HISTORIAS DE LA HISTORIA

La primera al Gasherbrum II, más ligera de lo previsto

La cordada austriaca liderada por Fritz Moravec e integrada por Sepp Larch y Hans Willenport llevó a cabo en 1956 el primer vivac en altura planeado de la historia (7.500 m) para hacerse con la ascensión del 13º pico más alto del mundo.

Sepp Larch, Fritz Moravec y Hans Willenport en el Gasherbrum II
Sepp Larch, Fritz Moravec y Hans Willenport en el Gasherbrum II
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Austria fue el país que acumuló más primeras ascensiones a los ochomiles. No firmó las más mediáticas: no hizo la primera, que fue para los franceses en el Annapurna; no hizo la del Everest, que correspondió a los británicos; ni la del K2, que se llevaron los italianos. Eso sí, en ninguna de sus cinco primeras se usó oxígeno y algunas de aquellas se cuentan entre las más ligeras de la época.

Hermann Buhl y Kurt Diemberger fueron los nombres descollantes de aquella generación de alpinistas austriacos que entre 1953 y 1960 hollaron el Nanga Parbat, el Cho Oyu, el Gasherbrum II, el Broad Peak y el Dhaulagiri. Por debajo de los dos grandes, figuran otros personajes que tuvieron un papel fundamental. Uno de ellos fue el respetado Fritz Moravec, que lideró la primera ascensión del Gasherbrum II en 1956 así como la expedición al Dhaulagiri de 1959 que resolvió la ruta que al año siguiente sirvió para ascender el ochomil más tardío (sin contar el ‘cerrado’ Shisha Pangma).

Fritz Moravec, vocación didáctica

Fritz Moravec (1922-1997) desarrolló su afición por las montañas gracias a la influencia de su padre, ingeniero ferroviario que sirvió como guía de montaña militar en Dolomitas durante la Primera Guerra Mundial. El joven Fritz estudió ingeniería mecánica en Viena, aunque la Segunda Guerra Mundial interrumpió su formación para mandarlo a servir al Cáucaso en las unidades de montaña.

A su regreso en 1946, sacó a relucir una vocación didáctica que ya no lo abandonaría y marcaría toda su vida. Estudió psicología y educación, fue profesor de formación profesional y comenzó a dar cursos de escalada a la par que llevaba a grupos de jóvenes a las montañas de los alrededores de Viena.

En 1950 ya era un consumado alpinista, con experiencia en los Alpes occidentales. En 1954 participó en su primera experiencia en el Himalaya, con intentos al Saipal (7.030 m) y al Firnkopf (6.730 m), y en 1955 lideró con éxito una expedición a las Montañas Ruwenzori (entre las actuales Uganda y República Democrática del Congo) que le dio la llave para ponerse al frente del proyecto del G2.

Además de su ya citada intervención en la expedición al Dhaulagiri de 1959, Fritz Moravec dejó una huella inmensa con la escuela de montaña Glockner-Kaprun para jóvenes, que contribuyó a fundar en 1962 y de la que estuvo al frente durante treinta años. La instalación continuó funcionando tras su jubilación en 1991 y posterior fallecimiento, hasta 2009, cuando cerró sus puertas.

G2: Problemas y más problemas

El Gasherbrum II, junto con el resto de montañas de aquella zona del Karakórum, había sido explorado por primera vez por la expedición del Duque de los Abruzzos de 1909. La montaña, de 8.034 m de altura, recibió su primera tentativa en 1934, a cargo de la expedición internacional a los Gasherbrums liderada por el germano-suizo Günter Dyhrenfurth, que alcanzó los 6.250 m en el G2.

La expedición austriaca de 1956 al Gasherbrum II fue el siguiente intento serio y estuvo marcada por los problemas desde un buen inicio. La marcha de aproximación a través del glaciar del Baltoro fue una pesadilla desde la partida de Skardu. Cuentan las crónicas que los porteadores se quejaron varias veces por la dureza del trabajo y el recorrido. A dos días de llegar al campo base, y tras una violenta tormenta, los ocho alpinistas austriacos y once porteadores de altura que la conformaban se quedaron solos en el glaciar tras el abandono de todos los porteadores.

Tuvieron que redoblar esfuerzos para conseguir montar su campo base (5.300 m) el 23 de mayo. Durante las semanas siguientes trazaron un plan para ascender la montaña a través de la arista suroeste, que se convertiría en la ruta normal sin apenas competencia –el resto de rutas son muy minoritarias o testimoniales– y que también se conoce como Espolón Moravec.

Situaron su C1 a una altura de 6.000 m y consiguieron trasladar hasta allí buena parte del material destinado a aprovisionar los otros cuatro campamentos de altura con que tenían previsto puntear la ruta antes de la llegada de una intensa tormenta. Se refugiaron en el campo base durante los diez días que duró el mal tiempo. Cuando las condiciones volvieron a permitirlo, regresaron al emplazamiento del campo 1, para descubrir que una avalancha lo había arrasado y que habían perdido todo el material allí almacenado.

Soluciones creativas e innovadoras

Dice el refrán que “a grandes males, grandes remedios”. Los austriacos se lo aplicaron a rajatabla. Ante la escasez de material para montar los cinco campamentos previstos, modificaron su estrategia para ascender la montaña con solo tres campamentos de altura, lo que obligaría a una ascensión más rápida y ligera.

Después de recomponer el perdido C1, fueron progresando en la ruta y colocaron el C2 a 6.700 m y el C3 a 7.100 m. Desde allí, Fritz Moravec, Sepp Larch y Hans Willenport lanzarían el intento de cima que, con más de 900 metros de desnivel de terreno desconocido por delante y sin la ayuda de oxígeno artificial, se adivinaba como una tarea ardua.

La solución a esta disyuntiva fue llevar a cabo un vivac intermedio a unos 7.500 m. No es que no se hubiera hecho nunca algo así. Lo novedoso del asunto es que nunca antes se había planificado realizar un vivac en altura, sino que siempre había surgido como una necesidad ante una situación de emergencia.

El terceto dejó el C3 el 6 de julio y pasó la noche siguiente como pudo en sus sacos sin tienda. A pesar del escaso descanso y de las ligeras congelaciones sufridas por Larch y Moravec, hacia las 11:30 horas del 7 de julio alcanzaron la cumbre tras unas siete horas de esfuerzos.

Cima discutida

En una época en que la fotografía digital no era ni tan siquiera un sueño lejano, a Fritz Moravec se le discutió durante un tiempo si había hecho cumbre porque no se le ve en las fotos de cima. Contó con detalle cómo sus compañeros y él, bajo unas agradables temperaturas veraniegas, se quitaron las parkas y construyeron una pequeña pirámide con piedras. En su interior, metieron un bote vacío de película con un papel con sus tres nombres y un medallón de la virgen que le había dado su madre.

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