The North Face no solo patrocinó la expedición al Gasherbrum 2 de Simone Moro, Denis Urubko y Cory Richards, sino que también ha querido que alpinistas de cinco paises europeos pudieran vivirla de la mano de sus protagonistas. Por eso organizó The North Face Speaker Series Tour Europeo en Turín, Barcelona, Moscú, Múnich y Londres. La concepción de este evento es distinta a lo habitual. Una parte del tiempo está dedicado a la proyección de imágenes y de la película «Cold», realizada durante la ascensión. Pero la parte más humana, interesante, cercana y divertida para todos los presentes es el relato, por parte de los tres integrantes de la expedición, de sus vivencias, recuerdos y, sobre todo, de las anécdotas que surgen en una expedición formada por un italiano, un ruso y un americano… Tres países, tres culturas, tres carácteres muy distintos.

El acto, presentado y moderado por el director de Desnivel, Darío Rodríguez, comenzó con la proyección de un vídeo sobre la historia del alpinismo invernal a los ochomiles, marcado inicialmente por los montañeros polacos. Simone Moro fue el encargado de tomar el relevo a los polacos. El italiano es el primer alpinista en salir al escenario del Palau de la Música de Barcelona para iniciar el coloquio. A continuación, la transcripción de la primera parte del coloquio, hasta el momento en que se inició la proyección de la película Cold, que narra la expedición de Moro, Urubko y Richards al G2, primera ascensión a un ochomil de Pakistán en invierno.
Darío Rodríguez: En una entrevista que te hice una vez, me dijiste que Krzysztof Wielicki era dios. Explícanos eso.
Simone Moro: Hablando de las expediciones invernales y hablando de Krysztof Wielicki, yo recuerdo muy bien cuando llegamos al Shisha Pangma en 2004/2005, como está escrito al final del vídeo, que Wielicki fue de las primeras personas que me motivó a empezar esto del alpinismo invernal. Ahora puede estar un poquito más claro que no es una conveniencia ir al Himalaya en invierno, no es fácil y se puede decir incluso que es un lugar poco humano. Porque las condiciones pueden ser tan terribles que estar, por ejemplo, en el campamento base, que es una cosa muy simple en verano, es toda una aventura en invierno.
Wielicki, de quien yo decía que era el dios del alpinismo invernal junto a Kukuczka porque los dos fueron los primeros que subieron no una sino tres montañas de ochomil metros. Empezaron las expediciones algunas veces antes del principio del invierno, a finales de noviembre o principios de diciembre, pero subieron siempre después del 21 de diciembre, o sea en invierno. Y ellos me decían de una manera muy fuerte: “Mira, Simone, por encima de los ochomil metros en verano es para mujeres, y en invierno es para hombres”. No es verdad, pero me daba una idea de lo que pensaban los polacos… Si a mí ya me parecía difícil en verano, cómo iba a ser en invierno.
Pero yo me inspiré o me motivé al leer los libros de Kukuczka y de Wielicki, y tenía un sueño cuando empecé a ser alpinista de intentar algunas cosas en invierno. Yo me preguntaba: “¿Por qué solamente los polacos? Polacos, polacos, polacos, polacos, polacos, polacos, polacos… Siete veces.
D.R.: Durante 17 años, desde 1988 que fue la última primera a un ochomil hasta el Shisha Pangma en 2005, no hubo otra primera a un ochomil. ¿Por qué?
S.M.: Esa era la pregunta que yo me hacía y mi respuesta fue: “Yo tengo que ir a ver por qué”. ¿Por qué Messner, Lafaille y todos los mejores alpinistas del mundo fracasaron en el intento de subir en invernal? ¿Y por qué también los polacos no subieron más a los ochomiles en invierno? ¿Qué pasó? ¿Qué cambió? En 2004/2005 empecé a organizar el proyecto del Shisha Pangma: el más pequeño de los ochomiles, uno de los siete que faltaban por subir en invernal y el único que está completamente en China, con lo que es también el más complicado de organizar el permiso y todo. Y es que los chinos, cuando yo dije que iba en invierno, decían: “¿Qué pasa? ¿Es un espía o qué? ¿Cuál es el problema?”
