Bien es cierto que es complicado vivir de la escalada. Algunos como Alex Honnold, joven americano con raíces en Sacramento, parece que no gana ni para cuerdas. Pero él ha encontrado un sistema idóneo que suple su carencia, escalar en solo integral grandes paredes turbadoras. Ya lo probaba con éxito este abril cuando resolvía, en poco más de 83 minutos, Moonlight Buttress (350 metros en el Parque Nacional de Zion, en Utah), en solo integral y superando tiradas de hasta 7b+, aunque Honnold ya se había ganado una estupenda reputación en dicho estilo gracias a sus experiencias desatadas en el Valle de Yosemite, destacando su ascensión de Astroman (6c+ y 300 metros).
Este septiembre, con coraje y un óptimo entrenamiento mental, Honnold ponía sus atrevidos ojillos en la Regular de la cara noroeste del Half Dome, un itinerario que se estira a través de 23 largos e incluye pasos de 7a+. Técnicamente más sencilla que la Moonlight y menos mantenida, la ruta lo compensa con el doble de metros de recorrido. «Se va haciendo dura hacia el final; siempre es una escalada incierta», reconoce el americano. «Es menos segura que Moonlight Butress y se me ha hecho mucho más compleja». Honnold ha escalado hasta cuatro veces la ruta en los últimos años, aunque solo una en libre. Una postrera ascensión, también free, junto a Brad Barlage antes del solo le parecía suficiente para acometer toda la línea cargado únicamente con el magnesio, una botella de agua y los pies de gato.
Conviene recordar que la Regular fue el primer grado VI escalado en los Estados Unidos, lo que ocurría en 1957 de la mano de una cordada de altura: Royal Robbins, Mike Sherrick y Jerry Gallwas establecían sus más de 20 tiradas cotadas como 5.9 (V+) y A1 (7a+ para su variante liberada). Por allí también pasaba, en 1999, uno de los grandes velocistas de la roca, Hans Florine, quien acompañado por Jim Herson establecía el récord de velocidad de la ruta, con un crono de una hora, 53 minutos y 25 segundos. Precedentes que otorgan a los 1.444 metros que se levantan altivos sobre el Valle de Yosemite, con su granito compacto y sus paredes de plata, historia y encanto, algo que Honnold no podía simplemente obviar.
La ascensión empezaba pasadas las ocho de la mañana, tras un madrugón y muchos pensamientos (sombríos unos y soberbios otros) cruzando por la imperturbable mente de Honnold. Dos horas y cincuenta minutos después culminaba con éxito su osadía, tras embarcarse en algunas secciones por él desconocidas. «Ha sido solo un paso más, otro camino hacia el aprendizaje», Honnold dixit.