“Nuestra capacidad humana de esforzarnos más allá del sufrimiento a través de la simple motivación y la voluntad de apretar los dientes ante un dolor penetrante no deja de sorprendente”. Con esta sugerente frase encabeza Sasha DiGiulian el post de su blog en el que relata su encadenamiento de Bellavista, la primera ascensión femenina de esta mítica vía de Alex Huber en la Cima Ovest de Lavaredo que realizó con Edu Marín como compañero de cordada. “El 12 de agosto he experimentado la máxima exposición a aventuras épicas”, sentencia ella misma antes de comenzar la narración.

De hecho, su conclusión es que “escalar Bellavista ha abierto una nueva puerta de posibilidades para mí. Edu me ha enseñado cómo usar un montón de nuevo material de big wall, me he dado cuenta de que la capacidad humana de sufrimiento no tiene límites y he cumplido un sueño de hace mucho tiempo”.
Inspirada por Messner
Sasha DiGiulian cuenta cómo fue Reinhold Messner quien le fijó el objetivo de escalar Bellavista, durante una cena en un sofisticado restaurante en Italia auspiciada por Adidas en diciembre de 2011. El legendario alpinista “puso a un lado la carta de vinos y sacó un bolígrafo de su bolsillo” para dibujar con entusiasmo la Cima Ovest de Lavaredo y marcar con estrellas una sección en el cuarto superior de la montaña con la palabra “techo”. Allí, trazó dos líneas: “un largo hacia la izquierda desde el techo es Bellavista, graduada de 8c, y uno yendo a la derecha es Pan Aroma, cotada de 8c/+”, señala la americana.
Preparación
Lo más difícil fue encontrar una fecha en el calendario para poder viajar a Dolomitas, y que además coincidiese con un periodo de buen tiempo en la zona. El año 2012 no pudo ser, pero por fin en 2013 llegó el momento. En principio, lo había planeado para junio, aunque la meteorología motivó un cambio de fechas para agosto, en las pocas semanas de que disponía después de participar (y vencer) en el Masters Psicobloc de Utah y antes de regresar a la universidad en New York.
La preparación mental también fue un elemento que Sasha DiGiulian tuvo mucho en cuenta: “También sabía que intentar estas vías (se refiere a Bellavista y Pan aroma) sería una tarea única para mí; ambas yuxtaponen dificultad física con técnica y elementos de exposición”, precisa. Además, no esconde que “he hecho muy pocas vías de varios largos, y escalar en Dolomitas es una hazaña en sí misma para la escalada de largos”.
Antes de enfrentarse a la imponente Cima Ovest de Lavaredo, Sasha y Edu realizaron la ascensión de un pico de 3.000 metros sin largos demasiado duros que les sirvió para tomar contacto con la exposición y la escalada tradicional. “Llegamos tarde a la cumbre, estaba realmente oscuro y era difícil encontrar un lugar para rapelar. Para cuando lo encontramos, rapelamos en medio de la oscuridad, y caminamos hasta el refugio, eran ya las 2.30 horas de la madrugada. Pensamos que esta sería la aventura más épica que podíamos tener”, dice.
Trabajo en la ruta
La escaladora americana explica que al día siguiente pusieron rumbo a la Cima Ovest y comenzaron el trabajo en Bellavista. Enlazaron sin problemas y en dos tiradas los cinco primeros largos, previos a las dificultades serias (7b, 6a+, 6a+, 7a y 7a+), en la primera jornada. El segundo día volvieron para intentar los dos una vez el sexto largo de 8c. Después, se tomaron un día de descanso y otro dedicado a la deportiva obligados por el mal tiempo.
“Después de intentar Bellavista dos días antes, estábamos más motivados que antes para volver a probarla. La vía es excitante. No es sólo bonita (¡se llama Bellavista!) sino también un desafío, expuesta y una aventura total”. Así describe Sasha DiGiulian el estado de ánimo antes de regresar a la pared por tercer día. Era el 11 de agosto y ambos intentaron de nuevo el largo clave del itinerario, que a Sasha le salió en su primer intento del día y a Edu en el segundo. Aprovecharon para seguir probando el largo siguiente, de 8a, que ella realizó al flash y él al segundo pegue. “Rapelamos hasta el suelo y estábamos increíblemente emocionados; Bellavista era ciertamente posible en nuestras mentes”, expresa la escaladora.
Encadenamiento
El 12 de agosto era el día escogido para intentar el encadenamiento de la línea completa. Esa jornada, “la roca estaba fría y húmeda; y sentía la escalada mucho más dura debido a la roca mojada. Sin embargo, mi mente estaba puesta en el final. Realmente quería continuar”.
Después de escalar con rapidez los largos inferiores, Edu le dio el primer tiento al largo duro, en el que resbaló por culpa de la roca mojada. El siguiente intento de Sasha acabó del mismo modo. “Yo todavía quería ir a por el encadenamiento; sabía que era posible”, afirma ella con determinación. Y así lo hizo: “Después de intentar otra vez el paso clave y encontrar un nuevo movimiento intermedio donde antes tenía que dar un salto medio ciego, bajé y descansé unos cinco minutos, entonces fui a por el encadenamiento sobre mojado”. Con más lucha que el día anterior, consiguió llegar a la reunión eufórica con la parte más dura de la vía hecha.
Edu se hizo un corte grande en el dedo que no le permitió escalar los dos largos duros (que ya había encadenado el día anterior), así que los subió a jumar dedicándose sólo a asegurar a Sasha, que escaló también el 8a sin dificultades. En ese momento, ya iban algo tarde para alcanzar en buen horario la cumbre situada a 2.973 metros. “Edu me avisó de que todavía quedaba un largo camino hasta la cumbre y que íbamos un poco tarde, pero inocentemente pensé que no sería un problema; sólo teníamos largos fáciles ante nosotros. Eran fáciles, pero todavía quedaban más de una docena de ellos…”, resume Sasha.
Escalaron lo más rápido posible, aunque las sorpresas no se habían acabado. A unos 60 metros de la cumbre se desató una tormenta y la lluvia les acompañó el resto del camino. “Escalando más despacio entre la tormenta, finalmente llegamos a la cumbre hacia las nueve de la noche”, recuerda Sasha, quien detalla que “estaba oscuro y era difícil ver a través de una enorme cantidad de nubes y de la lluvia torrencial”.
En esas condiciones, no encontraban el camino para iniciar el descenso. Entonces a Sasha se le ocurrió llamar a Alex Huber (aperturista de la vía) para preguntarle: “Nos dijo que era un camino difícil y peligroso y nos recomendó que durmiéramos en la cumbre… Estábamos muy mojados y fríos. De pie en medio del fuerte viento de la cumbre, pensamos que era una locura. Sobrevivir la noche allí en nuestras condiciones sonaba ya como una hazaña. Sin embargo, después de buscar durante otras dos horas la manera de bajar, nos dimos cuenta de que Alex tenía razón”. Así pues, esperaron hasta que comenzó a clarear, hacia las 5.30 de la mañana, para comenzar a descender hasta el regugio Auronzo y disfrutar de la merecida ducha de agua caliente.