COTTONTAIL TOWER

David Palmada vuelve a las Fisher Towers y abre ‘Twister rat’ (325 m, A5/6a) con Joan Gibert

La cordada de artificieros de Manresa ha pasado 25 días en el desierto de Moab (Utah). Han abierto esta línea en la Cottontail Tower y han escalado una torre que no tenía ascensiones previas y que han bautizado como Picatoste Tower.

Joan Gibert en una sección del L2 de 'Twister rat' a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).
Joan Gibert en una sección del L2 de ‘Twister rat’ a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).
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David Palmada ‘Pelut’ y Joan Gibert ‘Supersonic’ han regresado con un buen botín de su viaje de casi un mes en las Fisher Towers de Moab (Utah). Por un lado, han abierto Twister rat (325 m, A5/6a) tras once días en la Cottontail Tower, y por el otro han realizado la primera ascensión de la que han bautizado como Picatoste Tower, a través de la vía Manrustits (60 m, A2), seguida de la travesía Devils Traverse (65 m, A2/V), por sus seis diferentes cumbres.

Pelut lleva visitando estas torres desde 1996. A lo largo de los años, ha realizado la primera repetición de Intifada (primera propuesta mundial de A6) junto a Ester Ollé; ha abierto Oju peligru con propuesta de A6+; y acumula numerosas repeticiones y varias aperturas, tanto en las Fisher Tower como en las vecinas Mystery Towers.

El propio Pelut destaca que “este tipo de escalada ya es compleja de por sí, pero si encima le sumamos las altas temperaturas del mes de agosto-septiembre, nos encontramos delante de lo que llamamos escalada de muerte y destrucción, tanto física como mental; una de esas escaladas para las que tienes que estar dispuesto a sacrificar parte de tus vacaciones y alguna que otra cosa más”.

Recién aterrizados de su vuelo desde Salt Lake City, nos resume su actividad veraniega junto a Joan Gibert:

Twister rat

Barroadictos, esa sería la palabra. No me preguntéis por qué –creo que no hay respuesta–, y sí, otra vez hemos vuelto a las Fisher Towers. Consideradas de las torres más precarias del mundo, son un paraíso natural que no sabemos cuánto tardará en desaparecer, un lugar infernal en verano que te atrapa y te revienta tanto física como mentalmente. Quizás aquí es donde reside su encanto: cuando la llamada del desierto es tan fuerte, no te puedes hacer el sordo. He viajado mucho y pocos lugares me dan las sensaciones que experimento en las torres, una mezcla de miedo y placer que hacen que el éxtasis sea intenso… ¡muy intenso!

Y os diré más, algo de especial tendrán, porque también han atrapado a mi compañero Juanito. Hará cuatro años lo llevé a los jardines del edén infernal y se enamoró, y tiene que ser un amor real cuando sabiendo el calvario que vives allí decides regresar en verano. El año pasado teníamos cita con las torres pero, por cosas del infortunio, estando con todo el material en el aeropuerto y a 2 horas de partir hacia Estados Unidos nos dicen que un número de la ESTA (documento que te exigen para entrar en el país) está mal y que no podemos volar… ¿en serio? ¿Todo el año trabajando esperando esa cita satánica y nos tenemos que quedar en casa? Y evidentemente palmando toda la pasta de los billetes y demás movidas, no lo podíamos creer. Y así se hundió toda la expedición. Pero, como os digo, es tan fuerte la llamada del desierto que este año sí, este año ni la ESTA ni la “otra” nos han podido parar; este año vamos a por todas.

Vivac de hamaca en la R6 de 'Twister rat' a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).
Vivac de hamaca en la R6 de ‘Twister rat’ a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).

