Pedro Bergua tiene 33 años, es de Huesca («tengo la suerte de residir aquí, con tantas escuelas de escalada tan a mano») y desde hace ocho años se dedica al entrenamiento-asesoramiento de escaladores y a la investigación en el campo del rendimiento enfocado a la escalada, «aunque lo he tenido que compaginar con otros trabajos, que los comienzos nunca son fáciles». Desde hace casi cinco años se dedica profesionalmente a esta actividad («sí, soy autónomo en este país, ¡qué locura!») además de dirigir la escuela de escalada del club de montaña Peña Guara.

Aplicándose sus propios métodos de entrenamiento, con una voracidad incansable por aprender y saber más acerca del mundo de la escalada, Pedro Bergua acaba de incorporarse al club de novenogradistas españoles. Lo ha hecho en la escuela en la que tuvo su primer contacto con este deporte, Vadiello, tras encadenar Supernowa 9a, vía con primera ascensión de Dani Moreno en 2009, a la que pronto seguirían las repeticiones de Danilo Pereyra, Dani Fuertes y Ramon Julián ese mismo año. Su atractivo ha llamado a otros escaladores desde entonces (Tino Lois y Pablo Ochoa en 2010; Said Belhaj en 2013), que siempre han coincidido en el grado propuesto por el aperturista.
Aprovechamos para charlar con Pedro y conocerle algo mejor en su doble faceta de escalador y entrenador.
¿Cuándo comenzaste a escalar y con quién?
Aunque tuve la enorme suerte de salir mucho al monte desde muy pequeño con mi familia, nunca me había llamado la atención la escalada hasta que nos llevaron a Vadiello en unas prácticas de una asignatura de Magisterio de Educación Física hace 13 años… y lo cierto es que me fascinó: el estar en ese entorno tan bonito, rodeado de buena gente y haciendo algo que a simple vista me parecía imposible (y es que hacer escalada de garbancillo con zapatillas es bien difícil, ¿eh? jejeje). Pero lo que me enganchó sobre todo fue que no era algo competitivo y que el resultado (o sea, que fueses capaz de subir o no) dependía sólo de ti, pues venía de practicar diez años un deporte colectivo donde muchas veces tu esfuerzo no servía de gran cosa (algo que me provocaba numerosas frustraciones). Casi en paralelo conocí a mi actual pareja, Cristina (sí, ya me conoció así, jajaja), y con ella y muchos amigos que la vida me regaló y a los que tengo un gran cariño (Jesús, Rober, Lolo, Cuco, Marco, Jose, Víctor, Manolo y muchos otros…) sobreviví a los inicios y me dejé absorber por este mundillo en torno al cual comenzó a girar todo… Y hasta hoy (y por muchos años más, espero).
«Al principio era como una enfermedad, algo compulsivo, frenético»
¿Cómo ha ido evolucionando tu relación con la escalada a lo largo de todos estos años?
Al principio era como una enfermedad, algo compulsivo, frenético. Sólo pensaba en escalar y escalar… Veía movimientos por todas partes, pensaba cómo subirme a un edificio, monumento, etc. Así que cuando iba a la roca… ¡imagínate qué campo de juego! Sacábamos rato de donde fuese (que tampoco podían ser muchos, al estar estudiando), y el objetivo era hacer el mayor número de vías que se pudiese, hasta la falta de luz o la “rotura de motores”, lo que llegase antes… De repente, me vi sobre un escenario infinito, viviendo en el epicentro de la deportiva, donde las posibilidades nunca se agotarían. No podía pedir más. Sólo deseaba mejorar cada día para poder subirme por esas líneas que admiraba desde mis sextitos: “Ojalá algún día pueda subirme por ahí”, pensaba siempre. El estar estudiando ciencias del deporte supuso una gran ayuda para poder investigar sobre el tema. Intentaba leer todo cuanto caía en mis manos sobre escalada y/o de entrenamiento en general para aplicarlo a la escalada. Ahora, viéndolo en perspectiva, creo que la relación en el fondo siempre ha sido la misma, pues siempre he tratado de mejorar en lo que hacía y, al mismo tiempo, intentar saber más acerca de cómo hacerlo del mejor modo. Y es lo que sigo haciendo: estoy desarrollando mi tesis sobre la valoración de los factores de rendimiento en escalada y aprovecho estos resultados para planificar del mejor modo mis entrenos y los de la gente a quien entreno-asesoro. He conseguido crear un círculo que se retroalimenta.
