La temporada de ascensiones a los ochomiles en el Karakórum llega a su momento de la verdad. Después de unos días en que el mal tiempo se instaló en las montañas e interrumpió el hasta entonces fluido y rápido trabajo en las rutas, ha llegado una nueva ventana de buen tiempo que las expediciones más madrugadoras no tienen intención de dejar pasar sin intentar el primer asalto a cumbre.

Al menos eso es lo que ocurre en los Gasherbrums. El campo base ha quedado prácticamente desierto de alpinistas, puesto que las expediciones han partido ya hacia los campos de altura y podrían alcanzar su objetivo de cima antes del fin de semana.
Comercial vs alpinístico
Curiosamente, en los Gasherbrums se ha dado este verano un marcado contraste en cuanto a estilos de ascensión y expediciones. Mientras el Gasherbrum II (8.034 m) está siendo trabajado y ascendido de forma comercial (con grandes expediciones asistidas por un nutrido grupo de sherpas, con oxígeno y cuerdas fijas a manos llenas), el Gasherbrum I (8.080 m) es todo lo contrario. Allí, al también conocido como Hidden Peak, no han llegado este año las expediciones comerciales y los grupos de alpinistas que lo han elegido como objetivo se tienen que valer por ellos mismos para equipar la ruta y ascender la montaña.
Entre ellos se halla Ferran Latorre, quien se felicita por ello: «Este año estoy viviendo una situación parecida a la de hace tres años, cuando hicimos escalar el Gasherbrum II. Entonces nos quedamos solos y con la montaña toda por resolver. Me gustaría que la gente entendiera la enorme diferencia entre afrontar una montaña como esta siendo un grupo reducido, o hacerlo detrás de otras expediciones comerciales, que abren la huella y te ponen la cuerda fija. Una diferencia tan grande como jugar en primera división o hacerlo en tercera regional. Todo parece indicar pues, que podré tener la suerte de haber escalado los Gasherbrum IV, II y si puede ser la I, de una manera muy genuina. ¡Todo un lujo en los tiempos que corren!».
En el G2, los sherpas y guías de la expedición de la agencia Kobler & Partner han fijado la ruta hasta los 7.000 metros del C3 y sus miembros han pasado ya varias noches en el C2. Así pues, todo parece listo para realizar un primer ataque a cumbre si la meteorología los respeta. Sus planes pasan por alcanzar la cima este mismo jueves.
Entre ellos figuran los mexicanos Yuri Contreras y Laura Castillo, quienes observan que las recientes nevadas están dificultando la progresión y que el tramo hasta C1 les costó prácticamente el doble de tiempo que la última vez. Un día por detrás, anda la expedición chilena de Martin Gildemeister, Rafael Matte y Tomás Vial, acompañados por la polaca Kinga Baranowska.
Ferran Latorre decidirá sobre la marcha
Las cosas no son tan claras y diáfanas en el G1. Allí, donde Ferran Latorre es uno de los alpinistas con más experiencia, son los propios alpinistas quienes deben trabajar y equipar la montaña. De momento, lo han hecho hasta el C2 (6.430 m), con lo que, además de quedarles más de 1.600 metros de desnivel por recorrer, van un poco justos de aclimatación.
En cualquier caso, escribía en su blog este pasado lunes que iban a salir hacia arriba «con la intención de ir a por nuestro objetivo. Iremos directos al campo 2, punto culminante de la primera salida. A partir de entonces, habrá que equipar el Corredor de los Japoneses, que es la parte más técnica de la ascensión. Se trata de un corredor poco definido, de orientación noroeste, de unos 700 metros de desnivel que culminan en un hombro donde se establece el último campo, que se puede situar a más o menos altura según conveniencia, pero que oscila entre los 7.000 y los 7.200 metros. Desde este campo se ataca la cumbre».
Ferran puntualiza que «tendremos que escalar y equipar nosotros el corredor, ya que aquí no hay expediciones comerciales con sherpas que te hagan el trabajo, como ocurre en el resto de los ochomiles del Karakórum. Esto nos crea ciertas dudas a la hora de atacar la cima en este mismo viaje. Equipar el corredor provoca un desgaste que quizás nos pase factura en el posterior ataque a la cima. Y aunque también es cierto que la aclimatación todavía es justa, si el corredor estuviera ya equipado, no tendríamos dudas en intentarlo».
En cualquier caso, el alpinista de Vic señala que «la filosofía es ir paso a paso, y una vez allí ya veremos cómo nos encontramos y cuáles son las condiciones de la nieve durante el día de la cumbre. Este último es un punto muy trascendente: aquí tampoco nadie nos abrirá la traza».