EXPLORANDO

Hablamos con Rosa Fernández

Rosa Fernández, “la niña” del Himalaya, nos presenta su libro, Mi Everest, cargado de aventuras y emoción

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¿Cuál es tu primera sensación cuando eres manteada, por un grupo de sherpas, a 8.848 metros?
La sensación fue impresionante. Al llegar a la cumbre me sentí la mujer más feliz del mundo. Era una cosa por la que llevaba mucho tiempo detrás; desde el 99 pensando en esa montaña, tras el intento fallido del 2003, donde nos quedamos a 8600 metros. Fue una montaña a la que dediqué mucho dinero, mucho tiempo, mucho esfuerzo…y todo eso sumado, pues hizo que cuando llegué allí y me vi arriba fuese súper especial (mira al cielo, no tiene palabras)

¿Cuál ha sido tu ochomil más duro?¿Y el más especial?
Yo creo que el Everest fue el más duro, el Makalu es una montaña diferente, el Everest es un sueño, la montaña de las montañas. Por supuesto también fue la más especial y la más espectacular.

Sé que durante tu último ataque a la cumbre del Everest, pasaste miedo, ¿Qué te impulsa a superar esas dudas y arriesgarte a pesar de las recomendaciones?
En el 2003, la primera vez que fui, era el 50 aniversario de la primera ascensión, quería ser la primera en llegar arriba y en definitiva una serie de cosas que en el 2005 se cumplieron. En 2005 de hecho, quería esperar a que la gente subiese, que hiciesen cumbre, no quería que se repitiese el fracaso. Pero todo estaba saliendo bien, se estaban dando todas las circunstancias para que pudiese ser la primera en hacer cima y todo en contra de lo que estaba pensando, porque esas no eran mis intenciones. Así que viéndote allí, tan respaldada por los acontecimientos, pues te lanzas.

¿Y tu marido no te abronca por arriesgarte?
Bueno, en mi casa en parte lo entienden y en parte no. También es difícil comprenderlo, cuando piensas en un deporte que no practicas, no entiendes las motivaciones. Mi padre me dice que no entiende cómo puedo arriesgar mi vida, luchar por ello, pero ellos no ven lo que tú disfrutas, qué te puede aportar esa montaña, es difícil de entender para la gente que no lo hace.

Dawa te dijo “lo importante es volver” y tu padre “Si vuelves no vuelvas”. Es una frase que me ha sorprendido de tu libro.
Sí, fue muy duro. Tú imagínate; a un mes de marchar, cuando aún no tenía los medios económicos, le dije “papá necesito el dinero” y me dijo que para cualquier cosa menos para esto. “Si vas no vuelvas” me contestó y claro, cuando tienes tantas ganas de hacerlo pues es algo muy duro y al regresar me pasé meses sin volver a casa de mis padres (desvía la vista a un lado, arrepentida). Hubo una expedición este año a Aconcagua, en la que bajando de la cumbre me encontré con un hombre, que luego murió allí. Un alpinista suizo famoso. Cuando estás en la montaña, para ti la muerte es algo normal, vives con ella, no le das la misma importancia que cuando estas aquí y cuando llegué abajo él tenía un mail de su mujer y de su hijo y fue cuando realmente me di cuenta que lo más duro lo pasan los que se quedan en casa. Para los que vamos a la montaña la muerte es diferente.

Primer plano de Rosa Fernández Rubio- Foto: Sergio Prieto/DesnivelpressPrimer plano de Rosa Fernández Rubio- Foto: Sergio Prieto/Desnivelpress

Actualmente, algunos alpinistas y guías están proponiendo la creación de un grupo de rescate para las laderas del Everest, para así evitar casos como el de David Sharp. Este alpinista inglés murió al iniciar el descenso, a 800 metros de la cumbre, víctima de la falta de oxígeno y del abandono por parte de las más de cuarenta personas que pasaron junto a él. ¿Cómo habrías actuado tú?
Te puedo decir que en el 2003 la cumbre era lo más importante, el llegar arriba. Alcancé los 8.600 metros y bajé porque no teníamos mucho oxígeno. Yo sabía que no podía subir. Bajé al campo base, compré dos botellas de oxígeno a unos japoneses que se marchaban y cuando subíamos nos encontramos a un sherpa amigo de Dawa, un sherpa que estaba con un edema tremendo, que se estaba muriendo. Dawa y yo nos miramos y para mí fue mucho más importante la vida de ese hombre que la cumbre, pero te hablo de 6.600 metros. Yo creo que arriba, a 8.000, las cosas cambian mucho y es muy difícil que alguien te ayude. Cuando me di la vuelta, a 8.600, hubiese sido muy complicado poder ayudar a alguien. Yo creo que hay que estar allí y vivir esa situación. No es lo mismo hablar de las montañas de aquí, a 3.000 metros, que se puede hacer un rescate y sacar a la gente. Allí arriba encuentras cadáveres en la ruta, sentados tal como se murieron, nadie los aparta ni los mueve. Es otro mundo diferente allí arriba.

