EQUIPO ESPAÑOL DE ALPINISMO

Crónica de la aventura del EEA en el Ushba

Javi Guzmán narra en primera persona y con detalle todo lo ocurrido en la expedición del Equiipo Español de Alpinismo al Ushba (Georgia) a finales de junio.

Ushba (4.710m)
Ushba (4.710m)
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A finales del pasado mes de junio, el Equipo Español de Alpinismo, bajo la dirección de Mikel Zabalza, realizó una breve expedición al Cáucaso para ascender fundamentalmente el Ushba (4.710 m). Esta es la pormenorizada crónica redactada por Javi Guzmán, uno de sus miembros:

En esta ocasión, viajamos a un lugar de ubicación indefinida. Pues en los mapas, Georgia parece no pertenecer ni a Europa ni a Asia. Éste fue un país perteneciente a la antigua Unión Soviética, pero que ahora parece haber caído literalmente en tierra de nadie. Por lo tanto podríamos decir que nuestro objetivo se encuentra en el continente Euroasiático.

Pocos meses atrás, en el Equipo Español de Alpinismo, Mikel Zabalza (el director) dijo en voz alta que el monte Ushba, en el Cáucaso, podría ser una buena opción como experiencia previa a nuestra expedición al Himalaya en septiembre. Palabras que le aprisionaron al momento, pues al recibir la noticia en el Equipo, adoptamos aquella idea como única e irrevocable opción.

En el ambiente del equipo se manifestó una especial ilusión por viajar a aquellas tierras lejanas, apartadas de las modas, y con un estilo de escalada casi más parecido a la aventura de exploración que a las típicas repeticiones a mesa puesta, ejecutadas con un tremendo repertorio de información fresca y precisa.

Esta montaña, famosa por su belleza y exigencia a muchos niveles, se erige sobre los 4.700 m de altitud, y no dispone de ningún acceso sencillo. La ruta normal de subida ya supone una dura escalada que a algunos alpinistas llega a costarles varios intentos repartidos en diferentes viajes. Además, esta montaña no es muy amiga de la buena meteorología, pues sufre cambios repentinos de pronóstico, y por si fuera poco suele atrapar las nubes que se pasean por el valle. Eso sin hablar de la longitud y verticalidad de sus vías, que sobrepasan de largo los 1.500 m y además hay que llegar allí preparados para la guerra. Es necesario portar equipo para pasar por todo tipo de terrenos (roca, hielo, escalada mixta…) y escalar con una técnica depurada para además de subir, hacerlo rápido, algo a lo que la altitud trata de oponerse.

Ya de primeras todo pinta que aventurarse a una ascensión de estas características va a ser meterse directamente en la boca del lobo… Adopta un interesante atractivo añadido cuando te das cuenta de que la aventura por conquistar esta icónica cima Caucásica, parece comenzar en casa, donde investigando en internet, apenas pudimos encontrar información útil sobre las opciones de escalada que ofrece la gigantesca mole de roca y hielo. De modo que con más incertidumbre que certeza, cogemos el avión en Barcelona, y con 2 horas de escala en Turquía, en un segundo vuelo llegamos a Tibilisi (capital de Georgia). Allí nos recoge una furgoneta para continuar otras 8 horas más hasta el pueblo de Mestia.

Durante el trayecto, descubrimos un lugar muy despoblado, pues la mitad de la población de origen, vive dispersa por el mundo, mientras el país alberga únicamente a los otros 4 millones de habitantes restantes, con lo que la densidad demográfica queda bastante reducida. Esto se nota en el ambiente apagado de las calles medio vacías, y en la separación que tienen las casas unas entre otras.

Pero al mismo tiempo, se contempla un país muy auténtico. Aquí en lo que pudimos ver, fuera de las ciudades todo el mundo es mayoritariamente autosuficiente. Cuidan de su huerto y sus animales y de esta manera pueden poner comida sobre la mesa a diario. Por suerte la tierra aquí es muy fértil.

Es destacable la recia expresión que la gente muestra en el rostro. Parece el vivo reflejo de un pasado lleno de vacas flacas, conflictos bélicos y tiempos más que duros para la supervivencia.

