Los sueños son materia esencialmente literaria, de evocaciones poéticas por excelencia y objeto de estudio para psicólogos y terapeutas de todo tipo. Lo onírico atrae por su misterio y el romanticismo que lo envuelve. ‘Sueño’ es una palabra que se ha llegado a identificar con ‘objetivo’. Pero no un objetivo cualquiera, sino un objetivo en mayúsculas, que implica motivación, ilusión y un enorme deseo por conseguirlo.
Seguramente en todo eso debían estar pensando los hermanos extremeños Javi Cano y Juanjo Cano cuando iniciaron su proyecto como cazadores de sueños, del que ya han escrito dos capítulos este verano. Juanjo Cano es un escalador pionero en Extremadura, donde en su momento se reveló ante los 250 km que lo separaban de las paredes de caliza más próximas (Vellón y Patones) y empezó a escalar vías largas. Su hermano menor, Javi Cano, es una de las más firmes promesas de la escalada deportiva de nuestro país, con presencia en las finales de las competiciones nacionales de dificultad y una más que digna competencia en búlder, clásica, artificial y que incluso ha hecho sus pinitos en el hielo. Además, es una persona comprometida, que contribuye supervisando el entrenamiento de los exitosos miembros extremeños del equipo español de paraescalada.
Juanjo, como siempre cuando se trata de nuevos proyectos e ideas de escaladas, fue el primero en ‘soñar’. Se le ocurrió que “ahora que estábamos en forma, les había llegado el turno a estas dos vías que siempre habíamos tenido ganas de escalar”, cuenta él mismo. De hecho, su mayor sueño consistía en intentar repetir la vía Sueños de invierno, una de las más exigentes del Naranjo de Bulnes y que cuenta con contadas repeticiones. “Con esa idea en mente”, señala Juanjo Cano, “decidimos aprovechar e ir a entrenar a la Sueño del navegante, que era una de las pocas que nos quedan por hacer en la Peña del Águila”.
El sueño del navegante
Y fue así como el 26 de julio se plantaban los dos en Galayos para enfrentarse al primero de sus sueños sobre el granito perfecto de la Peña del Águila. Juanjo Cano escribe sobre este pico en blog que “la verticalidad de la Peña del Águila siempre me ha parecido sorprendente y las fisuras que rasgan su liso terminado, un lujo para cualquier escalador que se precie. No son muchas las cordadas que repiten sus líneas o que se atreven incluso a posar sus ojos en ellas, pero a cambio, los que lo hacen, reciben el vértigo y la sensación de vacío y eso que los escaladores denominamos ‘patio’, palpando la mejor calidad de granito que puedas encontrar en cualquier lugar de nuestra geografía”
Además, describe la vía con todo lujo de detalles:
“El primer largo (30 m) es el más asequible y se puede forzar en libre (7b), trampear o hacerlo con los pedales (A2), de cualquier forma es el más sencillo de todos, tiene 4 spits colocados.
“El L2 (40 m), es un largo trabajoso, que comienza por el L2 de la Vía de la Luna, de la que coge unos 15 metros (A1+). Posteriormente, y más pronto que tarde, nos pasaremos a la derecha a coger una fisura ascendente que nos enfilará hasta debajo de un pequeño diedro desplomado. Para pasarnos a la fisura, tenemos un plomo viejo que nos permitirá enfilarla y situarnos; de aquí a la reunión, muchos metros más arriba, trabajo y paciencia.
“El L3 (30 m), tiene un comienzo picante, con cosas ínfimas colocadas, en concreto un rups, un Rp y un plomo, unos pocos metros que quitan el aliento, hasta que se puede meter algún clavo y darte un respiro por unos metros; más arriba se repite la tensión en otros pasos complicados, para llegar a la reunión saliendo en libre por una pequeña placa hasta los dos seguros de la R3.
“El L4 (20 m) es sencillo, bordeamos la gorra por la izquierda y subimos a montar reunión en los dos cáncamos de la cima (V).”