«A veces pienso que es un error meter todo en el mismo saco: la profesión, la pasión…»
¿Por qué decidiste hacerte entrenador?
Hace unos años podría haber contestado “porque quiero pasar hambre y así perder peso y poder encadenar vías más duras”, ¡¡jajaja!! En serio, a veces pienso que es un error meter todo en el mismo saco: la profesión, la pasión… pues puede perder parte de su encanto (todos los días macarrones, al final…). Pero todo depende de cómo lo enfoques. Para mí, es una suerte poder rodearme de personas que desean recorrer el mismo camino “vertical” que yo. Y pienso que, habiendo empezado desde cero, o desde el sótano más bien (sin cualidades, vaya), he pasado por lo mismo que están pasando ellos; y les puedo ayudar aún más, pues he tropezado con las piedras con las que puedo evitar que tropiecen… La verdad es que este entorno hace que se cree una sinergia muy positiva, pues con muchos de ellos escalo habitualmente y compartimos algo más que sólo las evaluaciones y la planificación de los contenidos del entrenamiento. Al mismo tiempo, también lo veo como un medio para un fin: aportar algo más al conocimiento actual que se tiene sobre la mejora del rendimiento en escalada. Para eso, estar en contacto con el mundo escalador es fundamental, desde mi punto de vista. También es una forma honrada de ganarse la vida dando uso a cuanto he estudiado (que siempre está bien, sobre todo en estos tiempos).
«Ayudar a quien lo desee a conseguir sus objetivos en el ámbito de la escalada»
¿En qué consiste tu actividad como entrenador de escalada?
Básicamente se trata de ayudar a quien lo desee a conseguir sus objetivos en el ámbito de la escalada, sea en la modalidad que sea, aunque son cosas distintas y los factores de rendimiento varían en cierto modo. Pero en el fondo todo es escalar y la comprensión de lo que se precisa para mejorar en cada cosa se simplifica. He tenido la suerte de compartir parte del camino con escaladores especialistas en búlder, dry-tooling, tapias y sobre todo deportivos, y eso te abre miras y aprendes un montón.
Lo que hago, resumiéndolo bastante, es evaluar inicialmente al escalador con una serie de pruebas físicas (determinando su estado físico de forma objetiva en cuanto a varios factores de rendimiento se refiere) y con lo que me cuenta a través de un cuestionario (me informan de su historial deportivo, de cómo han entrenado, de las cargas con que han trabajado…), haciéndome así una idea de qué cosas se deben mejorar. En definitiva, se trata de establecer un punto de partida y, desde allí, unos objetivos hacia los que dirigirse, que normalmente se concretan en tareas específicas tendentes a la mejora de los aspectos en los que más se falla (puntos débiles), ya que este es el camino más rápido hacia la evolución deportiva. Los objetivos de resultado los establecemos como una parte de ese camino, no como el objetivo último, es decir, las vías concretas serán los medios para conseguir la mejora, no los fines en sí mismos. El resto consiste en ir realizando evaluaciones periódicas para observar el grado de adaptación a las cargas de los entrenamientos y la consecución de los objetivos citados, adaptando el plan cuando es necesario en función de esto. Lo que sí obligo es a un compromiso mínimo de seis meses con el entrenamiento, para poder asegurar un período razonable en el que poder alcanzar una adaptación-mejora que permita decidir si merece la pena seguir o no.
«El entorno, el ambiente, tus actitudes, pensamientos y acciones consecuentes son lo que determinan quien eres»
En tu opinión, ¿un escalador nace o se hace?
Pienso que el hábito puede a la genética, indudablemente. El entorno, el ambiente, tus actitudes, pensamientos y acciones consecuentes son lo que determinan quien eres. ¿Cuánta gente tiene predisposición genética para desarrollar enfermedades y no lo hace… y cuánta gente las desarrolla sin tener esa predisposición de serie? Extrapolando esto a la escalada, creo que cualquier persona dotada para esta actividad (o cualquier otra) que no trabaje para desarrollar sus aptitudes, estará lejos de destacar al nivel potencial al que podría llegar. En el otro lado de la balanza tenemos a la mayoría de la población, quienes (como yo mismo) no tienen unas dotes especiales para escalar pero que a base de trabajo bien hecho y constancia, pueden llegar a desarrollar sus escasas habilidades hasta un punto que de otro modo no hubiese sido posible.
«Nunca me he considerado como una persona con grandes cualidades para escalar»
Hablando sobre ti, ¿cómo te definirías como escalador?