Bueno, el proyecto estaba claro: ir al Shisha Pangma. Pero no podía ir solo. Durante 17 años nadie había subido a un ochomil en invierno, así que tenía que buscar compañeros, y compañeros fuertes y motivados. Empecé a preguntar, también a los amigos que tenía en Italia y así, y al final sólo pude encontrar tres personas, de nacionalidad… polaca. Al final, solamente lo polacos. Empezamos esa expedición y, con un estilo bastante limpio (sin porteadores y sin oxígeno) subimos a la cumbre del Shisha Pangma. Así, después de 17 años, el primer no polaco era un italiano y junto a mí, Piotr Morawski. De este modo: ocho veces los polacos aunque en la octava también había un alpinista mediterráneo, un alpinista de Italia. Recuerdo que me preguntaba: “Simone, ¿qué haces tú aquí? ¿Spaguetti, pizza, mandolina…?” Y yo pienso que esa subida motivó a toda la comunidad internacional de alpinistas a creer que era posible lo que parecía imposible.
Hay otras cosas que tengo que explicar: Cuando me fui al Shisha Pangma en 2005, no era la primera vez que Simone Moro llegaba al alpinismo invernal. Me gusta recordar que en diciembre de 1997, ocho años antes, intenté subir la cara sur del Annapurna en invierno, con Anatoly Bukreev. No era sólo el sueño de un alpinista a quien le gustaba hacer una escalada histórica –que es algo bastante diferente que una escalada difícil, ya que va a perdurar para siempre. Estuve ocho años con el sueño de subir, y además con la memoria de Anatoly Bukreev.
D.R.: Esta es una historia muy curiosa, porque eres un alpinista mediterráneo que escalas siempre con alpinistas kazajos. Primero fue Anatoly Bukreev, cuya desaparición en el Annapurna viviste muy de cerca y, de hecho, también sufriste esa avalancha y te salvaste de milagro. Y curiosamente, tu otro gran compañero ahora, Denis Urubko, es también de ese mismo país, de esa misma cultura.
S.M.: Sí, y hablando de ello, diría que Denis no es solamente un compañero de escalada o un amigo, es un hermano. Porque cuando se murió Anatoly Bukreev, yo tuve la curiosidad de explorar el país donde vivía Anatoly. Fui a Kazajstán a mirar las montañas y a conocer nuevas personas. El destino hace estas cosas, y encontré a la persona que hoy también es más que un hermano. Quizás es mejor que le llamemos, porque ahora también hablamos de otra subida invernal, que hicimos juntos.
D.R.: Llamamos pues a Denis Urubko, que también está aquí con nosotros.
Denis es uno de los alpinistas más fuertes, es kazajo, ha ganado el premio más importante que hay en el alpinismo, el Piolet de Oro, que ha ganado cuatro veces y la última hace muy pocos días. De profesión es militar, pero dedica todo su tiempo al alpinismo. Denis, ¿qué hace un kazajo como tú con un italiano como Simone?
Denis Urubko: Porque nos hicimos amigos hace años en una expedición y, a medida que hemos ido haciendo expediciones, hemos sido más y más íntimos.
S.M. (traduciendo a D.U.): Todo empezó por este sentimiento de amistad que nació en Kazajstán, y que no apareció así de repente. Durante los días anteriores a la muerte de Anatoly Bukreev, él y yo hablábamos de proyectos futuros y así tenía, y todavía tengo hoy, muchos de los proyectos que pensamos juntos con Anatoly. Y uno de esos proyectos era subir las cinco montañas de más de 7.000 metros del Pamir y el Tien-Shan, el Everest de la Unión Soviética. Contacté con un amigo en Kazajstán, le dije: “Tengo este proyecto que pensé con Anatoly Bukreev y me gustaría subir los cinco sietemiles del Pamir y del Tien-Shan y ganar el Leopardo de las Nieves –premio que da el presidente-, pero no en toda una vida sino en una única expedición. Y me gustaría hacerlo con un alpinista ruso del mismo grupo de Anatoly. Organizamos seis meses de competiciones: de subida rápida, de subida técnica… Y la persona que ganó fue Denis. Así, cuando yo llegué a Kazajastán, me dijeron “este es tu compañero”… Nos saludamos y él no hablaba inglés, sólo pocas palabras. Y así empezó todo.
