Según relata Pelut, la idea fue de Jaume Clotet “Paca”, otro artificiero de largo recorrido con quien vuelve a coincidir después de muchos años, que le hizo una oferta irresistible: “Vía Alopecia lunar, en la Pared de Aragón, hace 25 años de su apertura y no tiene repetición, y toda la parte de arriba está sin abrir. Un proyectazo, llevo más de 12 años detrás de esta escalada y si no voy contigo ya no voy a ir”. La vía fue abierta por José Revelles y Aníbal Ortiz en mayo de 1996.
El mismo Pelut nos relata su festival de muerte-destrucción:
«Con una invitación así, ¿quién se puede negar? Una rápida reunión en un parking de un centro comercial debido a la situación actual de alarma que hace que actuemos como narcos, la única diferencia es que nosotros traficamos con información de vías privilegiadas… Así que hecha la oferta ya no hay marcha atrás, solo pido una condición: que la escalada sea en estilo cápsula de principio a fin. Estas son para mí las escaladas más auténticas y destructivas, sin treguas, sin pausas,todo a una carta tomando decisiones y adaptándonos a la meteo que nos toque, para ello solo hacen falta días y paciencia.
Una vez arranca la rueda de la motivación por un proyecto ya no hay nada que la pueda detener, lucharemos a fuego para llevar a cabo el objetivo marcado…y así ha sido en esta desplomada apertura.

Después de que Paca hablara con uno de los aperturistas de Alopecia lunar y le comentara la intención de repetir e intentar continuar la vía hasta la cima (pues alopecia terminaba a media pared, saliendo por la vía Existencialismo), este accede encantado a la idea y nos anima a la repetición/apertura. Alopecia lunar es una vía con un sabor vintage brutal, una vía muy bien abierta y con un grado “muy light” pero que en realidad esconde una dureza y dificultades mucho mayores de lo que modestamente sus aperturistas reseñaron 25 años atrás, o al menos eso nos ha parecido a nosotros, largos de artificial obligado con pasos duros y mínimo rastro de paso, cruzando dos techos a golpe de pitón a cual más desplomado, mucho trabajo y muy buen ambiente es lo que nos ha ofrecido esta ruta en su repetición.
Siguiendo la ‘Alopecia lunar’
Previo a todo esto Paca y yo nos deleitamos navegando por el pantano de Cañellas porteando todo el material a pie de vía, además de120 litros de agua… Ya con solo mirar ese arsenal nos explotaban los riñones pensando en la hora de izar semejante carga, pero como dice Paca, ¡los petates no tienen nada que hacer contra su envergadura, jajaja! Así que ya sin más dilataciones empezamos a trabajar la ruta, con todo ese nerviosismo de que hacía tiempo que no escalamos juntos, Paca empieza a darle al primer largo de la CADE para ir a buscar la reunión “cero” y entrar de pleno en Alopecia. Ganas de empezar a vibrar y un sol abrasador ya nos van dejando claro que la batalla no será fácil, dudas de si los anclajes originales de la vía estarán en buen estado o 25 años después tendrán signos de corrosión.

La reseña que tenemos marca perfectamente el trazado con una precisión brutal de línea y anclajes existentes, así que cuando ya nos encontramos con el primer espit respiramos tranquilos al ver que se encuentra en perfecto estado de salud.
La motivación aumenta al igual que la llamarada y las ganas por terminar la repetición y empezar a explorar la parte superior, pero por desgracia también aumenta el dolor de cadera de Paca, está esperando una operación en breve y el esfuerzo por estar dándolo todo es gigantesco; de hecho cada día nos reíamos de nosotros mismos viendo la pena que damos al caminar, uno cojo de un lado por la cadera y el otro cojo del otro lado por la rodilla, vamos lo que viene siendo un tándem de tarados, jajajaja.
Empezamos a enfocar la ascensión buscando la manera de desgastarnos menos, menos caminadas, menos jumareadas, pero eso no es factible si queremos terminar nuestro proyecto en el plazo establecido y en estilo cápsula. Seguimos batallando hasta tal punto que una noche Paca se queda vivaqueando solo en la pared para no tener que darse toda la paliza al día siguiente de jumareo para seguir escalando.

