Después de tantos años de la tragedia del Monte Sarmiento ¿por qué decides escribir ahora?
Siempre ha sido un tema que he tenido pendiente. Mi vida siempre ha sido muy rápida y los acontecimientos se suceden sin que pueda reflexionar sobre ellos al tener otros que arrollan a los anteriores. Además era una deuda que debía a mi compañero, Fernando Martínez, que murió en aquellos acantilados de hielo.
El Monte Sarmiento, una de las más significativas y desconocidas montañas de la Tierra, es un baluarte único de grandiosidad, belleza y dificultad. Ahora, estos días, ha cobrado actualidad ya que una cordada alemana, ha terminado de abrir por fin la difícil ruta que ambos, Fernando Martínez y yo, comenzamos 35 años atrás, desde la bahía de Escandallo. En Desnivel salieron las impresionantes fotos de la montaña.
¿Qué querías contar?
Espero haberlo conseguido. El núcleo esencial del libro es la tremenda experiencia de estar con tu amigo y compañero durante dos días y dos noches viviendo con él su agonía, sin poder hacer nada, pensando en que también será el fin para ti, y al final encontrar el consuelo, ese refugio que subyace en el interior del alma. Creo que mantiene el vigor de aquellas confesiones irrepetibles, tan frecuentes en los dramas de la vida.
¿De dónde viene tú pasión por la filosofía?
Del ejercicio del alpinismo y de la escalada. En las montañas se vive con tal intensidad, emoción, riesgo y exaltación, que desde muy joven pensé que era una acción totalmente basada en la valoración de la vivencia, que es así mismo la característica esencial del ser.
¿Qué crees que la montaña y la aventura aportan al ser humano?
Nos familiariza con las sensaciones y sentimientos profundos. Y nos enseña a conocernos. Nos hace lograr que, con el esfuerzo y superando el miedo, seamos mejores. Desentrañamos el destino personal. Es una de las escuelas de vida más importantes que puedan existir. Y ahora, con un siglo de retraso, se está dando cuenta de ello esta sociedad, que tanto criticó el montañismo, que lo ignoraba y que sigue siendo desgraciadamente menos culta de lo que debiera.
Eres un amante de la Patagonia, ¿cómo la definirías brevemente?
He estado seis o siete veces en la Patagonia. Y aún ahora, tantos años después de aquellas primeras expediciones llenas de misterio y de riesgo, sé que la Patagonia es un lugar de destino y un lugar de encuentro.
¿Cuál es tú libro favorito sobre la montaña y los viajes?
Tengo muchos libros favoritos.
A mí me impresionó mucho el libro de Toni Hiebeler Combates por el Eiger. Se leía con emoción y amenidad a pesar de las tragedias de la célebre pared alpina. Estrellas y borrascas, de Gastón Rebufatt también me interesó mucho. Soy un fiel lector de libros de montaña y entre los que más me han gustado está mi libro El Lama Milarepa, en el que cuento como mi personaje, el barón de Cotopaxi, llega moribundo a la cima del Everest. También lo he leído, y aún estudiado innumerables veces.
¿Qué enseña más, un buen libro o la montaña?
Vivir es imprescindible. La montaña enseña de forma rotunda, pero un buen libro que nos interese es fundamental. Y hay que leerlo y releerlo, incluso estudiarlo. Sin estudiar no captamos su verdadera dimensión, y los buenos libros de montaña y alpinismo, son libros filosóficos y aún poéticos, muchos de ellos plenos de esencialidades. Yo nunca leo para distraerme, sino para tener información, o fundamentalmente para tratar de ampliar el ámbito de mi conciencia.
¿Los viajes hacen más grandes a las personas?
A mi juicio depende del viaje. Los hay de descanso para cansarse más, de negocios y de placer. Ortega tiene juicios muy favorables para todos los viajes, dice que en ellos se ve la «momentaneidad» de la vida. Yo añado que la vida es la que es verdaderamente un viaje.
Pero yo solo he viajado para ir hacia la aventura. Mis viajes siempre o casi siempre, han sido difíciles e incómodos, y en ellos siempre ha ocurrido algo grandioso o terrible. Estuve en la guerra del Vietnam, en la guerra de las Malvinas, en la Marcha Verde, y en numerosas expediciones de montaña. A mí me han engrandecido mucho, pero también he sentido en ellos la tragedia y el horror. He muerto frecuentemente… Ahora, cuando salgo de viaje, estoy pensando en volver lo antes posible para sedimentar la experiencia. Espero todavía realizar algún viaje sin tantas duras sensaciones.
Cuando vas a enfrentarte a un libro, ¿qué es lo que esperas de él?
