En 2006 pasado firmaban la primera travesía a lo largo del Hielo Patagónico Norte en invierno. Esa actividad les abrió el apetito por regresar y tratar de ascender algunas de sus cumbres aun inexploradas. Así, en 2007, entraban nuevamente al Hielo Norte, en pleno invierno (julio-agosto), por el lago Leones, saliendo por el glaciar Nef, recorriendo parte de la cordillera este de este campo de hielo. Su intención era escalar cerros en una zona visitada únicamente por un par de grupos neo-zelandeses hace 30 años.
Camilo Rada, Mauricio Rojas, Nicolás Von Graevenitz y Pablo Besser se hacían con la primera invernal y tercera absoluta del Cerro Hyades, la segunda del Turret y la primera absoluta del Cerro Largo, una de las últimas grandes montañas inescaladas del Hielo Norte. Su relato, a continuación.
«Camilo Rada, Mauricio Rojas, Nicolás von Graevenitz y yo, salimos de Santiago el 6 de julio con el fin de ingresar al sector del lago Leones. Tras algunos días de transportes, caballos y viajes en Zodiac, estábamos al pie del glaciar Leones, el acceso más fácil al sector norte del Hielo y también el más usado para aproximar al monte San Valentín.
Tras tres días de porteos, estábamos en condiciones de ascender al Paso Cristal, punto de ingreso de la meseta. Sin embargo, una intempestiva tormenta, bastante infrecuente en invierno, nos retuvo por ocho días, que pasamos conversando dentro de un cómodo iglú. Cuando mejoró, logramos ascender el Paso Cristal en un gélido y agotador día. Desde ese momento, gozaríamos una racha de otros ocho días de buen tiempo.
Al día siguiente, recorrimos 12 kilómetros con los esquís y las pulkas, dejando atrás el San Valentín, hasta alcanzar la base del cerro Hyades (3.100 m). Este coloso, objetivo principal del viaje, sólo contaba con dos ascensos, ambos de neozelandeses. Montados en los esquís, subíamos las primeras pendientes del Hyades acompañados por el sol y el Océano Pacifico a nuestras espaldas, todo en su lugar, como concertado para ser perfecto. Unas horas después del medio día, alcanzamos la enorme y plana meseta cumbrera que nos permitió gozar de una magnifica vista. Emprendimos el regreso esquiando gran parte del recorrido, con una nieve buenísima pero con algunas grietas que nos obligaron a encordarnos, limitando el placer del esquí.
Al día siguiente, salimos en medio de un vendaval y con cero visibilidad. Tras seis horas de marcha – y sólo gracias al GPS – alcanzamos el campamento al pie del cerro Largo. Aquí armamos nuestro segundo iglú, lo cual agregó cuatro agotadoras horas a la jornada. Producto del frío y la transpiración, el hielo acumulado bajo las parkas nos obligaba a sacarnos esta gélida coraza de tanto en tanto.
Dos días más tarde salimos del iglú, dejando a Mauricio descansando, con rumbo al Pico Naranja, un pico nevado que forma parte de los satélites del cerro Largo. Pudimos subirlo íntegramente en esquís, gozando un atardecer dorado en la cumbre. Regresamos esquiando en una inolvidable bajada, no sólo por lo escénica sino también por la buena nieve.
Desde la cumbre del Pico Naranja vislumbramos la ruta para intentar el cerro Largo, que como el nombre lo sugiere, recorre casi 15 kilómetros de norte a sur. Hasta entonces, el Largo era la mayor montaña del Hielo Norte aún inescalada (pese a los intentos de los neozelandeses). A la distancia, presentaba una enorme y muy difícil pared. Sólo por el costado este existía una ruta tal vez posible, pues un extraplomo de hielo complicaba el ascenso.
Al amanecer, Camilo y Nicolás salieron muy temprano a equipar este sector de la pared. El resto del grupo los seguimos con una hora de diferencia. La aproximación fue notablemente larga, sacándonos el primer grupo una gran ventaja. Por esta razón, sólo ellos continuarían la ascensión. Pasaron varias horas antes que alcanzaran el extraplomo, que al final eran sus sólidos 14 metros de hielo glaciar de unos 40 grados de inclinación. Camilo los resolvió escalando en artificial. Nicolás lo siguió jumarenado y tras ocho horas de dura escalada, se anotaron la primera del cerro Largo (2.760 m) y en invierno, claramente la ascensión más técnica realizada por chilenos en los Hielos Patagónicos. Regresaron al iglú bien avanzada la noche, tan felices como agotados.
Como seguía bueno, aunque con algunas nubes lenticulares que normalmente no se ven en invierno, al día siguiente salimos en plan liviano hacia el cerro Turret (2.285 m). Todos pudimos ascender su pequeñísima cumbre y disfrutar una vista espectacular, para proseguir a otro cerro cercano, el Escuela (2.100 m), que también alcanzamos a ascender ya bien entrada la tarde. Regresamos al iglú de noche, con más de 22 kilómetros recorridos y dos cerros invernales ascendidos ese largo día.
Cuando el tiempo mejoró, dejamos nuestro cómodo iglú y descendimos el largo y suave glaciar Nef hasta un recodo frente al cerro Cachet, donde acampamos. Desde aquí continuamos por un fácil recorrido de grietas, nieve y morrenas. A medio día dejábamos el Hielo para entrar a los húmedos bosques de lengas y coigües.
La salida elegida fue a través del valle del río Soler, que tras afluir en los lagos Plomo, Bertrand y General Carrera, en último término desagua dando origen al enorme río Baker.
Después de 36 días de expedición, un abundante festín carnívoro en Coyhaique marcaría el fin de una aventura más en la patagonia invernal».
Pablo Besser Jirkal