El primer día en Mestia, podemos hacer poco más que descansar del viaje. Los días que no estemos en la montaña, reposaremos en las casas de la gente que con el fin de hospedar turistas, tienen una zona habilitada para que estén cómodos.

El Covid ha sido devastador para el turismo de este país. Tanto que nos reciben con gran alegría por ser los primeros extranjeros en hacer gasto desde hacía más de un año.

Al día siguiente nos toca hacer la prueba obligatoria de -PCR-. También aprovechamos para comprar comida, gas, y organizar toda la preparación logística para los próximos días.

A la mañana siguiente, nuestra furgoneta nos lleva una horita y media más de viaje hasta el pueblo de Mazeri (1.550 m), donde entramos en la casa de una familia de ancianos compuesta por tres señoras y dos señores.

Allí alucinamos diariamente con la abundancia y variedad de la comida que nos sirven. A veces comemos hasta reventar, y las entrañables abuelitas continúan poniendo bandejas de comida en la mesa. Una pena no poder comunicarnos a penas con esta gente para decirles que nos encanta la comida, pero que si seguimos engullendo tal vez explotemos…

Desde el pueblo, a ratos las nubes dejan ver la cima del Ushba. Se aprecia inmenso y lejano.

Después de organizar todos los preparativos, salimos la mañana del 19 de junio en aproximación hacia el campo base.

Nos acompaña Nick, un guía local que nos proporciona alguna información de interés y que nos hace de traductor. Viene junto a dos compañeros suyos, y estos con tres caballos que nos ayudan con la carga durante la primera hora y media de camino.

En mitad del bosque nos encontramos con un puesto militar, al que debemos enseñar nuestro permiso de escalada. Llegado a un punto del camino demasiado técnico para que continúen los caballos, nos cargamos las mochilas, que pesarían en torno a 20 kilos cada una. En ellas transportamos el material de escalada, el de pernocta con tienda incluida, y la autosuficiencia en comida y gas para sobrevivir 5 días. Aparte, alguno de nosotros llevábamos un plus añadido de peso. Rubén por ejemplo cargaba con su parapente ligero por si se diera el fantástico caso de que pudiera regresar al pueblo volando desde la cima. Yo llevaba tres cámaras (Dron incluido) con muchas baterías adicionales para grabar una buena película. Mi ilusión por capturar unas buenas tomas era tan grande como la de escalar aquella montaña. El precio del peso merecería la pena, estaba seguro…

En cuatro horas nos plantamos en el glaciar del Ushba, con unas visitas impresionantes de su orientación Oeste, donde teníamos pensado escalar. Este era el lugar perfecto para montar nuestro campamento base.

Esta expedición estaba formada por Rubén Sanmartín, Bernat Vilarrasa, Mikel Inoriza y los exmiembros del Equipo Alberto Fernández y Roger Cararach (a parte de mí) y bajo la dirección de Mikel Zabalza.

Desde aquí abajo se podía apreciar una montaña muy seria, y de unas dimensiones sorprendentes pues apenas nos encontraríamos a 2.700 m, y la cumbre que estábamos vislumbrando se alzaba 2.000 m más arriba (sobre los 4.700 m de altitud). Esto quiere decir, que la inmensidad de la pared que contemplábamos, era más grande que dos gran capitanes del Yosemite. Algo monstruoso…

A parte de la grandiosidad de la pared y su intimidante presencia, destacaba su magnética belleza, que desde hacía meses nos tenía embobados por las fotos.

Una vez ubicados y con las tiendas montadas, tratamos de interpretar las líneas que queremos escalar. Entre nuestra montaña y las que formaban el valle, estaban continuamente cayendo avalanchas. Puntos por los que deberíamos evitar nuestro paso.

Estaba haciendo demasiado calor, y por las paredes chorreaban ríos de agua hasta tal punto de tener que descartar los planes principales. Además, tendríamos que evitar al máximo la nieve porque la encontraríamos en un estado lamentable. De modo que no nos quedó más opción que ir todos en busca de la seguridad que nos ofrecería el gran espolón sur.

Nos dividimos en tres cordadas. Roger y Alberto forman una, Mikel Inoriza y Bernat otra. Y Rubén, Mikel Zabalza y yo la tercera.

