
1986. Un asilvestrado lugar conocido como La Fuixarda, en el corazón de la Ciudad Condal, sirve de refugio para cuatro gatos apasionados de la escalada clásica. Se reúnen siempre que pueden a los pies del Castillo de Montjuic. La zona, una antigua cantera de donde se extraía el material para la construcción de la Catedral y del Puerto de Barcelona, esta a punto de sufrir una reconversión radical. Ha llegado, Manuel Sánchez, más conocido como El Heavy”.

“Convencí a Alberto Marcos (Director de Top30) para que me enviase unas presas pues había descubierto una palestra inmejorable para la escalada, y en plena ciudad”, recuerda Manuel, equipador fundamental de La Fuixarda durante 15 años. “Berto me envió una caja con cien presas y yo digerí mi primera vía, un 6b para el que pronto hubo colas”. El éxito de aquella primera apertura fue el punto de partida de un rocódromo urbano que atrae cada día a más de 200 escaladores y que ya cuenta con 150 líneas y más de 9.000 presas. “Desde aquel día no han dejado de venir escaladores, ni Berto de enviar presas”. Sería a raíz de 1992, cuando las Olimpiadas llegaron a Barcelona, que se acondicionó la zona, aunque La Fuixarda aún permanecía deshabitada, llena de maleza. “Era el lugar perfecto para los que no podíamos escalar fuera los fines de semana. Nos buscábamos una pared o un bordillo por cualquier parte, para practicar algo de búlder si era posible”, asegura El Heavy, que prosigue contando, casi añorando, los tiempos en que la guardia urbana los desalojaba del Parque Güell o del Teatro Grec. “Éramos hombres araña que no concordábamos con el espíritu de la ciudad”. Así, peregrinando por la urbe, buscando un muro al que asirse, descubrieron La Fuixarda, una escuela en la que actualmente se puede escalar las 24 horas del día, los 365 días del año y gratis, “que es lo mejor”.
Allí, en un “microclima de la escalada deportiva, con roca natural, techo, fisura y mucha variedad”, se han criado algunos de los mejores escaladores nacionales como Edu Marín, Silvia Vidal o Gerard Rull, e incluso Edurne Pasabán se pone a punto antes de sus expediciones, por ello, y tras varios años de negociación, la Federació d´Entitats Excursionistas de Catalunya, el Ayuntamiento, la Diputación y el Centro Gestor del Parque de Montjuïc reconocían en 2004 a La Fuixarda como zona de escalada, aportando una subvención anual para el reequipamiento de sus itinerarios. De esta manera se acabó con la escalada clandestina que venía funcionando desde hacía dos décadas.
Volúmenes y guardia urbana
“Ha sido mucho tiempo equipando por la noche y marchándome cuando salía el sol”, El Heavy dixit. “Esquivar a la guardia urbana a partir de las 22 horas, cuando hacían menos rondas. Esconder el taladro. Me terminé convirtiendo casi en un vampiro, siempre colgado boca abajo y marchándome a casa al amanecer”. Y es que Barcelona, más allá de la leyenda, cuenta con un vampiro real, de 80 kilos y con chasis de acero inoxidable. Un macro-volumen creado en su totalidad por Manuel Sánchez que domina el paisaje fanático de la escuela y que se ha convertido tanto en el símbolo de la zona como en el logo del Club de Escalada La Fuixarda, creado para bregar contra los organismos que durante años han querido clausurar el mayor rocódromo urbano de Europa. “Llegaron a poner cemento pensando tanto en los desprendimientos como en que así nos obligarían a buscar otro lugar. Pero cuando lo vimos solo pudimos pensar una cosa: Pedazo de rocódromo que nos acaban de montar”. Y así, El Heavy y muchos más continuaron con su labor altruista en pos de fomentar la pasión por la escalada deportiva en Barcelona, lo que han logrado con creces: “Vayas a la hora que vayas siempre encuentras gente. He llegado a equipar a las cinco de la mañana y me he encontrado a tipos sacando las cuerdas dispuestos a comenzar una vía”.
En este original lugar de recogimiento –y esparcimiento– para escaladores predomina el grado medio-bajo. “A veces es un problema. Al estar en medio de la ciudad, se acerca mucha gente que no sabe muy bien lo que hace, que no se da cuenta de que esto es un deporte peligroso”, afirma Manuel Sánchez antes de recordar que ya ha habido un par de víctimas de la adrenalina en la escuela. Pero los “lolos” también tienen mucha materia de estudio en La Fuixarda, hasta el 8c+. “Dios existe y vive aquí en La Fuixarda”, llega a proclamar El Heavy, autor de un trabajo impagable en la escuela, habiendo abierto el grueso de las vías que allí se estiran. Han sido muchas jornadas de estraperlo, de curiosas historias a la luz de la luna, de pasión a pesar de la humedad, la nieve y hasta un gaitero que prefería escuchar su sonido rebotando en los muros de cemento. El espíritu pirata de La Fuxi y sus volúmenes con forma de calabazas y lagartos, esperan cada día a sus fieles. Y por suerte, seguirá esperando.
Reportaje completo y croquis en Escalar nº 60.