Chus Lago ha reunido un equipo de mujeres para una expedición a Laponia en la que están realizando una travesía por los lagos Inari y Torneträsk. Su objetivo es concienciar al mundo sobre el calentamiento global y la urgente necesidad de reducir la temperatura del planeta. En pleno Círculo Polar Ártico se encuentran a -3ºC, unos registros muy altos para la época.

La expedición Compromisos con la Tierra, formada por Chus Lago, Estela Estévez, Silvia Rey y Verónica Romero, partió el 10 de febrero a Islandia para comenzar su proyecto de hacer una travesía por los lagos de Laponia: el Inari y el Torneträsk. Un recorrido de 200 kilómetros con el objetivo de concienciar al mundo sobre el calentamiento global y la urgente necesidad de reducir la temperatura del planeta.
Chus Lago se inspiró en el anuncio que el aventurero Ernest Shackleton publicó en el Times allá por el 1907 para buscar compañeras de expedición. Gracias a eso encontró mujeres novatas pero sin miedo, como demuestran cada día Verónica Romero, Silvia Rey y Estela Estévez, que a pesar de no tener experiencia previa como «polaristas» están respondiendo muy bien.
Novatas no siempre es sinónimo de inexpertas, en este caso se complementa con “valientes y decididas”; a pesar de las dificultades que están encontrando sobre el terreno. Chus, acostumbrada a caminar 20 kilómetros “a tope”, dice que lo que pisan parece “masa de pan”, y eso las obliga a hacer relevos cada media hora para abrir huella.
A pesar de la inexperiencia de las jóvenes se han organizado a la perfección. Aseguran que tienen una “organización casi militar”, y que les va “de cine”, según confiesa la líder. Todas tienen su cometido: Estela controla los tiempos para avituallamiento, Verónica y Silvia sacan fotos, graban y ayudan en lo que se necesite, mientras Chus controla la brújula; eso cuando no les toca “tirar del carro”, como dicen, conservando el humor.
Desde el Lago de Inari, antes de comenzar la segunda etapa de la expedición, Chus Lago nos envía estas líneas:
«Hace días que dejaron de seguirnos los renos, los pájaros y, a veces, hasta los satélites»
«Miro a través de la ventana; la oscuridad no puede apagar tanta nieve. Tras el horizonte que aparenta cerrarse, lo sabemos, se abren otros horizontes: una lengua desenroscada un ciento de kilómetros con nuestras huellas obstinadas cosidas sobre ella. Ya no hay secretos. El Inari es un encriptado de islas, bosques, costas, encerronas, desiertos; nada es lo que parece cuando lo contemplas desde la distancia. A medida que avanzas y el paisaje, que baila en el ojo del calidoscopio, deja de moverse acaba por encajar finalmente en la realidad de nuestros mapas.
Hace días que dejaron de seguirnos los renos, los pájaros y, a veces, hasta los satélites. Desde entonces solo escuchamos nuestras voces, el «zoom» de los trineos lijando el suelo y el espasmo inquietante que producen miles de metros cúbicos de nieve asentándose bajo nuestros esquíes ,y entonces: un respingo, la expresión infantil en el rostro de Silvia, que hacía años que ya no veía, esa expresión de sorpresa cuando te descubrían en el juego del «escondite» y su susurro sonando a «Ave María»: «!No es el hielo, no es el hielo!», las exclamaciones de Estela y Verónica al mismo tiempo «¿Habéis oído eso?». Cómo no hacerlo, el silencio se quiebra por un instante con el único sonido que no procede ni de los trineos ni de nuestras voces ni de nuestros pensamientos. Y no, no es el hielo; el hielo se rompe con un disparo al aire, rotundo, incontestable, estremecedor.
Cuando el frío desaparezca, pienso, y la inquietud bajo nuestros pies se seque tierra adentro, si hubo magia, la magia quedará para siempre.
Miro por la ventana de la cabaña, allá lejos, a la noche estrellada que se llenó de auroras boreales; de vientos solares chocando sobre nuestras cabezas en una fiesta de luces verdes y blancas, la tradición cuenta que tendremos suerte el resto de nuestras vidas. Y es que mientras haya auroras en el cielo, todos la tendremos. Y se cumple: olvidamos que nuestros sacos se extienden sobre cuarenta centímetros de nieve esponja, sesenta de hielo cristal y veinte metros de agua helada hasta el lecho del lago.
Miro al amanecer, tras los árboles el ojo rojo de un dragón nos espía mientras desmontamos nuestras tiendas y nos ponemos en marcha. EL aviso de Estela: «¡Son las nueve, nos vamos!» El sol apenas va a elevarse un palmo sobre la copa de los árboles, apenas ha despertado aún de su letargo y mientras lo hace, en el otro extremo de la tierra, la Antártida, comienza su única y larga noche polar. Al Sur, el océano vuelve a componer su mosaico de hielos rotos en torno a la costa, bajo él se encienden los peces bioluminiscentes, las ballenas comienzan su viaje hacia las costas australianas, africanas y el Caribe, los pingu?inos se abrazan en círculo para soportar las tempestades y allí, también, las auroras darán suerte aunque no las veamos. Ninguna de nosotras quiere pensar que pasaría si este ciclo de la vida se rompiera.
Al calor de la salamandra, aquí dentro, el esfuerzo de la última jornada se diluye poco a poco en nuestras tazas de café, sopa y chocolate. El «Soy feliz» de Verónica, caminando con la nieve hasta las rodillas, me hace pensar: que si hubo magia, la magia quedará para siempre«.
Chus Lago, Lago Inari, 21 de febrero de 2016
- Etiquetas: Chus Lago, Compromiso con la tierra, Islandia
Esté donde esté a esta chica le sale todo. Animo guapa.
Desde Islandia también los puede hacer, pero, le quedan un poco lejos. Saludos
Hola, creo que Chus, en esta ocasión, no está en Islandia. Y menos, si ha ido a Laponia… El lago Inari está en Finlandia y el Torneträsk en Suecia. Saludos.