Ayer nos dejó una importante figura del excursionismo catalán, Josep Maria Sala Albareda, que falleció a los 92 años dejando atrás una profunda huella. Protagonizó algunas ascensiones relevantes en los Pirineos, una cordillera que llegó a atravesar con sus esquís, y viajó a macizos montañosos a lo largo y ancho del planeta en una época en la que desplazarse y ascender cumbres requería de unos esfuerzos muy superiores que en la actualidad. Se mantuvo en activo durante más de siete décadas.
Nacido en Barcelona en 1927, trabajó como químico y agente comercial, aunque su pasión le llevó desde muy joven a la montaña. Hijo de montañeros, desde niño participó en salidas con su padre. Con 18 años se enroló en el Centre Excursionista de Catalunya (CEC) que más tarde presidiría (1985-1993).
De la década de los 50 datan sus actividades más remarcables en los Pirineos, empezando por las primeras ascensiones invernales conocidas al Gran Bachimala (3.177 m) en 1954 y al pico Eriste (3.053 m) en 1959. “En ningún caso buscábamos estas primeras y nos enterábamos más tarde que nuestras ascensiones habían convertido en primeras invernales.
A mí siempre me ha gustado mucho más mirar los mapas y descubrir zonas desconocidas. Entonces empezabas a buscar información, referencias, y no encontrabas nadie que hubiera ido. Esto te animaba a decirte: ‘venga, vamos«, explicaba en una entrevista en la revista Vertex.
Posíblemente fue en el esquí de montaña en la actividad en la que más destacó, siendo un impulsor de esta disciplina que empezaba extenderse. Tal y como recoge nuestro compañero Victor Riverola en su blog: “Con un grupo de amigos y en varias etapas, completa desde 1955 y hasta 1960 la primera Alta Ruta del Pirineo por la vertiente sur y con esquís desde el primer dosmil de Navarra hasta el último de Cataluña”.
Pero su actividad fue mucho más allá de nuestras montañas. En los Alpes, holló un buen número de cuatromiles tanto en verano como en invierno, y fue un gran divulgador de la Alta Ruta Verbier-Zermatt con esquís. También realizó algunos trekkings en la región de Interlaken y el Oberland Bernés que fueron de los primeros en reseñarse en revistas de nuestro país, así como ascensiones en la región del Ötztal el Tirol, los Alpes de Eslovenia y el macizo de los Tatras (Eslovaquia-Polonia).
Fue de expedición también fuera de Europa, destacando su Vuelta al macizo del Huayhuash en Perú, su ascensión al Gran Teton en Wyoming (EE.UU.), y un trekking en la zona del Annapurna en Nepal. “Ha pasado casi 3.000 días de su vida en la montaña”, continúa Riverola.
En la vertiente organizativa, fue una personas clave en la construcción de los refugios de Amitges y del Pere Borés, así como en la creación en 1959 del Rally de Esquí de Alta Montaña. Sin embargo, nunca defendió la competición: “A ver quién llega primero… Para mí es negar el espíritu de la montaña. Sólo lo acepto de vez en cuando como manifestación de fortaleza física, pero lo encuentro muy pobre como única finalidad. […] La idea de los rallies era muy diferente de la actual a pesar de los ingredientes de competitividad que también tenía.
Pero mientras hoy gana el que lo hace en menos tiempo, nosotros dábamos más importancia a saber interpretar el mapa. Sólo marcábamos un tiempo que se tenía que cumplir, pero no contaba el cronómetro final. A menudo me pregunto qué tiene que ver con la montaña ello que te marquen el trazado con banderolas, o que te vigilen incluso con un helicóptero”, remarcaba en la citada entrevista.
En resumen, además de su notable actividad deportiva, Josep Maria Sala Albareda fue un importante dinamizador del excursionismo catalán, promotor también de entidades como Mountain Wilderness de Cataluña con Jordi Pons, y un gran divulgador de la cultura montañera con numerosos mapas, guías y obras editadas sobre sus actividades en diferentes puntos del planeta.
Recibió la medalla de plata de la Federación Española de Montañismo (FEDME) y la medalla de Forjador de la Historia Deportiva de Cataluña.