
Expectación. Unos minutos antes de que MauriceHerzog iniciara el relato de su mítica ascensión al Annapurna(Nepal,8.091 m) de 1950, primera de la historia a un ochomil, una tensa expectaciónflotaba en el cargado ambiente de la Librería Desnivel. Cargado porque apenashabía huecos libres (ni siquiera en el suelo), y tensa porque para todosasistentes suponía la posibilidad de conocer en persona al primer alpinista quedivisó el mundo desde una montaña de más de 8.000 metros.
En su presentación, Fernando Lanzas, Director General del Libro, recordóotra gran faceta del mítico alpinista francés, la de escritor. Para él, sulibro ‘Annapurna. Primer 8.000’ representó el auténtico descubrimiento de laliteratura de montaña en nuestro país. ‘Una gran historia de aventuras y unlibro de memorias más fantástico que cualquier novela fantástica’.
Y su posterior obra, ‘La montaña’, ‘una increíble enciclopedia de la vida de la montaña, que no habla sólo de las cumbres, sino también delos valles, la flora y fauna, el clima, el medio humano, la mitología y lasleyendas, la historia del alpinismo, su relación con las artes. El libro de unmontañero, pero también y ante todo, de un humanista. Un hombre que nosenseñó que en la montaña y en la vida de los hombres, puede haber otrosAnnapurnas. Algo que dejó escrito en sus libros’.
Una historia de aventura

Así definió Herzog su ascensión al Annapurna de 1950. Una historia quedesgranó a los asistentes durante la posterior proyección de la películaoficial de la expedición, y que además del reto deportivo y humano de coronarpor primera vez uno de los catorce techos del planeta, supuso una auténticaexploración de un terreno nunca recorrido por el hombre.
Por ello, Herzog confesó ayer que inició su aventura rodeado de los mejoresalpinistas del mundo en aquel tiempo de posguerra. Tres nombres que han quedadoeternamente ligados a esta montaña y a la historia del alpinismo mundial, y sinlos que Maurice no habría logrado completar su ascensión: LouisLachenal, quien le siguió hasta la cima, LionelTerray y GastónRebuffat.
¿Por qué el Annapurna?
Herzog y sus compañeros estaban seguros de su victoria. Derrochabanentusiasmo, aplomo, confianza y seguridad en sus propias posibilidades. Terray yLachenal, ‘las locomotoras de los Alpes‘,eran la cordada más potente en aquellos momentos. Entonces ¿por qué no ir al Everest?Ayer, Herzog, nos descubrió la respuesta a través de una conversación quemantuvo con JohnHunt (director de la expedición británica que tres años despuésconquistó el Everest por primera vez), seis meses antes de que el entoncesprohibido Reino de Nepal les abriera sus puertas por primera vez.
Hunt le confesó que tras los fallidos intentos británicos a la vertientenorte del Chomolungma, los británicos tratarían de coronar en 1953 por el ladosur, lo que requería un permiso para entrar en Nepal. A pesar de que losfranceses ya tenían la autorización, Herzog reveló a Hunt que su objetivo realera otro: coronar el Dhaulagiriy el Annapurna. ‘Pero cuidado John, si en 1953 no conseguís pisar la cima delmundo, los franceses irán al ataque’.
La cima del Annapurna
Acto seguido, Herzog presentó la película de la expedición que MarcelIchac, encargado de la filmación y la fotografía, rodó en 1950. Unas imágenesque recogieron todo el desarrollo de un viaje, hasta entonces nunca filmado. Conlos comentarios del propio Maurice pudimos empaparnos del carácter aventurero yde exploración que movía a este equipo de alpinistas.
Hoy en día es hasta predecible sufrir los desplantes de sherpas yporteadores durante la marcha de aproximación, reivindicando una mejora de sushonorarios. Durante la proyección de ayer, Herzog nos contó como cuando lossuyos se levantaron en ‘huelga’ camino del Dhaulagiri, no entendieron a qué sedebía y por qué, tras un buen rato de discusión con sus ‘delegadossindicales’, volvieron a levantar sus cargas y continuar su camino.
Después, y a pesar de tener más de medio siglo, las imágenes en blanco ynegro de la cara norte del Annapurna y su característico Glaciar de la Hoz ,volvieron a impresionar a los asistentes, mientras Herzog dibujaba con su voz laruta que junto a sus compañeros trazaron hasta la cima del primer ochomilconquistado.
Hermano de Lionel Terray
Después, la dramática llegada al campamento base, las graves congelacionesen pies y unos ojos vendados que les impidieron despedirse de sus montañas,pusieron fin a una película que detrás del éxito y determinación de Herzog yLachenal, no ocultó la admiración del francés por sus propios compañeros,sherpas y porteadores, que cargaron sus cuerpos a sus espaldas durante latediosa e inacabable marcha de regreso.
La misma admiración, que durante el coloquio posterior a la proyección, yrespondiendo a las preguntas de los asistentes, Maurice Herzog confesó profesarhacia el primer conquistador del MontBlanc, J. Balmat. Un pequeño homenaje que el mítico alpinista francésquiso dar al primer alpinista que coronó el techo alpino en 1786, pero que nofue el único. Para cerrar su paso por la Librería Desnivel, Maurice quisorecordar el increíble espíritu de compañerismo que reinó en la expediciónal Annapurna, especialmente de ‘su hermano’ Lionel Terray, junto al que esperaser enterrado cuando ya no este mundo.