Llevo visitando las torres desde 1996, así que si algo me quita el sueño es la cantidad de agujas, torres y pedruscos varios que hay por escalar, muchísimos de ellos aun sin coronar. Pero tenía que había una línea que divisé hace muchos años, una línea imaginaria acrobática y rocambolesca en el mismísimo corazón de las torres, en la Cottontail Tower, una línea dura justo a la izquierda de Intifada (una vía que cambió para siempre mi manera de ver el artifo de dificultad).

Así que, viaje tras viaje, siempre miraba y remiraba y la línea seguía sin abrir, con lo que este año el objetivo estaba claro: un ataque a full gas de las ratas a la Cottontail.

Tesoro escondido

Si algo he aprendido en todos mis viajes al infierno es que los días pasan muy rápido, así que en esta especie de vacaciones sadomasoquistas no hay espacio para el relax, ni para el confort ni para nada. Solo hay tiempo para intentar escalar el máximo de días antes de volver a nuestras monótonas vidas (en realidad, no son monótonas, pero quedaba bien ponerlo así, rollo peliculero y tal…).

Resumiendo: volamos, llegamos, compramos víveres, nevera y paraguas reglamentarios y conducimos de Sant Lake City a Moab, una ciudad con un encanto especial. Aquí nos espera nuestra primera misión de ‘rescate’: subir hasta las Mystery Towers en busca de nuestro tesoro enterrado. Sí, amigos, a modo de piratas, cuando hace cuatro años terminamos la apertura de tres torres, dejamos parte de nuestro material enterrado por algún lugar del desierto, con el fin de volver algún día y ahorrarnos algo de peso en la facturación del aeropuerto. Así que, sin mirar atrás, estamos ya aclimatando el cuerpo a los 40 grados que marca el termómetro rumbo a las Mysterys, rezando para que todo siga allí.

Y, como no podía ser de otra manera, después de hacer memoria y seguir el mapa realizado como buenos piratas, encontramos nuestro tesoro: cuerda y material pesado vario. Una de las partes de la misión ya la teníamos hecha. El jet lag empieza hacerse notar y, junto con el calor aplastante, hace que tu cuerpo gestione lento y solo tenga ganas de descansar, cosa que no le vamos a dejar hacer. Cargamos el primer porteo de agua y nos vamos rumbo a esa preciosa torre llamada Cottontail. Juanito aún no la ha visto de cerca, está ansioso, y aquí voy hacer hincapié en la importancia de la palabra compañero, pues él tenía confianza ciega en el proyecto explicado en casa sin dudar ni un instante, cosa que normalmente no es fácil. Las ratas solemos entendernos bien…

Joan Gibert en el L2 de 'Twister rat' a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).
Joan Gibert en el L2 de ‘Twister rat’ a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).

Empieza la acción

A pie de vía se intuye una entrada mortífera, donde si fallas en algún paso de la danza te revientas y punto. Tengo muy claro que, si alguien tiene que reventarse, que sea yo. Juanito tiene mucho por escalar aún y no es justo para él reventar en el primer largo. Así pues, con todo el fuego dentro de mí que me hace estar como con una sobredosis de éxtasis, empiezo a colocar diminutos peckers en no sé exactamente qué tipo de superficie, ¿lajas? ¿arena?… No sé, el caso es que con sumo cuidado voy despegando mi culo del suelo y el tema está muy claro: en este tipo de largos, una vez empiezas ya no hay marcha atrás. Mi objetivo es llegar a un (creo que) “sólido techo” unos metros más arriba, para poder poner algo estable, bajar y dar por concluida la primera toma de contacto con nuestra nueva ruta.

Aquí lo hemos hecho bien, hemos empezado a escalar por la tarde, en sombra, porque si no la explosión cerebral estaría garantizada. Mientras yo voy cabalgando entre anclas, peckers y mierdas varias, Juanito se marca su primer vuelo con el dron, sacando fotos buenas… ¡Si es que mi compi vale para todo!

Poco a poco el puzle se va completando. Como un cirujano que acaba de operar, vamos cerrando la herida con “puntos de sutura” y 45 metros más arriba damos por terminado el primer largo.