En la línea de la anterior respuesta, nunca me he considerado como una persona con grandes cualidades para escalar. Estuve muchos años navegando en los sextos y los séptimos antes de ver la cadena de mi primer ocho, algo que dice mucho sobre mis cualidades (en contra de lo que algunos puedan pensar). La progresión que he llevado desde entonces responde sólo a un trabajo bien hecho y a mantener la misma actitud de siempre: mejorar aspectos que se den peor e ir potenciando aquellos en los que tengo alguna “ventaja” o ya he desarrollado más. Sin duda los estudios y la investigación que estoy desarrollando actualmente han supuesto un punto de inflexión importante en mi trayectoria, pues he podido comprender la preparación de la escalada desde otro enfoque y es lo que estoy aplicando ahora. Y, bueno, parece que funciona.
«Una apuesta muy fuerte por vivir un sueño en la que tuve que creer mucho en mí para no abandonar»
¿Cuál ha sido tu evolución hasta llegar al noveno grado? ¿Qué importancia le das a los grados?
Como he comentado, estuve bastantes años haciendo sextos y séptimos “bajos”, y volviendo a empezar en numerosas ocasiones (desde el Vº, claro… ¡Gracias, Cristina, por hacerme siempre el reenganche!), consecuencia de las numerosas lesiones que tuve en los dedos durante los primeros años, fruto de la orientación del entrenamiento que llevaba entonces, donde no respetaba el tiempo de adaptación necesario que requieren los tejidos blandos (otra prueba más de mi escasa aptitud para este deporte). En 2008 hice mi primer ocho, en Vadiello, y desde entonces he tenido muy pocas lesiones (creo que en los dedos sólo una sobrecarga…) y sólo breves parones sin demasiada importancia, lo que me ha permitido evolucionar a buen ritmo gracias sobre todo a haberme procurado el modo de vida (o sea, organizando a tope mi entorno personal y profesional) para poder tener una dedicación máxima a la escalada, procurándome así el tiempo necesario para entrenar y escalar. En realidad, fue una apuesta muy fuerte por vivir un sueño (muchos sacrificios, muchos madrugones para poder llegar a todo) y tuve que creer mucho en mí para no abandonar toda esta historia muchas veces.
«Los grados, en la deportiva, tienen toda y ninguna importancia para mí»
Los grados, en la deportiva, tienen toda y ninguna importancia para mí. Toda en el sentido de que son la prueba final de la evolución, pero sólo en parte y tomando esta afirmación con la prudencia de saber que al final es sólo la opinión de otros escaladores basada en apreciaciones subjetivas sobre el esfuerzo y la dificultad de las vías, así que también hay que concederles el rango de ninguna importancia, pues esa apreciación a veces puede estar viciada. Lo que verdaderamente importa es el camino que te lleva a escalar las líneas que quieres hacer y quedarte con la evolución que este mismo viaje te permite, independientemente de que el apellido de la vía (el grado) sea uno u otro. Al final, un escalador no es mejor ni peor por haber hecho un grado X, sino que es el conjunto de las vías que ha escalado, su trayectoria es lo importante, su evolución. Al margen del grado que cada uno intente, lo que debe primar siempre es el respeto por el entorno y las personas que compartimos ratos y esfuerzos en las piedras. Lo demás es una anécdota.
«Tendría que «mutar» para poder pasar por allí algún día, pues sencillamente no podía ni hacer los pasos sueltos…»
Supernowa ha sido tu primer 9a, ¿cuándo decidiste ir a por ella y cuánto tiempo te ha costado hasta llegar encadenarla?
A finales de la primavera de 2010 estaba yendo bastante por la caverna (Vadiello), cuando encadené Napal Death 8b. Al tener a los amigos probando otras vías allí, seguí yendo y decidí intentar Nowa 8c, simplemente por verle los pasos y como objetivo a muy largo plazo (para mí el 8c era cosa de otros). Sorprendentemente, al tercer día de probar (pues los dos primeros estaba mojada y había más de 30ºC) hice “cumbre” sacando todos los movimientos y me motivé mucho para darle algún día más a ganarle el ritmo. En dos días más estaba cayendo en el dinámico al bidedo (donde veía caer a todos los que la probaban entonces), así que me dije: “¡pues si estás ahí!”. Probé unos cuantos días más, pasando bien por el bidedo y me obsesioné con la vía. De repente el 8c era accesible, algo impensable para mí. Fui hasta tres días buscando temperatura a las 6 de la mañana para probarla (¡gracias, Héctor!), pero nada (demasiada auto-presión…). Dejé pasar el verano y en otoño, de nuevo en forma, pude hacerla. La tenía tan machacada (pues invertí unos 50 intentos en ella en total) que me animé a probar su extensión (Powerade 8c/+), que hice en tres días más. En pleno subidón aún me asomé a la placa a ver cómo era eso (que es la extensión a Powerade que conforma SuperNowa, el 9a), pero allí la cosa cambiaba… Tendría que «mutar» para poder pasar por allí algún día, pues sencillamente no podía ni hacer los pasos sueltos, como para hacerlos con un 8c/+ en los antebrazos.