Sueños de invierno
Con este bagaje en la mochila, Javi y Juanjo Cano se alían con el alicantino Iñaki Casillas para desplazarse el 30 de julio hasta los pies del Naranjo de Bulnes, en Picos de Europa, con la intención de intentar repetir la mítica Sueños de invierno. De 540 metros de recorrido y una dificultad de A4+, 6a, fue abierta por los murcianos José Luis García Gallego y Miguel Ángel Díaz Vives en invierno de 1983, tras una permanencia en pared de 69 días, que constituye un récord vigente todavía hoy en día.
El 1 de agosto por la tarde, después de subir desde Arenas ayudados por mulas para portear el material, ya fijaban el L1. Sin ninguna prisa, esperaron al día siguiente para fijar el L2, y todavía al otro para hacer lo propio con el L3 e izar hasta allí un petate y las hamacas.
El miércoles 3 de agosto iniciaban el ataque a la vía propiamente dicho, inmersos en unas condiciones meteorológicas poco favorables. Ese mismo día, montaban su primer campamento de hamacas en R4. Según describe Juanjo Cano en su blog, “el L5 nos costó todo el día siguiente; fue difícil encontrar el recorrido y nuestra reseña no ayudaba en ello, pues el croquis de Silvia Vidal marcaba un plomo por el que no discurría la vía y nos llevó a confusión sobre el trazado, dando como resultado un rodeo enorme a la derecha para volver a coger la ruta muchos metros más arriba y terminar la sección a últimas horas de la tarde”.
La niebla, el frío y el clásico orbayu de la zona hacían que su permanencia en la pared fuera de todo menos confortable. Tiritando de frío a pesar de los plumas, volvieron a dormirse en el campo de hamacas de R4. “A la mañana siguiente”, continúa narrando Juanjo, “asestamos, entre nubes, la estocada a los largos difíciles de la vía, llegando hasta la R7 y remontando el campo hasta allí; fue una verdadera emoción coger los buriles antiguos de esta reunión, pues suponía el verdadero escollo psicológico, lo más difícil estaba hecho y la ruta estaba en el bolsillo. O eso creíamos”.
Arrecia el vendaval
Durante esa tercera noche en pared, las hamacas fueron duramente batidas por un vendaval que no dejó pegar ojo a los tres escaladores. Además, la temperatura experimentó un importante descenso esa mañana, en la que subir los petates significó mayor esfuerzo que escalar los largos hasta la repisa de Rocasolano (R9). “Una vez allí, decidimos dejarlos e intentar salir en el día, cosa que hubiésemos conseguido a altas horas de la noche (nos quedaba más de lo que pensábamos) si no llega a ser por la tormenta que nos sorprendió largo y medio más arriba y que nos obligó a replegar alas y volver a Rocasolano a enrocarnos hasta que amainase, por lo que nuestro cuarto vivac fue allí”, cuenta Juanjo en el blog.
El quinto día de escalada fue el definitivo. Sin madrugar demasiado, se pusieron en marcha: “Remontamos los largos fijados el día anterior y nos afanamos en buscar el camino correcto a la cima, intentado desvelar el trazao original y lógico de la ruta de los murcianos. Con calma e intuición fuimos encontrando restos del paso a alguna cordada, allá por donde intuíamos que iría la vía, clavaderos, un par de clavos oxidados, un par de puentes de roca con cordino semi-podridos, en fin, indicios del paso de alguna cordada por allí. De pronto, tras un par de largos que combinaban libre (6a) y artificial fácil (A2), la arista cimera estaba a tiro de piedra, y la cumbre dos palmos más arriba. A las cuatro de la tarde estábamos en ella”.
Izaron el material hasta la cima y descendieron después por la sur.
¿Más sueños?
De momento, parece que los hermanos Cano no tienen fijados otros objetivos con la palabra ‘sueño’ en el nombre. De todos modos, sus sueños ahora pasan por continuar abriendo el camino de la escalada extremeña: “Este verano tenemos el proyecto de escalar cosas duras que no hayan hecho nunca otros escaladores de Extremadura: después de Sueños de invierno, queremos ir a hacer una gran vía en los Alpes, como el Espolón Walker de las Grandes Jorasses, al que he ido tres veces y nunca he podido subir por mal tiempo; y después Javi intentará encadenar el primer 8c de escalada deportiva para un extremeño”.
De momento, pues, los cazadores de sueños se toman un respiro. ¿Acabarán seducidos por nuevos sueños en el futuro? ¿Qué otros sueños existen?…