Entre ellas se comunicaban por caminos de herradura que quedaron abandonados cuando llegó el asfalto. En 2015, el Parque Natural, con ayuda de los vecinos de más edad, recuperó y señalizó varios de estos caminos componiendo una ruta circular que une las tres pedanías de El Cardoso de la Sierra.
Bocígano figura en los folletos turísticos de Castilla-La Mancha por ser el escenario de la Machada, una fiesta que hunde sus raíces en el pasado más remoto y que todos los años atrae a cientos de visitantes hasta esta aldea situada a casi 1400 metros de altitud.
En la misma plaza donde se celebra la Machada podemos consultar un panel con un mapa del recorrido que estamos a punto de comenzar y que tiene su principio en la parte baja del pueblo, en una calle que sale a la izquierda pasado el único bar que posee la aldea.
Una pasarela de madera nos encarrila para entrar en el camino de la Hoya que baja hacia el río Berbellido.
RUTA
Este primer tramo es algo incómodo pues la vegetación cubre y desdibuja el camino. Muy pronto desembocaremos en un camino muy ancho a la sombra de grandes robles. A la derecha, muy cerca, hay un poste senderista que indica, hacia un lado, Cabida, y hacia otro, Peñalba, que es nuestro primer destino.
La vegetación y las piedras caídas de los muros medianeros obligan a mirar bien donde se pisa. Este camino se utilizaba sobre todo para ir a las huertas y al molino del río Berbellido, que estuvo en funcionamiento hasta 1970.
Además de los vecinos de Bocígano, acudían a moler a este molino los de Corralejo, Cabida y Peñalba.
Entre robles y prados llegamos al puente de los Jameros. Es de hormigón, pero conserva parte de su antigua fábrica. Unas pequeñas pozas invitan a un refrescante baño que podemos dejar para la vuelta, pues pasaremos de nuevo por aquí de regreso a Bocígano.
Pocos metros después, en un prado inclinado que linda con un robledal, otro poste indica hacia Peñalba, y hacia Cabida. Este segundo camino es el que nos traerá de regreso. Entramos en el robledal caminando por una estrecha senda paralela al río.
En breve llegamos a un desvío: el sendero de la izquierda se dirige al molino, hoy totalmente arruinado. El molino está a un centenar de metros; demasiados pocos para no visitarlo. El otro ramal empieza a subir suavemente por la ladera.
A tramos se ve en los troncos de los árboles marcas de pintura amarilla que confirman que vamos en el buen camino. Encontramos otro poste senderista marcando de nuevo hacia Peñalba y hacia Cabida. Este camino era el usado para venir directamente al molino.
Entre Bocígano y Peñalba había mucho más que intercambio comercial. Los mozos de uno y otro transitaban con frecuencia este camino cuando había fiestas en el pueblo vecino. Los de Peñalba solían quedarse a dormir en Bocígano y volver al amanecer a Peñalba a su tareas.
Este tramo del camino estaba completamente invadido por la vegetación. En 2015, con la colaboración de Cirilo Serrano, un vecino de Peñalba que por entonces contaba 78 años, se localizó, limpió y señalizó como senda del Parque Natural. En el momento de recorrerlo para publicarlo también estaba pidiendo a gritos un desbroce.
Dejamos atrás la protección del frondoso robledal y salimos a un terreno cubierto de jaras y brezo. Muy cerca se ven unas torretas eléctricas que atraviesan el collado que nos permitirá cambiar de valle. Por el alto discurre el Cordel de las Peñuelas, que más al sur se convierte en la Cañada Real de las Merinas. Aún se pueden ver los mojones de piedra que marcan la vía pecuaria.
Muy abajo se ven los tejados de Peñalba, hundido en un barranco, como reza un antiguo y poco amable cantar de Corralejo. Iniciamos el descenso por una pista que rápidamente desemboca en otra horizontal. Hay que esforzarse en encontrar la señal que nos dice por donde continúa el camino al otro lado de la pista.
