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Roca
jueves, 14 diciembre 2017 - 12:00 pm
7 casos reales

Accidentes durante el rápel: para que a ti no te pase

Tras varios años de investigaciones sobre accidentes de escalada (pared, deportiva y rocódromo), he podido constatar que es durante las fases de descenso (rápeles, descuelgues y destrepes) donde se producen más episodios a lamentar; algo más de la cuarta parte del total. Y dentro de las fases de descenso, toca centrarnos en los rápeles.

Autor: Joaquín Colorado | 8 comentarios | Compartir:
Rápel aéreo.  (Darío Rodríguez / Desnivel)
Rápel aéreo.
Rápel aéreo.  (Darío Rodríguez / Desnivel)
Rápel aéreo.
Rápel en montaña.  (Joaquín Colorado)
Rápel en montaña.

Los siete casos que analizamos en este artículo son todos reales: sus protagonistas tienen nombre y apellidos. Se trata de sucesos que ocasionaron seis víctimas mortales, además de otros daños graves. Cuatro de estas situaciones indeseables tuvieron lugar en España; situaciones en las que ninguno de nosotros querríamos jamás vernos involucrados. Pero lo cierto es que ocurrieron, y que no se puede volver atrás; por tanto, del accidente debemos intentar aprovecharlo todo al máximo para prevenir daños ante episodios similares que se nos van a presentar. Para que a ti no te pase.

En cinco de los siete casos reales aquí estudiados, la persona que desencadena la causa principal del accidente era escalador experto. Además, a veces ocurre que este sujeto no tiene por qué haber sido el accidentado, ya que por desgracia se detectan sucesos acontecidos porque el experto, a pesar de su obligación de estar alerta, obvió alguna fase del proceso: dio por supuesto que el más novel con quien se encontraba iba a hacer algo que finalmente no hizo.

Cuerda que se atasca

Alpes: una cordada formada por tres escaladores españoles se encuentra rapelando por la pared tras haber terminado una vía de 400 metros. Han llegado a una amplia repisa, a unos 150 metros del suelo; intentan recuperar la cuerda del rápel anterior, pero el nudo que une las dos cuerdas se ha debido de atascar y la cuerda no baja. Tiran de ella los tres a la vez…, nada. Uno de ellos decide desconectar el autoseguro que le une a la reunión para poder así separarse de la pared y sacudir la cuerda para intentar desatascarla. Camina por la amplia repisa, tira con todas sus fuerzas varias veces, hasta que la cuerda cede de golpe… La inercia del tirón lo desequilibra hacia atrás, tropieza y se precipita al vacío… Pierde la vida.

No sabemos si la otra punta que subía en la recuperación del rápel ya se encontraba o no fuera del alcance de los escaladores, para que hubieran tirado de ella e intentar deshacer el atasco. No sabemos si el infortunado era consciente de lo cerca que se encontraba del abismo; tampoco si disponía ya o no de suficientes metros de cuerda recuperados como para haberse hecho con ellos un autoseguro largo a la reunión, o si, por el contrario, en su desesperación por desenganchar la cuerda, se olvidó por completo de protegerse.

Nudo mortal

Ray y Rob son dos escaladores británicos de gira por Estados Unidos. Llevan dos semanas triunfando sus paredes, y se disponen a realizar su última vía de estas vacaciones. Quieren escalar una ruta de nueve largos con dificultad obligada de V+/A2 y grado de compromiso IV. Deciden entrar tarde el primer día y escalar los cuatro primeros largos, para dejarlos equipados con cuerdas fijas de 10,5 mm y descender rapelando.

Al día siguiente remontan las cuerdas fijas. El tiempo está cambiando bruscamente y cuando Ray se encuentra en la cuarta reunión (punto máximo alcanzado el día anterior) y su compañero una reunión más abajo, la amenaza de tormenta les lleva a decidir desmontarlo todo y retirarse.