Pero Denis está aquí porque, continuando lo que empezamos antes con el Shisha Pangma, él fue el compañero de la segunda expedición invernal que hice y del segundo sueño que me parecía imposible: la subida del Makalu en invierno.
D.R.: Cuéntanos, Denis, ¿cómo fue esa primera experiencia invernal con Simone?
D.U.: Esa expedición fue un gran éxito, pero también me di cuenta de lo estresante que es una expedición invernal. En invierno, todo se congela mucho más, alcanzas tus límites mucho más, tienes mucha más presión psicológica, mucho más mal tiempo… Y todo ello te exige hasta tal punto que lo hace mucho más difícil, pero a la vez cuando todo marcha bien, te aporta mucha más diversión. Mis recuerdos de esa expedición no son tanto de una expedición más difícil, sino más divertida.
D.R.: Esto parece increíble, que cuando todo es más duro, más difícil, más frío… sea también más divertido, ¿no?
D.U.: Porque la vida es armonía, y cuando tienes los momentos más difíciles, también tienes los momentos más felices. Poder vivir las dos cosas, es una especie de forma de arte, es el equilibrio perfecto entre las dos cosas.
D.R.: Aquí tenemos un alpinista ruso y un alpinista occidental, ¿cuáles son las diferencias entre los dos tipos de alpinismo?
D.U.: La principal diferencia es que el alpinismo del este está influenciado por el comunismo soviético. Lo importante no es la persona, sino el grupo. Esa era la tradición en la que yo empecé, donde todo está decidido anteriormente: para ir a una expedición, tienes que hacer cinco escaladas de tal dificultad, etc. Y solamente al final, tú puedes tener el permiso de llegar a hacer la expedición.
Por otro lado, tengo que decir que todo estaba organizado por el gobierno, que financiaba las expediciones porque consideraba el alpinismo como una forma patriótica y deportiva, como si fuera cualquier deporte olímpico. Por un lado, no había libertad para hacer alpinismo individual, y por el otro te daban las condiciones económicas para poder hacerlo.
S.M.: Yo también puedo decir que el estilo de vida de las personas del este es un estilo de vida más complicado. Así, cuando se encuentran en estas condiciones como las que teníamos en el Makalu en invierno, creo que están más acostumbrados a estas situación: si no tienen algo que comer, ok, más o menos pasa lo mismo en casa; si hace frío, más o menos pasa lo mismo en casa. Por eso él dice, que es más divertido.
D.R.: Venís de dos mundos totalmente distintos, ¿qué aportáis cada uno y qué aprendéis el uno del otro?
D.U.: Yo aprendo más de Simone, porque yo soy el hermano menor. He aprendido a continuar sean cuales sean las condiciones. Y sobre todo, he aprendido cómo comunicarme con la gente, como ser sonriente… porque yo venía de la Unión Soviética y estaba siempre serio, y Simone me dijo que también era posible sonreir.
D.R.: Todo esto que dice Denis es totalmente verdad. Normalmente Denis es un personaje serio, duro, militar de trabajo, y sin embargo Simone lo ha transformado totalmente y cuando está Simone cambia completamente.
S.M.: Yo también tengo que dar las gracias a Denis, porque he aprendido muchas cosas. Con Anatoly Bukreev era más o menos lo mismo. Anatoly estaría sentado aquí y yo en el lugar de Denis. Anatoly era como un coach para mí, como el hermano más grande, con más experiencia. Y yo le preguntaba muchas cosas. Y cuando se murió Anatoly y empecé a escalar con Denis, fue difícil para mí cambiar las posiciones. Cuando alguien te pregunta algo a 8.000 metros, como cuando yo le preguntaba algo a Anatoly, él tenía siempre la respuesta y me daba seguridad. Y cambió un poquito cuando yo tenía que hacer de Anatoly con Denis. Así, empecé a adquirir la responsabilidad de tener en cada momento la decisión lista.
Pero bueno, ahora esta experiencia la abrimos y también la compartimos con un tercer hermano, un hermano de otro continente: un hermano asiático, uno europeo y uno americano.
D.R.: Además este americano era el más joven de vuestra expedición, había ascendido sólo a un ochomil. Llamamos a Cory Richards.
