EN UNA MISMA TEMPORADA (DICIEMBRE 2018 A JUNIO 2019)

Los “catorce” de Javi Guzmán: récord de octavos pedriceros

No parece una actividad excesivamente puntera, teniendo en cuenta las cosechas de novenos que vemos casi a diario, pero quien haya escalado en La Pedriza sabe que allí los octavos son cuanto menos particulares. En este relato en primera persona el guía de montaña madrileño Javi Guzmán va desgranando sus encadenes, octavo tras octavo, con los aprendizajes que le ha aportado cada uno, que es de lo que va el juego.

Javi Guzmán en 7. Artherencia (8b), El Hueso, La Pedriza
Javi Guzmán en 7. Artherencia (8b), El Hueso, La Pedriza
Javi Guzmán | 1 comentario |

Tras un par de años de incesantes viajes y actividades dispersas por el mundo, me apeteció disfrutar más de lo que tengo en frente de casa, y más en concreto, me entró el gusanillo por explorar mi límite en el peculiar estilo de escalada que ofrece La Pedriza.

Me veo motorizado por una incontrolable motivación que viaja mucho más allá del simple deseo por conquistar pequeños muros de apariencia inaccesible, pues se me antojan sueños en forma de grandes e imposibles paredes de granito.

Por suerte, hace tiempo aprendí que lo difícil se hace, y lo imposible se intenta, hasta que pasa simplemente a convertirse en algo difícil, y por tanto realizable. Eso sí, a precio de esfuerzo y constancia. En otras palabras: la idea de adquirir un alto nivel en escalada para luego transferirlo a las grandes montañas es lo que me proporciona el auténtico empuje.

Hace ya tiempo que observaba con un respeto casi intimidante muchas de las vías más difíciles de La Pedriza, y consideré que ya iba siendo hora de mirar todas estas vías más bien desde arriba. Este es mi deseo aquí.

La difícil ecuación de encontrar buenas condiciones

En La Pedriza es preciso disponer de unas condiciones lo más perfectas posibles a la hora de proyectarse en escalar una vía dura con pretensiones de encadenar. Por eso es importante tener claro el objetivo, e ir a por él sin titubear cuando se abren estas ventanas de atípicas condiciones.

Supuestamente, como mejor se agarra la goma del pie de gato al granito es a una temperatura de entre 0 y 5ºC. Esto se puede dar fácilmente en una cara norte a la que no le toca el sol. Pero, por desgracia, la mayoría de las vías de la Pedriza se encuentran ubicadas en orientaciones sur, lo que hace aún más difícil encontrarlas en buenas condiciones. Los días nublados se convierten en algo imprescindible, lo malo es que las nubes cargan con potenciales lluvias, y si llueve, la pared pasa a ser una pista de patinaje. A esto aún habría que añadirle que una humedad en el ambiente relativamente alta actúa en contra de la adherencia de la goma del pie de gato y de la piel de los dedos.

Por lo general, aquí se escala de una manera precaria, sobre equilibrios que a veces casi parecen desafiar las leyes de la física, con apoyos ridículos para las manos, aguantando un incesante ardor en los gemelos de las piernas que va in crescendo, y a esto sumándole la tensión que originan las pocas ganas de sufrir una caída por distintos motivos; los vuelos habitualmente son largos y generalmente no demasiado limpios, ya que los pasos difíciles suelen ser obligados (con el seguro bajo los pies), y las chapas además suelen estar lejos.

Muchas de las veces haces movimientos en los que la certeza no se manifiesta, pues es imposible saber al 100% o incluso al 50% si resbalarás o no. Por eso le llaman “la escalada de fe”.

Estudiando los horarios

Para mi primer octavo de la temporada pedricera 2018-19, elegí la vía “Alexia de Galaxia”. Un estético y delicado espolón romo ubicado en el margen izquierdo del Risco de la Peseta. Esta joya, equipada por Talo, aún no contaba con nadie que la hubiese escalado en sus dos versiones.

Ya que aunque la vía hubiera sido equipada en su origen para escalarse por el lado izquierdo, se habían encontrado secuencias para poder hacerla de una manera más sencilla (versión 7c+), montándose por la placa de la derecha y volviendo a la línea un par de veces consecutivas.

Así es como casi todo el mundo que ha encadenado esta vía la tiene hecha. Sin embargo, por las durezas que conlleva escalarla únicamente por el filo, solamente habían pasado unas tres personas, proponiendo grados de hasta 8b. El mismo equipador de la línea no pudo hacerse con esta versión. Yo hace años la había hecho en su versión fácil, y me quedó pendiente volver a por la dura. De modo que para allá que fui.

En el primer pegue que le di me costó horrores llegar a la reunión, y hubo secuencias que ni siquiera pude sacar. La segunda vez ya pude sacar todos los pasos de una manera más sólida e incluso la hice con una caída.

