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Cleo Weidlich, otra historia gris en el Himalaya 2011

La alpinista brasileña afincada en Estados Unidos hizo cumbre en el Kangchenjunga y tuvo problemas durante el descenso. Sus compañeros claman contra la actitud de las sherpas: la encontraron abandonada inconsciente sobre la nieve cuando bajaba con sus tres sherpas.

Cleo Weidlich
Cleo Weidlich
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La temporada de esta primavera en los ochomiles del Himalaya quedará marcada para siempre por el rescate de los españoles en el Lhotse y las consiguientes polémicas, protagonizadas principalmente por Juanito Oiarzabal y Carlos Pauner. También en el Makalu, el trágico fallecimiento de Joëlle Brupbacher levantó críticas y justificaciones entre Martín Ramos y una expedición comercial. Pero ahí no se termina todo. El Kangchenjunga (8.586 m) también fue escenario de otra historia luctuosa con un rescate de por medio.

El 20 de mayo, el mismo día en que Rosa Fernández alcanzaba la cumbre de la tercera montaña más alta del planeta, también lo hacía la primera mujer americana de la historia, la brasileña afincada en California Cleo Weidlich. Su descenso, sin embargo, se convirtió en una auténtica odisea que a punto estuvo de terminar en drama costándole la vida. Según cuenta en su blog su compañero de expedición, el irlandés Anselm Murphy, Weidlich empezó por perder visión, además de verse dificultada por una lesión en la rodilla que sufrió cerca de los 8.500 m y que posteriormente se revelaría como una rotura del ligamento lateral. De todos modos, fue capaz de llegar ese día hasta el campamento situado a 7.500 m con la ayuda de sus tres sherpas personales.

A la mañana siguiente, se le presentaron los primeros síntomas de edema cerebral: “se quejaba de presión en los ojos, sumado con un comportamiento irracional y rechazando usar oxígeno o tomar ningún medicamento”, según Murphy. Mingma Sherpa, que descendía tras haber conseguido completar la lista de los catorce ochomiles y era el líder de la expedición internacional de la que formaban parte todos los protagonitas, solicitó poco después por teléfono vía satélite un helicóptero para evacuarla. Aunque para ello debía descender al menos hasta el C3 (7.000 m). Weidlich terminó aceptando que se le administrara dexametasona para tratar el edema y poder seguir bajando.

Cosas extrañas en el C3

Murphy cuenta que a continuación él partió hacia C3 con la intención de buscar un buen lugar para el aterrizaje del helicóptero. Mientras derretía agua, el tiempo cambió y la visibilidad quedó muy reducida, así que la opción del helicóptero quedaba cancelada por ese día. Según sus cálculos, una treintena de alpinistas retomaron el descenso, incluyendo varios sherpas, “que parecían principalmente interesados en despejar el campamento de material: tiendas, oxígeo y otro equipo”.

El irlandés, junto con otro compañero, Ted Atkins, se quedaron en C3 esperando a Weidlich, con las primeras sospechas de que los sherpas no estaban haciendo todo lo posible por ayudarla. Murphy y Atkins pidieron a los sherpas que no se llevaran de vuelta todo el oxígeno sobrante, y que les dejaran una botella para la alpinista con problemas. De hecho, le propusieron a un sherpa que tenía una botella llena que se la cambiara por otra que ellos tenían en el C2. “De forma increíble, y con la vida de una mujer en peligro, rechazó darnos el oxígeno a menos que pagásemos 400 dólares (el precio normal es de 280 dólares)”, narra Murphy, quien añade que lo más increíble es que después supimos que ese oxígeno no era ni suyo, sino que pertenecía a su cliente, que ya había descendido. Sin elección, aceptamos pagarle en el campo base”.

Una vez que Murphy y Atkins se quedaron solos en C3, llegó uno de los sherpas de Cleo Weidlich, diciendo que habían decidido plantar la tienda cien metros más arriba, donde pensaban que era un mejor lugar para la evacuación. Bajaba para llevarse comida y gas para derretir nieve. También se llevó el oxígeno, aunque lo devolvió un par de horas más tarde diciendo que ella lo había rechazado, algo que la alpinista negaría posteriormente.