Simone le reclutó para su expedición, y a pesar de su poca experiencia logró subir a la cima del Gasherbrum 2, y no sólo tuvo la fortaleza física para llegar hasta la cima del Gasherbrum, lo hizo filmando y fotografiando llevando una cámara Reflex profesional y dos objetivos. Con ello hizo una película, que se llama Cold y que vamos a tener la oportunidad de ver esta noche, y que ha ganado recientemente el festival más importante que hay en el mundo de la montaña, Festival de Cine de Banff. Es muy curioso, porque es un fotógrafo, él solo, filmando con la cámara de fotos que no es un gran equipo gana el festival de cine más importante del mundo de la montaña. ¿Qué eres? ¿Alpinista, fotógrafo…?
Cory Richards: No lo sé. Seguramente no soy alpinista ni fotógrafo, sino una mezcla, soy un fotógrafo alpino, o quizás un alpinista que hace fotografías… Antes de llegar al Gasherbrum 2, no podía ser sólo un alpinista profesional, tenía que trabajar para pagarme las expediciones. Así, estudié fotografía y empecé a trabajar como fotógrafo.
S.M.: Y cuando lo invité al Gasherbrum 2 no era la primera vez que nos encontrábamos. Nos conocimos por primera vez en Nepal. Y no sé cómo pasó, pero entre nosotros nació una gran amistad. Y creo que ese es el secreto del equipo de Cory, Denis y Simone. Es cierto que figuro como líder en el permiso de escalada, pero realmente no hay un líder, porque compartimos todas las decisiones. Y cuando le pregunté: ”¿Te gusta venir al Gasherbrum 2?”. Él me dijo: “Sí, por qué no”. Cory, explica cómo nos conocimos en el Khumbu, porque no era la primera vez que nos veíamos en el Gasherbrum 2.
D.R.: Yo recuerdo que hablando con una alpinista muy famosa, Ines Papert, me decía que la había anandonado su otro compañero y que había subido la montaña con el fotógrafo. Y yo decía “menudo fotógrafo, que te ha acompañado en esta ascensión”. Y ese fotógrafo era Cory Richards.
C.R.: Sí, fui invitado por Ines Papert a una expedición femenina. Y cuando eres un fotógrafo hombre, en una expedición femenina es un poco extraño. Realmente, yo iba mucho más despacio que ellas, y finalmente sí, terminé escalando con ella. Y allí es donde conocí a Simone y Denis por primera vez. Ellos se enteraron que había una expedición femenina y vinieron.
S.M.: Es verdad. Nosotros estábamos en el valle del Khumbu haciendo la aclimatación para el Makalu. Así que la amistad empezó antes de la cumbre del Makalu… puede ser una señal del destino. Estando en Namché un amigo nos dijo que había una expedición femenina a una montaña de 6.000 metros y dijimos: “Vaya, interesante… ¡Y en invierno!”. Y pensamos “¿qué hacemos? Pues vamos”. Y llegamos y allí estaban las tres chicas y también Cory. O sea que él ya tenía una experiencia invernal.
C.R.: Sí, y un año después fui al Tawoche en invierno con Renan Ozturk y después Conrad Anker amplió mi permiso al Lhotse. Denis y Simone estaban también allí y fue la razón por la que me pidieron ir al G2.
S.M.: En la expedición al Tawoche filmó mucho y fotografió mucho y yo me empecé a fijar en la calidad de la película y de las fotos que hizo. Al año siguiente, él llegó al campamento base del Lhotse-Everest trabajando con Conrad Anker y Denis y yo estábamos allí también. Después de su trabajo con Conrad Anker, haciendo fotos en el glaciar, tenía diez días y en esos diez días subió al Lhotse. Fue con oxígeno, pero yo comprendí que si uno sube al Lhotse (8.516 m) en poco más de una semana con oxígeno, significa que es un alpinista muy fuerte.
Nosotros teníamos que fijarnos en Pakistán, porque después del Makalu todos los ochomiles del Himalaya ya habían sido subidos en invierno y restaban los cinco de Pakistán (K2, Broad Peak, Gasherbrum 1, Gasherbrum 2 y Nanga Parbat). Y en el Nanga Parbat había un equipo de cuatro rusos; en el Gasherbrum 1 había una expedición internacional en la que también había Álex Txikon; y en el Broad Peak estaban los polacos. Así que sólo quedaban el K2 o el Gasherbrum 2… 2 o 2… mejor vamos primero al Gasherbrum 2. Y le preguntamos: “¿Querrías venir?”. Y contestó “Sí, ¿por qué no?”.
