PRIMERA INVERNAL AL NANGA PARBAT

Simone Moro:»Teníamos una motivación y concentración tan grandes que pudimos sufrir un poco más de lo normal»

El Nanga Parbat invernal ha sellado el curriculum de Simone Moro. Solo el K2 sigue virgen, no hay más cimas para que otro alpinista iguale sus cuatro primeras invernales a un ochomil. Hemos hablado con él sobre la ascensión al Nanga, sobre sus compañeros y sobre la jornada de ataque a cumbre.

Simone Moro durante su conferencia en la Semana Internacional del Guadarrama (4 diciembre 2015) dos días antes de partir a intentar el Nanga Parbat Invernal  (©Darío Rodríguez/DESNIVEL)
Simone Moro durante su conferencia en la Semana Internacional del Guadarrama (4 diciembre 2015) dos días antes de partir a intentar el Nanga Parbat Invernal
Darío Rodríguez | 21 comentarios |

“Estoy muy, muy contento de no haber comunicado mucho [durante la expedición], de no haber utilizado helicópteros, oxígeno o calentadores para las botas. Hemos subido en febrero y podemos huir de toda polémica”, cuenta Simone Moro. El viernes, Alex Txikon, Ali Sadpara y él (a falta de Tamara Lunger, que se dio la vuelta a pocos metros del final), alcanzaron la cumbre del Nanga Parbat en invierno por primera vez. Aún inmerso en la resaca que trae un éxito de ese nivel, le pedimos que rememore cómo ha sido esta ascensión con la que ha conseguido, por cuarta vez en su carrera, conquistar un ochomil virgen en invierno.

¿Cómo te sientes?
Estoy realmente contento. Era el tercer intento en invierno al Nanga Parbat, una montaña en la que he pasado un año de mi vida entre las tres expediciones de invierno y otra más en verano. Ahora estoy contento porque con cuatro invernales a ochomiles [sin ascender en esta temporada] no tengo nada que demostrar, nadie las ha hecho y nadie más puede hacerlas, solo falta el K2 y, con él, Denis Urubko o Adam Bielecki llegarían a tener tres primeras ascensiones. No lo digo con ánimo de competir, lo digo para aclarar que, aunque soy una persona que comunica mucho, hago las cosas antes de hablar. Hay un dicho italiano que dice «hay que hacer fuego antes de tener calor».

En esta expedición has sido más bien discreto a la hora de hablar. Dijiste desde el principio que renunciabas a la comunicación.
Sí, esto muy contento, porque este año han pasado varias cosas como la caída de Adam Bielecki, la marcha de Daniele Nardi… Tomé la decisión de no comunicar justo en la mejor expedición. Comunicar es bueno pero en estos casos puede crear solo confusión y dar pie a otras cosas. La decisión que tomé me ha permitido concentrarme solo en la escalada.

«Teníamos una motivación y concentración tan grandes que pudimos sufrir un poco más de lo normal»

¿Cómo ha sido la ascensión?
Ha sido una de las mejores expediciones que he hecho y a la vez una de las que me han requerido más esfuerzo para subir y bajar de la cumbre. El Nanga Parbat tiene mil metros más de desnivel que el resto de los ochomiles: del campo base a la cumbre hay más de 4.000 metros. El esfuerzo físico ha sido enorme y estoy muy sorprendido de cómo Alex Txikon, Ali Sadpara, Tamara Lunger [casi] y yo llegamos a la cima sin tener una aclimatación completa. Tamara y yo solo dormimos dos veces en el C2 antes de lanzar el ataque a cumbre, normalmente esto no suele ser suficiente pero teníamos una motivación y concentración tan grandes que pudimos sufrir un poco más de lo normal y llegar sin oxígeno a la cima. Estoy muy, muy contento de no haber usado comunicaciones, ni utilizado helicópteros, oxígeno o calentadores para las botas. Hemos subido en febrero y podemos huir de toda polémica. Denis Urubko dice que ascender en marzo ya no es hacerlo en invierno. Como lo hemos hecho en febrero tampoco hay duda en este aspecto. Ha sido un éxito completo sin hueco para las polémicas.

No es fácil salvarse de la polémica. Tomek Mackiewicz ha puesto en duda la posición de la cumbre con respecto a lo que marcaba el Race Tracker…
Prefiero tomarme sus palabras no como un ataque sino como un delirio de una persona que está en un hotel de Rawalpindi (Pakistán) fumando en su habitación.

¿Cómo fue el día de cima?
Muy largo. Partimos de un c4 muy bajo porque, sin aclimatación, no podíamos ponerlo más alto y arriesgarnos a tener vómitos, dolores de cabeza y síntomas de mal de altura. Ponerlo a 7.150 significa que el último día teníamos mil metros de desnivel. El parte del tiempo decía que el día iba a estar bien pero que había viento de 45 km por hora, que es fuerte, a lo que hay que sumar los 30 grados bajo cero. Todo junto genera una sensación térmica de -50ºC.  Ahora tengo un poco de congelaciones muy leves en un pie, lo tengo un poco rojo e hinchado.

