El miércoles 7 de noviembre a las 19:00 horas en la Librería Desnivel, Sebastián Álvaro, junto con Eduardo Martínez de Pisón, nos relatará la vida de un hombre que tuvo una vida llena de lucha y gloria, de intensas alegrías y satisfacciones, pero también de amarguras y frustración. Con ese motivo rescatamos un documento único sobre el duque publicado en la revista Desnivel por Sebastián Álvaro.
Resulta increíble que a la misma persona se le deba la primera escalada dela arista Zmutt del Cervino, la ascensión y exploración del inhóspito SanElías, en Alaska; el descubrimiento del espolón sureste del K2, que enadelante será «de los Abruzos», por donde transcurrirá 46 años despuésla primera ascensión; la exploración y primeras del Ruwenzori. Y, más aún,que todo esto ocurriera a fines del XIX y primeros del siglo XX. Se trata deLuis Amadeo de Saboya, hijo del rey de España…

El 23 de febrero de 1933, un hombre con paso cansado pasa por última vezrevista a las tropas que le esperan en Mogadiscio. Luis de Saboya está enfermo,sabe que su hora se acerca inevitablemente, se encuentra solo…Sobreponiéndose al dolor, se muestra amable con aquellos soldados que leesperan. Para vivir cuanto le quede, ha elegido un lugar perdido en el mapa delgran continente africano. En realidad ha ido para morir en su verdadera casa,tan alejada de su ciudad natal, Madrid, como de su auténtico país, Italia; lacasa de un nómada del mundo, un hombre solitario y errante que ha amado lalibertad y la soledad, que ha sabido luchar contra las fuerzas de la naturalezaen montañas, mares, y polos. En esos lugares salvajes se ha sentido mucho mása gusto que en un país donde, tantas veces, ha sido apartado por las leyes delos «hombres civilizados».
Hace unos días se ha despedido por última vez de su inseparable VitorioSella. Su amigo intentó convencerle para que se quedara en Italia. Allí,insistía Sella, podría disponer de más atenciones médicas y de laimprescindible morfina que le evitaría algunos dolores, pero Luis de Saboyarespondió con una frase que delata un punto de amargura: «Prefiero que entorno a mi tumba se entrelacen las fantasías de las mujeres somalíes, antesque la hipocresía de los hombres civilizados». El Duque se esfuerza porcumplir con dignidad el último acto de su vida pública recorriendo esosquinientos metros que le parecen interminables. ¿Qué son comparados con loskilómetros explorados y el tiempo transcurrido desde que empezó su aventuraafricana? Cuarenta años atrás, en 1893, puso su pie por primera vez en estemismo lugar y quedó hechizado por esta tierra a la que ahora regresa paradescansar definitivamente. Al menos ha tenido la suerte de llegar a ver en vidala obra a la que dedicó toda su madurez. Ha logrado transformar un paisajeinsalubre de pastores nómadas, tantas veces en guerra, en una tierra fértildonde miles de personas prosperan y viven en paz de su trabajo. Puede estarsatisfecho porque ha logrado una vez más, con tesón y rigor como en todas susempresas, hacer realidad un gran sueño. Está, lo sabe bien, ante el último deellos.
Por fin llega a una humilde casa que se ha hecho construir. Nadie diría quese trata de la vivienda de un noble de sangre azul emparentado con el rey deItalia y, en su día, heredero de la corona de España. Es una modesta mansióncon unos pocos muebles. Fatigado por el esfuerzo se sienta con parsimonia en unsillón. Levanta la cabeza para abrir los ojos y mirar hacia la pared buscando,casi obsesivamente, la fotografía de una mujer morena, de porte altivo. Cuandola encuentra parece contestarle, como si le mirase fijamente a los ojos. Es lamisma mujer que figura en un pequeño retrato al lado de su cama. Siente que lequedan muy pocos días para hacer recuento de una vida llena de lucha y gloria,de intensas alegrías y satisfacciones, pero también de amarguras yfrustración.
