Los ecuatorianos Esteban Mena, Roberto José Morales y Nico Navarrete lograban unos días atrás alcanzar la cumbre del Larkya Sur (6.416 m) a través de una nueva línea que han bautizado como Directa ecuatoriana (VI, 5.11R, C2, 700 m). El propio Esteban Mena lo adelantaba en sus redes sociales: “El 19 de octubre a las 15h30 (hora nepalí) un sueño se hizo realidad. Después de un largo ascenso de dos días dejándolo todo en la pared y una noche extremadamente fría sobre una pequeña repisa, logramos llegar a la cumbre. Ahora nos queda un largo y peligroso descenso”.
El descenso culminó sin mayores contratiempos y los tres pudieron celebrar en la base de la pared vertical y tramos desplomada, a 5.600 metros de altura, y ya tranquilamente en la villa de Dharamsala, a 4.500 metros, donde fijaron su cómodo campo base.
Esteban Mena es uno de los más prometedores alpinistas de Ecuador. Formó parte del proyecto Somos Ecuador impulsado por Iván Vallejo, que llevó a una serie de jóvenes a las grandes montañas. Esteban Mena lo aprovechó para hacer cumbre en el Manaslu en 2012 y en el Everest en 2013, haciendo cordada con su pareja Carla Pérez, a quien ayudó a subir sin oxígeno en 2016, trabajando ya como guía de la agencia estadounidense Alpenglow Expeditions. En 2015, ellos dos junto con Nico Navarrete y Rafael Cáceres, fueron incluidos en la big list de los Piolets d’Or por su apertura de Sal con cebolla (1.100 m, 5.12a, C1, WI5+, M6+) en estilo cápsula a la cara este sureste del Kyzyl Asker, sin cumbre (hasta unos 5.700 m).
Dos días de alpinismo
La expedición al Larkya Sur nació precisamente en el descenso de la cumbre del Manaslu de 2012, cuando Esteban Mena pudo fijarse en una montaña que le llamó la atención y que se guardó en el cajón de los proyectos de futuro. Para entonces, la cima todavía estaba virgen y, aunque una expedición georgiana se adelantó con esa primera absoluta unas semanas antes, el terceto ecuatoriano no perdió un ápice de motivación.
Tras una exploración directa de la montaña y establecerse en su campo base, “el día 17 de octubre tuvimos el primer encuentro con la roca de esta montaña”, según cuenta Roberto José Morales. Aquel día, “fijamos tres largos en los que dejamos nuestras únicas dos cuerdas y regresamos a la tienda contentos y motivados con la calidad de la escalada”.
Con aquellos preparativos, solo quedaba lanzar el intento definitivo. Lo cuanto así Nico Navarrete:
El día siguiente comenzó nuestro ataque final a las 4:00 horas, los primeros rayos del sol nos saludaron mientras ascendíamos por las cuerdas fijas. Comenzamos a descifrar los siguientes tramos de la pared disfrutando de una escalada de calidad. En el décimo largo, la inestabilidad roca y la dificultad de la escalada comenzaron a demorar el progreso. Rápidamente nos dimos cuenta de que la ambición de subir en un solo día no iba a ser posible y preparamos un sitio para el vivac.
Tras una noche sentados en un pequeño nevero a 6.200 m, un café con huevos revueltos medio hidratados nos activaron a las 5:00 horas. Con la incertidumbre de lo que nos esperaba en el “headwall”, empezamos a calentar el esqueleto. Esa mañana y tarde vivimos intensos momentos, la pared final consistía en una serie de tramos de roca vertical y a veces desplomada que desafiaban la gravedad: era como escalar las escamas gigantes de un dragón, solo esperábamos que esta vez el dragón no despertara. Con miedos y gritos eufóricos poco a poco logramos encaramarnos en la cabeza de esta bestia. Nos vimos recompensados con una preciosa arista somital, después haber escalado la línea más directa, vertical y estética que nuestras mentes y cuerpos visualizaron.