D.R.: Recuerdo que hubo gente que llegó a criticar el hecho de que llevaras a una persona con tan poca experiencia como Cory, porque entendían que podía ser el eslabón más débil, la persona que pusiera en peligro la cordada y que os impidiera alcanzar la cima. ¿Cómo fue esa decisión?
S.M.: La decisión fue tomada utilizando la intuición. Yo comprendí en el Tawoche y también en el campo base que Cory era joven y americano, pero también era una persona humilde. Y la humildad es el secreto para muchas cosas en el Himalaya. Normalmente a las personas jóvenes no les gusta que haya alguien que les diga las cosas que tienen que hacer y que se lo explica. Todos piensan que son los mejores y que son muy fuertes, y eso es un peligro. Yo vi que Cory era una persona diferente, con la que hablábamos el mismo idioma, que tenía un sueño y que comprendió que podía ser una oportunidad.
D.R.: ¿Y qué pensó Denis de esa elección?
D.U.: Al principio no podía hacer nada, porque siempre me estaba diciendo acuérdate de mirar a la cámara y no estaba acostumbrado. Además, no podía olvidar que era americano. Pero después, vi cómo intentaba hacerlo todo lo mejor posible, y cómo nos protegía del trabajo con el ordenador. Cuando llegábamos al campo base, nosotros nos íbamos a descansar y él se ponía a trabajar con el ordenador. Hizo nuestra vida más fácil, así que todo estaba bien.
S.M.: No fue fácil. Yo estaba allí y lo puedo decir. Denis no estaba completamente abierto a esa tercera persona que estaba con nosotros. Pero día a día, Denis se dio cuenta de que Cory nos protegía de todos los trabajos que no queríamos hacer, como esos trabajos enviando crónicas y fotos después de todo un día de escalada… Así, día tras día, comprobó que Cory no era un peso en la expedición, sino que era un tercer hermano diferente. Puedo decir que no fue fácil para Cory ganarse la confianza de Denis y ahora tienen una amistad profunda. Porque a Denis, si tú no le gustas, te lo dice. No es fácil. Pero si llega a decir “eres mi hermano”, desde ese momento te protege como si fueras su niño. Yo creo que ese es el secreto por el que nosotros tuvimos éxito en el Gasherbrum 2.
D.U.: Además es que me di cuenta, observándolo, que no se limitaba a esperar que le dijésemos lo que tenía que hacer. Muchas veces yo empezaba a andar en el hielo, él veía que la cuerda no estaba tensa y corría hacia atrás rápidamente para evitar riesgos con una posible caída en una grieta. Era un alpinista que pensaba alpinísticamente sobre lo que sucedía a nuestro alrededor.
D.R.: Esta expedición ha sido una auténtica expedición 2.0, porque habéis sido tres alpinistas y habéis estado mandando continuamente fotos, vídeos, etc. Un trabajo increíble, porque llegabais al campo base y sobre todo Cory se tenía que poner a montar, a trabajar, hasta el punto que Cory dijiste que habías estado a punto de cruzar la línea roja de tu límite físico. De hecho, el día antes de salir hacia la cima, te acostaste a las tres de la mañana montando y después salisteis hacia la cima a las seis de la mañana. ¿Qué representa que los alpinistas os ocupéis también de la comunicación en una expedición a unos niveles tan profesionales?
C.R.: Yo tenía claro que si estaba en la expedición era por una razón, y que esa razón no era porque era el mejor alpinista del mundo, sino porque puedo escalar bastante bien y además puedo hacer fotos y vídeos. Lo que aprendí es que hay que anticiparse para tener una buena imagen. Hay que prestar atención a estos dos trabajos y sobre todo a los tiempos diferentes que tienen ambas cosas. Y además tener claro cuánta energía tengo y cuánta energía puedo dedicar a cada esfuerzo en cada momento. Por ejemplo, si va a haber un tramo de acción de escalada, tengo que anticiparlo, ir más rápido sin verme obligado a pedir a los otros que se paren y poder sacar la foto.
S.M.: Yo recuerdo que el día antes de partir hacia la cima, en la campamento base, estuvo trabajando hasta las tres de la noche, editando el último vídeo que mandamos por internet.
