Por Jesús Ibarz, Edu Recio y Julieta Montoya

«Pandemia» nueva vía en la pared de Jebel Misht, Omán

En marzo de 2020, mientras por aquí empezábamos a estar confinados, Jesús Ibarz, Edu Recio y Julieta Montoya se encontraban en Omán, cumpliendo su sueño de abrir una nueva vía en la enorme pared Sur de Jebel Misht a la que han llamado, cómo no, “Jayihat (pandemia)”, de 1270 m y 7b/+ de dificultad máxima. Nos lo cuentan en este artículo todos los detalles.

Julieta abriendo L7 de "Pandemia", Omán
Julieta abriendo L7 de «Pandemia», Omán
Edu Recio | No hay comentarios |

Omán es el país más montañoso de la Península Arábiga, situado al Sureste. La cordillera Al Hayar cubre gran parte del norte del país, con elevaciones que superan los 3000 m, en las que se han excavado miles de barrancos que constituyen, a pesar de sus escasas precipitaciones, el vestigio de una cordillera que gozó de un clima mucho más lluvioso cientos de años atrás.


Al Hayar se muestra como un Pirineo árido y desolado, prácticamente virgen, donde oasis y palmerales se encuentran al borde de ríos y barrancos. El clima es desértico y muy caluroso, esto hace que gran parte de sus tesoros aún permanezcan intactos al ser humano, esperando a aquellos valientes que quieran enfrentarse a elevadas temperaturas, largas aproximaciones, aislamiento, falta de operativos de rescate y todo tipo de arácnidos, escorpiones y serpientes.

De todas las paredes del país, destaca con diferencia la gran pared sur del Jebel Misht, que con unos 1200 m se alza imponente como un mundo mineral, lejos aún de agotar sus infinitas posibilidades de aperturas y aventura. El Jebel Misht es la gran pared de caliza de la península, sin ningún tipo de duda “El Capitán” de Arabia.

Omán: paraíso o infierno

El contraste del país es increíble, puedes pasear por Muscat y percibir que estás en un país de un nivel económico similar a Suiza y, al salir hacia las montañas, en una hora de viaje entrar en el más absoluto desierto montañoso. En Muscat, la capital, se puede encontrar de todo: tiendas de campaña, hornillos, centros comerciales, etc… Pero no hay nada relacionado con el material de escalada a pesar de ser un país en auge respecto a los deportes de montaña. La cultura es árabe y la religión es una versión menos ortodoxa del Islam, que es más razonable, moderna y abierta en ciertos temas que en los países de alrededor.

Llegamos a Omán en Febrero, las temperaturas ya rondaban los 30º y tras hacer una gran compra en Muscat, pusimos rumbo al corazón del Al Hayar para encontrarnos con el Capitán del desierto.

Nuestro alojamiento fue en tienda de campaña, situada en una explanada inmensa a los pies del gigante, con unas pocas acacias, que son las únicas sombras que ofrece la naturaleza en ese paisaje desértico.

Campo Base Jebel Misht, Omán
Campo Base Jebel Misht, Omán

Infinitas posibilidades

Al llegar la vista es impresionante, las posibilidades y las líneas son infinitas, un universo de roca donde perderse se antoja muy fácil. Cualquier pequeña fisura vista desde el campo base, sería una enorme chimenea o un gran diedro una vez en el terreno.

Lo que es un paraíso de escalada y soledad en mitad del desierto, se transforma en un infierno a las horas centrales del día. La radiación en el campo base y en la pared hace que sea un lugar idóneo para coger un cáncer de piel.

Crema solar, revisar los sacos y zapatillas por los escorpiones, descansar a la sombra, beber agua y espantar a los camellos que se acercan, se convierte en la tónica diaria mientras estudiamos nuestro objetivo con unos prismáticos desde el campo base. La aproximación la pared es de algo más de 2 horas, por un terreno escarpado sin camino y entre gigantescos bloques. Estudiar la pared desde el campo base es una cosa, pero desafiar al gigante, es otra cosa muy diferente.

Aun estando acostumbrados a las grandes paredes, es imposible no impresionarse por el Jebel Misht. Su forma de montaña piramidal, con más de 1000 m de pared y varios kilómetros de largo intimida. El Misht es comparable a montañas como el Cervino o el Capitán, pero en mitad del desierto. La información de las vías abiertas en el Misht es escasa. Hay una guía poco actualizada, con información antigua y algún topo en Internet, todos ellos escasos y poco precisos.

La primera vía de la pared fue abierta por una expedición de más de 20 miembros franceses y tardaron algo más de 20 días. Aún sigue en mitad de su recorrido una caja de madera que usaron para llevar a la pared víveres durante su apertura; esta vía es el French Pilar (1200 m, 6b+) y está considerada la vía más fácil de la pared sureste.

