Serra Caballera, Milano, Santa Magdalena, Montgrony… tanta sierra deja al Ripollès con muy poco terreno llano. Prácticamente todo el territorio, por debajo de los dos mil metros, está cubierto por bosques. Esta comarca despunta, entre otras cosas, por sus robledales de albar, alguno de especial interés, como el de Mas Llandrius, y también por sus hayedos, los más extensos de Cataluña.
Hacia el norte, el relieve se encabrita y alcanza casi los tres mil metros de altura en el Puigmal, cota máxima de este sector del Pirineo oriental, rodeado de una corte de picos que superan de largo los dos mil metros, como el Costabona y el Bastiments. Buscando información descubrimos que el Ripollès ocupa el sector más oriental de la vertiente sur de los Pirineos que tuvo glaciares en un pasado lejano.
Dos ríos atraviesan la comarca de norte a sur: el Ter y el Freser, articulando el territorio en tres valles: Camprodon, Ribes y Baix Ripollès. Entre todos suman diecinueve pueblos con una concentración de arte románico que deja con la boca abierta: casi un centenar de monumentos entre los que se encuentran algunos de los exponentes más interesantes de Cataluña, como el monasterio de Santa María de Ripoll, el de Sant Pere de Camprodon, el puente románico de esta misma localidad, las iglesias de Queralbs y Molló y el monasterio de Sant Joan de les Abadesses, un cenobio fundamental en la historia de Cataluña en cuyo interior se conservan algunas obras de esas que figuran en los libros de arte, como el grupo del Santísimo Misterio o el retablo de la Virgen Blanca.
Ripollès: Zona BTT
Un territorio tan abrupto no parece el lugar más conveniente para disfrutar de la bicicleta. Y sin embargo, la comarca ha convertido al cicloturismo en una de sus grandes bazas turísticas.
La oferta se materializa en un centro BTT que tiene su cuartel general en Sant Joan de les Abadesses, en concreto, en el almacén de la estación de un ferrocarril minero cerrado en los años ochenta del pasado siglo, y cuyo tramo final, entre Ripoll y Sant Joan de les Abadesses, fue desmantelado y reconvertido en la vía verde del Ferro i del Carbó.
El almacén –hoy un moderno y cómodo albergue– y la estación dan forma a un espacio que los días de fiesta se llena de bicicletas de todas las clases y ciclistas de todas las edades que reponen fuerzas después de recorrer los doce kilómetros de vía verde que separan Ripoll de Sant Joan. Y no sólo ciclistas, también patinadores, aficionados a la marcha nórdica o caminantes a secas comparten el camino.
El trayecto, en el que se puede invertir tres horas ida y vuelta sin darle muy fuerte a los pedales, discurre en su mayor parte a la sombra de robles y fresnos. Por este motivo, y por el inapreciable desnivel que salva, es una excursión muy recomendable para pasar un tranquilo día con niños. Si buscamos algo menos “popular” lo encontraremos en cualquiera de las veintiun rutas señalizadas con que cuenta el centro BTT. Eso sí, en muchas de ellas hay que ser un experto de la bicicleta de montaña y estar preparado para meterse entre pecho y espalda un buen montón de metros de desnivel porque en el Ripollès, cuando uno se separa pocos metros del fondo de los valles, todo se pone muy cuesta arriba.
En el albergue de Sant Joan, el amable Xevi Sala, director de la instalación, está siempre dispuesto a informar sobre estas rutas y de dónde reponer fuerzas después de la “paliza”.
El río trabajador
El río Ter nace en Ulldeter a 2.480 metros de altitud al pie de un circo glaciar, atraviesa de norte a sur todo el Ripollés siguiendo su curso por La Farga de Bebié para continuar su viaje hacia el Mediterráneo. En su sinuoso viaje de doscientos kilómetros, el Ter atraviesa una diversidad de paisajes sin parangón, desde la alta montaña al litoral, pasando por los humedales, los bosques atlánticos y mediterráneos, los paisajes urbanos y los agrarios.
