Todo camino jacobeo tiene un rostro que lo representa. Lo tenía el Francés en la persona de José María Alonso, el cura de San Juan de Ortega que recibía a los peregrinos con una proverbial sopa de ajo. Lo tiene la Vía de la Plata; es el también sacerdote Blas Rodríguez, con parroquia en Fuenterrobles de Salvatierra. Y otro otro religioso, Ernesto Bustio, es el rostro del Camino del Norte. Hospitalidad, generosidad, simpatía, amistad y armonía son los adjetivos que más se repiten en los mensajes dedicados a este trotamundos que ha convertido su albergue en el «Centro Humano» del Camino de la Costa.
En 1979 Ernesto se montó en un vetusto land rover, puesto a punto con la ayuda de los vecinos del barrio santanderino de San Francisco, donde alternaba el trabajo de albañil con el de cura y «dinamizador ciudadano », y se lanzó al camino con el triple propósito de conocer gente, trabajar en lo que saliera y fotografiar todo lo que se le pusiera por delante.
Con tres vecinos recorre parte de Europa, salta al norte de África y en Senegal embarcan rumbo a Puerto Rico. Para pagar el pasaje trabajan codo a codo con la marinería en condiciones de semi exclavitud.
El grupo recorre casi toda Latinoamérica y en Venezuela, Ernesto, ya sólo, logra trabajo en una mina. De allí, el cura de Güemes pasa al altiplano para trabajar con los campesinos, baja a Colombia y desde Buenos Aires regresa a Santander. En su mochila lleva más de 5.000 fotografías que después utilizará para dar a conocer la situación de los pueblos por los que ha pasado.
Pronto se embarca en otro viaje de dos años que le llevará por África y, de nuevo, América Latina; y después otro más, y otro.
Entre viajes y conferencias a Ernesto se le puede encontrar en la Cabaña del Abuelo Peuto, su casa natal convertida en el más famoso y peculiar albergue del Camino del Norte, un «puchero» donde se cuecen las experiencias e historias de gentes de todo el mundo. Su hospitalidad ha corrido de boca en boca y muchos peregrinos que lo llevan como prioridad en sus cuadernos de viaje.
Pastor en el Pirineo, minero en Venezuela, engrasador en un barco, albañil… Y pescador en un barco «pirata» de un armador vasco afincado en Venezuela.
¿Fue en ese barco en el que cruzasteis el Atlántico con el Land Rover?
No, fue en el viaje largo, el de 27 meses, aquél que llamamos viaje a la Universidad de la vida y en el que había tres campos de trabajo: el mar, la industria y el campo. La intención era conocer la gente en su propio ambiente desde dentro. Después de aquél viaje construiste la Cabaña del Abuelo Peuto.
¿La hiciste pensando en los peregrinos?
La casa se reconstruyó hace casi cuarenta años. Pero el albergue que conoces, donde está el comedor, es más reciente: sólo tiene 28 años. Lo construimos pensando en que fuera un lugar de acogida y encuentro de gentes de todo el mundo, y también un espacio donde guardar y divulgar la experiencia y el material recogido en aquellos dos viajes.
Hace once años pasó el primer peregrino y entonces el albergue se hizo peregrino.
¿De dónde procede el nombre del albergue?
Peuto era mi abuelo, que se llamaba Perfecto, y aquí a los Perfectos se les llama coloquialmente Peuto.
Hace ahora cien años que mi abuelo construyó esta casa, y como entonces no había ninguna otra alrededor la gente del valle la llamaba la cabaña del abuelo Peuto.
¿Sabías ya que por aquí pasaba un camino de Santiago?
En este albergue han coincidido varias cosas, algunas de ellas muy bonitas o muy románticas como quieras llamarlo.
Siempre me he considerado un peregrino de la vida, y la gente con la que hemos viajado y trabajado también lo son. En el año 1984 –vivía entonces en Santander– ya habíamos hecho el Camino, no desde aquí, sino desde Roncesvalles, en bicicleta, de modo que cuando vuelvo a Güemes para hacerme cargo de la parroquia, ya tenía conocimientos jacobeos, y descubro descubro aquí un Camino olvidado.
