Ekaitz Maiz y un grupo de amigos han pasado un mes repleto de escaladas en el Himalaya indio. Le dieron la vuelta a una meteorología menos buena de lo que habrían deseado, se mojaron muchos días, pero terminaron con un buen botín de actividades interesantes. Abrieron un total de 17 nuevas vías, incluida la ascensión de una aguja virgen de 5.760 metros.
Esta es la relación de las vías abiertas:
- Ekaitza librau txakurrak dirau (6a 170 m) Paret Hipoxa
- Militarrak hilerrira (6c 630 m) Askatasunaren Dorrea
- Il orduko bizi (6b+ 630 m) Askatasunaren Dorrea
- Maitasunez beteak (6c 320 m) Shafat Tower
- Basurdearen irrintzia (7b 160 m) Askatasunaren Dorrea
- Ederra bezain gogorra (7a+ 240 m) Agulla Gyalpo
- Zuentzat idatzia (7a 1000 m) Shafat Wall
- Borroka xarmatua (7a 160 m) Askatasunaren Dorrea
- Amaiur Peak, 5760m (V+, M6 1500 m)
- Zipayo te parta un rayo (6c+ 250 m) Paret del Moai
- Ekaitzaren gainetik (8a/A2+ 300 m) Pilar Roig
- Arrastaka (7a+ 350 m) Paret de la Cascada
- Nassau errepublika (8a 200 m) Agulla del Centenar
- Meteoblai (7b 100 m) Askatasunaren Dorrea
- Delinkuentzia bertikala (7b+/A1 450 m) Big Shafat (5900 m)
- Ibon eta Iztu askatu (7b+ 220 m) Agulla del Centenar
- Azken dantza (6c+ 330 m) Pilar Roig
El propio Ekaitz Maiz nos ha mandado la siguiente crónica acerca de su apertura con Joseba Iztueta en una aguja virgen que se convertiría en la primera ascensión del ya bautizado como Amaiur Peak (5.760 m).

Amaiur Peak
Planteamos la expedición al Ladakh como una expedición de exploración sobre las montañas, con un ojo puesto en la pared norte del Shafat Fortress. Nuestros amigos Oriol Baró, Luichy y Jordi Mons nos habían informado sobre el lugar y facilitado los contactos. Cuando llegamos al campo base, nos llamó la atención una preciosa aguja que se veía desde allí y que, según nos han dicho, no tenía ascensión alguna.
Después de escalar varios días en el valle del Suru, para ubicarnos y aclimatar, Joseba Iztueta y yo nos planteamos acometer la ascensión a la aguja. Solo disponíamos de la información que teníamos al alcance de la vista (un tercio de la pared) y de lo que nos dijo el cocinero Gyalpo, que el pasado 2022 nuestro amigo Jordi Mons intento la ascensión por la arista sureste. Planteamos la ascensión (de la parte que veíamos) como una ascensión de nieve-hielo con algún resalte de roca. Por lo que preparamos, pensando que íbamos con material de sobra: una cuerda de 8 mm de 60 m, 6 tornillos de hielo, 6 pitones, un juego completo de friends y fisureros y 10 metros de cinta para abandonar. Cuando vimos una méteo favorable, salimos hacia la montaña. Alcanzamos la cota de nieve, y enseguida nos dimos cuenta que teníamos una dura tarea por delante, nos hundíamos entre la rodilla y la cintura, pero era la tarde. Esperemos que con la bajada de temperaturas nocturna, la nieve endureciese y facilitase nuestro avance.
Llegados al plató que da pie a la base, vimos que la pared era tres veces más grande de lo que habíamos previsto. La verdad es que fue un chasco encontrarnos «por sorpresa» con una pared de roca de unos 300 m y una primera parte de la arista, mucho más tiesa y con menos nieve que la superior. No obstante, la méteo era buena y, después del primer «chasco», visualizamos la zona de mayor debilidad en roca y una posible línea en la primera parte de la arista. Pero nos dimos cuenta de que tal vez, íbamos justos de material.



