
Un equipo de escaladores británicos (John Arran, Ana Arran, Miles Gibson y Ben Heason), rusos (Alex Klenov) y venezolanos (Iván Calderón y Alfredo Rangel) culminó el pasado 5 de abril la primera en libre de los 1.000 m del Salto del Ángel, el mayor desplome y la mayor cascada del mundo. Un muro que cuenta con varias aperturas, pero casi todas comienzan en el hombro de la izquierda, a mitad de la pared; sólo una surca toda el muro, la firmada por Adolfo Madinabeitia y Jesús Gálvez en marzo de 1990: Ruta directa (1.150 m, A4/6b).
Todas las tentativas de repetición habían acabado en fracaso, incluso John y Ana Arran e Ivan habían fallado sobre la línea dos veces. Y es que, aparte de los problemas que supone una apertura en esta pared, hay que añadir los derivados de la logística y el acceso. Primero un vuelo de dos horas en avioneta para llegar a un remoto pueblo indígena. Después, pasarse tres días en una canoa por el río Churrun. El esfuerzo está vez sí tuvo premio, que la cordada internacional ha bautizado como Rainbow Jambaia.
19 días… y 14 noches
El equipo tardó 19 días en completar la ruta, fijó los 400 primeros metros y, en el ataque definitivo, pasó 14 noches seguidas en la pared antes de salir hacia la cumbre llevando todo su equipo, alimento y agua con ellos. De los 31 largos la mitad se cotaron por encima del E6 británico, y nueve de E7, cinco de los cuales fueron superados a vista (groso modo, el E6 de la escala tradicional inglesa puede traducirse por un 7b/b+ francés y el E7 por 7c+, ambos muy expuestos). Ben recordaba «Las horas que pasé en uno de los largos de E7/6a fue una de las experiencias más terroríficas que he vivido. Tuve que concentrarme como nunca para poder echarme aquella tirada al saco de los encadenamientos». John, Ben y Miles encabezaron los largos más duros.
Hasta alcanzar la zona más desplomada, se escalaron varios largos bajo los «ataques» intermitentes de la cascada. La roca de poca calidad y la ausencia de buenas protecciones fueron los protagonistas de casi todos los largos, pero el equipo se aferró a su principio ético de no instalar expansiones para proteger secciones. Sólo se pusieron cinco espits en reuniones donde se emplazaron hamacas y dos clavijas en toda la ruta. Algunos de los largos más difíciles requirieron emplazar antes las protecciones y sanear algunos paños de roca.
¡Trastos fuera!
Desde la cumbre, antes de descender, empalmaron todas sus cuerdas y cintas, descolgaron el material todo lo posible y lo dejaron caer. Lo recuperaron después, justo en la vertical de la cumbre, a unos 60 m del pie de vía.
En cuanto al recorrido de la ruta, Ben Heason comenta que "la liberación resigue buena parte del trazado de Gálvez y Madinabeitia, exceptuando algunas variantes, sobre todo en la salida, que es totalmente diferente, así como la sección clave de la parte central. La diferencia entre el artificial y la escalada libre hace que en muchos largos se trazaran variantes".
Heason añade que "la escalada de Gálvez y Madinabeitia fue increíble, más si tenemos en cuenta que eran sólo dos y ellos se encargaban de todo el trabajo; me encantaría encontrármelos un día para tomar unas cervezas y charlar sobre la escalada".