Me gustan mucho los libros. Los míos para mí son ese tesoro que guardo para el futuro. Un libro es ganar hasta cierto punto la inmortalidad y yo tengo mucha confianza en mis libros. Y no me importan las críticas que a ellos puedan hacerse.
Sé que unos libros son mejores o más interesantes que otros, pero mis libros están casi siempre escritos con la vida, o con las reflexiones de una vida difícil. No son ciertamente libros bien escritos, como los de tantos escritores prestigiosos que escriben muy bien, pero los que casi nunca dicen nada verdaderamente esencial. Mis libros dicen. Y yo soy mi primer y más entusiasta lector. Y tengo, quizás, un criterio muy personal sobre el valor de la Literatura, y curiosamente no coincido en los gustos de la mayoría, como en tantos otros temas.
¿Qué es más complicado escribir un libro o subir a una montaña?
Yo escribo y subo montañas. Escribo tan bien o tan regular como escalo. En ello pongo el fondo del ser, con autenticidad y sin engaños. No me importa confesar mis debilidades o mis miedos y tampoco mis fracasos. Mis libros son como mis escaladas, valientes, y con ello repaso sensaciones y experiencias vividas y me confieso lo que soy a mí mismo, como en una epistemología rigurosa. Nunca me he engañado, ni a mí, ni a los demás, que me importa menos. Sé bien cuál es mi estatura humana y moral. Estoy a gusto con mis numerosas escaladas y con mis numerosos libros, aunque desearía aumentar considerablemente su número, pero no puedo quejarme. Sigo vivo, y estoy llevando una vida plena de actividades también en otros ámbitos. Soy al fin rico.
¿Cómo ves el mundo de la literatura de montaña, falto de tradición, quizás?
La literatura de montaña es extraordinaria, pero creo que debe de irse seleccionando así misma. A mí me interesa mucho en todos los sentidos, pero creo que no deben publicarse tantos libros que ejerciten el culto a la propia personalidad, aunque sea obra de grandes alpinistas. Me gustan los autores que escriben de otros. Cuando escribimos sobre uno mismo deberíamos ser muy críticos y sinceros, haciendo ese «dentro-afuera» del que hablaba Ortega, con abierta subjetividad.
¿Crees que la literatura de montaña es tan buena como la de otras disciplinas?
La montaña, las expediciones y el alpinismo, encierran tanta riqueza de posibilidades que la literatura –que es al fin pura comunicación- en este género es excepcionalmente interesante por interdisciplinar: geografía, costumbres, viaje y aventura, además de la imprescindible vertiente filosófico-poética que necesariamente, a mi juicio, debe siempre incluir.
No sé si todas las editoriales saben seleccionar bien los libros que publican, lo que me parece esencial, aunque saber qué literatura es buena o es mala es muy difícil y depende de muchos juicios encontrados.
¿Sobre quién o quiénes te gustaría escribir tú próximo libro?
Estoy trabajando hace varios años en un libro en el que recojo los graves sucesos del alpinismo último y contemporáneo, mencionando también casos del pasado, pero no cómo una rememoración más de ellos, que sería una «recopia» de tantos libros que se han editado en este sentido. Entresaco de los relatos la vertiente que me lleva a indagar en las sensaciones y sentimientos, buscando siempre el «por qué» de esta actividad tan transnacional, o abiertamente irracional, y con ello la justificación para la desorbitada pasión entre tanta tragedia, lo que nunca querremos admitir.
Es un libro que creo interesará porque será ameno, condición ineludible, y nos ayudará a reflexionar sobre esta terrible vocación del alpinismo.
César Pérez de Tudela estará en la Feria del Libro firmando ejemplares el sábado 12 de junio de 11:30 a 14 horas.
Colección: Montaña (Literatura)
Mayo 2010
144 pág.
14 x 21 cm
ISBN: 978-84-9829-182-7
PVP: 15,50 €
En 1976 el alpinista madrileño Fernando Martínez Pérez, murió trágicamente en la expedición que junto al autor realizaba al Monte Sarmiento. En estas páginas César Pérez de Tudela pretende rendirle homenaje a través de los grandes anhelos e ilusiones que compartían, describiendo esta aventura y otras que ambos protagonizaron.
Pero no es sólo un relato de aventuras y leyendas. Sobre todo es un libro de filosofía. El autor penetra: con esa voluntad que abre camino en el glaciar, esa sensación de peligro, ese entusiasmo por llegar a lo alto… en la sustancia misma de la escalada metafísica, la que encierra el misterio del hombre.
«La vida, como el alpinismo, se libera de todo lo innecesario en los momentos cruciales de peligro, centrándose en lo esencial. Es vida verdadera el afán de salir al universo buscando nuestro destino».