cae la cara de vergüenza. A mí se me caería la cara de vergüenza. La impresión que me da es que vamos muy para atrás. Los años ochenta se fueron y ya no se hacen actividades como aquellas, salvo excepciones.


 

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