Al día siguiente, Murphy y Atkins se dirigieron a la tienda de Weidlich: “Nos dijo que el sherpa más joven le había estado diciendo que ella los iba a llevar a todos a la muerte, y que no le habían dado comida ni agua, así que le di la poca que llevaba yo”. Le administraron otra dosis de dexametasona y Atkins bajó al C3 para recogerlo mientras Murphy ayudaba a los sherpas con Cleo. En esas, un helicóptero de rescate llegó al lugar, pero fue incapaz de aterrizar y volvió a marcharse: “mi corazón se hundió y sentí que iba a llorar”, reconocía Murphy, para quien los minutos siguientes “fueron increíblemente depresivos”.

Abandonada inconsciente sobre la nieve

El grupo empezó a descender. Cleo Weidlich pudo utilizar el ocho para rapelar un serac hasta el C3. Allí, Murphy se quedó ayudando a Atkins con la recogida mientras ella seguía bajando con los sherpas. El siguiente relato de Anselm Murphy pone los pelos de punta: “Después de haber descendido sólo unos cinco minutos, llegué a una pendiente de nieve que no estaba equipada con cuerdas fijas. Si te caías y no eras capaz de frenar la caída, resbalarías por el borde de un serac y caerías al vacío hasta el glaciar inferior. En la distancia por debajo de mí, vi una figura yaciendo inmóvil sobre la nieve. Al acercarme, me sorprendió ver que era Cleo. Estaba boca abajo en la nieve, con la cabeza hacia la pendiente. Llegué hasta ella y me la encontré inconsciente. ¿Cómo demonios había sucedido eso? Si no la hubiéramos encontrado, creo que habría muerto”.

Tras reanimarla y ajustar la mascarilla de oxígeno, consiguieron descender hasta el C2, totalmente desmantelado por los sherpas. Allí se encontraron a uno de ellos que, ante las preguntas de Murphy, le contestó que la habían dejado sola porque “Cleo le había dicho que se fuera. Cuando más tarde le preguntamos acerca de esto, ella dijo que no recordaba haberles dicho que se fueran. Yo pienso que es posible que fuera así y que, en su enfermedad, Cleo no lo pudiera recordar. Pero aún así, creo que es una excusa pobre. A esta gente se les pagaba para ayudar a Cleo y no deberían haberla dejado sola. Estaba enferma con edema cerebral, tenía mal la vista y una pierna lesionada. Si ella les dijo que se fueran, deberían haberla ignorado y haber permanecido allí”.

Pasaron la noche precariamente en el C2 (6.400 m), y Weidlich mostró una clara mejoría ante el descenso de altitud. Al día siguiente, dos sherpas les subieron unos bocadillos y les informaron de que un helicóptero estaba en camino. Llegó una hora más tarde y finalmente pudo evacuar a Cleo Weidlich.

Tangana en el campo base

Cuando ya parecería que todo tenía que terminar allí, todavía quedaban sucesos extraños por ocurrir. En el campo base, Murphy contó al resto de alpinistas lo que había ocurrido, lo que causó disgusto general y un enfado particularmente serio en el alpinista rumamo Alex Gavan, de otra expedición, que se quejó en alto. Durante la cena, explica Murphy, “el sherpa aprovechado que nos había vendido la botella de oxígeno a Ted y a mí le pidió educadamente a Alex conversar con él”. Lo llevó a la tienda cocina, donde estaban la mayoría de los otros sherpas y “empezaron a preguntarle enfadados sobre por qué había dicho que no merecían un bonus… Un joven sherpa y el aprovechado empezaron a atacar a Alex, golpeándole en la cabeza. El compañero de escalada de Alex, Pawel Michalski, había intuido que algo marchaba mal y fue a investigar. Cuando vio lo que ocurría, cogió un hacha que había en el suelo fuera de la tienda cocina  y fue a ayudar a Alex. Cuando los sherpas vieron el hacha, se generó un tumulto masivo que oyó todo el mundo en la tienda comedor. Todos salimos para ver qué ocurría, lo que terminó con la pelea”.

Anselm Murphy también indica que Mingma Sherpa le explicó que los sherpas “estaban muy enfadados por la existencia de mi fotografía de Cleo abandonada en la nieve” y que “creían que Cleo y yo habíamos escenificado la foto. Esta acusación, obviamente, me enoja y me molesta”.

Lo mejor es que, finalmente, Cleo Weidlich recuperó rápidamente la visión y que la operación a la que tiene que someterse en California para reparar su maltrecha rodilla ya está programada.

 

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