Si la escalaba demasiado temprano, la humedad del rocío de por la mañana le afectaba malamente a la roca, pero sin embargo, pasadas las 12:30 del mediodía aproximadamente, el calor hacía que la vía perdiera el tacto y comenzaba a patinar por todos lados.

Finalmente al cuarto día y noveno pegue en total pude hacerme con ella. Me pareció sin lugar a dudas un buen 8b. La fe en los pies había sido recuperada.

Una detrás de otra

Lograr la primera vía dura de la temporada me motivó para ir a por la siguiente. Quise ganar más referencias de manera inmediata para poder graduar con buen criterio y aproveché el primer día que dieron nublado para ir con Rubén al sector Tora Bora a por la vía “Hermanos malasombra” (8b).

Una placa de 25 metros con una entrada muy vertical de micro regletas netas para seguir por un muro más tumbado y delicado de pies, que transcurre en su último tercio por una sección más sencilla pero con alejes de hasta 4 metros.

Años atrás, me había metido en tope en esta vía y me fui con la sensación de necesitar varias vidas para poder hacerla. Pese a que no hacían las mejores condiciones de temperatura y humedad, en un par de pegues la pude descifrar bastante bien y sentir un franco optimismo en cuanto a encadenar esta vía en muy pocos pegues (5 en total).

Fui a por la siguiente: “Kan Kongo directa” (8a+), de nuevo en el Risco de la Peseta; una de las vías peor equipadas de la Pedriza. Entra común con “Inuit”, y luego transcurre por un par de desplomes con una sección a bloque en cada uno.

Chapar el quinto seguro da miedo, tiene un aleje absurdo en mitad de un paso y con una caída que podría empotrarte bajo el primer desplome, jugándote un buen golpe entre las tibias y la cabeza. Por suerte la hice al tercer pegue y no llegué a comprobarlo.

Caras norte: otro estilo

Y como dicen que en la variedad está la diversión, subí andando una horita hasta en tres ocasiones para hacerme en 8 pegues con la “Pa lolos” (8a).

La exigencia de esta vía no reside únicamente en el grado, pues pertenece a la sombría cara norte del Castillo, que se encuentra a unos 1500 metros de altitud y exige escalar bien abrigado, soportando el gélido viento del invierno y apenas sintiendo las yemas de los dedos.

Apartada de las vías comerciales, está completa línea la podríamos fragmentar en tres tercios de escalada de continuidad desplomada y de canto, con un grado cercano al 7b+ y un final a bloque, explosivo, de fuerza y precisión, que eleva la dificultad a 8a duro.

Javi Guzmán en 4. Pa lolos (8a), El Castillo, Pedriza

Aprovechando las nubes

Si sale un día nublado se debe ir religiosamente a cara sur, que pocas oportunidades se dan. Esta vez fijo el objetivo en el conocido Risco del Reloj, con la vía “Sambarilux” (8a+). Por suerte, aquel día estaba con compañeros que me pudieron contar un poco de qué manera hacían ellos las secuencias duras.

Al probarla, me sorprendió lo física que era esta vía, pese a que fuera un muro vertical. Mezclando a su vez un estilo de regletas pequeñas y muy pequeñas aunque netas, con una precisión milimétrica de pies. Esta vía de continuidad, con las primeras cuatro chapas muy duras, hizo que me exprimiera al máximo para poder encadenarla en el día. Para mí será uno de los tres mejores 8a+ de La Pedriza, sin duda.

Después del largo pegue de reconocimiento y de haber caído varias veces tras pasar encadenando casi todo lo duro, me había reventado 4 yemas, y tenía los dedos ensangrentados y sin piel.

Pero ahí estaba la vía, con las cintas puestas, los movimientos perfectamente asimilados en el cuerpo e introducidos en la cabeza, y con las condiciones perfectas. No sabía cuándo volvería a presentarse la oportunidad de otro día nublado en el que pudiese subir aquí. Si me iba sin encadenar, al menos que no fuese por no haber agotado hasta el último de los cartuchos.

Llegaba el final del día, y ya estaba tan cansado y ensangrentado, que cuando Sergio me vio vendándome los dedos para darle un último pegue, no daba crédito. “Si la encadenas ahora te hago un busto de bronce”, me dijo. “Ve encargándolo” respondí.

Y viendo venir que pasaría lo inevitable, lo más improbable se convirtió en la realidad. Encadené. No por ser buen escalador, ni por ser súper técnico, ni estar muy fuerte. Sino por ser constante, luchador, y por no dejarme sumergir en la fácil idea de abandonar. A veces, luchar aún sin opciones es justo lo que marca la diferencia.