Gran parte del su curso está incluido en la Red Natura 2000. El río trabajador –así se le conoce– no sólo ha modelado la geografía física; también la humana. En su cauce se han levantado un sinnúmero de esclusas, canales, colonias industriales, molinos y fábricas. Son las huellas de la revolución industrial catalana de finales del siglo XIX. Todo esto, naturaleza, historia, pueblos… se puede conocer de primera mano gracias a la Ruta del Ter, un camino señalizado de 225 kilómetros que lo acompaña desde sus fuentes hasta la desembocadura en la Gola del Ter.
El camino tiene una versión para cicloturistas que, desde la estación de Vallter 2000, va combinando carreteras, pistas y caminos –donde, en algunas ocasiones, habrá que echar pie a tierra– hasta llegar al Mediterráneo.
Pirineux
Junto a la señal bicolor que identifica la Ruta del Ter distinguimos otro símbolo acompañado por la palabra Pirinexus. ¿Qué es Pirinexus? En un gran panel a la entrada de Ripoll salimos de dudas: se trata de una ruta cicloturística circular transfronteriza impulsada por el Consorcio de las Vías Verdes de Girona, el Conseil Général des Pyrénées Orientales y Pays Pyrénées Méditerranée.
El recorrido principal tiene una longitud total de 353 kilómetros, a los que se añaden 175 más de itinerarios complementarios que permiten llegar a los lugares de especial interés cercanos a la ruta. Prácticamente la mitad del recorrido circula por vías verdes y el resto, por caminos rurales y carreteras con poco tráfico.
Pirinexus entra en el Ripollés desde la Garrotxa por el puerto de Coubet y baja directamente a Sant Joan de les Abadesses. Desde allí remonta el valle a contracorriente de la Ruta del Ter hasta Camprodon y ataca la cordillera por una pequeña y espectacular carretera que gana altura por el valle de Ritort hasta el Coll d’Ares, el punto más elevado de Pirinexus y frontera entre España y Francia desde que ambos reinos firmaran el Tratado de los Pirineos en 1659.
En la subida hemos encontrado unos paneles granate con textos en varios idiomas que narran el éxodo de refugiados republicanos en el invierno de 1939 huyendo de la ofensiva franquista. Los paneles guían el llamado Camí de la Retirada, un itinerario de un centenar de kilómetros, cien por cien beteteros, que utiliza viejos caminos del Alt Vallespir y el valle de Camprodon habituales de contrabandistas y bandoleros antes de que los refugiados se vieran obligados a seguirlos. Pone los pelos de punta imaginar la desbandada en pleno invierno, con coches y camiones empujados al barranco para dejar pasar a la inmensa y asustada corriente humana. En el Coll d’Ares, un sencillo baldosín de arcilla recuerda a “Todos los hombres y mujeres que en tiempos de fascismo hicieron de estos pasos caminos de libertad”.
En el mismo puerto –y a lo largo de todo el valle de Camprodon– el viajero se topará con la archiconocida concha amarilla que identifica a los caminos jacobeos. Y es que el collado es el paso que utiliza una variante del Camino de Santiago que se une en San Pau de Seguries con un ramal que viene de la Junquera, y ya juntos siguen hacia Ripoll rumbo a Montserrat, donde se unen al Camino Catalán.
Etapas Transpirenaicas
Paseando una tarde de verano por Camprodon o pedaleando por la inclemente pista que salta al Vall de Ribes por la collada de Meianell, no es raro toparse con cicloturistas de alforjas. Si les preguntamos –y el aliento les da para ello– casi seguro nos dirán que están haciendo la Transpirenaica, la gran ruta cicloturista de montaña de nuestro país que une Mediterráneo y Cantábrico a lo largo –y alto– de los Pirineos; lo más de lo más. El pintoresco Camprodon y Ribes de Freser son puntos claves en el duro tramo gerundense y, necesariamente, finales de etapa, tanto por contar con los servicios que necesita el esforzado viajero como por su interés monumental e histórico.
Camprodon nació alrededor del monasterio de Sant Pere y es un pueblo turístico desde comienzos del siglo XIX, cuando llegaron los primeros excursionistas y miembros de la burguesía barcelonesa, que edificaron aquí sus mansiones de estilo modernista en los dos grandes paseos de la Font Nova y el Passeig Maristany. En una de ellas residió el presidente de la Segunda República española, Juan Negrín. Camprodon es también cuna del músico Isaac Albéniz. Su apertura al exterior explica la fuerte actividad comercial y de productos artesanales, como los embutidos y las galletas, que respira la localidad. Su Pont Nou, del siglo XII, es uno de los iconos de los Pirineos de Cataluña.
