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Roca
jueves, 15 marzo 2007 - 12:00 am
EXPLORANDO

Sobre turismo vertical

Antonio Gómez Bohórquez, Sevi, coautor junto a Jesús Gálvez del conocido Pilar del Cantábrico en el Naranjo, se sube a la tribuna para expresar su opinión sobre una preocupante, asegura, tendencia: vías ferratas y su efecto sobre la escalada y el montañismo.

Autor: Desnivel | No hay comentarios | Compartir:

Para la mayoría, Antonio Gómez Bohórquez Sevi, no necesita presentación. Para el resto, saber que fue el autor, junto a Jesús Gálvez, de una de las líneas míticas de la oeste del Naranjo de Bulnes, El Pilar del Cantábrico, bastará. Escalador de trayectoria (primera absoluta a La Esfige, en Perú, en 1985 con Onofre García), especialmente en la tapia, pide ahora turno de palabra, precisamente, desde la gran pared.

Desde dos, concretamente, el alicantino Ponoig y Tabernes de la Valldigna, tapias que han visto recientemente como dos vías ferratas eran equipada en sus muros. Para Sevi, se trata de una tendencia preocupante, turismo vertical, que además en estos casos se agrava porque, afirma, destruyen una línea tradicional ya existente (el Espolón de los ingleses del Ponoig), y en el segundo caso (Tabernes) ocupan un paño todavía virgen y por escalar.

La otra parte, al menos la que está detrás del equipamiento de tan polémica «escalera» en el Ponoig, ha contactado también con esta redacción para acotar el alcance de la misma, pues asegura que el Espolón de los ingleses sólo ha visto invadida su línea en la mitad del último largo (por estética y seguridad), y que es perfectamente posible escalar ambas vías, la de escalada y la de escalones, simultáneamente y sin estorbarse. Sólo hay proximidad en las reuniones.


 

«A propósito del turismo vertical»

Escribo la presente carta porque quería comunicar a los lectores de Desnivel algo que me viene preocupando desde hace un tiempo y que tiene que ver con la nueva tendencia del ferratismo que, por el abuso de sus equipaciones, afecta especialmente a la escalada y al montañismo en general. Paso entonces a desarrollar los motivos de mi «preocupación» esperando que lo que expongo brevemente sirva para un amplio debate entre los lectores e interesados.

El caso es que tenemos en la provincia de Alicante dos ejemplos recientes de esa tendencia, que voy a tomar como muestrario de mi argumentación. Se trata de la vía ferrata del Ponoig y la de Tabernes de la Valldigna. La primera, como sabemos, destruyó una ruta clásica de escalada. La segunda se instaló en roca vertical que nadie había escalado.

Sobre la vía ferrata del Ponoig sé que fue concebida, con finalidades turísticas, por obra y gracia del Ayuntamiento de Polop de la Marina. De traerla al mundo se encargó la empresa de trabajos verticales de un conocido escalador deportivo que, para evitar riesgos, colocó el engendro metálico en la ruta de escalada del Espolón de los ingleses.

Ignoro si los aperturistas británicos solicitarán a las autoridades culturales del reino de Su Graciosa Majestad que emprendan acciones legales, amparándose en los derechos morales de la propiedad intelectual de la ruta. ¿Las emprenderá también nuestro Ministerio de Cultura por tan execrable atentado contra el patrimonio nacional de rutas clásicas de escalada?

Paradójicamente menos doloroso que el alumbramiento anterior, aunque igual de arbitrario, fue el de la ferrata de Tabernes porque usó para su creación una zona rocosa virgen. Los criterios y nociones de los autores de esta segunda vía se intuyen en foros como los del sitio web piedrasobrepiedra.com. Aquí explican que vía ferrata «[…] es un itinerario deportivo situado en una pared rocosa vertical equipado con escalones, cadenas, presas artificiales, puentes u otros elementos de sujeción y que poseen, en todo su recorrido, un cable de acero (cable de seguridad) que permite asegurar nuestra progresión y detener posibles caídas.» Esta brillante explicación revela el nuevo concepto, ferratismo deportivo, que origina la tendencia sobre-equipadora que nos ocupa.

Progresando por la vía ferrata de Tabernes de la Valldigna. - Foto: Arturo J. GómezProgresando por la vía ferrata de Tabernes de la Valldigna. – Foto: Arturo J. Gómez

Conviene recordar el origen estratégico militar de las ferratas tradicionales. Procuraban evitar las zonas más verticales de las montañas, no contaban con cable de seguridad en todo el recorrido -sino donde era necesario- y aprovechaban los agarres rocosos de buen tamaño para subir. Por el contrario, en los dos «itinerarios deportivos» citados han colocado cómodos y coquetos peldaños metálicos a corta distancia donde se puede trepar utilizando buenos agarres naturales.

Ya conocemos las consecuencias de tendencias anteriores, como el uso indiscriminado del magnesio o el del parabolt, que suelen relacionarse con la deportivación de la escalada. En las paredes rocosas vemos hoy agarres naturales, donde cabe una mano entera, tapizados de magnesio. Y son muchas las rutas clásicas desvirtuadas con excesivos parabolts, cercanos entre sí, incluso junto a estupendas fisuras que permiten la colocación fácil de fisureros o friends. Al pensar en esto, y en los errores que he podido cometer y cometido como montañista, me parece fundamentado temer al desconocimiento, a la falta de criterios razonables, y a la libertad para decidir qué ruta previa desvirtuar impunemente o en qué lugar de la montaña se colocará una vía ferrata, ¿no es verdad?

En el resto de nuestra península encontramos ejemplos parecidos a los expuestos. Son indicadores de que el ferratismo deportivo tiende a invadir espacios dedicados hasta el momento a la escalada. Cabe imaginar entonces la montaña relegada a la categoría de parque temático para deleite de seudoaventureros, y para mayor beneficio de la industria y el comercio turístico. Así, cuando alguien menos cualificado sienta la necesidad de satisfacer su ansia de turismo vertical y adrenalina, con los medios adecuados a sus limitaciones, ¿tendrá libertad para mandar instalar algún tipo de ascensor en las paredes de las montañas?

A raíz de todo lo anterior surgen mis principales preguntas: ¿Son razonables mis temores? ¿Hasta dónde llegan mis privilegios de montañista para reequipar rutas ajenas o instalar vías ferratas sin el consenso de los demás? ¿Está amenazado el patrimonio de rutas clásicas de escalada? ¿Estudia la UIAA u otra entidad los posibles efectos de dicha tendencia ferratista por si fueran necesarias algunas recomendaciones o normas preventivas?

Con la esperanza de que podáis aclarar mis dudas y vuestros recursos ayuden a resolver lo que percibo como un problema, si lo fuera, me despido atentamente.

Sevi Bohórquez

 

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