Aterrizaje en un árbol

Hasta que me propongo el siguiente proyecto pasa un tiempo. Pues entre curro, viajes y concentraciones con el Equipo Nacional, he andado escalando mucho fuera.

Ya de vuelta en casa, me proponen batir el actual récord de octavos por temporada en La Pedriza, que según me informan, estaba en 10 en total. Me pareció una buena iniciativa a nivel personal para obligarme a encadenar máximo número de vías de dificultad en un periodo de tiempo relativamente corto.

No solo me interesa hacer vías exigentes, además me gustaría hacerlas lo más variadas posibles. De modo que, como vía exótica se me ocurrió la “Barbosa Crack” 8a+ del Muro del Pirata. Una curiosa y estética vía que comienza por una fisura roma para luego salir por un canalizo que premia la técnica.

En el primer pegue que le di a vista, resbalé llegando a la cuarta chapa y la caída me llevó a parar en el tronco cortado del árbol que se encuentra detrás. Me pegué un buen golpe en el coxis y mi compañero Angelete se asustó bastante.

Aun así, no me hice demasiado daño. Me remonté por la cuerda y terminé de mirar la vía. En los pegues siguientes pasaba por la sección de la cuarta chapa con un poco de pánico hasta que chapaba el seguro que me quitaba la posible caída al árbol.

La fisura es cóncava y precisa, de guantes de fisura y buen tejemaneje de pies para no dejar demasiada carga en los empotramientos, pues podrían escurrir sin previo aviso (como me pasó en el pegue a vista). Al final esta vía me llevó 7 pegues.

Javi Guzmán en “Barbosa Crack” (8a+), Muro del Pirata, La Pedriza.

Contra todo pronóstico

Tras 10 días haciendo alpinismo en Pirineos, estaba motivado para ir a por la séptia vía. Este día todo fue muy extraño. Cambiamos los planes a última hora porque de repente, ya en el parking de Cantocochino, se nubló el cielo y decidimos aprovechar para ir al Hueso y darle a la “Artherencia” (8b).

Mientras nos preparábamos para salir, me encontré en el parking con el fotógrafo que llevaba tiempo intentando quedar, le pregunté dónde tenía pensado ir y me contestó que a echar fotos al Hueso. Lo sentí como una señal, ¡hoy es el día!

Tras matizar la vía y fijarle la cuerda al fotógrafo, se puso a llover. No con fuerza, pero sí casi como hacerme perder la ilusión. Ya que estábamos allí, y el fotógrafo se encontraba colgado de la cuerda a unos 20 metros, me metí en la vía para quitarme de encima el tema de las fotos. Qué sorpresa me llevé cuando, pese a la llovizna, únicamente me caigo una vez…

Al rato, ya descansado, pero con un constante chispeo, me ato a la cuerda, me quito el chubasquero, y me dispongo a hacer lo imposible. Desde aquí puedo ver al mismísimo Rana metido en un 7b+ del Gálvez. Estaba blasfemando por la lluvia y desmontando la vía ante la imposibilidad de escalar con estas condiciones. Yo, sin embargo no me dejo influir y digo: “Lo que tenga que ser será. Si me caigo no será por no haberlo dado todo”.

Comencé a escalar la multicolor placa de continuidad. Cuando llego a lo duro, siento como el pie más precario de la vía se queda inmóvil, y paso desapercibido por la precaria sección de la quinta y sexta chapa. Noto humedad en las manos pero, tal y como me había prometido, voy fiándome al 100% de los pies que elijo.

Me sorprendo de estar pasando por ahí sin resbalones. Cerca de la cadena voy apretando con todas mis fuerzas hasta la más mínima de las regletas para prevenir el resbalón de un pie. Hago un esfuerzo por mantener a raya las pulsaciones en los últimos movimientos, a sabiendas de que nunca se puede dar nada por encadenado hasta que has chapado la reunión, y menos en una placa de adherencia.

Increíble pero cierto. No lo concebía. En un total de 6 pegues me había hecho con esta mítica, mágica, y admirada vía de cuento de hadas. Una prueba más de que con el poder de nuestra actitud podemos lograr cosas increíbles y contra todo pronóstico.

Javi Guzmán en “Artherencia” (8b), El Hueso, La Pedriza.

La mejor versión

Y por qué no meternos en la segunda placa más dura de la pedriza. Nada se pierde por probar. De hecho, todavía no se me ha resistido ninguna vía de las que haya probado aquí.

Pues vamos de nuevo a La Peseta. Esta vez a por la “Inuit” (8b+), cuyas 4 primeras chapas son un auténtico infierno que exige flexibilidad, decisión, velocidad, coordinación, precisión nanométrica, fuerza… y todo eso en las 4 primeras chapas.

