Los 42 años que figuran en su DNI no son un límite, ni mucho menos, para Eva López, que continúa adelante con su progresión como escaladora. Lo demostraba fehacientemente el lunes de esta misma semana, con el encadenamiento de Potemkin, la vía que estrena la página dedicada al 8c+ de su libreta. La escaladora toledana, que equipó este itinerario del sector Ermita de Cuenca junto a Dafnis Fernández en 2008, ha protagonizado toda una historia de superación personal en el camino de Potemkin. No sólo por la adaptación a los duros movimientos específicos y a la fuerza necesaria para hacer la vía, sino también y muy especialmente por las varias lesiones que han dificultado su evolución en ella.
Hablamos con Eva López para que nos cuente sus reflexiones sobre todo este largo proceso que la ha terminado conduciendo a situarse entre el selecto elenco de escaladoras internacionales capaces de encadenar 8c+. Un grupo en el que también figuran las españolas Josune Bereziartu, Daila Ojeda y Mar Álvarez. El salto en el grado le ha costado a la manchega más de ocho años, contando desde el primer encadenamiento de 8c que hizo, Nuria, también en Cuenca en mayo de 2005. Después vendrían Suma cero (Cuenca, 2008), White zombie (Baltzola, 2010) y Fish eye (Oliana, 2011).
¿Cuándo probaste Potemkin por primera vez?
La equipamos Dafnis y yo en 2008. Lo que ocurre es que al principio apenas podía probarla, porque me estaba recuperando de una lesión de espalda que curiosamente fue el origen de la vía.
Imaginé la línea porque debajo de ella era donde me tumbaba a ver escalar a la gente, ya que por entonces apenas podía sentarme. Así que de tanto mirar arriba, o no sé si de las ganas de subirme por cualquier sitio, al final… ¡salió todo un proyecto a largo plazo!
¿Cómo fue tu evolución en la vía, cuánto te ha costado?
No fue hasta el otoño de 2011, que empecé a centrarme en ella muy tranquilamente. Al principio sólo iba a ‘hacerme la lista de la compra’, a apuntarme todo lo que iba a necesitar entrenar para hacerla. Desploma muchísimo para mí, tiene pasos a tope de mi envergadura, y está ‘salpicada’ de algún que otro lance. Así que por ejemplo, me faltaba mucha fuerza, y sobre todo resistencia a la tracción.
La verdad es que era un poco mi antivía. Para que te hagas una idea, no podía probarla dos días seguidos. ¡Ni siquiera dos intentos en el día de un trozo de tan sólo cuatro chapas!… Me agotaba, ¡me costaba muchísimo! Poco después, cada vez que me salía un pegue completo ‘bueno’, prácticamente me quedaba agotada como cinco días! Así que las planificaba como cargas de ‘choque’ que tenían la supercompensación tras esos cinco días. Realmente ahora pensándolo en retrospectiva, me parece casi increíble que finalmente mejorara tanto y que hasta la haya encadenado.
En 2012 pude empezar a probarla más en serio, tal vez durante un par de semanas en primavera, no recuerdo bien. Pero la subluxación de hombro me alejó de ella de nuevo y no pude retomarla hasta casi otoño, fase que dediqué casi exclusivamente a recuperar la confianza en ese hombro.
Por fin este año 2013 he podido centrarme en ella casi desde finales de agosto, ¡y por fin pudo ser!
¿Qué te ilusionó de la vía y consiguió motivarte para insistir en ella a lo largo del tiempo?
Lo que te comentaba antes, ¡que me costaba la vida! Supongo que fue lo de siempre: Me pareció tan difícil e imposible, que tendría que mejorar mucho muchas cosas. De hecho, algunas las incorporé ‘de la nada’, porque no las tenía.
Ahora que me paro a pensarlo, todo esto significaba en una palabra: Transformarme, ¡tener que mutar! Y creo que sólo plantearte eso, es lo más maravilloso, increíble y motivante que te puede ocurrir. Querer y, finalmente, poder cambiar tanto, ¿no es realmente un sueño?
¿Cuáles han sido los altibajos que has pasado mientras has estado intentando la linea?
Buf… ¡todos! Pero bueno, supongo que mi caso no es especial. Simplemente es una cuestión de probabilidad. Cuanto más tiempo estás con un proyecto, más cosas te pueden pasar por el camino. En mi caso, aparte del mal tiempo y la no coincidencia del buen tiempo con el estado de forma, algo a destacar han sido las lesiones: Una subluxación de hombro en la vía por un resbalón justo cuando por fin estaba mejorando; y, poco después de restablecerme, una lesión crónica en la muñeca.
Pero sinceramente, el más importante escollo ha sido el largo periodo en el que perdí toda la confianza en encadenarla. Normalmente cuando saco todos los pasos a una vía, pienso firmemente que puedo encadenarla. Pero esta vez, durante mucho tiempo me fue difícil objetivar mejoras, y eso me llevo a continuas dudas.
Hasta que eso cambió, seguir con el plan fue duro. Sin embargo, ahora sé que es normal, inevitable y hasta necesario!
¿Qué influencia ha tenido la gente que te rodea en tu éxito al conseguir encadenar?
