Queridos amigos:
Llevábamos tres días sin que nevara pero hoy de nuevo el tiempo nos ha vuelto la espalda. Esta mañana, otra vez, se ha nublado totalmente el cielo, se ha levantado un viento especialmente frío, aunque no muy fuerte, y a primera hora de la tarde la nieve ha vuelto a caer. Los ánimos de la expedición, y especialmente los míos, siguen en todo lo alto, aunque reconozco que la espera en estas condiciones no es fácil. Se hace largo no saber cuánto tiempo más tendremos que aguantarnos las ganas de intentar de nuevo la cumbre, aunque por lo que me voy enterando, en otros ochomiles del Himalaya las cosas están siendo muy parecidas. No es que sea ningún alivio ver que otros están «sufriendo» lo mismo, pero al menos no resta moral el saber que no somos los únicos que están en medio de estas circunstancias meteorológicas.
Esta mañana, antes de que se pusiera a nevar, hemos aprovechado la sesión de entrenamiento para acercarnos un poco al campo 1, y tratar de ver con los prismáticos la situación a partir de los 6.000 metros. Hemos conseguido ver la huella trazada ahí arriba, lo que quiere decir que cerca de la cumbre no hay tanta nieve como podría parecer, pero a mí lo que me preocupa es la nieve acumulada por encima del campo 2, que es la que acentúa el riesgo de avalanchas. Y ahí es donde la situación sigue imposible: nos hemos cruzado con dos alpinistas húngaros que bajaban, y nos han confirmado lo que ya sospechábamos: hay tantísima nieve a esa altura que ayer ellos no pudieron ni salir del campo 2 hacia arriba, como era su intención.
Por cierto, que quiero hacer una mención especial a uno de estos alpinistas húngaros, Zsolt Eross, con quien ya coincidí el año pasado haciendo la cumbre del Lhotse. A Zsolt le falta una pierna por debajo de la rodilla, y eso no le impide realizar hazañas en montañas de ochomil metros. Hemos estado charlando un rato con él mientras se tomaba un momento de respiro en su descenso del campo 2, y me parece un ejemplo de tenacidad y superación impresionantes. Es digno de admiración verle caminar con su pierna metálica, sin apenas cojear. Su ejemplo le hace a uno dar gracias por la salud que tenemos, y me anima mucho para seguir adelante.
Un abrazo,
Carlos Soria (Campo base del Annapurna; 27 de abril de 2012)
