El ochomilismo invernal ha vivido un fin de semana de emociones intensas. Por un lado, se cumplía un año de la desaparición de Gerfried Göschl, Cédric Hählen y Nisar Hussein en el G1 y, por el otro, los responsables de la expedición polaca al Broad Peak daban definitivamente por fallecidos a Maciej Berbeka y Tomasz Kowalski, tres días después de haber sabido de ellos por última vez.
El comunicado, firmado por el líder de la expedición desde el campo base, Krzysztof Wielicki, señalaba lo siguiente:
Considerando todas las circunstancias, condiciones, mi experiencia, la hisoria del himalayismo, el conocimiento acerca de fisiología y medicina en alta montaña así como las consultas con doctores y coorganizadores de la expedición en Polonia, tengo que declarar a Maciej Berbeka y Tomasz Kowalski muertos… La expedición ha llegado a su final. Estamos empacando en campo base y empezamos a descender. La marcha a través del glaciar del Baltoro nos llevará aproximadamente cinco días. Estaremos de vuelta en Polonia aproximadamente el 20 de marzo.
Un comunicado resignado a la trágica suerte de sus dos compañeros, cuyos cuerpos se quedarán en la montaña en la que hicieron historia consiguiendo la primera ascensión invernal unas horas antes de perder la vida. Un regreso triste después del éxito alpinístico.
La opinión de Álex Txikon
Una tristeza y una resignación que por desgracia también conoce perfectamente Álex Txikon, que formó parte de la expedición que en 2012 perdió a tres de sus integrantes en el Gasherbrum 1 y que este mismo invierno ha completado con éxito la primera invernal al Laila Peak. “Todos sabemos el juego en el que estamos… aunque habrá que transmitir a la comunidad alpinística que este juego tiene unas reglas mucho más duras en invierno”, sentencia el montañero vasco, que recuerda que “en invierno de 2011, se tuvo que evacuar a dos alpinistas en una situación extrema; en invierno de 2012, fallecieron cuatro personas en el G1 y en el K2; y este año ha habido tres víctimas en el Broad Peak y el Nanga Parbat”. “Teniendo en cuenta los pocos que vamos allí en invierno, la proporción es altísima, con lo que se ve que es algo muy arriesgado”, concluye.
Durante su expedición al Laila Peak, Álex Txikon ha estado permanentemente en contacto con Krzysztof Wielicki en el campo base del Broad Peak. “Durante los ataques a cumbre, hemos hablado mucho sobre predicciones meteorológicas y también estuvimos dándonos ánimos”, comenta, expresando su admiración por la escuela polaca: “Me enamora la filosofía de Kurticka y Kukuczka. Son gente dura y comprometida con lo que hacen… Artur Hajzer también es de los grandes, y el año pasado demostró en el G1 un temple, una manera de visualizar la montaña… su táctica en el G1 el año pasado fue casi perfecta”.
El alpinismo invernal
“Todas las expediciones al Karakorum en invierno son difíciles y siempre llenas de incertidumbre, incluso antes de llegar al campo base (nosotros tardamos nueve días para llegar al CB del Laila). Hay que ser eficaz y eficiente, ahorrando en todo momento energías, gas, etc. porque nunca sabes qué puede pasar a continuación”, comenta Txikon, que reflexiona sobre los elementos que hacen durísima una expedición invernal de estas características: “El invierno te va desgastando, te come hasta el alma… Sobre todo en altura; el compromiso a más de 7.000 metros es enorme, hay que hilar muy fino y pasar el mínimo de horas posibles, siempre con buenas previsiones y sabiendo el juego al que juegas. Hasta los 7.000 metros, con motivación puedes trabajar con cierta seguridad, pero por encima de esa altura, la línea entre la vida y la muerte es muy delgada. La Zona de la Muerte, en invierno, desciende mucho”.
De todos modos, también admite que “dentro de la dureza hay algo muy hermoso, y es que en invierno todo se vive con una intensidad mucho mayor. Todo es mucho más gratificante, se pasa del blanco al negro con mucha facilidad, es una dimensión muy diferente”.
Broad Peak
Acerca de los hechos acaecidos en el Broad Peak, Álex Txikon habla desde su experiencia como alpinista invernal, como compañero de los montañeros polacos implicados y como conocedor de la zona de la montaña donde ocurrió la desgracia, en la que él vivió “una noche de perros” junto a Iñaki Ochoa de Olza tras bajar de la cumbre en 2003. “El collado, que está a 7.800 m tiene orientación noroeste y es muy bonito, con unas vistas magníficas del K2, Concordia, el Chogolisa… pero en condiciones extremas se convierte en un sitio muy peligroso para vivaquear, e incluso en días sin viento una ligera brisa hace un efecto como de rotor y te machaca, te come hasta los huesos”.
De todos modos, Txikon no juzga los posibles errores de los polacos, alcanzando la cumbre a una hora tan tardía. “Al final, cada uno tiene su decisión individual y sabe el juego al que juega y el compromiso que está dispuesto a asumir. Hacer cumbre entre las cinco y las seis de la tarde, no me parece ni tarde ni pronto, eso es algo subjetivo y cada uno tiene que valorarlo. Nosotros hicimos cumbre en el Laila Peak a las cuatro y diez de la tarde y si nos hubiera retrasado cualquier cosa en el descenso… Pero nadie te puede decir cuándo renunciar a la montaña. Tú mismo sabes lo que tienes que hacer. Si apuras o arriesgas, ya eres consciente de ello”.