El comodín de la llamada
Al final, llegados a la R6 nos damos cuenta que no podemos seguir con este ritmo de dolor y sufrimiento. Valoramos la posibilidad de dejar cuerdas fijas y volver con el tiempo (cosa que no me motivaba en absoluto) o la posibilidad de volver en otra vida… La sensación que tenía es que este era el momento, esa vocecita interior que te dice “ahora o nunca”, así que probamos suerte y cruzamos con la barca al otro lado de la orilla a buscar un poco de cobertura y hacer “ la llamada de la muerte”.
Vosotros imaginaros que estáis trabajando un jueves a las 12 del mediodía tan plácidamente y te llama tu colega todo poseído y te dice:
–Juanito, venga, termina lo que estés haciendo y dile a tu jefe que la semana que viene te la pillas de vacaciones que te vas de Big Wall. Te prometemos muerte y destrucción por doquier, alcanzarás un estado de destrucción máxima y una aventura que no vas a poder olvidar nunca…
Se hizo un silencio y un “peroooo…buuaaa…joooderrr… bueno vaa, esperad un poco que pregunto…”.
Tras la consulta, la respuesta fue clara y concisa, vendría en un par de días, así que tendríamos sangre fresca pronto. En esos dos días, haciendo un esfuerzo faraónico, seguimos y porteando material con Paca hasta la última reunión alcanzada, para facilitar la apertura. Dos días en los que Paca tuvo su propia guerra interna de si quedarse o irse, si subo si no subo, una dura lucha en la que yo solo pude ayudarle diciéndole que escuchara a su cuerpo, que en realidad es el que manda, porque por más duro que seas mentalmente si el físico no te acompaña lo único que puedes conseguir es agravar más tu situación, así que al final la decisión fue sabia y Paca se queda como hombre “base” apoyando en todo momento la escalada.

Traslado a la pared
El sábado noche apuramos el día al máximo y, ya entrada la oscuridad, llegamos al prado al mismo tiempo que llega Juan, reventado de currar, como un poseso para poder estar con nosotros. Entre abrazos y una cena reconstituyente le ponemos en situación, que no es más que decirle: tito prepárate que si ahora estás fundido, espérate que lo que viene es la muerte jajajaja, ¡nos vamos al mismísimo reino del desplome!
Así que ya por la mañana tempranito Juan y yo nos vamos caminando hacia la Pared de Aragón mientras Paca portea en barca todos los petates restantes.
Ya en este punto no hay marcha atrás: nos vamos de bigwall. Siete días tenemos por delante para terminar los dos largos que nos quedan para acabar la repetición de Alopecia y empezar a abrir la parte superior.

Maniobras de petateo técnico, mucho peso y bastante calor es la tónica que nos va poniendo en situación. He marcado un timing para intentar salir con éxito de la pared y en esta empresa no se para hasta cumplirlo, así que ya empiezan los trabajos nocturnos, nada nuevo para Juanito y para mí, pues últimamente siempre nos da por escalar de noche así que nos sentimos cómodos con la situación.
Para que se vaya poniendo en materia, le digoa Juan que escale el penúltimo largo de Alopecia un A2+, para que vea el pan que daba la old school. Juanito vibra y goza, mientras vamos mirando la podredumbre que nos viene encima en la parte alta. Acomodados en una repisita que hay en mitad de pared las cosas se ven de otra manera, ya que la parte baja el ambiente de vacío es total, en la repisilla podemos rearmarnos y recomponernos un poquitín, pero esto dura poco pues por fin llega el día deseado que oficialmente hemos escalado todos los largos de Alopecia, finalizando la primera repetición.
Por terreno desconocido
Contentos y motivados empezamos a darle a la parte alta, donde el ambiente es tétrico, a priori se ve un techo muy roto y descompuesto entre grandes bloques, vamos lo que para mí es mi zona de placer, así que Juan encantado me deja que escale a mis anchas sin tener ninguna prisa para relevarme. Poco a poco y con dudas empiezo a cabalgar entre bloques, pronto me voy dando cuenta que no es tan fiero el lobo como lo pintan, que se va dejando escalar, eso sí a “golpe de porra”, un no parar de meter y sacar calvos, tal es así que entre clavo y clavo sale una frase de “vaya festival de la porra chaval”, un no parar de macear para poder ir progresando, así que de ahí le viene el nombre a la ruta.

Sin expansiones de progresión
Los largos que estamos abriendo son largazos de mucho curro con un ambientazo genial, con un puntito de no saber si te gusta o no te gusta, de si tienes miedo o es placer, una especie de sensación rara que te hace fluir y moverte rollo Matrix… pero supongo que aquí es donde reside la magia de estos largos, la de no saber al cien por cien que todo es “guay”.
Llega la hora de subir nuestro campo de hamacas, este movimiento será el cuarto así que está claro “vamos a montar nuestro campo IV”, una especie de mini repisilla por encima de los techos inferiores pero por debajo del gran techo, un poquito protegidos de todo lo que os pueda caer de arriba. Campos de hamacas con ambiente y de esos que recuerdas con cariño con el paso de los años por la ubicación y ambiente que en el residen.
Después de abrir varios largos seguidos mi estado empieza a ser lamentable, destrucción máxima, así que Juanito toma el relevo y le da a la última parte del gran techo, un largazo técnico y expuesto que le hace aplicarse al máximo entre bloques y estructuras inestables.
A todo esto llevamos toda la apertura sin poner ningún anclaje expansivo de progresión, lo que hace el juego aún más interesante. Varias horas de trabajo le lleva a Juan este largo, horas que aprovecho descansando y chateando con redes sociales, ya que en este punto de la pared llega algo de cobertura. Al desmontar el largazo de muerte entiendo el tiempo invertido…