19 de Junio del 2021

Al día siguiente, las dos primeras cordadas aproximan juntas para entrar por una debilidad que se intuye en la primera zona de roca. En mi cordada decidimos caminar hasta un collado más alto para tratar de entrar al espolón por otro lado y así no comprimirnos todos en la misma vertical para poder progresar más seguros. Mientras aproximamos, un par de pedruscos caen desde 500 metros y penetran en la nieve a escasos 6 m de nosotros. Esto nos corta la respiración por un instante y nos hace apartarnos más de la pared. Una vez en el collado no vemos ninguna zona escalable lo suficientemente evidente. De modo que retrocedemos, pero sin perder toda la altura ganada, entramos a la pared por un nevero que cruza diagonal, y con un largo de escalada aparecemos entre medias de los compañeros. Hacia aquí nos ha mandado la pared, y al parecer vamos a tener que compartir inevitablemente la misma vertical los siete.

Por encima llevábamos a Rouger y Alberto, y por debajo a Inoriza y Bernat.

Escalamos tras la estela de la primera cordada por el terreno más intuitivo. Parece que llegados a un punto se cruza con nosotros la vía Mishlaev, pues encontramos un clavo que todos usamos para protegernos. Por lo demás, posiblemente estemos abriendo una nueva vía. Después de unos 6 largos Rubén me cede el relevo y continúo yo en cabeza de cordada para el resto del día. Hay zonas que presentan mayores dificultades técnicas y decido cambiarme las botas por los pies de gato. Un acierto. A los 90 m me vuelvo a poner las botas para salir a un terreno mixto. Por aquí progresamos en ensamble de a tres. Cuando se acaba el material monto reunión para juntarnos y recuperarlo todo. Y así hacemos un par de veces, lo que nos ayuda a ganarle mucho recorrido a la montaña en pocas horas.

El mochilón que cargamos no es ninguna broma, todos hacemos comentarios al respecto. Ha habido largos en los que parecía que estábamos haciendo tracciones de brazos con lastre. Al esfuerzo va sumándose una cota cada vez más alta y una fatiga física que va en aumento con las horas. Parece que escalar el Ushba no va a ser moco de pavo…

Por lo general no podíamos quejarnos de la calidad de la roca considerando el lugar en el que estábamos. Pero la montaña generaba ambiente por sí sola.

Durante los últimos largos del primer día, cada pocos minutos nos impresionaba intermitentemente un rugido proveniente de los aludes que caían a escasos 50m a nuestra derecha. Por suerte estos desprendimientos bajaban canalizados por una vaguada que encarrilaba los escombros.

Me pongo los pies de gato para los dos últimos largos del día, y después de unos 800m de escalada llego con unas fuerzas muy mermadas al vivac en el que nos aguardaban Alberto y Rouger. Siento la altura en mi corazón y pulmones. Y me da por pensar en lo nulo que ha sido mi entrenamiento en las últimas semanas, pues el calor madrileño no me ha dado tregua alguna. Únicamente he llegado aquí con la pequeña preparación física adquirida en mi trabajo, guiando en Los Galayos y en la cara oeste del Urriellu los días de antes.

Nos juntamos todo el equipo en aquella excelente plataforma para descansar, sintiendo fortuna por la comodidad que ofrece. Son las 17:00 y llevamos unas 11:00 horas de actividad ininterrumpida. Prácticamente sin beber y sin comer. A esta hora la nieve se encuentra en un estado horrible y caen demasiados aludes. Además, nos encontramos a unos 4.000 metros y no conviene dormir más arriba. La altura nos podría golpear con fuerza.

Miramos el parte y parece que pronostica tormenta a la tarde del día siguiente. No nos hace mucha gracia.

Yo aprovecho el tranquilo momento para volar un rato el Dron y sacar algunas tomas de nuestra ubicación. Estoy deseando unir las imágenes con las grabadas en la GoPro y montar algo bonito.

Paso una noche con bastante frío. He pecado de excesivo minimalismo rebajando el peso del saco para que me entrase el Dron en la mochila. En ningún momento dejo de pensar que mereciese la pena, pero me paso la corta noche frotándome las piernas y haciendo suaves abdominales para mantener el calor. Los demás parecen encontrarse confortables en sus sacos buenos y yo me siento bobo…

Por suerte la noche no es demasiado larga porque a las 03:30am nos levantamos. Con el parte que pronostican, más nos vale espabilar. Cerca de las 4 y pico ya estamos funcionando. Escalamos las tres cordadas en ensamble para pasar rápidamente por la zona más avalanchosa de la montaña. Es muy temprano y raro sería que en ese horario cayera algo. Pero aun así estas situaciones nunca te permiten ir del todo tranquilo.

