La Aiguille Dibona (3.131 m) es uno de los relieves más característicos del macizo de Les Ecrins, en el sector más occidental de los Alpes franceses. Su figura puntiaguda y su granito perfecto la convierten en un buen destino para los amantes de la escalada alpina clásica y los paisajes de montaña. Una de sus vías emblemáticas es la Visite obligatoire (400 m, 6a+/b), cuyo pie de vía se encuentra por encima de los 2.700 metros, justo por detrás del refugio Soreiller.
Ese ha sido el destino del escalador ciego Javier Aguilar y su compañero de cordada Pedro Soto. Una bucólica experiencia para cualquiera, que se ha convertido en una auténtica aventura para él, incluyendo una aproximación de 1.100 metros de desnivel, la propia escalada (descenso incluido) de siete horas de máxima exigencia y la larga bajada del día siguiente, de trece intensas horas.
Javier Aguilar había programado un mes de vacaciones por la zona de Ailefroide, con su perro-guía y su pareja. Allí, se puso de acuerdo con su amigo Pedro Soto, “un compañero de Marbella con quien ya había hecho algo de deportiva”, para una actividad totalmente inusual para un invidente: la escalada de Visite obligatoire, una vía graduada como TD o TD+, con tramos de hasta 6a+/b, y un desnivel de 400 metros. “Le gustó la idea y nos metimos de lleno en hacer esta actividad”, apunta el escalador andaluz.
Larga aproximación y lío en el refugio
La actividad en su conjunto se dividió en tres jornadas: el primer día estuvo dedicado a la aproximación, el segundo a la escalada y el tercero al descenso. “Los 1.100 metros de aproximación los hice con mi perro-guía, enganchado con una cuerdecita, hasta el refugio Soreiller”, explica.
Allí, tuvieron la mala experiencia del viaje, puesto que no permitieron que se quedara el perro-guía, algo protegido por ley. El animal tuvo que marcharse junto con la pareja de Javier y “le tocó a Pedro ser mi lazarillo allí”. Sin su perro y en un espacio desconocido para él, Javi necesita un guía para las tareas más mundanas, como incluso ir al baño. “Luego lo estuvimos hablando y lo entendieron, pero sienta mal que a estas alturas no se respeten las leyes y los derechos”, señala Javi, quien añade que “en España, tengo recursos para defenderme rápidamente, pero fuera… Esto me va a seguir pasando y, con paciencia, estoy buscando la manera de defenderlo y que no tengamos problemas; les abriremos puertas a muchas más personas como yo”.
Escalada clásica sin visión
Al día siguiente, se pusieron en marcha a las 6:30 horas de la mañana. Su idea era ir a por Visite obligatoire, aunque comenzaron a escalar por error una vía adyacente más difícil, hasta que encontraron la forma de enlazar con su objetivo original. Evidentemente, una escalada de casi 400 metros de desnivel, de estilo clásico y dificultad moderada, tiene complejidades inimaginables para un escalador ciego.
Javier Aguilar, que ha encadenado hasta 7c en deportiva, fluyó perfectamente en Visite obligatoire: “No me caí ni me agarré de nada ni una sola vez, y mira que es raro, porque lo normal es que a veces no encuentres bien el paso, por el hecho de no ver… pero lo encontré todo muy bien. Pedro Soto me aseguró muy bien y me guió la cuerda muy bien por donde debía pasar yo. Además, yo no tenía experiencia escalando en granito, pero resulta que es una roca muy plana, con lo que me fue fácil encontrar cualquier pequeño saliente donde agarrar o poner un pie, y más en una vía como esta, con muchas fisuras, grietas, diedros, romos, regletas…”
De todos modos, los riesgos y las dificultades siguen ahí: “Siempre cuento que en los primeros diez metros de un largo, el compañero te puede explicar por dónde va, pero a medida que se aleja y la roca tumba, ya no se le oye y hay un gran tramo que es todo intuición… por los tirones de la cuerda, sé que ha llegado a la reunión. Hay que saber leer bien la roca, especialmente cuando estás totalmente solo en mitad de la pared, donde nadie te puede decir nada, y te encuentras en pleno bloqueo y no sabes si hay parabolt del que tirar ni puedes meter nada… solo puedes resolver ese bloqueo y seguir”.
Descenso sin incidentes
A la hora de valorar lo más difícil de la actividad, Javier Aguilar no duda: “Lo más difícil fue la bajada, que era bastante incómoda”. Realizaron el descenso por otra línea que tenía casi todas sus pesadillas reunidas: “hay que hacer dos rápeles y luego una vira de unos 50 metros destrepando; también había una pala de nieve, que no era muy inclinada y estaba blanda, pero al ir sin crampones ni piolet se hace un poco peligrosa…”.
Un peligro difícil de entender para quien no se halle en su situación: “En las bajadas, me agarro un poco a Pedro, excepto cuando es nieve, que hay que separarse un poco; lo mejor entonces es ir yo de primero enganchado a una cuerda, lo que es una gran aventura, porque nunca sabes lo que pisas. Es como ir hacia el vacío, pero si te caes, al menos él puede reaccionar a tiempo”.
Y es que, para quien tenga dudas, un escalador ciego sí siente el vacío: “En esta vía, al lado del refugio hay riachuelos y los sentía cada vez más abajo. Sinceramente, cuando miro para abajo, noto algo, una sensación como de vértigo. También notas el hecho de estar a 3.000 metros… pero con tranquilidad, disfrutando de la altura y de lo bonito que es aquello”. ¿Bonito? “Sí, no solo por lo que me explican, sino que además recorres la roca con las manos y los pies y te das cuenta de cómo es; vivo el paisaje de muchas maneras y todo se queda muy grabado a medida que voy caminando o escalando”.
Su experiencia y planes con Denis Urubko
Aunque Visite oblogatoire a la Aiguille Dibona es uno de los máximos logros en su carrera como escalador, no es la primera vía clásica que Javier Aguilar escala: “He hecho varias en Marruecos (Todra), Riglos, Montserrat, Cahorros y Los Vados, el Peñón de Ifach… aunque no siempre como me gustaría. Es importante tener un buen compañero que me asegure bien y me guíe bien la cuerda”, precisa. La importancia de un compañero de cordada es, en su caso, todavía más crucial, también por la responsabilidad: “Si le pasa algo a un compañero, es difícil que yo le pueda ayudar y sacar de ahí… Es un riesgo que hay que tener en cuenta”.
Además, reconoce que “todavía soy un principiante y he tenido que aprender muchas maniobras por el hecho de no ver, como la de autoasegurarme en pasos complicados y valerme por mí mismo”. “La escalada clásica me aporta mucha libertad y muchos metros para escalar, que es lo que siempre he buscado”, sentencia.
Ahora, con Pedro Soto ya de regreso a casa tras las vacaciones, Javier Aguilar todavía está disfrutando unos días más de la zona de Les Ecrins con su pareja. Caminatas, ascensiones fáciles y escalada deportiva conforman su menú vacacional por ahora. Luego, viajará a Italia, donde se reunirá con Pipi Cardell y Denis Urubko, a quienes conoce bien de Granada, para hacer algunas cosas más por allí.
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