Cuando Caroline Ciavaldini nació en 1985, ya hacía cuatro años que Georges Brassens había fallecido. El cantautor y poeta francés fue todo un icono para sus coetáneos y algunas de sus canciones fueron elevadas a himnos. El tiempo pasado no significa que la escaladora no lo tenga como referente.

Uno de los primeros éxitos de Brassens, compuesto a principios de los años cincuenta, fue Une jolie fleur (dans une peau de vache). Cuando Caroline Ciavaldini buscaba una vía larga y dura a menos de 200 km de su casa para regresar a las aventuras en pared seis meses después de haber sido madre por primera vez, supo que había encontrado su objetivo cuando leyó Une jolie fleur dans une peau de vache (200 m, 8b) en una reseña del Verdon.
Año y medio de progreso
Con un bebé de seis meses, Caroline Ciavaldini todavía no estaba lista para afrontar un reto de estas dimensiones. Tal como cuenta en un completo artículo lleno de sensibilidad en el blog de su patrocinador, se tuvo que marcar pequeños objetivos para ir recuperando el nivel y tono físico.
Un año y medio después del nacimiento de Arthur, el pasado mes de julio, Caroline Ciavaldini pudo por fin acercarse a Une jolie por primera vez, acompañada de un amigo mientras James Pearson se quedaba con el niño. Pasó dos días trabajando la ruta en el Verdon, progresando en un proyecto que “volvió a depertar la escaladora que soy”, admite ella misma.
Encadenamiento con James Pearson
Caroline Ciavaldini regresó a casa convencida de que podía llegar a escalar la vía. Que podía conseguir hilar todos los largos del itinerario, aunque necesitaba entrenar para hacerse bien con algunas secuencias y para adquirir la resistencia necesaria para ascender esos 200 metros en el día. Además del largo clave (L2 8b), Une jolie fleur dans une peau de vache incluye otros dos largos de octavos grado (L4 8a y L6 8a), entre los que se intercalan tiradas más sencillas (L1 6c, L3 7b, L5 5c y L7 6b).
El momento llegó un mes más tarde, eseta vez con su pareja James Pearson como asegurador y los abuelos ejerciendo de niñeras. “Una parte de mí se preguntaba por qué dejábamos a nuestro bebé, y ambos nos sentíamos un poco vacíos sin él saltando al lado de la furgoneta”, reconoce la escaladora.
No obstante, o quizás debido a ello, se puso en su papel de escaladora más eficiente posible y comenzó a resolver cada largo con precisión y rapidez. Sin saber si tenía la resistencia necesaria, se hizo con el 8b (40 metros) sin cometer ningún error. Y del mismo modo cayeron el siguiente 7b, el primer 8a y la travesía de 5c. El cansancio se comenzó a notar en el segundo de los largos de 8a, donde Caroline Ciavaldini admite haber cometido varios fallos y haber olvidado algunas secuencias. Estuvo al borde de la caída, pero consiguió rehacerse y alcanzar la reunión. El último 8b no fue obstáculo para lograr el encadenamiento: “¡Volvía a ser la escaladora que quería ser! Me demostré a mí misma que había un equilibrio entre ser madre y escaladora”.
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