Inuit (8b+) es una vía que está en el sombrío Risco de la Peseta, una característica y lisa placa norte que acumula más octavos de la Pedriza, como la emblemática Mater misericordia (primer 8a de la zona). Es además de las vías más repetidas en su grado, con una decena de ascensiones desde la primera realizada por Aitor Bárez en 2011. Cuenta Roser Giralt –catalana afincada en la sierra de Madrid desde hace unos quince años– que no es un risco que le llamara demasiado la atención: “Rechazaba ir por la cuesta, el frío, casi todas las vías son duras… Siendo madre de dos hijos y empresaria, es un risco que no sirve para conciliar muy bien”.
Sin embargo, este año –que ha cumplido 39 años– le surgió un proyecto de viajar en verano a Madagascar que le motivó para ponerse un poco las pilas, entrenar y probar vías más duras. Se apuntó a entrenar al rocódromo Sputnik, siguiendo por primera vez un entrenamiento en los veinte años que lleva escalando, y las ganancias empezaron a notarse. «Así que me puse a ir más a la Pedriza con la intención de probar alejes y resistencia».
Motivada por su pareja Talo Martín (gran especialista en escalada de adherencia, que ha llegado a desarrollar su propio método de enseñanza con Slabducation), fue a la Peseta con intención de probar la Vickie el vickingo (8b) pero sin embargo, una vez allí, aprovechó que unos amigos estaban intentando una vía dura para darle un pegue de segunda, de la que Roser no sabía ni el grado, con la única intención de probar sensaciones.
Ese día de principios de febrero ocurrió la magia: «La hice muy fácil, me paré solo una vez a mitad de vía a descansar los pies –como buena bloquera que soy– y luego hasta arriba. Al bajar veo las reacciones de los que estaban abajo y fue cuando me enteré que era un 8b+, así que, casi sin quererlo, empecé a entrar en un estado de fanatismo, de asumir lo que acababa de hacer, de creérmelo… Y así empezó mi proceso en Inuit».

Esa tarde no pudo intentarla más porque se le pasaba la hora de recoger las niñas al colegio, pero al siguiente día que subió ya consiguió al segundo pegue encadenar hasta la sexta chapa (después de haber pasado lo duro). Sin embargo, el proceso se prolongó más de lo previsto. La presión pesaba demasiado. Hasta la Inuit, Roser no había encadenado más de 7b en adherencia, su trayectoria ha estado más ligada al bloque (es coautora de la primera edición de la guía Pedriza Boulder 3470 con Talo), modalidad en la que ha encadenado hasta 7C, Pearl, que fue el primero femenino del grado en la Pedriza.
En el camino hacia el encadene, además de superar el autosabotaje al que le sometía su mente, tuvo que lidiar con otras trabas, como una yema rajada que tardó un par de semanas en curarse, la rotura de la suela de los pies de gato que tuvo que recauchutar (y como no conseguía tener buenas sensaciones con la goma nueva, volvió a pulirla). Y por supuesto seguir compaginando la dictadura del fanatismo con la crianza de sus dos hijas (8 y 12 años, también escaladoras) y con el mantenimiento de su empresa, que comparte con una socia (Planeta Dots, que se dedica a la costura sostenible, fabricando y reparando ropa, además de dar talleres en colegios, empresas…).
Como cuenta Roser, librarse de la culpabilidad de desatender sus responsabilidades familiares y laborales para ir a probar la vía fue también un importante trabajo mental para ella: «A mi socia, que no escala, tenía que explicarle que es que esto era muy importante». En todo momento además compartió el proceso de trabajo en esta vía con su gente, que andaba tan ansiosa como ella, sin quererlo aumentando la presión que sentía.
Por fin, casi un mes y medio después de empezar a probarla y a punto de tirar la toalla, llegó el mágico día del encadene, a mediados de marzo.

«Lo que más me ha gustado es el proceso desde aquel primer pegue que hice en top rope que se me hizo tan fácil, a luego los intentos que le he dado sin parar de temblar hasta poco a poco ir dominándola, con las secuencias ya memorizadas, sintiéndola sólida, respirando con calma el día del encadene… Fue un baile precioso», cuenta Roser.
Al preguntarle por la importancia del factor suerte en este tipo de encadenes en adherencia, la llamada “escalada de la fe”, Roser explica que «evidentemente hay un cúmulo de golpes de suerte que se tienen que alinear, de hecho yo el día del encadene estuve a punto de resbalarme, pero también entiendo que llevo ya muchos años ‘pisando’ la Pedriza, haciendo bloque, aprendiendo técnica… y sin duda todo eso también influye. No es solo el tiempo que le dediques y la suerte, no me voy a quitar ningún mérito».
Sobre lo que ha significado para ella este encadene, cuenta que: «sobre todo esta vía ha sido demostrarme a mí misma, y también a la comunidad de escalada, que se puede. Soy madre, mujer emprendedora… pero también puedo dedicarme a mí misma, invertir el tiempo en lo que quiero, y conseguir un fruto tan bonito como el que he tenido».
Sólo tienes que ir a repetirla para opinar sobre el grado Jozua. Un saludo
Algo raro esta pasando con los grados en la pedriza…