La rueda ya ha empezado a girar y no hay marcha atrás. Juanito toma el relevo y empieza a gozar entre anclas y friends gigantes, empezando a conectar de nuevo con la arena local. Tiene la lección bien aprendida de nuestro antiguo viaje, cuando en la apertura de la última de las tres vías que abrimos sufrió una deshidratación que nos puso en un momento de la movida complicado. Ahora no… ahora estamos más que preparados, mochila de hidratación con sales a full gas, crema solar protección 10.000 y ropa adecuada. E, igual que en el buceo te dicen que no dejes de respirar, aquí en las torres os diré “no dejéis de beber”.

David Palmada, gancheando en el L3 de 'Twister rat' a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).
David Palmada, gancheando en el L3 de ‘Twister rat’ a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).

Como os he dicho anteriormente, los días van pasando rápido. Por desgracia, el reloj no se puede parar. Así que, sin darnos cuenta, estamos navegando por un mar de arena vertical con infinidad de paisajes curiosos, travesías estrambóticas, rayas buenas, rayas malas, alguna que otra reunión curiosas a base de anclas y largos duros e intensos que, por más que quieras correr, terminan siendo largos de todo un día de trabajo o más… y, total, para abrir 30 o 40 metros. Es increíble el nivel de intensidad y exigencia que alcanza la escalada en esta época del año.

Poco a poco, vamos conectando el diminuto sistema de fisuras existente entre trozo y trozo. Fisuras trabajosas y expuestas, muchas veces sepultadas bajo la gran cantidad de barro existente en la pared, por eso nunca será lo mismo una apertura que una repetición: durante una apertura de este tipo, el trabajo de limpiar, ver e intuir la posible línea se hace a veces muy difícil, en cambió cuando tú repites, el camino está limpio y los emplazamientos para las piezas de progresión están muy visibles. Por eso yo siempre digo que es muy importante abrir y repetir rutas para poder entender y valorar el trabajo de los aperturistas.

Una de las cosas más bellas de escalar en las torres son sus vivacs de hamaca… en calma los días que dios quiere y en una cólera de viento y arena cuando el dios del viento se empeña en castigarte y no dejarte disfrutar del momento. De estos últimos días tuvimos bastantes; baños gratuitos de arena mientras estás durmiendo: toda la arena que tú mismo has movido al escalar, por la noche, con el viento en movimiento es lanzada con furia contra ti mismo, como si de una venganza se tratara por perturbar el descanso de la torre. Siempre he pensado que las torres nos vigilan y creo que en cierta manera ya nos tienen hasta cariño.

Once días más tarde estamos con Juanito en la cima izquierda de la Cottontail; una pequeña cimita a la que llamamos Punta de las Ratas. Desde este punto, se divisa perfectamente todo el otro lado de la torre, el parquin, nuestro coche y un maravilloso atardecer; esas pequeñas sensaciones que evidentemente no podemos plasmar en un papel… eso siempre quedará para nosotros. Once días de dura lucha con la torre para gozar unos microsegundos del placer de saber que has cumplido tu objetivo y que sigues vivo.

Joan Gibert en 'Twister rat' a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).
Joan Gibert en ‘Twister rat’ a la Cottontail Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).

Picatoste Tower

Pero la fiesta no termina aquí. Durante toda la escalada hemos estado viendo que no hay manera de ver ninguna reunión en la cima de la pequeña torre que tenemos enfrente… ¿será porque no ha subido nadie? Pues tendremos que averiguarlo.

Sin tan siquiera un día de descanso, al día siguiente de bajarnos de nuestra nueva ruta La rata enroscada, o en yanqui, que mola más Twister rat, estamos ya escalando una preciosa fisura offwidth sin ningún tipo de rastro de paso. Vamos bien.

