A finales del siglo XIX la Institución Libre de Enseñanza, con Giner de los Ríos, Bartolomé Cossío y Bernaldo de Quirós, entre otros, a partir de sus experiencias pedagógicas en la Sierra de Guadarrama, sentaron las bases de lo que podría definirse como una visión humanista de las montañas. Esta nueva aproximación se fundamentaba en la convicción, inédita entonces, de que los recursos naturales, culturales o paisajísticos de la Sierra suponían un gran beneficio para la educación, para la salud del cuerpo y de la mente, para el conocimiento científico y la creatividad artística.
Todo ello dio lugar a una corriente conocida como “guadarramismo” que se prolongó durante años con aportaciones de científicos, deportistas, artistas, hombres y mujeres, todos ellos pioneros y que nos legaron un valioso patrimonio. Surgía una nueva forma de mirar la Sierra de Guadarrama. De hecho, ellos fueron sus auténticos descubridores, y a nosotros nos corresponde preservar ese legado.
Sin embargo, pasados 130 años, la Sierra no ha dejado de sufrir agresiones hasta hacerla enfermar. Entonces, había que luchar contra la ignorancia y el miedo de las gentes. Hoy, los enemigos son la codicia de lobbys económicos y la connivencia del poder político. En los últimos años el aprovechamiento exagerado e insostenible de unos recursos naturales limitados ha generado una excesiva presión del urbanismo y del turismo sobre el medio. Sus resultados: vulgaridad, masificación y pérdida de sus valores ambientales, culturales y paisajísticos lo que en un círculo vicioso llega a degradar incluso su atractivo turístico.
El pronóstico es grave, casi irreversible y como todo paciente, la Sierra necesita diagnóstico, tratamiento, rehabilitación y seguimiento. Los PORN aprobados para la declaración de Parque Nacional hubieran sido una buena oportunidad para ello, pero ya desde sus inicios fueron poco ambiciosos y condescendientes con la enfermedad, sin atacar el origen de la misma: la lógica de los mercados tendente al aprovechamiento exclusivamente mercantil de sus recursos naturales. Finalmente, los políticos convirtieron la propuesta de Parque Nacional en una caricatura de tal concepto.
Un Parque Nacional no es sino un esfuerzo colectivo por preservar el valor de un territorio y supone sacrificar los réditos que se derivarían de su explotación económica. Se justifica porque hay un convencimiento de que su valor social (ecológico, cultural, paisajístico o simbólico) es más importante que su valor económico. Nuestros políticos confunden, en este sentido, un Parque Nacional con un Parque Temático, o como dice el tópico, confunden precio y valor.
En la Sierra de Guadarrama, han surgido ya movimientos sociales decididos a cambiar esta situación. El denominador común en tales movimientos es sencillo; la preocupación por lo que se empieza a ver ya como una realidad; que la sierra se muere. La preocupación por las generaciones futuras, porque nuestros hijos y nietos puedan seguir disfrutando de su aire limpio, de sus silencios, de sus roquedos, de sus bosques y fauna salvaje, del reto de la aventura, del esfuerzo por la cumbre y de todo el legado que nos enseñaron los pioneros de la Sierra. En eso consiste su valor.
Es urgente que el poder político reflexione sobre su responsabilidad. Ejercer el poder no es responder sumiso a los intereses puntuales de sectores económicos como el inmobiliario o el turístico, también tiene que considerar la herencia que se recibe del pasado y el legado que se deja para el futuro; historia, cultura y tradición, clima y paisaje, ciencia y conocimiento, arte, deporte, naturaleza viva. Todo eso es la Sierra y, desde luego, mucho más que chalets, centros comerciales, restaurantes y estaciones de esquí.
El ejemplo más sangrante, que no el único, son las actuaciones y proyectos llevados a cabo en el Puerto de Navacerrada. Los montañeros, deberíamos estar en la vanguardia de la contestación, pero lo cierto es que, al menos en las montañas del Sistema Central, empieza a ser ya proverbial la pasividad con la que nos enfrentamos a cualquier amenaza o agresión, y cuando estas se producen, no dejan de ser meramente testimoniales. Sólo últimamente y ante tamañas agresiones como las que se están produciendo en Navacerrada y su entorno, las Federaciones, Clubes de montaña o asociaciones como Mountain Wilderness y otras, nos empezamos a coordinar, para conformar un movimiento; asociaciones vecinales, culturales, ecologistas, jóvenes, sindicatos y también partidos políticos comprometidos con la defensa de nuestra Sierra.
El Puerto de Navacerrada, centro neurálgico de la Sierra de Guadarrama y lugar emblemático del montañismo madrileño, testigo directo de la actividad cultural, científica y deportiva del guadarramismo, se ha convertido por mor de intereses económicos particulares y en connivencia con los gobiernos de las CCAA de Madrid y de Castilla y León en un ejemplo de barbarie ambiental, modelo de lo que no debe ser un desarrollo sostenible. Excluido finalmente del área protegida por el futuro Parque Nacional en una maniobra que más bien parece una burla a la ciudadanía, se incluye una estación de esquí privatizada, inviable por la cada vez más escasa innivación, que en vez de reconvertirla como se hizo con éxito en la cercana estación de Cotos, pasa a formar parte de un descabellado plan de ampliación, permitiendo la unión con la vecina estación de Valdesquí, abriendo pistas y vallas, desbrozando la montaña con un impacto visual y estético deplorable y desde luego, único en el mundo.
También se privatiza el negocio del parking del Puerto, se generan eventos con aforos masivos como la ascensión a la Bola del Mundo en la Vuelta ciclista a España o se promueven planes de “eco-desarrollo” que suponen más esquí, más privatización, más turismo, más construcción, más accesos, más masificación… ¡y todo ello en un pretendido Parque Nacional!
Los montañeros tenemos ahora una deuda con los pioneros. Deberíamos ser más generosos y contribuir en un renovado movimiento guadarramista a recuperar la Sierra. No estamos promoviendo el cierre de la montaña a los ciudadanos, sino un cambio de actividades y usos respetuosos con el medio: esquí de travesía y de fondo, senderismo, bicicleta de montaña, rutas ecuestres, fotografía, aulas de naturaleza, actividades con colegios, albergues, centro de alto rendimiento deportivo, guardería forestal, centros de interpretación, museo del Guadarrama, etc.
Estas posibilidades y todas nuestras ganas de “vivir” la Sierra, pasarán de ser utopía deseable a quimera imposible, si no actuamos y nos mantenemos pasivos ante las causas que enferman a nuestra Sierra.
Alfredo del Campo Martín.
Secretario de Mountain Wilderness de Ayllón, Guadarrama y Gredos.