 

Rob se encuentra anclado en la primera reunión con una sola cuerda (la que estaba fijada en el primer largo), y espera a que Ray termine de rapelar el segundo largo para pasarle una segunda cuerda de las que trae consigo y así montar el último rápel. Se da la circunstancia de que la primera reunión es una amplia repisa terrosa de cinco metros de anchura sin protección de cuerda fija; son los metros que separan a Ray, al pie de su penúltimo rápel, de Rob, anclado al borde exterior de la repisa en el que era el último rápel.

Ray le lanza a Rob una de las cuerdas que lleva para que este último las empalme e inicie ese último rápel. Minutos después, mientras Ray, situado en el borde interior de la repisa, termina de recuperar el resto de cuerdas, escucha un grito de su compañero, se gira, y no ve nada. Atraviesa la repisa para llegar al anclaje de la primera reunión donde se encontraba Rob iniciando el rápel: no está su compañero, tampoco están las cuerdas, y el anclaje se encuentra intacto… No puede ver nada más abajo, la pared es muy vertical…

En el examen del cuerpo sin vida de Rob, al pie de la pared, se constata que este tenía las dos cuerdas correctamente pasadas por su aparato descensor, que a su vez estaba bien conectado a su arnés. Ambas cuerdas se extendían algo más de tres metros por encima del descensor, con sus puntas libres (sin nudo alguno), mientras que los 57 m restantes de cada cuerda (tenía cada una 60 m) quedaban limpiamente por debajo del descensor.

Quedaba claro que el nudo de unión de las cuerdas se había deshecho en cuanto la víctima empezó a descender y todo su peso colgaba claramente en aquella vertical pared. No en vano, su compañero superviviente manifestaba después: “No pude llegar a ver cómo Rob empalmaba las cuerdas ni la longitud sobrante que dejaba en las puntas del nudo. Lo que sí sé es que el nudo que siempre hacíamos para rapelar con cuerdas de idéntico diámetro es la gaza de ocho (ocho con las puntas paralelas en el mismo sentido, sobrantes largos pero sin rematar con otro nudo auxiliar) y nunca habíamos tenido ningún problema. Es el mismo nudo que sí le vi hacer ese mismo día mientras rapelábamos los largos de arriba, y en estos rápeles sí me fijé que el nudo lo dejaba siempre bien peinado y con los sobrantes de las puntas creo que suficientemente largos como para evitar que se deshiciera por deslizamiento”.

Lo más plausible, y que admite el propio superviviente, es que el infortunado realizara el mismo nudo de unión de cuerdas que hacían siempre y que con las prisas no lo dejara bien peinado: debió de quedar algún lazo flojo en alguna parte de ese ocho doble, lo que facilita el deslizamiento bajo carga excesiva (puede deslizar con poco más de 200 kg bajo estas condiciones). Al mismo tiempo, dos cuerdas de 10,5 mm paralelas en un descensor generan mucho rozamiento, especialmente en los primeros compases del descenso, donde el cuerpo aún no cuelga claramente hasta que no se sitúa en la pared vertical.

En esos primeros metros del rápel, lo normal es que el escalador tenga que dar varias brazadas bruscas con los tramos de cuerdas inactivos (los que cuelgan por debajo del descensor) para suavizar el alto rozamiento de cuerdas tan gruesas pasando por el aparato de descenso, y esto provocará a su vez bruscos tirones sobre el nudo, sufriendo este una carga excesiva que diera lugar a deslizamiento de las cuerdas en el nudo. Las puntas sobrantes quedarían más cortas, hasta que la víctima cuelga definitivamente todo su peso en el tramo vertical de pared, poco más abajo (recordemos que en el posterior examen realizado tenía más de tres metros de cuerda extendidos por encima del descensor), dando lugar a que el nudo se deshiciera definitivamente.