Probablemente muchos no lleguen a comprenderlo, pero ser hijo de un rey no leha resultado fácil. Ha tenido que renunciar a muchas cosas pero sólo una deellas, que le ha marcado buena parte de su vida, le pesa como una losa. Unsueño, deseado más intensamente que alguno de sus éxitos, no ha podidoconvertir en realidad: dejó que la única mujer que ha amado en su vida se leescurriera entre los dedos. Tuvo que renunciar por las presiones de su propioentorno –la casa real Saboya Aosta–, pero jamás pudo olvidarla. Aunque loque ocurriera a su alrededor le exigiera darlo todo, como la exploración de lasdistintas vertientes del K2, en el Karakorum, o el mando de la flota italiana enla Primera Guerra Mundial, ella siempre estuvo firme en sus pensamientos. Comole confesó a uno de sus compañeros en un raro momento de debilidad, pues nuncafue muy extrovertido, hubiese cambiado sin dudarlo un instante todos sustítulos, los honores, su brillante carrera de marino y explorador, sus momentosde gloria. Pero, esa vez, tampoco pudo elegir. Sí, se dice a sí mismo, serhijo de un rey de España no ha sido fácil. Recostado en el sillón, se quedamirando a esa figura enigmática y quizás recuerde…
Nacimiento regio
Luis Amadeo José María Fernando Francisco de Saboya nació en Madrid el 29de enero de 1873. Era el tercer hijo de Amadeo de Saboya Aosta, rey de Españadurante dos años. En aquella época, los españoles parecían empeñados enseguir anclados en la memoria de un glorioso pasado, que se estaba desmoronando,viviendo entre atentados y golpes de estado. De hecho nada más llegar a Madridle esperaba una noticia trágica: dos días antes, su mentor, el general Prim,había sido asesinado. España era un polvorín a punto de estallar bajo unagran crisis institucional, en uno de los periodos más graves de su historia, enplena decadencia y en medio de una notable convulsión social. A pesar de laincierta situación política, la celebración del nacimiento real sedesarrolló con la categoría de un acontecimiento de tanta importancia. Era elprimer hijo del nuevo rey que nacía en España y por ello recibirá el títulode Infante del Reino. El 3 de febrero, en una ceremonia solemne, fue bautizadoen la capilla del Palacio Real. Allí estaban miembros del gobierno, almirantesy generales, representantes de los gobiernos europeos y parlamentarios. Fue elúltimo acto oficial del rey de España: pocos días después abdicó y regresóa Italia.
(Ediciones Desnivel ha publicado recientemente el libro ‘El Duque de los Abruzos’, la primera biografía que se publica en español y que Sebastián Álvaro, junto con Eduardo Martínez de Pisón, presentará el miércoles 7 de noviembre en la Librería Desnivel)
Ni el Duque ni sus hermanos vivieron la infancia en un fácil entornofamiliar con la servidumbre a su disposición, sino entre disciplina militar. Alos seis años, Luis Amadeo ingresó en la Escuela de la Marina en Spezia,adonde llegó acompañado por su padre. «No deseo ningún privilegio para mihijo», le dijo al director. En aquellos importantes años para la formacióndel carácter de la persona, desarrolló el gusto por la competición que leharía lanzarse a empresas importantes de exploración. Su cabeza se llenó deaventuras de viajes y hazañas en el Polo Norte, África o América; oiráhablar de Burton y Speke, y de las fuentes del Nilo, de Livingstone, que habíapreferido quedarse a morir en el continente africano a retornar con Stanley aInglaterra. Ocurrió justo el año de su nacimiento, en 1873, y estaba lejos deadivinar que él tomará la misma opción 60 años después. Son noticias queavivan su curiosidad y despiertan su pasión por la mar, la montaña y elalpinismo.
