Caroline Ciavaldini alcanzaba el pasado 8 de octubre el top de Le voyage 8b+ en Annot. Todo un viaje para ella, que va más allá de la escalada teniendo en cuenta que es madre de dos y que esta es la vía de autoprotección más dura que ha escalado hasta ahora.
Le voyage fue obra del marido de Caroline, el británico James Pearson, quien realizó la primera ascensión en 2017. La vía despertó la admiración inmediata y el interés de otros escaladores punteros, aunque hasta 2021 no llegaron las primeras repeticiones, a cargo de Jacopo Larcher, Siebe Vanhee y Barbara Zangerl. La austriaca firmó la primera femenina.
Desde entonces, otros roqueros empedernidos se han dejado seducir por Le voyage, como Steve McClure o Ignacio Mulero, e incluso Siebe Vanhee llevó a cabo un impresionante encadenamiento al flash.
El viaje de Caroline Ciavaldini hasta Le voyage
“El proyecto de Le voyage ha sido el más largo de mi vida, dos años”, explica Caroline Ciavaldini. Y es que comenzó a soñar en la línea justo después del nacimiento de su segundo hijo: Zozo tiene ahora dos años y Arthur, el mayor, cuatro. Sus tres chicos junto con James Pearson, la animaban desde el suelo en la sección final de la vía. “Por primera vez había pasado el segundo crux, un bloque muy largo y técnico de 7A+”, narra ella misma.
“Había hecho lo más duro de largo, y me había llevado dos años llegar hasta allí. Dos años para recuperarme del bebé número 2, con la ayuda constante de Maddie Cope y Lattice. La gente dice que quedarse embarazada no es una lesión… yo diría que es mucho peor para tu escalada que cualquier rotura de polea (yo he tenido dos) u otra lesión de escalada”.
Caroline Ciavaldini chapaba la ruta tras un largo diálogo interno en un reposo. Un diálogo interno en el que trataba de verse a ella misma superando dificultades de este nivel antes de ser madre: “ya ni me acuerdo de cómo lo hacía”. En el que agradecía a su tribu a pie de vía el estar ahí. En el que repasaba el durísimo entrenamiento que había tenido que llevar a cabo para volver a ser capaz de resolver algo tan exigente como Le voyage, con la preparación más específica que jamás hubiera realizado.
Y en el que, por supuesto, también había un sentimiento de culpa. Culpa por robar tiempo a sus hijos para un acto tan egoísta como escalar. “Después de meses de eso, tomé la decisión de buscar un psicólogo deportivo”. Además del fuerte entrenamiento físico, también necesitó un intenso entrenamiento mental que le permitiera superar el gran miedo a caer que había desarrollado.
Al final, consiguió superarlo todo y resolver una vía que, “la primera vez que me metí en ella, hace cinco años, ni tan siquiera pude hacer todos los movimientos, y era consciente de que su estilo técnico y a bloque no era mi mejor virtud. No tenía niños en ese momento, James acababa de abrir la vía y me parecía inalcanzable. Comencé a pensar en ella después del nacimiento de Zozo. Me encanta ver cómo han cambiado mis límites mentales. Mi paciencia se ha incrementado. Es tiempo de sentirme orgullosa de mí misma”.
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