Baste decir que aquí, en Güemes hay una capilla que fue en el pasado un hospital de peregrinos, concretamente en el barrio del Quejigal.
Cuatro años más tarde empiezan a pasar peregrinos, y entonces una asociación de peregrinos me pide utilizar esta casa como albergue. Y entonces abrimos el albergue a los peregrinos. Fue un gran descubrimiento.
En 1999 un peregrino, ¿y en el 2009?
En 1999 pasa el primer peregrino, pero durante todo el año contamos 200. Y se han ido incrementado progresivamente. El año pasado fueron 3.500.
En la Cabaña del Abuelo Peuto el peregrino recibe techo y comida gratuitamente. No hay donativo, sólo pedís lo que el peregrino pueda dar.
Hay que aclarar varias cosas. Primero, que no podemos ponernos como ejemplo de albergue, porque para hacerlo como lo hacemos es necesario tener una base muy sólida. Vaya por delante que me parece bien que se cobre en los albergue o que se pida donativo, pero nosotros rechazamos ambas cosas.
No cobramos porque al poner precio parece que estás comercializando con el Camino. Y renunciamos a la palabra donativo porque esta palabra suena a limosna o caridad. Pero claro, todo tiene un coste, y nosotros no vivimos de subvenciones, sino del voluntariado y de las aportaciones de los peregrinos.
Te has adelantado a la siguente pregunta. ¿Así que el albergue no recibe ninguna ayuda oficial?
Hemos renunciado a una subvención del Gobierno de Cantabria de 8.000 euros porque nos han tenido durante dos años engañados y olvidados. Y hemos decidido no aceptarlo hasta que no nos sentemos y hablemos de ello.
Alguien podría pensar que es una postura soberbia.
No, es una postura de dignidad. Si se entiende como soberbia es que o se entiende mal o me he explicado mal, así que lo intento de nuevo. Todo el mundo sabe que el albergue de Güemes es el más importante del norte de España, y lo digo con orgullo, no personal, sino de todos los voluntarios que trabajan en él.
Hace un par de años, cuando vimos que era necesario ampliar el albergue pedimos una ayuda al Gobierno de Cantabria y éste aceptó. Se dieron todos los pasos necesarios; el Ayuntamiento financió el proyecto… pero el dinero para la ejecución no llegaba. Y si tú preguntas y se callan, preguntas y se callan, terminas pensando que te están engañando, así que recurrimos al voluntariado y a préstamos para hacer la ampliación. Se lo hicimos saber al consejero de Cultura por carta: sepa usted que la Cabaña ya está ampliada y funcionando, le dijimos.
Todavía no ha contestado. Este año, con motivo del Jacobeo, han querido ponerse a la altura y dan 8.000 euros a los albergues, pero nosotros no podemos aceptarlo mientras no nos expliquen por qué se n0s ha engañado durante dos años. Necesitamos el dinero, pero preferimos seguir un año más con el crédito antes que vender nuestra dignidad, no la mía, sino la de todos los voluntarios.
¿De dónde proceden los voluntarios?
Fundamentalmente del pueblo y del entorno. Ahora empiezan a llegar ofertas de personas que han pasado por aquí y que se ofrecen a colaborar durante diez o quince días, pero esto sigue siendo algo complementario.
Eso significa que hay una buena sintonía entre el albergue y el vecindario.
Claro, La gente ha comprendido lo bueno que es este lugar. Mira, hace unos días vino una maestra que se acababa de jubilar. Y me dijo, mira Ernesto, a mí me gusta cocinar, así que cuenta conmigo.
¿Sigues en activo como sacerdote?
Sigo siendo el párroco de Güemes y Barayo, pero son dos parroquias muy pequeñas porque la parte más importante de mi trabajo está en dar charlas y proyecciones en colegios, parroquias, centros de la tercera edad, en viajar.
Confieso que cuando anunciaste la reunión después de la cena me eché a temblar porque me temía un sermón, pero fue muy diferente. Imagino que los motivos por lo que cada uno hace este viaje a ti no te importan ¿no?
La gente que pasa por aquí es gente muy interesante en general. A mi me importa poco que haga el Camino con un motivo espiritual o un motivo turístico, aunque estos últimos son los menos según mi experiencia, porque hay un motivo que está muy por encima de todos ellos: la búsqueda de algo. Y esa búsqueda en qué se traduce.