A partir de 1892 son cada vez más frecuentes sus escaladas en los Alpes, enel Gran Paradiso y en el macizo del Mont Blanc, acompañado de algunos de losmás prestigiosos guías como el famoso Emile Rey, uno de los mejores alpinistasitalianos de la época. Entre otras, efectúa la escalada del Diente delGigante, considerada entre las más audaces de aquellos años. También asciendeal Monte Rosa y al Cervino. En 1894 la lista de las escaladas del Duque es yaimpresionante por cantidad y calidad, en roca y en hielo. Desde la travesía delos Grandes Charmoz y del Grépon, a la soberbia ascensión del Petit Dru. Peroel objetivo más ambicioso lo realiza ese año al ascender la virgen la aristaZmutt del Cervino en compañía del alpinista más importante de su tiempo: elrevolucionario Alfred Mummery. A pesar de la distancia que les separa en cuantoa edad y carácter, entre los dos hombres nace una simpatía natural desde elprimer momento. La desgraciada muerte de Mummery, el verano siguiente en elNanga Parbat, cortó casi en su raíz la línea del futuro que ambos habríancompartido. Ahora, no tiene sentido especular sobre lo que pudiera habersucedido si ambos hubiesen puesto en marcha proyectos en común. Sin embargo lainfluencia de Mummery sobre la joven personalidad de Luis de Saboya fueposiblemente definitiva y trascendental. Si exceptuamos algún otro casoextraordinario, como el de Stanley y Livingstone, el fortuito encuentro de estosdos grandes aventureros es una coincidencia infrecuente. Imaginemos dospersonalidades como Mallory y Messner protagonizando un momento histórico alcoincidir en la cara norte del Everest.
El salto a la exploración
La trayectoria aventurera del Duque a partir de este momento seráimparable. En los dos años posteriores, 1895 y 96, da la vuelta el mundo en elbarco Cristobal Colón. En 1897 ya se siente preparado para comenzar sus grandesexpediciones. A pesar de su juventud, con sólo 24 años, dirige de formaimpecable la primera en Alaska, donde logra la primera ascensión delprestigioso monte San Elías, una imponente montaña que partiendo del mar seeleva a 5.489 metros y donde habían fracasado otros grandes alpinistas. Alaskay el ambiente polar fascinan la inagotable curiosidad de Luis de Saboya y apartir de este momento se prepara para su siguiente reto: el Polo Norte. Laexpedición al Ártico será una de las más duras, exigentes y dramáticas decuantas vivirá en su larga trayectoria exploratoria. En un accidente, sufrirácongelaciones en dos dedos que serán objeto de amputaciones, lo que además leimpedirá participar en la marcha hacia los 90º Norte. También va a ser laúnica en la que perdió a alguno de sus hombres, lo que le dejará entristecidodurante mucho tiempo, a pesar de que la expedición, aun sin llegar a alcanzarel Polo, obtuvo un gran éxito. Los italianos habían superado los récordsvigentes de los dos mayores expertos polares de su tiempo: Peary y Nansen. Luisde Saboya acababa de demostrar las cualidades necesarias para triunfar encualquier tipo de terreno y dirigir con éxito, con su estilo metódico,riguroso y eficaz, las empresas más comprometidas.
A partir de este momento se convierte en uno de los grandes aventureros delsiglo que va a comenzar. Da otra vuelta al mundo como comandante de la naveLiguria y un año más tarde está de nuevo en África para realizar unainnovadora expedición a las míticas Montañas de la Luna, el Ruwenzori, quehabían permanecido envueltas por el misterio hasta la mitad del siglo XIX.Además de realizar un estudio cartográfico del macizo y de obtener datosbarométricos, lograron ascender todas las cimas principales. Bautizándolas connombres latinos, casi siempre de familiares como el de la princesa Margaritapara la cumbre más elevada, ha quedado patente sobre los mapas la tremendaeficacia de la expedición en un lugar que había rechazado los intentos deexploradores muy importantes.
