La idea original de los hermanos Iker y Eneko Pou en su viaje veraniego a los Alpes italianos de este año era abrir una nueva vía en el macizo del Mont Blanc junto a Hervé Barmasse. Haciendo tiempo a la espera de una climatología favorable, los Pou regresaron a Dolomitas, un año después de su celebrada ascensión de Pan aroma, dentro del proyecto The Hardest of the Alps. Esta vez han buscado pasar el tiempo más que escalar tapias de alta dificultad y se han hecho con tres clásicas dolomíticas en las Tre Cime di Lavaredo y la Marmolada.
Ötzi trifft Yeti (7a+, 340 m), Cima Piccola
En un día bastante feo, con viento e incluso algo de agua, Iker y Eneko Pou escalaron la Cima Piccola de las Tre Cime di Lavaredo a través de la vía Ötzi trifft Yeti (7a+, 340 m), “una vía fantástica, mantenida y con más exposición que su vecina Gelbe mauer, también de muchísima calidad, que ya escalamos el año pasado”, cuentan.
Los Pou se encontraron con una ruta “asegurada con algunos bolts y mucho clavo; es una de las rutas modernas más afamadas, tanto por su calidad como por su dureza, obra maestra de dos alpinistas clave en la última etapa de las Tre Cime, como son Christoph Hainz y Kurt Astner”.
Hasse Brandler (7a+, 550 m), Cima Grande
Pocos días más tarde, Iker y Eneko volvían a enfrentarse a la verticalidad dolomítica, ahora en la Cima Grande, con 200 metros más de vía que en su primera incursión. La elegida fue Hasse Brandler (7a+, 550 m), abierta en 1958 con un buen desplome de 150 metros y en cuyo currículum aparecen nombres tan importantes como Holzer y Maestri en la primera repetición, Kurt Albert en la primera en libre o Mauro Bole ‘Bubu’ en la primera en libre y a vista, entre otros. “Si todas y cada una de las ascensiones son muy meritorias, no os podéis imaginar lo que nos parece el ascenso en solo integral de Alex Huber, ya que el trazado es psicológicamente durísimo, con roca muy rota, muchas travesías, muchísimo desplome y mucho patio…”, se admiran los hermanos vitorianos.
Ellos, por su parte, cuentan que hicieron “una ascensión elegante en ocho horas y media, por la variante de salida más larga que la original, ya que esta se encontraba totalmente mojada, y totalmente a vista”. Según los Pou, Hasse Brandler es “una vía totalmente imprescindible si se cuenta con el suficiente nivel para acometerla con garantías”.
Attraverso il pesce (7b+, 1.220 m), Marmolada
Pero la guinda al triple pastel de escaladas en Dolomitas para los hermanos Pou llegó con una vía mítica de la cara sur de la Marmolada, Attraverso il pesce (7b+, 1.220 m). En sus propias palabras, fue “abierta por Koller y Sustr entre el 2 y el 4 de agosto de 1981, tiene 920 metros de desnivel -pocos menos que la vía The Nose al Capitán-, ¡1.220 metros de recorrido!, una dificultad de 7b+ (con varios largos de séptimo) y un solo expansivo en los casi mil metros de aventura vertical”.
Y si en la Hasse Brandler ya les impresionó el solo de Huber, qué decir del impresionante solo de Hansjörg Auer a esta vía: “probablemente el solo más importante de la era moderna”, no dudan en señalar. En cualquier caso, los Pou tienen el orgullo de haber podido encadenar a vista, algo nada despreciable en una línea de tanto recorrido.
En sus palabras, “la vía se divide en tres partes bien diferenciables: los primeros seis largos (unos 200 m) de peor roca y más clásicos, que discurren por un sistema de fisuras y diedros; los siguientes 16 largos (unos 400 m) de slabs con roca perfecta, donde se concentran las mayores dificultades con cinco largos de séptimo grado, y donde se encuentra el famoso agujero con forma de pez que da nombre a esta escalada. Esta parte finaliza en la gran repisa desde donde los slabs darán paso a 17 largos (unos 350 m) de chimeneas lúgubres y mojadas que nos llevan a la cumbre de la Punta Ombretta, y por consiguiente al edificio del reenvío del funicular, que se encuentra allí en mitad del glaciar de la Marmolada”.
Se levantaron a las tres y media de la madrugada con la idea de poder completar la ruta en el día. A las 12:30 del mediodía habían llegado al famoso Pesce, y a las cuatro y media de la tarde estaban en la gran repisa. Finalmente, hicieron cumbre con las últimas luces del día y mucho frío, a las nueve de la noche. Vivaquearon en “un cuartucho de hormigón del complejo del teleférico, con la puerta abierta”, para bajar al día siguiente.