La idea al terminar la apertura de Twister rat era repetir alguna otra vía dura de la zona, ya que Juanito solo ha abierto vías y, como os he dicho anteriormente, mola repetir para ver y aprender de los locales. Pero la atracción por explorar nuevas agujas es fuerte, y al final sucumbimos a la llamada de la exploración. La diferencia es que sabemos que son agujas más cortitas y que no nos pueden dar tanta guerra, ya que la cantidad de maniobras de cuerda y jumadas chungas y precarias en La rata enroscada nos destrozó la cabeza. Aquí sabemos que tirando una cuerda estamos rápidamente en la comodidad del suelo y eso cambia mucho el juego, lo cual no lo hace menos intenso y divertido, al contrario. Aquí no buscamos vibrar, buscamos disfrutar, y lo estamos consiguiendo: tres buenísimos largos nos dejan en una increíble y precaria cima de la torre que nosotros hemos bautizado como Picatoste Tower. Una cima de esas cutres que no sabes si se va a caer o no y, evidentemente, como habíamos supuesto, una cima virgen.

La emoción es tal que hacemos una suposición barata y nos decimos a nosotros mismos que si esta punta que quizá sea la más “comercial” para escalarla no estaba abierta, el resto de pequeñas cimas que tiene la torre tampoco estarían abiertas, así que nos disponemos a realizar la Rat traverse y subir a todas y cada una de sus seis cimas. Una escalada de esas con regusto clásico y con un nivel de placer sublime, sabiendo que eres el primero en estar allí arriba. Una torre en mitad del camino, por la que pasean miles de turistas y nosotros dos somos los dos primeros en mirarlos a todos desde arriba. Brutal. Evidentemente, la peña que pasaba por debajo flipaba y nos gritaba y aplaudía pidiéndonos que posáramos para sacarnos unas fotos. Una escalada que sin ser extrema te deja un muy buen sabor de boca. Aprovechamos la oportunidad para dedicar una de las puntas a todas las madres del mundo (porque sin ellas no seríamos nada) y el resto de cimas dedicarlas a todos los demonios y bestias del infierno del grupo diablos de Manresa, de donde somos Juanito y yo… Así que, para toda esa gente de “xaldiga”: estas cimas van por vosotros, para que sigáis escupiendo fuego muchos años más sobre todas las ratas manresanas y todas las que vengan de fuera a disfrutar de nuestra fiesta mayor.

David Palmada y Joan Gibert en la cima de la Picatoste Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).
David Palmada y Joan Gibert en la cima de la Picatoste Tower, en las Fisher Towers (Foto: D.Palmada).

Por lo demás, poco más que añadir. Lo poco que nos quedaba de viaje no podía ser de relax y, así como como en una contrarreloj, no nos podíamos ir sin repetir una gran clásica (la excusa era que Juanito repitiera algo, pero la verdad era que yo me moría de ganas de subir a esa ajuga desde 1996). A pesar del cansancio y ya un poquito con las ganas de relajarnos, repetimos la vía Maverick a The Hindu, una preciosa ajuga que nos regaló unas vistas de Onnion Creek increíbles y, cómo no, unos vídeos brutalísimos de dron.

Con toda la tristeza del mundo, volvemos al principio, empacamos todo y esta vez sí que hacemos como piratas profesionales, dejamos todo nuestro material dentro de nuestra nevera Coleman y, a modo de baúl del tesoro, lo enterramos en algún otro lugar del desierto a la espera de ser desenterrado para próximos proyectos… La pregunta será ¿cuánto tendremos que esperar? Y la respuesta es muy sencilla: el tiempo que tardemos en volver a reunir la pasta para volver a viajar…

PS: Gracias, Cottontail por tratarnos tan bien y dejarnos disfrutar una vez más en tu dulce manto arenoso y gracias Picatoste por esos bellos momentos a lomos de tus seis puntas, y cómo no, a mi fiel compañero solo decirle que limpios o sucios seguiremos siendo ratas.

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