Cinco meses después de su vuelta, el Duque recibía una invitación de laRoyal Geographical Society para pronunciar una conferencia en el templolondinense de la exploración mundial, en presencia del rey Eduardo y delPríncipe de Gales. Su autoridad y prestigio era respaldado oficialmente por elpaís del que partían las más importantes empresas de aventura y exploraciónde la época. En un universo anglosajón y nórdico, la única excepción era lade un aventurero italiano de sangre azul nacido en Madrid.
A comienzos de 1907 el Duque recibió el encargo de representar a Italia enlos actos del tricentenario del nacimiento de los Estados Unidos. Es un viajeprotocolario, que pasaría inadvertido dentro de su amplio historial si nohubiese sido porque allí la prensa sensacionalista dará cuenta del romance deLuis de Saboya con una joven millonaria norteamericana, la bellísima KatherineElkins. Incluso un periódico tan prestigioso como The New York Times publicóla noticia de la inminente boda de los dos jóvenes. Sin embargo, la oposiciónde ambas familias dio al traste con este matrimonio deseado por los dosprincipales actores. Hasta hoy, no conocemos los verdaderos motivos del Duquepara renunciar al matrimonio con la mujer que amó hasta el final de sus días,pero todo lleva a pensar que fueron las tremendas presiones que sufrió porparte de la Casa Real que no veía con buenos ojos a la familia norteamericana.En concreto la prensa italiana culpó al rey Víctor Manuel III, que leamenazó. Se dice que el Duque no soportaba la posibilidad de verse desprovistode su posición económica y su rango, pero no por aferrarse a dichosprivilegios sino por lo que ocurriría a continuación: se habría convertido enel mantenido de la millonaria Elkins. Fuera el motivo que fuese, lo cierto esque Luis de Saboya no contrajo matrimonio y se mantuvo soltero hasta el final desus días, aunque tuvo esporádicos romances y en sus últimos años en Somaliaconvivió con Faduma Alí, una bella princesa negra. Pero en su corazón siempreestuvo presente Katherine y la mirada penetrante de esa joven norteamericana fuela única compañía amiga de la que dispuso Luis de Saboya en sus últimosmomentos.
(Ediciones Desnivel ha publicado recientemente el libro ‘El Duque de los Abruzos’, la primera biografía que se publica en español y que Sebastián Álvaro, junto con Eduardo Martínez de Pisón, presentará el miércoles 7 de noviembre en la Librería Desnivel)
Después de la ruptura de su noviazgo con Katherine Elkins, Luis de Saboyalimitó sus apariciones en público para evitar a los periodistas que estaban ala caza. El día 26 de marzo de 1909, sin anuncios, el Duque y sus compañerosse embarcaban en Marsella en la nave Océana, con dirección a Bombay. Desdeallí prosiguieron hasta Rawalpindi en busca del camino que les llevará alKarakorum: la cadena montañosa más impresionante del mundo, un verdadero marde montañas como olas encrespadas. Y nuevamente la expedición fue un ejemplode trabajo, eficacia y valentía. La exploración del sistema central delKarakorum es valorada todavía hoy como una de las más importantes que se hanrealizado jamás. Se reconocieron las diferentes vertientes del K2, adelantandolo que va a ser la ruta normal de ascensión por la que realizarán un intentomuy audaz; se profundizó en el estudio de los efectos de la altitud sobre elorganismo, y se realizó un importantísimo trabajo exploratorio, geográfico,topográfico, geológico y glaciológico. Eso sin mencionar las excelentesfotografías de Vittorio Sella y la consecución de los 7.500 metros en elChogolisa, en el que se quedaron a poco más de 150 metros de la cima marcandoel nuevo listón de altitud. Un récord que tardará trece años en ser superadopor los británicos en el Everest.