Desde entonces, fui probando esa parte final de forma muy esporádica y no fue hasta la tanda del otoño pasado cuando me vi bien allí. Encadené SuperNapal, que es la variante del 8b desde el que puedes acceder al final de SuperNowa y comencé a probar en serio el 9a. Tras diez o doce días entre noviembre y principios de diciembre y siete caídas pasada la última cinta, se me empezó a hacer duro mentalmente, sobre todo por la condición que tenía que haber y que no encontraba fácilmente entonces. Tuve que dejar de probarla un tiempo, pues me accidenté un pie y no podía ni si quiera calzarme el pie de gato. Así que, tras casi dos meses en los que intenté no perder mucho la forma, vuelta a ponerse a punto y en cuatro días de cogerle un poco el ritmo, se dieron las condiciones (buen momento de forma, fresquito y buena energía al otro lado de la cuerda) y pude hacerla.
«Lo que más me costó al final: llegar con la suficiente fuerza para hacer los pasos finales»
¿Cómo describirías la línea? ¿Qué es lo que más te ha costado en ella?
SuperNowa se puede dividir en tres partes. La primera es Nowa, un 8c de secciones que debes dominar para tener alguna posibilidad de afrontar todo lo siguiente, que es lo duro en realidad. La segunda parte iría desde el último reposo bueno que hay en la vía (una rodilla tensa bajo el final de Nowa) hasta la extensión que equipó Dani por la placa, y que consiste en una travesía ascendente por planos que debes pillar con algo de fresco para poder quedarte de ellos hasta llegar a unas regletas sobre el bombo final de Napal (que cruzas). Y la tercera y última parte (que es lo que le da la dificultad a la vía) se inicia allí, sin reposo, con un búlder de cuatro pasos en desplome para meterte en una placa con presas pequeñas y lejanas. Allí hay que escalar preciso y llevar la fuerza suficiente para conectarlo todo; personalmente a mí es lo que más me costó al final, el llegar con la suficiente fuerza para hacer los pasos finales, concretamente ocho caídas en la última cinta y tres cambios de método.
«Sólo tuve que concentrarme en escalar fluido y a ritmo… ¡y premio!»
¿Cómo fue el día del encadenamiento? ¿Fue una sorpresa encadenar o lo esperabas?
Me fue muy útil el día anterior, cuando tuve la octava caída pasada la última cinta, ya que llegué hasta allí sin esperarlo, luchando a tope desde los primeros movimientos y con una condición no muy buena (¡bien de humedad!). El objetivo esos dos días era pillarle el ritmo a la parte final viniendo desde abajo, así que no sabía si darle otro o guardar la piel para el día siguiente, pues había visto que yendo cansado desde abajo y con mala condición había estado a punto de hacerla… Así que me guardé, y acerté.
Ese día, el del encadene, las condiciones eran perfectas: fresco pero sin frío, viento, buena compañía… y llevaba mucha confianza en poder hacerla. Sabía que estaba en un buen momento de forma . De hecho, estaba más fuerte que nunca según el último test que me había hecho hacía unos pocos días, aunque todavía no estaba en el peso de “competición”, lo cual eran buenas noticias pues había margen todavía si no salía ese día, por lo que iba tranquilo; además, los amigos tenían proyectos que querían probar allí, así que tampoco me faltarían compis. Al empezar la vía, las sensaciones eran buenísimas, sobre todo al compararlas con las del día anterior. Así que sólo tuve que concentrarme en escalar fluido y a ritmo… ¡y premio!
¿La elegiste como tu primer 9a o ya habías probado otras?
No he probado más nueves. Este ha sido el primero. En realidad, era un proyecto a largo plazo, que empezó en 2010 con Nowa y ha acabado ahora, con SuperNowa. La caverna es el sector con vías de dificultad que pilla más cerca de casa, así que a nivel de “logística” es el más fácil para acometer algo tan difícil para mí y que me iba a llevar tanto tiempo.