Contentos por la escalada y por el trabajo realizado esa noche nos deleitamos con un buen surtido de embutido ibérico y unas buenas birras, de algo tiene que servir subir tanto peso… y os aseguro que no es lo mismo ni en el mejor restaurante del mundo.
Llega la tormenta
El tiempo va cambiando, castigándonos con lluvia y una bajada de temperaturas importantes hasta -2ºC por las noches, lo que viene siendo un poquitín de rasquilla, y más para el saco que llevaba Juanito, un pelín justo. Todo esto –el frío, el cansancio, el residual de cafeína que llevamos en el cuerpo– hace que por las noches nos cueste descansar bien. Las visitas de Paca en barca y los ánimos por el walki de ‘venga vaaa que ya lo tenéis’, nos avivan las ganas de seguir progresando. Pero a dos largos del final de la pared nos caza una tormenta de agua, viento y a ratos nieve que no nos pone las cosas fáciles. Juanito resiste en la reunión aguantando todo el marrón con nuestro pequeño paraguas de pared, mientras yo escalo a ritmo de rally buscando el desplomito naranja que me mantiene bastante resguardado. Es difícil mantener la calma en estos momentos, pero yo soy reincidente, ya me he comido varias de estas en Montrebei y sé que ‘después de la tormenta siempre viene la calma’, solo es cuestión de aguantar y un poquito de paciencia. Y así sucede, un solete flojillo termina por aparecer a última hora del día.

Cumbre y a rapelar
Sin darnos cuenta ya solo nos queda un largo para hacer cumbre, un largo más que sigue desplomando, no hay ni un solo largo que nos de tregua, no hay ningún largo que este en oferta,
Todos y cada uno de ellos tienen muerte y destrucción y un gran “festival de la porra”,
Juanito batalla asta por fin gritar ¡¡REEUNIÓN!! y ahora sí en este punto, y tras un rápido desmontaje del largo y las pertinentes fotillos de fin de vía, iniciamos un lento descenso que a las 4,30 a.m. nos dejan otra vez en la repisa de mitad de vía. Un descenso técnico y complicado por la misma vía donde el aliciente principal reside en aguantar la motivación para no mandar a la mierda todos nuestros petates, que en realidad son los que dificultan todas estas maniobras de bajada.
Paciencia y buenos alimentos hacen que después de tres horitas sigamos con nuestro descenso hacia al suelo, pero esta vez aplicando una nueva estrategia, que es la de empalmar cuerdas y descender los más de 200 m que nos separan del suelo todos nuestros petates, para así poder afrontar la última parte de los rápeles más ligeros y rápidos posibles. Triunfamos y por fin podemos abrazanos los tres a pie de vía, pues nuestro “barquero” particular Paca nos estaba esperando con los ojos llenos de emoción por todo lo vivido.

Sin duda una de esas escaladas que recordaremos con cariño en las próximas vidas, y sin duda una de esas escaladas que tú que estás leyendo estas líneas y te remueve el estómago de nerviecillos no puedes dejar pasar. El Festival de la porra no os dejará indiferentes.
Agradecer a Paca por compartir esa ilusión y a Juanito por ser un alma gemela (si años atrás me hubiesen llamado a mí, también hubiera acudido al festival). Y, cómo no, agradecer que podamos seguir escalando en lugares tan mágicos como los que tenemos en nuestro país».
David Palmada «Pelut»
Datos prácticos:
Festival de la porra (535 m, A4+/6a).
Material: clavos de todos tipos desde uves, universales, planos, extraplanos, micropitones, peckers, plomos, maderitas, 2 juegos de Tótems cams, 2 juegos de Camalot hasta nº 4, juego completo de empotradores, juego de ganchos, 5 plaquitas recuperables, guíndola indispensable.
Calcular de 5 a 7 días para una repetición completa (siempre y cuando se sea diestro en el arte del uso de la porra).
Vía muy desplomada donde raras veces te mojas si llueve, posibilidad de retirada difícil o muy difícil. Escalada aventurera en la que las emociones están garantizadas, imprescindible en tu libreta si te consideras bigwallero.
