
La historia empezó, después de no dormir nada, el 18 de julio a la 1 de la madrugada en elCampo 3 (7.200 m). Unas veinte personas, entre ellas Carlos Soria con variosamigos de Madrid. El frío era muy intenso y poco a poco se fueron descolgandopersonas. Lina (Catalina Quesada, compañera de Ricardo en la 1ª Expediciónandaluza al Broad Peak) abandonó a las dos horas, y a la altura del Campo 4(7.600 m) me encontré a Carlos también de vuelta por el frío.

En las palas superiores que dan acceso al collado, después de superar lasgrietas y los seracs del glaciar superior, tenía delante de mi a 5 personas yotras tantas detrás. El frío se hacia cada vez mas intenso, y peligroso. Tuveproblemas en los dedos de los pies toda la noche, y no dejaba de moverlos parasentirlos vivos. Pero antes de llegar al collado, ese hormigueo característicodel frío intenso apareció también en los dedos de las manos, sobre todo en lamano derecha, que sujeta el piolet.
9 am., por fin el collado (7.800 m). El sol alivia el frío, pero aún quedamucho camino, y peligroso, hasta la cumbre. Tres horas de arista expuesta queescalar… y disfrutar. No me preocupaba la altura, ni los problemas que pudieraocasionarme; estaba demasiado preocupado con la arista y el abismo de 3.000metros en ambas vertientes. El cansancio hacía mella (había que volverdespués), pero el día estaba bien y yo decidido a llegar a cumbre. Me cruzocon JorgePalacio ¡que ya venía de vuelta!, y también con un kazajo (DenisUrubko) que había subido en 7 horas.
Primer ocho cordobés

Delante, sólo quedaban tres checos que iban a mi ritmo. Desde la antecimapude, por fin, ver la cumbre… aún quedaba una hora. Veía prolongarse laarista sobre una serie de merengues de rimaya, y al fondo, la última y másalta, la cima. Una hora después coronaba. La primera cumbre andaluza en elBroad Peak (8.047 m) y el primer ochomil cordobés.
Pero el frío y el viento iban en aumento. Apenas tiempo para unas fotos conlos checos y la vuelta muy dura. Tremendamente dura… agotadora, yespecialmente peligrosa en el descenso de la arista, hasta el C3. A las 3 de latarde me encuentro llegando a él, totalmente deshidratado y asfixiado por elcalor que produce el mono de plumas a esa hora.
Lina se acerca sonriente con una botella de liquido en la mano, pero apenaspuedo mojarme los labios, el estomago solo admite reposo y nos fundimos en unabrazo. Me quedé tirado en la tienda todo el día mientras Lina fundía nieve yse preparaba para otro intento esa misma noche…
Descenso y susto

No la sentí irse, pero sí me desperté cuando Lina volvía desconsolada…el dolor y el frío la habían obligado a volverse. Desmontamos el campamento, ya las 9 de la mañana empezamos una peligrosa bajada, yo completamente agotado yLina con un dolor que apenas la dejaba moverse. Al llegar al C2 (6.300 m)comimos algo y seguimos bajando.
La nieve está ya en muy malas condiciones, y sobre los 6.000 m, en un tramode cuerdas fijas y sin asegurarme, se me van los camprones y caigo. Me da tiempoa abrazarme a la cuerda y gritarle a Lina que aguante. Durante la caída solopensé en la posición de mis pies, para no darle a ella con los camprones o elpiolet. Afortunadamente, la cuerda, de 6 mm, aguantó el peso de ambos.
Con el corazón en la boca clavé el piolet con todas mis fuerzas en el hieloy me anclé a el… «sigue bajando Lina, vámonos de aquí», lecomente. Llegamos al campo base totalmente extenuados tras 10 horas de descensoy mochilas cargadas, pero lo habíamos conseguido.
Ricardo Guerrero Martínez
Un especial agradecimiento a: ExpediciónAndaluza K2-2003, JuanitoOiarzabal (asesoramiento), CarlosSoria y amigos (la buena compañía), SimoneMoro y compañera (compartimos campo base), Expedición Vasca, IñakiOchoa y Rosa Aguilar (Alcaldesa de Córdoba, por el seguimiento e interésdurante toda la expedición).