Rosa Fernández y César Pérez de Tudela, el pasado miércoles, en la librería Desnivel- Foto: Sergio Prieto/ DesnivelpressRosa Fernández y César Pérez de Tudela, el pasado miércoles, en la librería Desnivel- Foto: Sergio Prieto/ Desnivelpress

Hay quienes dicen que la utilización del oxígeno resta pureza a la ascensión. ¿Cómo lo ves tú?
Es un tema del que habría muchísimo que hablar. Si tu vida va a depender de ello, como es el caso de las congelaciones…. lo que no puedes es depender totalmente del oxígeno. Hay gente que sube con él desde los 7.000 metros y realmente están arriesgando más su vida que yo, que lo uso a partir de 8.300. Y puedes parar, desconectarlo y estar sin él grabando moviéndote, sin máscara. Empezar antes es un riesgo enorme porque puede haber problemas, se te congelan los conductos y sabes que te vas a morir. Además es un rollo tremendo, un engorro, cargar con cinco kilos más de peso. Ojalá no fuese necesario, pero puede salvarte.

Casi siempre que se lee tu nombre aparece otro junto a el; Dawa.
Bueno los Sherpas es otro tema como el oxígeno, hay gente que lo usa durmiendo y luego dice que no lo usa. Lo de los sherpas es similar. Casi todo el mundo va con sherpas y son ellos los que equipan la ruta, así que todos se aprovechan de esas cuerdas… pero parece que nadie quiere nombrarlos, como si fuera más importante decir que lo haces tu solo. Pero todo el mundo va a la ruta normal, donde está la huella hecha y las cuerdas puestas y luego dicen que lo hicieron solos. Y no, se aprovecharon de el trabajo de otros, de mi sherpa y de los de los demás. Los sherpas poseen mucha más fortaleza, se adaptan mucho mejor a las alturas, cargan mucho más peso que tú, Hay que tenerlos en cuenta.

¿Fue él quién te bautizó como Didi (niña)?
Sí (ríe dulcemente). Yo compartía permiso con unos americanos, dos noruegas…pero me entendía mejor con él, además, mi inglés no es muy bueno. Hacía más vida con ellos (los sherpas). Estás en la tienda con ellos, con Dawa y vienen otros tres o cuatro y siempre son bienvenidos. Me encuentro a gusto. Soy como la hermana de ellos.

Háblame de Nepal.
Bueno, a parte de la montaña yo creo que es tan importante la gente de allí, lo que vives. Ahora vengo de cruzar la cordillera en bici. Me encontré con el Lama que el año pasado nos predijo el día de cumbre y son cosas con las que luego te identificas muchísimo. Con su cultura, con la forma que tienen de hacer las cosas, incluso con la religión. Aún sin querer, te metes un poco en su mundo. Yo siempre digo que es como mi segunda casa.

¿Es tan duro mentalmente escribir un libro como subir una cumbre?
Escribir yo creo que es más complicado. Sí, es más duro, pero también tuve un buen sherpa. Mario, que es un periodista de Asturias, me conoce mucho, sigue las cosas que hago, mis expediciones y fue un gran sherpa a la hora de transmitir y escribir todos los pensamientos que yo tenía.

Por último, tus próximos proyectos.
Vengo ahora de pasar con la bici por el campo base del Everest, muy cerquita del Cho Oyu. La idea era ir a ese campo base del Cho Oyu o del Shisha , para luego ir a escalarlo. Ahora tengo que terminar el proyecto siete, las Siete Cimas, me queda el Vinson y el Kilimanjaro. Espero terminarlo en Enero y de los ochomiles pues sí que me gustaría ir a la cara sur del Shisha, así un poco como despedida…

 

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