Se puede escalar en el día pero siempre será recomendable comenzar de noche para que dé tiempo a terminar. En la parte superior de la pared hay un vivac donde se puede dormir para hacerla en 2 días. La vía es preciosa y no muy mantenida.

Escalando en libre

Empezamos a abrir la vía, a las dos de la mañana estábamos camino a la pared. Tras 2 largos fáciles y de buena roca, se llega a la faja de entrada del French Pilar a unos 100m del suelo. El primer día pudimos abrir los 2 primeros largos sobre la vira, la temperatura subió en la pared hasta superar los 30º.

En el primer largo, la roca es una caliza amarilla y de canto romo, hace que Jesús tenga que sacar lo mejor de él escalando por una fisura vertical de 6c+/7a muy técnica, con bloques de roca peligrosos a los lados. Sesenta metros después llegamos a una vira estrecha.

Justo encima teníamos un desplome amarillo que continúa hacia un diedro de roca gris, así que con la misma decisión, Jesús sigue escalando hacia el desplome. -Eso no parece nada fácil- le digo, mientras avanza concentrado con la seguridad de que conseguiremos subir escalando en libre ese desplome. Ese es el auténtico juego de la escalada para nosotros: abrir siempre que sea posible una vía que se pueda escalar en libre, sin usar el artificial. La escalada es un deporte de compañerismo, donde lo bonito es disfrutar de esas sensaciones. En esta ocasión, la sensación de sentirte minúsculo, en medio de un universo de roca, bruto y salvaje.

Ese día fijamos unos 120 m de cuerda. No teníamos más que unos 300 m y luego la posibilidad de usar las 2 cuerdas de 8 mm de escalar para fijar algún largo más. Sabíamos que no las teníamos todas con nosotros, hacía mucho calor, no llevamos hamaca, y queríamos seguir una línea muy directa a la cumbre, por lo más vertical de la pared. Bajamos extenuados de nuevo al CB, cada bajada resultó ser diferente por ese laberinto de barrancos y bloques.

Durante la apertura de “Jayihat (pandemia)”, L3
Durante la apertura de “Jayihat (pandemia)”, L3

No toda la roca… es lo que parece

Las jornadas se alargaban mucho, salíamos de la tienda a las tres de la madrugada y volvíamos muy entrada la noche; un día de subir, escalar y bajar: suponía 2 días descanso; el calor, la pendiente hasta llegar y la escalada, nos dejaban hechos polvo.

Había que escalar muy concentrado, ya no toda la roca es lo que parece. Al principio, parecía que toda la roca es atómica, ya que en general la calidad es excepcional, pero los colores de la roca del desierto nos despistan y encontramos también muchas zonas de roca mala.

Seguimos escalando por unos diedros, cargados con las pesadas mochilas hasta llegar a la cima de lo que llamamos “el pirulo”, una estrecha aguja donde montamos reunión. El ambiente es aterrador, nos sentimos muy pequeños, sólo podemos fijar las cuerdas de 8 mm de escalar y no hemos llegado ni a media pared. Es una escalada recia, de mucha tensión y la moral se viene un poco abajo. Con el último largo del día, nos situamos justo debajo del gran techo y fijamos todas las cuerdas que tenemos, y empezamos a rapelar. Todavía nos faltan muchos metros de pared.

Dos días en la pared

El día del ataque final, vivaqueamos en el pie de la pared para, al día siguiente, madrugar y jumarear hasta el techo. Abrimos 2 largos más, pasando el gran techo por un punto flaco a la derecha. Después seguimos por una placa de séptimo grado ya a más de 500 metros del suelo. La roca es muy pinchuda y jugarte esos péndulos estresa más de la cuenta.

El siguiente largo también es tenso, todo lo que nos parecía fácil de lejos, acaba siendo difícil, un diedro amarillo y desplomado que nos ataca más la moral que los brazos. Crisis. Escalamos un tramo de roca muy rota, descartando cientos de cantos para evitar tirarnos bloques entre nosotros.

Empiezan las sugerencias de abandonar antes de que sea tarde, ya que no avanzamos al ritmo deseado. Repetimos el mantra de “todo va bien” en cada reunión, que se convierte en un ritual que nos ayuda a pensar que lo conseguiremos y que todo está correctamente… aceptable.

Escalamos dos largos más, estirando la cuerda y lo más rápido que podemos, con la intención de llegar a la vira superior, donde queremos vivaquear, pero aún está muy lejos. Hacia las siete, ya con el anochecer, llegamos a la repisa, donde pensábamos que podríamos dormir.

La repisa no es tan buena como parecía. Buscamos de un lado a otro, pero ningún sitio parece ni medio cómodo para pasar la noche. Por suerte, después de destrepar 30 metros, encontramos el cómodo vivac para el French pilar, donde incluso podemos hacer una buena hoguera.