Después de una larguísima travesía pasamos por un largo con hielo y llegamos a una gran pared vertical de roca. Parece muy seria y las dudas nos asaltan por unos instantes.

En las montañas de los alrededores parece que se está formando tormenta, aun siendo tan temprano. Parece que nuevamente tenemos que subir todos por la misma vertical, pero esta vez sí que parecemos estar en una vía abierta por alguien, ya que encontramos multitud de clavos.

La presencia de aquéllas nubes tan cargadas acercándose nos hace replantear la estrategia, y decidimos escalar en racimo para salir de allí lo antes posible. El primero de la primera cordada escala normal, pero su segundo sube con una cuerda que le une a la cordada de abajo. De esta manera que al llegar a la reunión asegura de segundo al primero de la segunda cordada. Éste a nosotros y nosotros a los de abajo de manera que todos estamos unidos entre nosotros y escalamos asegurados desde arriba siendo únicamente un escalador el que sube de primero. En mitad de pared se nos pone a nevar suavemente. Es nieve poliespan y resbala por la pared sin mojarla. Con el calor generado por el movimiento podemos prescindir de los guantes para escalar a mano desnuda aquellos físicos largos de hasta 6b+. Es increíble lo que puede incrementar la dificultad la altura, el frío y sobre todo la mochila…

Me doy cuenta de la suerte que estamos teniendo con la Reina del Cáucaso, como llaman a esta montaña por considerarse la más difícil del lugar. Los hogareños incluso la llaman el Diablo.

Nuestra dicha aquí, es que estamos encontrando una atmósfera libre de nubes envolventes y estamos gozando de plena visibilidad durante toda la ascensión. Cuando precisamente es esta la montaña que más las atrapa, y también es conocida por sus repentinos cambios de tiempo y fuertes rachas de viento. Factores que no se están manifestando por el momento. Algo bueno habremos hecho en la otra vida…

Al terminar el exigente muro, llegamos a una goulotte mixta. Principalmente de hielo. Aquí nos ponemos crampones, sacamos piolets, y volvemos al encordamiento normal. Alberto y Roger desaparecen por arriba. Rubén se pone a encabezar nuestra cordada. De segundo le sigue Zabalza, que sube rápidamente y encantado con la calidad del largo. Y por último voy yo siguiéndoles.

Llego a un resalte y me cuesta ver el paso. Estos dos han subido muy bien pero a mí me entretiene encontrar el movimiento. Parece que por fin veo dónde enganchar los piolets y comienzo a traccionar. Estaba a punto se salir cundo de repente, 40 m más arriba escucho a Rubén y Mikel gritar con todas sus fuerzas. Enseguida interpreto que algo catastrófico está sucediendo. Las voces son realmente aterradoras y me preparo para lo peor.

Cuando alzo la mirada ya lo entiendo. Dos bloques gigantes están cayendo en trayectoria hacia nosotros. ¡No puede ser!

Uno tenía el tamaño de una lavadora y yo me hallaba desprotegido. A parte Inoriza y Bernat venían 20 metros más abajo y también sentí pánico por ellos. Mi cuerpo activa el modo supervivencia e instintivamente salto hacia atrás. La cuerda se estira y yo bajo unos metros. Con esto consigo meterme bajo el resalte que acababa de escalar. El péndulo de la caída me mete debajo del pequeño desplome. Clavo los piolets para no retroceder hacia fuera e intento ocupar el mínimo espacio. Rezo para que los bloques no toquen la cuerda de 8,5 que me sostiene, y al instante me golpean algunas piedras de menor envergadura en la mochila. Se hace un silencio momentáneo y desde arriba nos preguntan si todo bien. Yo respondo que estoy bien y lanzo la pregunta a los de abajo. Pero responde un terrorífico silencio…

A los segundos por fin contesta Bernat que a Inoriza le ha tocado. Inoriza dice que no se ha roto nada pero que ha recibido un golpe en la espalda. Me tranquiliza mucho escuchar sus voces, pero no lo suficiente como para poder terminar aquel largo sin temblar…

Parece que al fin llegamos a la arista cimera. Rubén se separa de nuestra cordada para esperar a Bernat e Inoriza por si necesitasen ayuda.