Salimos a las 4:00 de la tienda; la nieve no había transformado nada, por lo que nos dimos una buena sudada abriendo huella durante la aproximación a la base de la pared. Empezamos a escalar y, por suerte, la roca era mejor de lo esperado y la escalada no presentaba muchas dificultades. Salimos del muro de roca a una zona de nieve sin transformar. Nos hundíamos hasta más arriba de la rodilla y la altitud se empezaba a notar; la arista que daba pie al espolón estaba a 5.300 m.
El primer resalte de nieve que daba acceso a la roca nos dejó claro que íbamos a tener que pelear cada metro: un resalte de unos 70 grados en los que además del piolet, metía todo el brazo para poder ascender. La roca era buena y ofrecía protección, pero en los tramos de slab había que navegar con la nieve sin transformar. Un largo de M6 nos puso firmes. Por suerte, lo que seguía era una especie de diagonal de nieve, con pequeños resaltes, más sencillos. La diagonal dio pie a unos largos de placas y fisuras con algún tramo de nieve sobre M4-5 que se protegían bien.
La altura y la nieve sin transformar nos iban pasando factura y veíamos un hombro en la arista sobre el que parecía que, una vez alcanzado, las dificultades disminuirían, pero fue todo lo contrario. Llegamos al hombro y la cantidad de nieve aumentaba; los resaltes con nieve hasta la cintura eran continuos y, en ocasiones, teníamos que limpiar la nieve para buscar un lugar donde proteger.
Las horas de actividad y la tensión de la escalada se sumaban a la altura, por la que cada vez costaba más respirar. Cada vez más, no dejaba de pensar en el descenso, prácticamente igual de complicado que el ascenso y con un material muy justo para ello. Era una mochila que se iba cargando más y más, a medida que ascendíamos.
Largo a largo, llegamos a un gran bloque que parecía daba pie a la cima. Aquí las zonas de bloque y nieve se acababan y había un muro vertical de roca que acababa en un techo por la derecha, o una placa con nieve inconsistente pegada a la roca. Optamos por intentar la placa.

Puse un buen pitón y salí hacia la derecha sobre pequeños cantos de pies y manos, en el largo más difícil (sobre M6). Monté la reunión jadeando debajo del techo. La salida del techo tenía una pared de hielo que pudimos proteger con tornillos, y una zona de roca que ofrecía buena protección, este largo no se quedaba corto, también sería sobre M6. Tras unos metros inciertos de roca y nieve llegué a un canal de nieve que daba a la cima. Todo ello con nieve muy inconsistente en la que había que ir con mucho cuidado. Una pequeña arista daba al domo de la cima cubierto de nieve.
Llegué a su base exhausto, pero con el subidón que te da el olor de la cima. Escarbando en la nieve, pude poner un pitón sobre una laja. No teníamos mucho tiempo para celebraciones, nuestra mente estaba pensando en el descenso, que preveíamos igualmente complicado que el ascenso. El GPS marcó 5.760 m.
Iniciamos el largo descenso con el material que teníamos, que estábamos dispuestos a dejarlo todo en caso de ser necesario. Rápeles sobre pitones, anillos de cinta que abandonamos, cordinos, muchos de ellos con la cuerda directamente sobre bloques y todo tipo de “ingeniería” sobre la pared para un descenso lo más seguro posible. Tuvimos que hacer dos remontadas del rápel porque la cuerda se había enganchado. Pero poco a poco fuimos descendiendo. Un bloque nos cortó la cuerda, afortunadamente a solo 6 metros del extremo, que utilizamos para seguir descendiendo. La noche nos alcanzó llegando al collado a 5.300 m.
Pese a estar exhaustos, estábamos más tranquilos, pues «solo» quedaba una zona de roca. No sé cuánto tiempo más tarde, varios rápeles y destrepes después, llegamos al glaciar.
El camino a la tienda se nos hizo larguísimo. Al llegar, pasadas las 22:30, dejamos todo fuera. Me puse a hacer un té y vi que Joseba se había dormido. Nos tomamos el té y ambos nos quedamos dormidos. Ese día los dos habíamos dado el 200%.
Por la mañana, nos despertó la lluvia con una intensa niebla. Teníamos todo el material fuera y estaba mojado, pero no nos importaba, «solo» quedaba el descenso al campo base. Recogimos y nos marchamos.
Estábamos muy cansados pero muy felices con la actividad que habíamos hecho. Una vía de 1.500 metros con las dificultades por encima de 5.000 metros en una montaña que no tenía ascensos previos (durante el ascenso, no encontramos ningún indicio, además, hemos indagado sobre personas locales, en guías y agencias e internet y no hemos encontrado ninguna información). Para mí una de las actividades más intensas y bonitas que he hecho hasta la fecha. Al no tener nombre, decidimos llamarla Amaiur Peak.

- Etiquetas: Amaiur Peak, ekaitz maiz, Joseba Iztueta, Ladakh