Bajamos rápidamente por una especie de cortafuego pegado al pinar, cruzamos la carretera de Peñalba y continuamos el descenso entre los arroyos del Rebisco y del Pinar cuyas aguas –decían– curaban el mal de ojo.
Es fácil que perdamos de vista las señales del camino ocultas, como están, por la vegetación. En caso de perderlas solo hay que seguir bajando buscando el paso más cómodo hasta llegar al arroyo del Rebisco, cruzarlo y subir a la carretera.
En pocos minutos entraremos en Peñalba. Las normas urbanísticas que se han impuesto en otros pueblos “negros” aquí no parecen haber tenido el mismo éxito. Tras un breve descanso a la sombra del nogal que crece en lo que puede considerarse la plaza, continuamos hacia la parte baja del pueblo buscando el camino de Cabida.

Es buena idea preguntar a algún vecino cómo llegar hasta él para evitar molestos rodeos. El camino sale a la derecha de una casa y entra en un túnel vegetal que desaparece al cruzar el arroyo. Al otro lado se insinúa un ancho camino por el que nos manda la lógica.
Pero no, no hay que seguirlo. Hay que mirar muy bien hacia la derecha y hacia arriba a la caza del primer poste de la serie que ha de guiarnos hasta los Altos de la Rocita por La Quemá, una amplia loma cubierta de hierba, rocas, y matorral sin más sombra que la que ofrecen algunos robles más dispersos. El camino atraviesa una antigua pista forestal que aún se adivina en la pradera y que antes de la apertura de la carretera era el único acceso a Peñalba para vehículos a motor.
Todo este tramo del camino desde Peñalba también se localizó gracias a Tomás Rodríguez, un vecino que entonces contaba 84 años de edad. La pista, que se hace mucho más evidente al entrar al pinar, desemboca en el alto por donde pasa la carretera. Un cartel atornillado en la roca indica el rumbo hacia el próximo destino, Cabida, cuyas casas se adivinan en el fondo del valle.
Al principio no hay senda, pero la ausencia de vegetación facilita la bajada hasta llegar a la visible senda que se dirige hacia una balsa contra incenios junto a la que se ha acondicionado una charca para la conservación de anfibios, que está justo encima del pueblo.
Casi todas las casas de Cabida son segunda residencia, según nos contaron una simpática y amable pareja, pero a tenor de las que se están construyendo y reconstruyendo parece que el pueblo tenga su futuro garantizado. Nuestro camino continúa por la parte alta del pueblo. Al poco de dejar atrás las últimas casas topamos con un poste de dirección: las dos flechas señalan hacia Bocígano, pero una lo hace por la Era del Lizal y otra por el Corral de la Mesta.
La distancia es prácticamente la misma, pero no así el desnivel, siendo más suave esta segunda por la que continuamos. El camino llanea por el monte cubierto de jaras, sin atisbo de sombra y sin nada que se interponga en el horizonte. De nuevo nos encontramos por la carretera. Al otro lado se ven los postes ya familiares.
Después de cruzar una alambrada por una incómoda puerta donde lo más fácil es hacerse un mal arañazo con los oxidados alambres de espinos, avistamos Bocígano. Tras un breve descenso de cara al pueblo, el camino gira a la derecha y pierde altura, primero suavemente y luego sin pudor, hasta desembocar en la pradera por la que pasamos a la ida. Ya solo resta desandar el camino conocido hasta Bocígano, con baño en las pozas del Berbellido, si la temperatura del día lo permite y aconseja.
Ficha técnica
Comienzo: Bocígano
Tipo: circular
Distancia:11 km.
Desnivel:750 m.
Mapas: hoja 459-1 del IGN. 1:25 000.
Observaciones: en un futuro próximo, el parque natural procederá a mejorar la señalización y limpiar la senda.
Track: https://desni.in/bocigano