En mis momentos más bajos, leer en sus ojos un atisbo de confianza en mis posibilidades, me animaba porque me recordaba que podía conseguirlo. Otras veces, al contrario, simplemente su comprensión acerca de lo lógico de mi desconfianza e incluso mi tristeza por las lesiones o los contratiempos, eran un repulsivo para darle la vuelta a la situación. En cuanto a mis personas más cercanas y queridas, Dafnis siempre ha sido mi brújula, el que me recuerda donde está el Norte cuando me veo más perdida… ¡que es ir siempre hacia delante y seguir intentándolo! Igual que mi familia, cuya confianza ciega en que lo conseguiré, muchas veces me reenfoca rápidamente.
Sin embargo… escribiendo todo esto, me doy cuenta de que solemos hablar de las vías o los proyectos como si fuera algo muy importante y grave. Y no es así, ¡escalar, es sólo un juego! A veces se parece mucho a la vida, es cierto. Pero no se nos tiene que olvidar que lo importante aquí son otras cosas más Grandes: la gente a quien queremos y nos quiere, estar sanos, y tener trabajo, claro. Y pensar esto, a veces, también ayuda.
¿Cómo fue el día del encadenamiento?, ¿te lo esperabas?
La verdad es que he disfrutado muchísimo en las dos semanas anteriores, cuando por fin sentí ese ‘clic’ y tuve claro que lo iba a conseguir. Desde entonces, me imaginaba continuamente en la vía, ¡y todas las veces encadenaba! Incluso me emocionaba y alegraba yo sola cada vez que la hacía, jajaja. ¡Lo veía muy claro! Qué alegría…
En cuanto al mundo ‘real’, un día antes de encadenarla fue un día muy especial. Ya en los pasos iniciales, me vi muy fuerte. Por fin la constancia y el entreno habían dado sus frutos. Además, estaban viéndome y animándome muchos de mis amigos del plafón de Toledo (¡gracias!). Así que cuando por fin pasé uno de los pasos clave en los que me había atascado muchas veces, y como ‘de repente’ me encontré donde nunca antes había llegado… justo cuando sentí que la encadenaba, a sólo dos movimientos de pasar lo más duro, ¡zas!, se me rompió un canto y caí.
Me dio muchísima rabia y grité como una descosida. Pero curiosamente después no me sentí triste, ni desanimada. Tal vez porque me sentí tan bien escalando, disfruté tanto, que simplemente pensé que sólo tenía que volver a subir y repetir la actuación. Y eso, tal como me sentía últimamente, era muy probable. O más bien inevitable, si es que no llegaban las lluvias…
Y eso fue lo que pasó. Al día siguiente, con el recuerdo de esos ánimos, y simplemente centrándome en escalar paso a paso, encadené.
¿Cuáles han sido los sentimientos/pensamientos a raíz del encadenamiento?
Pienso sobre todo que la motivación no siempre es lo que pensamos que es. Solemos pensar en ella como un estado de gran ilusión y muchas ganas. Un periodo ‘mágico’ donde todo transcurre fácil y de forma coherente. Hacemos realmente lo que queremos, disfrutamos, mejoramos, y entramos en ese círculo maravilloso que suele acabar con conseguir con lo que buscábamos.
Pero no… no siempre es así. A veces -o con mucha frecuencia- la motivación es seguir manteniendo una conducta a pesar de todo, de haber perdido toda la confianza en ti misma, de no estar disfrutando por el frío o el calor, a pesar de estar floja, ‘desmotivada’ o harta… Es esperar y esperar a que llegue esa etapa ‘fácil y mágica’, mientras como una autómata sigues intentándolo una y otra vez guiada simplemente por algo parecido a un recuerdo de lo que una vez fue y podría volver a ser, o tan sólo por una leve esperanza de conseguirlo si perseveras lo suficiente.
Es tu primer 8c+. ¿Cómo lo valoras?
Como un gran aprendizaje a todos los niveles. Y una vez más, como una prueba tangible de que tenía razón en que podía conseguirlo. Pero tal vez el mejor efecto de todos, es el hábito, la autoeficacia percibida, o la adicción positiva que sin darte cuenta, vas creando o ayudas a consolidar en tu mente, de que cada vez que te propones algo que te ilusiona y perseveras lo suficiente haciendo las cosas bien, finalmente lo consigues.
¿Dónde está tu límite?, ¿te ves haciendo un 9a en el futuro?
No sé donde está mi límite absoluto, pero sí sé donde está mi límite relativo. Porque me encuentro con él hoy y casi a diario desde que empecé a escalar, cada vez que pruebo una vía en la que no me salen los pasos, o que sé que no encadenaré a corto plazo. Descartando las cualidades antropométricas (por ejemplo la altura o envergadura), mi propia historia o sin más el hecho de estar viva, me demuestra que puedo cambiar. Y que por tanto, mis límites pueden cambiar paulatinamente.
Así que sí, por supuesto que me veo haciendo 9a. Sólo necesito encontrar alguno en el que los factores antropométricos no sean el factor limitante. A partir de ahí, la cosa es simple: Hacer la ‘lista de la compra’, y dedicar tiempo y esfuerzo para conseguir los ‘ingredientes’.