Álex González y Manu Ponce han hecho cordada en su reciente viaje a Kirguistán, del que han regresado con la apertura de una nueva ruta en el valle de Aksu. Concretamente, han ascendido el espolón noreste del Pico 4300 m, y han bautizado el trazado como Espolón Álex Villar (1.700 m, 6b+). Realizaron un vivac en la ruta, que ascendieron en once horas el primer día y descendieron en otras ocho horas al día siguiente.
Así lo cuenta Álex González, que en 2021 ya dejó su firma –entonces en compañía de Jaume Peiró– en la Cordillera Blanca de Perú. Por su parte, Manu Ponce ha destacado en los últimos años como compañero de cordada de los hermanos Pou en hasta tres expediciones a la Cordillera Blanca peruana (2019, 2021 y 2022) y otra al Cao de Santo Tomé y Príncipe (2018).


La crónica de Álex González
Los días 14 y 15 de julio, abrimos, Manu Ponce y yo, Álex González, el espolón noreste del pico 4300m, entre el Odessa y el Kyrkchilta.
No teníamos información de ninguna ruta a este pico, por lo que tendríamos que abrir la vía y luego buscar el descenso. Desde el campo base, calculábamos entre 600 y 800 metros de escalada y una dificultad asequible.
Empezamos a escalar un poco tarde, salimos del campo base a las 9 de la mañana, pues nuestra idea era llegar a dormir a un hombro que, según calculábamos, estaría a 400 m (luego estaba a 600), pero a este hombro llegamos a las 15 h, así que decidimos continuar. Después de dos horas y media más, habíamos abierto otros 500 m, de terreno de IV grado aprox. Ya llevábamos 1.100 m. Aquí encontramos unas repisas donde nos pareció bien dormir, pero aún eran las 17:30 h y no parecía que quedase mucho para la cumbre. Dejamos las mochilas y decidimos continuar. Eso que no parecía mucho, fueron otros 600m de escalada, en los que tuvimos que abrir varios V y V+ (los de arriba mojados), un 6a+ de placa un pelín expo y un 6b+ de 40 metros desplomado increíble, de canto y roca buena. No contábamos con tantos metros y tanta dificultad y llegamos a la cumbre al atardecer, a las 21h, después de 11 horas ininterrumpidas de escalada, sin parar ni 10 min. Nos llevamos la sorpresa de que cuando llegamos a cumbre, ¡habíamos escalado 1.700 m! Es una gran clásica sin ningún material fijo que busca la forma más sencilla de subir por este bonito espolón, con dificultades máximas de 6b+, pero con muchos metros de IV-V grado de fisuras y diedros preciosos.


El descenso era la mayor incertidumbre que tenía, no me estaba haciendo mucha gracia que estuviera atardeciendo y estar llegando aún a cumbre. Teníamos una idea de cómo bajar que esperábamos que funcionase, pero no sabíamos si íbamos a llegar a los sacos a las 23 h o a las 3 h de la mañana. Empezamos destrepando y rapelando por la misma línea. En un rápel se nos quedó la cuerda y tuvimos que volver a escalar… qué casualidad que fue el largo mojado y con hielo. Después de haber destrepado unos 300 m, instalamos una reunión de cordinos para intentar escaparnos a la izquierda, a unas gradas, por una placa lisa y vertical. Qué alivio cuando vi que con 60 m de rápel, Manu estaba en las gradas, por las que ya bajamos destrepando, en terreno más fácil. Al final de las gradas habíamos dejado los sacos de dormir a los que llegamos a las 12 de la noche. A la mañana siguiente, cruzamos el espolón hacia la derecha para continuar destrepando por una vira larga. Al final de esta, instalamos la primera de 6 reuniones de cordinos o de un bolt para rapelar a una canal que tras unas horas y algún rapel suelto, nos dejaría en el campo base.


Al día siguiente, llegaron una expedición de rusos al campo base con una guía más completa en la que sí aparecía una vía a la cumbre, siguiendo aproximadamente el recorrido que habíamos seguido nosotros en el descenso, salvo en los rápeles de las placas intermedias, que va más a la izquierda.
Para repetirla, hará falta un juego de friends hasta el 3, con alguno repetido para las tiradas muy largas, 10 cintas extensibles y cordino para reforzar y renovar los rápeles.
¡Una genial y exigente actividad que nos deja un sabor de boca increíble! Queda una clásica preciosa en el Valle de Aksu.
Hemos decido llamar a la vía Espolón Álex Villar. Álex era un amigo que falleció el pasado 5 de mayo en un accidente de traje de alas. Me acuerdo mucho de él y nos pareció muy bonito sellar aún más un recuerdo que ya era imborrable.

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