Sergi Mingote nos desveló en octubre su proyecto de formar parte de la expedición al K2 de este invierno. El ya entonces autor de Desnivel, sello con el que editó su A pulmón (2019), me propuso escribir con él el libro que narraría esta expedición histórica al K2 invernal. “Sólo si eres sincero y claro con todos los detalles”, le contesté, a sabiendas de las muchas verdades a medias que suelen rodear la narrativa del himalayismo. “Perfecto; nos vamos a entender”, me aseguró.
Y así fue. Nos entendimos muy bien y mantuvimos en todo momento una relación sincera y transparente sobre todo lo que rodeaba a la expedición. Siguieron intensas semanas de preparativos para él, en las que siempre consiguió reservar tiempo para horas de entrevistas. Lo entrevisté telefónicamente –como corresponde a esta época pandémica– desde su casa, en la sede de la Fundación Onat, durante un viaje de dos horas en furgoneta tras entrenar en el Pirineo o a las puertas de un instituto justo antes de dar una conferencia. Intercambiamos mensajes de WhatsApp desde Annecy, Andorra o Vitoria, mientras acudía al sinfín de compromisos que tenía en su agenda. Nunca tuvo un ‘no’ ni un mal día; siempre se mostró positivo, apasionado y fue consecuente con sus palabras: contestó a todas mis preguntas de forma directa y sin rodeos ni justificaciones, dio su opinión sobre todos los aspectos delicados que le planteé (expedición comercial, uso de oxígeno, estilo, material, sherpas, competitividad…).
Desde la primera conversación, Sergi tenía muy claro que la primera invernal del K2 iba a llegar este año, protagonizada por sherpas usando oxígeno suplementario. A continuación, creía firmemente que él, junto con los compañeros que fueran sin oxígeno, tendrían su oportunidad de “subir lo más alto posible”.
Resulta muy difícil asumir que el trabajo iniciado para el libro haya quedado a medias y se tenga que reformular sin Sergi. Es igualmente complicado hallar una forma adecuada de despedirse de quien era plenamente consciente de los riesgos que afrontaba. He recopilado algunas de las reflexiones que me confió sobre esta expedición y que explican la motivación, pasión y magnetismo que sentía por el K2, a pesar de lo mucho que había en contra:
Con el K2 tengo el vínculo más fuerte que jamás he tenido con una montaña. Desde que subí al K2 [2018] me dije “esto lo supera todo”. La ‘montaña de las montañas’ me había permitido subir en condiciones extremas, me había permitido bajar, y creo que en esto de regresar al K2 hay algo de destino. ¿Quién me iba a decir a mí que tendría la oportunidad de formar parte del equipo que quiere afrontar el K2 en el momento más complejo del año para subir esta montaña?
Se podría decir que con el K2 tengo una relación de amor-odio, porque le tengo mucho que agradecer en todos los aspectos, tanto en el deportivo como en todos los ámbitos, pues me ha hecho vivir los momentos más intensos de mi carrera a nivel alpinístico, pero también ha hecho pasar momentos muy difíciles a mi familia y a mi entorno. Es una montaña que me ha mostrado su mejor y su peor cara.
Yo quería volver a verla y reencontrarlo, como aquel amigo con quien te encuentras después de muchos años de no verlo. Es algo que tengo pendiente. De hecho, ya tenía previsto que cuando regresase a Pakistán para intentar el G1 –el único del país que me falta en mi proyecto 14×1000– quería pasarme por el K2, verlo, estar allí delante… Es una relación muy especial y de dos caras. Es la montaña que seguramente mi familia y mi entorno miran con más respeto –y yo también–, pero al mismo tiempo, para mí, es como una atracción… Después de haber estado allí, entiendo aquella expresión que dice que es “la montaña de las montañas”. Combina dificultad, altura, estética… es brutal.
Un gran tipo, descanse en paz.
que pena, descanse en paz.
D.E.P.