Rápel en plena tormenta

Naranjo de Bulnes, cara oeste. Varias cordadas se encontraban en diferentes vías de esta mítica y codiciada pared. Hacia las 15 h se ven sorprendidos por una brutal tormenta con aparato eléctrico, agua y granizo. Aquellas cordadas que se encuentran a la altura de la Cicatriz (pasaje característico de la vía Rabadá/Navarro) y próximas al anfiteatro de los Tiros de la Torca optan por abandonar descendiendo en rápel por la vía Sagitario, que sigue una línea más rápida y directa desde este mismo anfiteatro. Pero justo encima, en los Tiros de la Torca, la enorme cantidad de agua que se ha acumulado en tan poco tiempo prepara una trampa mortal. Y así, un torrente de agua y piedras se precipita violentamente sobre dos cordadas: dos muertos y dos heridos de diversa consideración.

Siempre es difícil mantener la calma y saber qué es lo mejor que se puede hacer cuando estás bajo una tormenta, y mucho más complicado todavía si esta te sorprende en plena pared. Si no puedes salir corriendo a buscar refugio, lo mejor es, cuando tienes la tormenta sobre tu cabeza, no moverse o buscar la mejor protección posible cerca de donde te encuentres. Pero hay que estar ahí…

¿Sistema autobloqueante por encima del descensor?

Ocurrió rapelando la cara norte del Torreón de los Galayos (descenso volado en su parte final), y el propio afectado lo reconoció: fue una gran torpeza (por decirlo de manera suave) aferrarse al Shunt con las dos manos para intentar desbloquearlo, sin antes haber bloqueado el ocho, que se encontraba por debajo del Shunt, para que aquel actuara como freno en caso de que ocurriera lo que ocurrió. Nuestro protagonista se fracturó los dos tobillos (tres maléolos), además de sufrir una fisura en la meseta tibial y el desprendimiento parcial de la rótula en la rodilla derecha. En su caída, intentando aferrarse a las cuerdas, los dedos índice y medio de la mano derecha se quemaron de forma grave.

Pero lo anterior no deja de ser una simple maniobra incorrecta frente a una incidencia (Shunt que no desbloquea por culpa de nuestro propio peso, que voluntariamente hemos permitido que cuelgue todo del aparato autobloqueante). Si en la cumbre, preparando el rápel, la víctima hubiera colocado dicho aparato, u otro sistema autobloqueante, por debajo del descensor, la licencia que se tomó, dejándose colgar para admirar paisaje y disfrutar de la puesta de sol, no le hubiera pasado factura.

Rápel diagonal, pero sin punto de reenvío

Risco Gordo (Gredos). Ya era tarde, pero en lugar de bajarse de la cumbre siguiendo la habitual trayectoria rectilínea del rápel, quiere hacerlo en diagonal y hacia la derecha para explorar un atractivo espolón que aún no tiene vía. Cuando lleva descendidos unos 20 metros, se desplaza a la derecha en busca del emplazamiento de la primera de las dos reuniones que quiere montar… Queda demasiado desplazado de la vertical del rápel y en ese preciso instante ocurre lo último que tenía que ocurrir en una situación como esta: se le resbala un pie y se inicia un efecto pendular…

El propio peso del escalador y el péndulo provocan que las cuerdas del rápel se escurran también hacia la izquierda, saliéndose a su vez de la cumbre del pilar, donde apoyaban. Nuestro protagonista va a caer contra una canal sin que sus cuerdas puedan hacer ya nada por él. Se dispone a recibir el impacto, encoge su cuerpo y prepara las piernas…

Justo antes de que este impacto llegue, las cuerdas del rápel, resbalando del pilar hacia la canal por el efecto pendular, se han enganchado muy arriba cuando el afectado entra en la canal con su cuerpo preparado. Este enganche en el último momento provoca un volteo en su cuerpo que lo deja de espaldas a la canal y completamente descontrolado momentos antes de chocar contra aquella. Casco y mochila golpean violentamente con la roca: aplastamiento de dos vértebras lumbares, con una recuperación que le costó más de un año hasta poder volver a retomar su actividad habitual.