D.R.: Y es incluso más complicado aún, por el hecho de que no se trataba sólo de hacer fotos sino también de hacer vídeo. Cuando entraste en la aventura, ¿pensabas que ibas a hacer una película?
C.R.: En principio iba sólo para hacer fotos. Pero cuando estuve allí, no me costó ponerme a hacer las mejores fotos que pude, y también grabar las mejores imágenes de vídeo que podía. Pero no era para nada suficiente para hacer una película, ya que si yo pienso en hacer una película tengo que grabar mucho más. Simplemente pasó que regresamos con una buena historia de amistad y también de una escalada fantástica. Ese es el secreto de esa película.
D.R.: Quería preguntar a Simone y a Denis que vosotros sois una cordada que habéis hecho escaladas muy importantes, pero sin embargo sois una cordada que no sois fieles entre vosotros, ya que escaláis también con otros compañeros y os reunís para determinados objetivos… ¿Cómo funciona vuestra relación de cordada?
D.U.: Con Simone tenemos una relación normal de hermanos. Si bien no compartimos todas nuestras expediciones, porque yo no soy la fotocopia de Simone ni él es un clon de Denis, tengo que decir que cada expedición que hago con él es la mejor. Antes de la expedición al Makalu, todo iba mal en mi vida, no tenía dinero, no había chicas guapas… y cuando me propuso ir allí, yo dije que sí de inmediato y, de repente, el mundo era genial. Simone tiene esa capacidad de hacer que todo sea mucho más interesante, mucho más lleno, mucho más colorido.
D.R.: Antes comentábamos que desde el primer ochomil invernal, que fue el Everest, hasta el primer ochomil invernal en el Karakórum pasaron 38 años, ¿qué diferencia hay entre hacer un ochomil en invierno en el Karakórum y hacerlo en el Himalaya?
C.R.: Para empezar, en el Himalaya, las grandes montañas se encuentran más cerca de la civilización, la gente vive más cerca de ellas. Las condiciones son frías, con viento, pero la solitud no es tan completa como en el Karakórum. En el Karakórum, las aproximaciones son mucho más largas; tienes que meterte muy adentro de un mundo salvaje.
S.M.: Además, yo añadiría que las ventanas de buen tiempo en invierno en el Himalaya son dos o tres más que en el Karakórum. En Pakistán tienes dos o tres ventanas de buen tiempo en todo el invierno, y nada más. En el Himalaya puedes tener una ventana un poquito más larga y más frecuente.
C.R.: El tiempo cambia mucho más rápido en el Karakórum que en el Himalaya. Puedes tener un día completamente despejado por la mañana, y después de comer, caer una tormenta tremenda…
S.M.: Sí. Yo no puedo decir que en el Gasherbrum haya hecho más frío que en el Makalu o que haya sido más difícil. Incluso en el Makalu, el día de la cumbre hacía más frío y era técnicamente más difícil, pero limitadamente a pocos días. En el Karakórum es como meterse en el infierno, desde el primer día hasta el último, con lo que es una aventura ya el simple hecho de estar en el campo base.
D.R.: Otra cuestión importante en vuestra expedición era que había un cuarto miembro, el meteorólogo, que fue una persona en la que creísteis totalmente. Os dio una ventana de buen tiempo de 30 horas, creisteis en ella, salisteis con mal tiempo… Cuéntanos esa historia, porque es interesante.
S.M.: Es verdad, y siempre lo he declarado, porque en la montaña éramos tres pero siempre hubo un cuarto hombre en Austria, en Innsbuck, con el que hablábamos por teléfono satelital… Parece una locura, llamarle desde el Karakórum para preguntarle el tiempo que hace aquí. Esta persona es Karl Gassl y es increíble, no comete errores. Y esa es la tecnología que puede ayudar, pero cuando llamamos y nos dice “mal tiempo, mal tiempo, mal tiempo…” todos los días. Cuando dijo “me parece ver una ventana de buen tiempo”. Era estupendo, “¿cómo de larga?”, pregunté. “Treinta horas”, me dijo. ¿Cómo? ¿30 horas? Poco más de un día… Y tomamos la decisión de utilizar esas 30 horas para subir el Gasherbrum 2, y lo subimos porque partimos dos días antes.
[Ver segunda parte del coloquio]