La mayoría de los pies son medio decentes el primer segundo, a partir de ahí se te empiezan a hacer malos, y al pasar la frontera de los dos segundos, el pie caduca la mayoría de las veces. Para la segunda parte, lo que la vía requiere es de sangre fría y calma. Ya solo será 7b, pero los nervios juegan en tu contra.

El primer día que me meto en ella, me voy a casa sin haber podido enlazar ni dos movimientos seguidos. Me parece una brutalidad y, de no ser porque me he visto muchas veces en la misma situación, habría pasado a hacer otra cosa.

El segundo día ya consigo ir de chapa en chapa, sintiendo que me quedo un poco mejor en cada pie. Al cuarto día, tras hacerme dedales de esparadrapo en cuatro yemas reventadas y sangrantes por apretar tantas veces los insignificantes cantitos, caerme con la cuerda en la mano chapando la cuarta por un fallo de la aseguradora que me dejó a medio metro del suelo, y con el estrés de ver cómo se iba mi última oportunidad porque empezaban a subir las temperaturas a partir del día siguiente, conseguí concentrar todas mis capacidades y convertirme por cinco minutos en mi mejor versión, dando uno de los mejores pegues que he dado nunca a una vía. 15 pegues fueron en total los que hicieron falta para transformarme en el escalador que necesitaba ser para lograr encadenar esta vía.

Javi Guzmán en “Inuit” (8b+), La Peseta, La Pedriza

Y a completar catorce…

En los siguientes meses pude seguir engrosando la lista hasta llegar a los 14 octavos, sumando “Saratoga” (8a) en la Muralla del Kumbaya, “Kan Kongo II” (8a+, en La Peseta (y aquí concluyendo el último octavo que me quedaba en este risco y convirtiéndome en el primer encadenador de todos los octavos de La Peseta), “Orquídea Salvaje” (8a) en la Peña del Reloj y “Edad de Pierda (8a+) en la Quinta Buitrera.

Ya estábamos en mayo, se acercaba una época más calurosa y jugaba contra reloj para poder rascar mis últimas tentativas antes de que las pocas condiciones que iban quedando desaparecieran del todo.

No me quedó más remedio que recurrir a cotas más altas, orientaciones norte, y a una de las zonas más frescas de la pedriza, La Raja, donde sumé “Sombra de oro 8a/+” en mayo y “Pollitas Felices 8a” en junio.

Javi Guzmán en «Pollitas Felices” (8a), La Raja, La Pedriza

Cada vía tenía su propio carácter, y por consecuencia, me veía en una particular lucha de la que salía con nuevas lecciones aprendidas y más conocimiento. Solo una vez aprendido todo lo que la vía tiene que enseñarte es cuando eres apto para encadenar. Entonces es cuando vas en busca de nuevas lecciones a nuevos proyectos. Es así como yo veo la escalada.

Digamos que la entrega de la suela de plata por la Orden Del Tumbao, podría marcar el final de la temporada. La celebración tuvo lugar en junio, y asistí invitado como nominado al prestigioso reconocimiento por la temporada. Fue un acto muy divertido y me fui muy agradecido a casa por todas las molestias que se tomó la ODT.

Al final la escalada es un juego. Cada uno participa en la medida que le apetece y con las reglas que se quiere imponer.

En mi caso, me propuse el juego que aquí he contado, y me divertí mucho con ello, aparte de todos los momentos que pasé con buenos amigos y de todas las emociones que se guardaron en mi interior. Esto es lo que me parece verdaderamente más importante.

Javi Guzmán, tras sus catorce octavos predriceros

Listado de “los catorce” octavos pedriceros de Javi Guzmán:

  1. Alexia de Galaxia directa (8b) Risco de la Peseta (12-12-2018)
  2. Hermanos Malasombra (8b), Risco Tora Bora (21-12 -2018)
  3. Kan Kongo directa (8a+), Risco de la Peseta (28-12-2018)
  4. Pa lolos (8a), El Castillo (9-1-2019)
  5. Sambarilux (8a+), Risco del Reloj (18-1-2019)
  6. Barbosa Crack (8a+), Muro del Pirata (16-2-2019)
  7. Artherencia (8b), El Hueso (31-3-2019)
  8. “Inuit” (8b+), Risco de la Peseta (13-4-2019)
  9. “Saratoga” (8a) Muralla del Kumbaya (21-4-2019)
  10. “Kan Kongo II (8a+), La Peseta (26-4-2019)
  11. “Orquídea Salvaje” (8a), Peña del Reloj (8-5-2019)
  12. “Edad de Pierda” (8a+), Quinta Buitrera (10-5-2019)
  13. “Sombra de oro” (8a/+), La Raja (29-5-2019)
  14. “Pollitas Felices” (8a), La Raja (7-6-2019)

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