Por comodidad, se había quitado los gatos y puesto las zapatillas, mucho menos adherentes, para rapelar. Las prisas por terminar la tarea de aquel día le llevaron a no querer pararse al comienzo del rápel para colocar en la pared uno o más puntos de reenvío sobre el espolón, que hubieran evitado cualquier péndulo peligroso con riesgo de salirse de la pared. Solo la mochila que llevaba salvó su espalda de un accidente que hubiera podido tener consecuencias mucho más trágicas.

¿Descenso simultáneo?

Han sido ya varios los accidentes con resultado de muerte acaecidos mientras se practicaba esta maniobra. El último tuvo lugar en la primavera de 2013 en Redován (Alicante) mientras un escalador rapelaba utilizando como contrapeso a su compañera a varios largos del suelo. Aquel se sale del rápel (faltaba nudo de remate en la punta) y caen los dos: él muere y ella queda muy gravemente herida; tardó varios meses en recuperarse físicamente.

Ya sea rápel, ya sea descuelgue, la maniobra simultánea de descenso implica excesivos riesgos para lo que se pretende conseguir con ella. Los casos registrados de este tipo tienen un denominador común: vía de varios largos y 100 por cien equipada, cordada de dos con una sola cuerda de uso simple, toman la decisión de bajarse a varios largos del suelo, pero uno de ellos no quiere bajar rapelando de forma autónoma. Cuando uno de los escaladores implicados no debe descender solo, existen mejores opciones para resolver el problema. Únicamente puedo recomendar un descenso doble por contrapesos en un contexto de autorrescate, es decir, el afectado presenta lesiones que desaconsejan que sea descolgado de otro modo, y el rescatador posee elevada experiencia como para bajar a la vez con aquel (pero solo rapela el rescatador, el otro está encordado a la otra punta, y conectados ambos por una cinta de longitud intermedia).

Cinta de anillo con goma: ¡error!

La escaladora se prepara para instalar un rápel y desmontar la vía, a 20 metros del suelo. De repente cae sin protección alguna y fallece. La víctima estaba anclada al descuelgue desde dos puntos: dos anillos largos conectados en su arnés a modo de cabo de anclaje; sin embargo, no están los preceptivos mosquetones de conexión a la reunión-rápel en ninguno de los dos anillos. El examen posterior del descuelgue muestra los dos mosquetones bien colocados en los anclajes del descuelgue, pero cada uno de ellos con una goma de sujeción tipo string rota por uno de sus lados. La víctima no estaba autoasegurada con su propia cuerda al descuelgue.

La malograda escaladora tuvo muy mala suerte…, pero ocurrió: dos cabos de anclaje y los dos con la cinta pasada en la forma “mala” por el mosquetón. El fabricante recomendaba no utilizar strings en cintas abiertas (anillos), solo en cintas cosidas. No se trata de un defecto de diseño o mal funcionamiento del material de haberse utilizado correctamente, sino más bien de una fatalidad. Este accidente debe servir para que todo tipo de escaladores revisen con detalle el material antes de utilizarlo.

Hubo otro error: el de no autoasegurarse con la propia cuerda con una gaza o ballestrinque al descuelguereunión. Es una mala costumbre contagiada de la deportiva y que los escaladores de pared no suelen tener.

 

 

 
 
 
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8 comentarios

  1. Testigo directo dice:
    18/12/2017 a las 00:04

    Nunca me había planteado hasta ese momento la posibilidad de que se te enganchen las cuerdas por debajo y que no puedas recuperarlas ni lo suficiente para hacer una pequeña coca y poder meter el descensor. No sé si no hizo nada por no saber qué hacer o por miedo de hacer y cagarla… por la inseguridad que produce el principio de hipotermia, etc… pero es una situación que se puede dar y que hay que saber afrontar… prusics… valdostano trenzado… Shunt… etc… Ese día aprendí que todo es susceptible de empeorar…