Luis de Saboya no volverá a pisar el Himalaya. Nada más llegar a Italiarecibe el ascenso a contralmirante de la Armada. Poco después, daba comienzo laPrimera Guerra Mundial en la que el Duque tuvo una actuación muy destacada. Enuna arriesgada operación logró salvar a más de cien mil serbios que estaban apunto de ser aniquilados por las fuerzas alemanas y austriacas. Sin embargo laconvulsa situación política italiana le harán retirarse de un escenario quetan injustamente le trataba. Abandonó la Armada y comenzó a pensar en uninnovador proyecto agrícola en Somalia al que dedicó todas sus energías. Enrealidad, además de encontrar un alivio en el continente que desde un principiole había atrapado, suponía casi un exilio voluntario tras las disputas de laGran Guerra y el ascenso del fascismo. Durante diez años se dedicará a poneren marcha su idea, levantando edificios, instalando fábricas y ferrocarril,creando de la nada hasta dieciséis pueblos que durante muchos años después desu muerte vivirán del proyecto iniciado por Luis de Saboya.

Las fuentes del Uebi-Scebeli
Cuando tenía 50 años, en octubre de 1928, el Duque realizó su últimaexpedición en busca de las fuentes del Uebi-Scebeli. Durante cien días elgrupo se internó en Etiopía remontando 1.400 kilómetros del río, estudiandoy tomando notas y muestras de los lugares que exploraban, completando un estudiocartográfico del territorio que servirá para realizar unos mapas muy precisosde una zona desconocida hasta entonces. En 1929 el genial aventurero comenzó asentir los primeros signos de la enfermedad que le llevará a la tumba. Aunquelos dolores cada vez eran más intensos, no consiguieron impedirle escribir, nipreparar trabajos, ni dictar conferencias. En esos años tristes asistió a lapérdida de algunos de sus amigos más queridos: Petigax, Ollier y su fiel Cagni.Cuando se sintió desahuciado y solo, se embarcó hacia su amada Somalia.
Luis de Saboya murió veinticinco días más tarde de su llegada. Un día,cuando ya ni siquiera podía hablar, le hizo una seña con la mirada alrepresentante del gobierno italiano, señor Rama, en dirección al retrato deKatherine Elkins. Rama supuso que el Duque quería decirle que le informara desu muerte, cosa que hizo al día siguiente mediante un telegrama. La noticia sepropagó rápidamente. Durante el transporte del féretro, miles de personas dela ciudad que había fundado salieron a despedir a su benefactor entonandocánticos fúnebres. Desde el cielo llovían flores enviadas por las autoridadescoloniales en aviones, pero ningún político, ni tampoco su primo el rey deItalia, acudió al entierro. En realidad no le habían tenido mucha simpatía envida y aquellos postreros agasajos no parecían muy sinceros. Benito Mussolinise permitió un elogioso discurso en el Senado calificándole como el mayorexplorador de la era moderna italiana, a pesar de que era sabido por todos ladistancia que mantenía el Duque con su política. Esa misma distancia quemantuvo en vida hacia el movimiento fascista no fue asumida por el rey, quieninvolucró a la Casa Real en la imposición de un estado totalitario. Al finalde la II Guerra Mundial, el fascismo arrastrará en su caída a la monarquía.
La prensa realizó un amplio despliegue magnificando el discurso deltodopoderoso jefe fascista y el rey ordenó veinte días de luto oficial. Hastael Papa, enfrentado a la Casa Real, envió un mensaje de condolencia. Nisiquiera en la tumba, a pesar de haber huido de su país para morir en paz en suamado rincón africano, se pudo librar de lo que más había odiado en vida: lahipocresía de los hombres civilizados.
Sebastián Álvaro
(Ediciones Desnivel ha publicado recientemente el libro ‘El Duque de los Abruzos’, la primera biografía que se publica en español y que Sebastián Álvaro, junto con Eduardo Martínez de Pisón, presentará el miércoles 7 de noviembre en la Librería Desnivel)