Esa noche dormimos extenuados, apenas veíamos lo que nos quedaba por encima, pero el paisaje era increíble y en ese rincón del mundo nos sentíamos libres, salvajes, ajenos a la civilización. Sólo existía el Misht.

En French Pilar, durante la apertura de "Pandemia", Omán
En French Pilar, durante la apertura de «Pandemia», Omán

“Humor Amarillo”

Al día siguiente, en nuestro mundo vertical comienza a escasear el agua y las fuerzas. Al salir el sol, vemos que queda mucha más pared de lo que pensamos para llegar a la cumbre, es enorme, deben de ser casi cuatrocientos metros más, un laberinto de posibilidades, ¿cuál será la buena?

Nos la jugamos, nos prometemos que si no avanzamos rápido nos bajamos y luchamos por salir de allí como sea. Mandamos en punta a Jesús. Conseguimos abrir unos 100 m en 1 hora, la cosa promete. Escalamos largo tras largo a toda velocidad. Nada resulta fácil, y el pesado petate se sigue en cada largo. No podemos seguir así, tardamos más en desengancharlo y hacerlo subir que en escalar el largo. Edu decide escalar con el petate a la espalda, parece un concursante de “Humor amarillo”. -¡No puedo ni subir los pies!- dice, mientras escala como puede.

Lo fácil se hace durísimo, el calor sigue apretando y escalamos tan rápido como podemos sin saber si el siguiente largo será factible o nos llevará a un callejón sin salida. Estamos en un punto de no retorno, solo podíamos salir por arriba.

L10, durante la apertura de "Pandemia" en Jebel Misht, Omán
L10, durante la apertura de «Pandemia» en Jebel Misht, Omán

Lo imposible se hizo posible

Alá dio su visto bueno, y de pronto estábamos escalando una sucesión de largos más sencillos, espectaculares, con roca muy buena y sólida. Avanzamos motivados otra vez y más rápidamente. De fondo se oyen las mezquitas llamar a sus fieles a lo lejos mientras vamos ganando metro a metro, con mucho sudor y alguna que otra lágrima. Al final del día por fin llegamos a cumbre.

A nuestros pies se ve el desierto, frente a nosotros la cordillera de Al Hayar, aunque todavía nos queda un largo descenso. Lo imposible se hizo posible. Una nueva línea en el Jebel Misht, dura, guapa y con más de mil metros. Una línea valiente y una experiencia inolvidable, con grandes amigos.

Edu, Jesús y Julieta en la cumbre del Misht, tras abrir "Pandemia"
Edu, Jesús y Julieta en la cumbre del Misht, tras abrir «Pandemia»

Y Alá declaró la Pandemia…. En mitad del desierto éramos muy felices. Ajenos a que mientras escalábamos el mundo era apresado por una terrible pandemia y la gente se resguardaba en sus casas. Algo que grabaremos en la memoria, mientras un virus amenazaba la humanidad, los escaladores hasta el último momento gozamos de la libertad que nos confiere nuestra pasión.

Otras dos vías en Wadi Nakhar

A una hora al sur desde el Jebel Misht se encuentra el cañón del Wadi Nakhar. Se trata de un paradisíaco lugar que entre las palmeras de su lecho esconde innumerables paredes de unos 100 m de largo con una calidad excelente. Hay algunas vías en el Wadi Nakhar, no obstante este cañón de unos 5 km tiene posibilidades para la escalada deportiva y de largos. Con las dos orientaciones dentro del cañón, hacen que se pueda escalar en un margen u otro.

El Wadi Nakhar es un lugar cómodo y de fácil acceso, está prácticamente virgen y cuenta con mucha roca y paredes de todo tipo. La calidad en general es buena, con muchas placas, fisuras y algunos techos.

Wadi Nakhar. Edu Recio.

Abrimos dos vías: Todo va bien (6c) y Sangre de Nakhar (7a+), dos vías cortas y cómodas con un acceso de 10 min, donde cada largo es muy bueno. Perfectas para combinar con otros días de escalada en las zonas cercanas.

Edu Recio y Jesús Ibarz son guías titulados de montaña, escalada y barranquismo en Huesca, en la Sierra de Guara (Alquezar, Rodellar…) y los Pirineos, donde realizan la mayoría de sus actividades y cursos de formación para deportistas. También ejercen como equipadores de vías escalada y haciendo trabajos de instalaciones en el medio natural.

El resto de su tiempo libre lo dedican a la montaña y a escalar por el mundo. El año pasado ganaron el Premio Juanjo Garra a la mejor actividad de alpinismo extraeuropeo, por la Apertura de Bihana 1500 m (6c+) al Langdung, junto a Pablo Ruiz.

Jesús y Edu trabajan en la empresa Rumbo Aventura Guías de montaña; Julieta, que también es guía de escalada, trabaja en Rodellar Aventura.


 

 

 

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