  2. Testigo directo dice:
    17/12/2017 a las 23:43

    En el ejemplo del Picu Urriellu, que por desgracia me tocó vivir de cerca (estaba allí) además de la tormenta se juntaron varias situaciones críticas que no se mencionan, y que para este artículo, serían muy enriquecedoras repasar. Dos cordadas… la que va por debajo le cae una piedra arrastrada por el torrente de agua y le lesiona gravemente el hombro a uno de ellos. Su compañero, que era el más inexperto, procede a descolgarle. Le baja hasta la siguiente reunión y al ir a rapelar él, pasa las cuerdas por el descensor, se quita el cabo de anclaje, lo cuelga al arnés y se cuelga hacía atrás. Con el estrés olvidó atar el descensor al mosquetón del arnés. 200 metros de caída. (un error más común de lo que parece en situaciones de tensión y prisas) La cordada que iba por encima se encuentra el «marrón» e intentan ayudarles… uno de ellos desciende hasta el herido que está en la 3ª reunión. Esta reunión no queda en la vertical con la 4ª, sino un poco hacía la izquierda. Con la tensión de ayudar al herido, suelta las cuerdas al llegar y no las pasa por la reunión. El escalador de la 4ª reunión cuando intenta bajar, se le han enganchado las cuerdas por debajo y no es capaz de recuperarlas ni lo suficiente para meter el descensor. La 4ª reunión de la Sagitario era un impresionante torrente de agua ya que es el desagüe natural de los Tiros de Torca. En pocos minutos se va apagando por el frío y la hipotermia. Cuando llega el rescate ya no hay nada que hacer por él.

  3. maldivo dice:
    16/12/2017 a las 14:23

    No soy partidario de anudar las puntas de la cuerda. Se pueden enganchar y hacerte perder tiempo, o tener que pendulear para desengancharlas con el consiguiente peligro de desprender piedras por encima de ti. Sería preferible llevar las puntas atadas al arnés.

  4. maldivo dice:
    16/12/2017 a las 14:08

    Yo suelo utilizar el pico pato por encima del descendedor por dos motivos. Uno, en el caso de que me pase la reunión y tenga que ascender, pongo un estribo al pico pato, me subo y recupero cuerda del descendedor, o lo cambio por un prusik, según. Y otro, en el caso de que se acabe la cuerda del rápel, el pico pato bloquea por encima del descendedor al aumentar la velocidad de descenso (en teoría, esto último no lo he probado). Si el pico pato estuviera por debajo y se termina la cuerda, ya no tienes ningún freno.

  5. Toya dice:
    15/12/2017 a las 22:17

    Aquí otro caso: Nunca sigan rapelando dejando que las puntas de la cuerda que falta por rapelar queden por encima de ustedes (trabadas por empuje del viento o lo que sea). A mí me ocurrió que cuando me percaté de ello, muchos metros más abajo, aunque trabé el descensor para poder tirar con las 2 manos ocurrió que la propia cuerda soltó un enorme bolo que al caer y luego estallar delante de mis narices me cortó la cuerda por 2 puntos (cosa que sólo noté cuando seguí rapelando y vi al poco que «ya no había mas cuerda»…

  6. Jatarifa dice:
    14/12/2017 a las 17:46

    Conozco otro caso. Marcado de cuerda con cinta aislante que después de meses se movió sin que se percatara el rapelador, dejando un cabo mucho más corto que otro. Descenso en volado con enorme techo que no permitía ver el final. Politraumatismos variados con pronóstico casi de muerte, varios meses en el hospital.

  7. ZZZ5 dice:
    14/12/2017 a las 16:11

    Los accidentes que he visto o que le han pasado a gente que conozco son dos casos que no se comentan: 1) Que salte el anclaje del rapel (en un caso arrancó el bloque sobre el que estaba el rapel y en otro se rompió la cinta), y 2) bajar sin autoasegurarse y escurrirse porque las puntas no estaban igualadas. El caso 2 lo he visto dos veces.

  8. Nena dice:
    14/12/2017 a las 15:27

    Gracias por la info!. Estaría genial si todos los casos le agregan imágenes.


 

 

 

 

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