Para uno puede ser que busca tranquilidad, para otros una promesa, una cuestión de fe. Mira, cuando una persona que vive en una sociedad de consumo como la nuestra, que puede llegar a cualquier lugar en coche y encontrar un aojamiento lleno de comodidades, se coge una mochila y camina desde Irún, o desde Bilbao, hace frente al sol, a la lluvia, a las ampollas, entonces es que estamos ante un aspecto nuevo de la sociedad. Creo que antes de cualquier motivo religioso está la búsqueda personal de algo noble.
Tengo la impresión de que a tu albergue van muchos extranjeros.
En torno al 60 por ciento de los peregrinos son extranjeros.
¿Y a qué crees que se debe ese elevado porcentaje?
Pienso que es común al Camino del Norte. No sé como será la proporción en el Francés, pero en este camino después de los Españoles los peregrinos más numerosos son alemanes y franceses, dos países con un alto nivel cultural.
¿Qué opinión te dan del Camino que llevan andado los peregrinos en esas reuniones que mantienes antes o después de la cena, según venga dado el día?
Suelen comparar este camino con el Francés, porque la mayoría conocen aquél. Aquí les ayudamos a descubrir algo que no descubren si no se lo dices, aunque parezca una perogrullada: que el Camino de Norte no es el Francés, no digo ni peor ni mejor, sólo diferente.
El Francés es como una autopista donde no te hace falta pensar. A lo sumo el mayor problema es que tengas que madrugar mucho para encontrar plaza en el albergue. Así que les decimos: el Camino del Norte es para gente creativa, gente con intuición capaz de encontrar la buena dirección aunque no lleve GPS o las señales escaseen.
Me río mucho con los franceses porque se quejan de que entre Santoña y Güemes no hay flechas. Entonces les digo, dejádme la guía, y les descubro que en su guía francesa le han puesto un camino particular que no corresponde a la ruta verdadera.
No sé si es una impresión mía, pero creo que la gente que recorre el Camino del Norte es gente de largo recorrido.
Llega mucha gente que lo hace de forma fraccionada pero sí es cierto que encuentras a muchas personas de largo recorrido. Hoy tenemos aquí seis peregrinos. Dos han empezado en Irún, otros dos han comenzado en Mont Sant Michel, en la costa bretona, otro ha empezado en Reims y el otro no recuerdo ahora, pero también lejos.
Recuerdo que una habitación del albergue está hasta arriba de archivadores de diapositivas de tus viajes. ¿Te consideras un fotógrafo?
Tengo unas 80.000 diapositivas pero no me considero un fotógrafo. La fotografía es sólo una herramienta que uso para captar lo que veo y que después uso para enseñarlo aquí. Por cierto, que todas estas diapositivas se acaban de digitalizar en la Universidad de Cantabria.
Ya te has pasado a lo digital.
Por desgracia. Las últimas diapositivas que hice en Haití han salido muy malas, entre otras cosas porque ya no saben revelar diapositivas. Normalmente tiro doble, con diapositivas y con digital, porque cuando tengo que hacer una proyección o una charla lo paso muy mal con la fotografía digital, porque la imagen en diapositiva tiene más belleza, es más agraciada. La digital, en pantalla, carece de vida.
¿Qué opinión te merece la promoción del Camino que hacen las administraciones autonómicas? ¿Piensas que la peregrinación jacobea se está convirtiendo en un producto turístico más?
A todas las autoridades les interesa promocionar su Camino.
Creo que acabas de regresar de Haití y regresarás en unos días.¿Qué te lleva allí?
No, en Haití estuvimos en la primavera pasada, antes del terremoto. Fuimos allí porque en República Dominicana hay 40 niños apadrinados por gente de por aquí. Y también Guatemala.
Y ahora regresaremos a República Dominicana porque queremos hacer un reportaje de los refugiados haitianos.
¿Para publicar en periódicos y revistas?
No, no se publican. Los utilizamos nosotros a nivel muy artesanal, enseñándolos en colegios, institutos, a gente que aporta dinero. Son reportajes sencillos, no periodísticos