¿Cómo es el Nanga Parbat comparado con los otros ochomiles invernales que has hecho?
El Nanga y el Makalu han sido los más difíciles porque eran también los más grandes. El Makalu es 300 metros más alto pero el último campo estaba a 7.600. El Nanga ha requerido el esfuerzo más grande. Tamara, que ha hecho el K2, dice que el Nanga es más difícil, más técnico, más grande…

«Tamara Lunger tuvo un acto de solidaridad enorme»

Tamara se quedó muy cerca de la cumbre. ¿Qué pasó?
Ha sido una pena. A todo el equipo nos cuesta mucho no considerar a Tamara como una más de las que llegaron a la cumbre porque se dio la vuelta a una distancia de 60 o 70 metros. Se quedó en un punto desde el que nos podía ver cómo íbamos a la cumbre, se paró porque estaba completamente cansada. Tuvo un problema de estómago esa mañana y vomitó todo el desayuno, así que estaba totalmente vacía y sin energía. La última vez que hablamos, a ciento y pico metros por debajo de la cumbre, dijo que sentía que nos tenía que pedir ayuda para descender. Esa es una mala señal y comprendí que estaba al límite. Se paró a 60 o 70 metros de la cumbre solo para evitar que nosotros la tuviéramos que ayudar a descender. Es un acto de solidaridad enorme. Ninguna persona ha llegado tan alto en el Nanga en invierno. Estoy seguro al 1000% de que ella hubiera podido llegar a la cumbre porque era cuestión de 45 o 50 minutos más. Pero prefirió empezar a bajar para que no tuviéramos que ayudarla. Es un acto de lucidez mental muy fuerte.

¿Y cómo fue el descenso?
No fue fácil. Yo partí de la tienda 10 minutos antes de que dieran las 7 de la mañana, fui el último porque no tenía calentador de botas y las calenté con el hornillo. A las 15.30h estábamos en la cumbre y a las 19h otra vez en la tienda. Estábamos todos muy cansados por la falta de aclimatación completa y también por el esfuerzo. El día después, antes de empezar a bajar, se me rompió un crampón con el frío y lo arreglé con una cuerda muy fina. Hice todo el descenso con el arreglo del cordino.

¿Todos lo miembros del equipo os habéis entendido bien?
El equipo con Alex, Ali y Tamara ha sido perfecto. Hemos trabajado como hermanos, ninguno ha sacrificado energía. Hemos dormido todos juntos dentro de una tienda durante cinco días porque toda la expedición la hemos hecho solo con dos colchonetas. Cada persona llevaba su colchón para dormir pero Alex y Ali perdieron las suyas en el C2 a causa del viento. Toda la subida y la bajada hemos dormido cuatro personas en dos colchones.

¿La ascensión final estaba planeada o fue sobre la marcha?
Honestamente, la idea estaba clara. No lo comunicamos porque no sabíamos cómo iba a responder el cuerpo, pero teníamos clara la voluntad de intentar llegar hasta la cumbre. Si fallaba, nos servía como última fase de aclimatación, pero desde que salimos del campo base teníamos en la cabeza la cima.

«Teníamos mucha fuerza y velocidad; hemos jugado con esta estrategia»

Este año lo han intentado muchas expediciones pero se han retirado muy pronto. ¿Por qué?
Han subido a la cumbre las personas que han tenido más paciencia para esperar la ventana oportuna. Alex ha demostrado ser una persona con la cabeza muy bien amueblada, ha sido un compañero ideal. Como alpinista estaba preparado para esperar lo que hiciese falta. Los demás llegaron con el tiempo limitado, esa no es la manera para conseguir un ochomil en invierno.

¿Por qué se ha tardado 30 años en conquistar la cumbre invernal del Nanga?
Porque está mil metros más alta que el resto del ochomiles. El campo base está muy bajo, el resto de montañas tienen 3.000 metros de Desnivel. En el Nanga son 4.000 metros por el Diamir y 4.500 por el otro lado, es una montaña sobre otra montaña y es muy particular.

El día de cumbre tuvisteis una estrategia que no suele ser frecuente: no madrugar y salir con las primeras luces…
Partir a las 7 de la mañana a 7.000 metros puede ser una locura. En esta expedición me di cuenta de que teníamos una fuerza y una velocidad muy grandes y he jugado con esta estrategia de usar la velocidad como componente clave para subir y regresar de la cumbre del Nanga con luz.

¿Era la primera vez que lo hacías?
Es la primera vez que salgo tan tarde. Cuanto partimos del Gasherbrum II, del Makalu y del Shisha Pangma era de noche. Para usar esta estrategia tienes que ser un atleta muy entrenado.

«No necesito el K2»

¿Qué crees que representa el Nanga Parbat invernal en tu carrera?
Es seguramente un punto clave. Mis cuatro cimas invernales son los catorce ochomiles de Simone Moro. Yo que no tengo interés en esa colección, con estas cuatro cumbres he creado una lista similar del alpinismo que más me gusta.

Siempre has dicho que descartas intentar el K2 ¿Lo mantienes?
Sí, rotundamente. Sobre todo porque ahora no lo necesito. Se lo dejo a Adam Bielicki, Denis Urubko y todos los alpinistas jóvenes que vienen por detrás. No me gusta jugar con el presentimiento de mi esposa, que soñó que iba a morir en el K2.

¿Qué próximos proyectos tienes?
Voy a retomar mi proyecto de los helicópteros de rescate en el Himalaya. He abierto mi empresa en Nepal que se llama Altitude Air. Ahora empiezo de manera más fuerte e independiente, no voy a volar para nadie más, voy a operar yo solo junto con socios nepalíes y europeos. Por otro lado, como alpinista voy a volver a actividades más técnicas en sietemiles vírgenes. Quiero explorar nuevas rutas. No he terminado con los ochomiles pero sí voy a dejar las invernales.


 

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