Por su parte, Ribes de Freser es un gran centro vacacional para el turismo de montaña y uno de los entornos más bonitos del Pirineo. También es la estación de partida del tren de cremallera del Vall de Núria, el único de esta naturaleza que hay en Pirineos. Desde Ribes, el viajero transpirenaico continuará hacia el oeste para cambiar el Ripollès por la Cerdanya. Por delante tiene otras quince jornadas de duro pedalear.
Rutas BTT
- Centro BTT Ripollés: www.zonabtt.com
- Pirinexus: www.pirinexus.cat
- Transpirenaica: www.transpirinaica.com
- Ruta del Ter: www.rutadelter.cat
- Vía Verde del Ferro: www.viesverdes.cat y www.viasverdes.com
- Cami de la retirada: www.mollo.cat/cami-de-la-retirada
Información turística
Zona BTT
1.000 km de experiencias
El albergue de la Ruta del Ferro de San Joan de las Abadesses es, además de punto de acogida del Centro BTT del Ripollès, el cuartel general de la Zona BTT Pirineu Girona, una iniciativa de Jaume Vila, guía de BTT, guía de alta montaña y técnico de esquí alpino, creador de la empresa Bikexperience de Camprodon. El objetivo de Zona BTT es facilitar la práctica del cicloturismo en el Ripollès a aficionados de todas las edades y experiencias.
Más de mil kilómetros de rutas forman la oferta con itinerarios de todos los niveles y clases. Zona BTT ofrece también servicios de alojamiento, transporte de ciclistas, guías, alquiler de mountain bike e incluso unos campamentos para iniciar a los niños en el mundo de la bicicleta de montaña.
Info: Albergue Ruta del Ferro.
Tel: 972 720 495. www.zonabtt.com
Visitas obligadas
- Monasterio de Sant Joan de les Abadesses.
En el año 887 el conde Wifredo el Velloso fundó el monasterio de Sant Joan de Ripoll, que acabó llamándose San Juan de las Abadesas ya que durante casi sesenta años fue el único monasterio femenino de Cataluña, hasta que fueron expulsadas acusadas de “meretrices de Venus”. El recinto monástico ha sufrido muchas modificaciones a lo largo del tiempo a causa de guerras, terremotos y desamortizaciones. En su interior no se puede pasar por alto el Santísimo Misterio, el único descendimiento románico conservado in situ en Cataluña, y el retablo de la Virgen Blanca, un raro retablo de alabastro lleno de incógnitas.
Info: 972 722 353. http://www.monestirsantjoanabadesses.cat
- Monasterio de Santa María de Ripoll.
Fundado también por el conde Wilfredo y su esposa Guinedilda con el objetivo de repoblar el valle. En poco tiempo se convirtió en uno de los centros culturales más importantes de la Europa medieval. Su portada es algo impresionante.
Info: 972 702 351. www.ripoll.cat.
- Parque de aventura de Molló.
En un bosque de abetos de hasta cuarenta metros se han istalado tirolinas, puentes tibetanos, pasarelas, etcétera que forman cuatro circuitos de diferente niveles de dificultad en función de la estatura y la edad.
Info: www.molloparcaventura.com
- Robledal de Mas Pascal.
A poca distancia de Camprodon, el también llamado robledal de Mas Llandrius es un bosque de roble albar único en España. El robledal es de propiedad privada y llegó a un acuerdo con la Generalitat para no explotar la madera y dejar que el bosque se desarrollara naturalmente, sin intervención humana. Un sendero permite recorrerlo de forma independiente, pero si se quiere conocerlo a fondo lo mejor es llamar a Raül Carmona, geólogo, educador ambiental, fotógrafo y un apasionado naturalista.
Info: 675 601 476. http://phototrekking.cat
- Tour por las botigues de embutidos.
Los embutidos de la comarca son famosos por su calidad y su elaboración artesanal y no hay pueblo que no tenga su botiga de embutidos. Entrar en cualquiera de ellas es una fiesta para los ojos, la nariz y el paladar: botifarra, llangonissa, fuets, xoriços, llom sec, ventra de fetge…