Zabalza y yo seguimos una arista que parecía crecer a cada paso. Llegamos a la cumbre y la celebramos junto a Alberto y Roger.

Llegar aquí ha supuesto un gran esfuerzo, pero bajar tampoco va a ser un juego de niños precisamente.

Observamos que el resto del equipo ya está montado en la arista y que se dirigen a cumbre. De modo, que después de discutirlo un momento, decidimos por donde hacer la bajada.

Aquí volvimos a trabajar en equipo. Fuimos encadenando rápeles con los tres pares de cuerdas que teníamos, dejando en ocasiones las cuerdas colocadas a los que venían por detrás cuando estos eran más técnicos.

Bajar de allí no era lo más evidente del mundo, pero Roger y Alberto fueron encontrando muy bien el camino acertado, y a buen ritmo conseguimos llegar a los vivacs para pasar la segunda noche en pared, ubicados a unos 4.100 m, en la orientación sur.

Por allí cerca tenían montado un campamento avanzado unos Ucranianos muy amables que nos ofrecieron té y caramelos a todos. Se quedaron asombrados con que estuviésemos allí sin tienda de campaña. Ellos parecían estar intentando la vía normal en un estilo más pesado y de más días.

La zona plana del vivac se encontraba expuesta al viento. Y entre todos tallamos en la nieve una buena repisa plana y amplia en la que pudimos dormir cinco de nosotros resguardados del viento.

Pensé que con el cansancio dormiría bien, pero nuevamente pasé una noche de pena en mi saco ligero, frotándome las piernas y mirando el reloj mientras deseaba que se hicieran las 04:00, hora a la que despertamos para terminar la bajada con el fresquito de la madrugada.

21 de Junio del 2021

Sin mayores contratiempos conseguimos llegar a la base de la pared de una manera fluida y relativamente sencilla.

Contentos con el logro en el bolsillo, caminamos una media hora hasta donde nos encontramos con Nick y el resto de arrieros, que nos subían empanada de carne cerveza para todos, gesto que agradecimos con el alma.

Parecía que la aventura había terminado cuando en el camino de regreso, uno de los caballos rompió filas lanzando coces al aire a dos patas para quitarse toda la carga de encima. Corrió muy nervioso ladera abajo dando saltos. Yo me llevé las manos a la cabeza deseando que no se despeñase por el acantilado. Todos allí nos quedamos perplejos con aquella estampa, pero la bestia consiguió arrancarse todo del cuerpo y a tiempo llegó el arriero para agarrar las riendas y calmar al animal.

Tardamos un rato en encontrar los piolets que habían salido volando. Alguna mochila término desguazada. No quisimos volver a cargar a aquél caballo y nos fuimos turnando entre todos el peso en el camino de vuelta.

Los currantes se sintieron muy incómodos con lo ocurrido y quisieron devolvernos parte del dinero. Pero fuimos comprensivos y decidimos zanjar el tema invitándoles a unas cervezas. Pude notar sorpresa en sus miradas ante el gesto que tuvimos con ellos. El caso es que fue algo inevitable lo que sucedió, originado por la naturaleza de un animal medio salvaje.

En los días que aún nos quedaban de viaje, pudimos hacer otro par de interesantes actividades. Mikel Inoriza y Bernat abrieron una vía en una cima secundaria ubicada en el macizo del Ushba Este, mientras que Alberto, Roger, Zabalza, Rubén y yo, Escalamos el Shkhelda, una montaña de 4.368 metros que hicimos en el día, y que al parecer llevaba muchos años sin repetirse.

De modo que hemos tenido un viaje al Cáucaso plenamente exitoso y muy satisfactorio. Hay veces en que la situación se presta favorable, y esto puede hacer que nos llevemos una impresión más benévola de lo que suele ser en realidad. Por ello hay que saber valorar las actividades aun cuando nos han parecido fáciles, y tomarnos la experiencia como un valioso regalo que no se recibe todos los días.

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