Y el Mendi con mucho esfuerzo, creatividad y ganas, está teniendo una tremenda acogida tanto presencial, con las medidas estipuladas, como virtual. Y entre las maravillosas películas que se proyectan también ha habido un hueco para presentar el nuevo libro de Juanjo San Sebastián: Cuánto es mucho tiempo.
Un texto diferente, de viajes, vida, versos. Al filo, recuerdos, el K2, gentes, emoción, cerca, lejos… podría ser un libro autobiográfico si no fuera porque intenta hablar de sí mismo lo menos posible. Aun así esa vida que se hila entre la selección de artículos publicados a lo largo de varias décadas en diferentes medios, algunas cartas, textos del cajón y los textos actuales no dejan de ser el hilo de su vida con el que se teje mucho de lo que llevaba guardado dentro para recorrer su propia evolución: su pasado visto desde el presente.
Hablar de este libro me conmueve porque he tenido el privilegio de vivir parte de ese hilado final, de disfrutar de cada hebra, cada retal, cualquier hilillo invisible que iba tomando forma hasta hacerse un conductor impresionante.
Ha sido hermoso y especial ver la apertura y creatividad de Juanjo, las ganas de indagar más allá de caminos ya encontrados, más allá de todo lo que había escrito, experimentando el placer de coger todas las piezas y juntarlas en este telar que es su vida, y es un lujo que nos lo deje poner un ratito, en las frías noches de invierno, para guarecernos y conectar con la esperanza.
La vitalidad de Juanjo es conocida, él necesita vivir para escribir, escribir es una consecuencia de la vida. La necesidad de entender a través de las palabras todas esas experiencias pero no solo lo que pasó: lo que mutó, lo que eso hizo sentir, en lo que la vida te convierte… Con las botas puestas, o los pies de gato o volando por los aires o con una pancarta, quizá levantando un muro de piedras que luego por suerte alguien saltará, reconstruyendo, creando, viajando del pasado al futuro con humor, rudeza y ternura.
En un camino sin márgenes, donde no son necesarios dogmas ni creencias más allá de los afectos. Lejano a sentimentalismos y a la vez cerca del corazón, de todas esas palabras que dejan de ser muros para ser ventanas que nos permiten mirar lejos, a los viajes, las montañas, los caminos, la utopía y nos dejan mirar cerca: fotos viejas, dolor, piel, botas usadas, amistades… sin líneas… palabras que, antes de ser una hermosa historia, son algo hermoso en su cabeza que crea mientras se mueve de la tibieza cercana del aire de la primavera y también de los vientos fríos de lugares lejanos.
Y antes incluso de eso son vida: experiencias, contacto, pasión. Porque le gusta lo que se puede tocar, lo que pasa por el estómago y luego llega a la cabeza para tomar conciencia de lo que sucede y transmitirlo, reflexionando sobre las experiencias de toda una vida, sobre esos viajes que quizá son una búsqueda de relatos.
«La capacidad de tomar consciencia de las cosas que suceden es una de esas características básicas que distinguen a la especie humana del resto de los animales. Sin embargo no fue hasta pasados varios años después de mis primeras aventuras extraeuropeas, cuando me di cuenta de que los viajes jamás empiezan en las estaciones de tren, en los puertos o en los aeropuertos: empiezan en los relatos de los otros. Y existen determinados relatos capaces de hacernos viajar sin movernos, incluso, de nuestra casa. Puede que sean los mejores. Y existen, además, relatos que nos empujan a vivir nuestras propias aventuras: que nos informan, que nos inspiran, que nos animan… Bastante tiempo después de llevar tiempo contando estos y otros relatos, después de mi segundo Alpamayo tomé consciencia de otra cosa importante: que los viajes, las expediciones, tampoco terminan cuando uno cruza el umbral hacia el interior de su casa. Sino cuando cuenta sus experiencias a quienes no las han vivido. Fue como descubrir que, en realidad quizá lo que buscábamos en las cumbres no eran las cumbres sino los relatos: ese obligatorio ejercicio reflexivo que nos lleva a concluir qué significa lo que hemos hecho, qué hemos aprendido con ello, en qué hemos mejorado y si lo conseguido merecía o no la pena».
Cuánto es mucho tiempo
Y en su búsqueda nos sumerge, como un buceador valiente y honesto, se atreve a ir más allá de los hechos: al sentido, lo que queda, lo que se modifica, lo que se recoge y reinventa, lo aprendido en ese camino que lleva recorrido.
Y cuenta la historia de libros perdidos que quince años después se roban en un hotel de Katmandú… Experiencias en las que aunque no ganen “los tuyos” sales mejor persona, y amas el tiempo de los intentos como Silvio Rodríguez. Y aunque ha dedicado gran parte de sus energías a algo tan intrascendente como escalar montañas… también cuenta historias tan hermosas como esta o como Cuando la luna cambie y Cita con la cumbre.
Historias que hablan de estar tan lejos de casa que solo se puede ir más lejos saliendo del mundo. De acontecimientos tan normales, repetidos hasta la saciedad desde los inicios de la vida, como tener un hijo. De pérdidas irreparables, amigos, dedos, ausencias, elegir, desprenderse. Lo que encuentras por el camino sin sospechar siquiera que existía. Tiene una comprensión muy profunda del ser humano y se fija en el hambre y la sed, en cuidar las ganas y la ilusión como joyas que hay que mimar.
Y no se deja casi nada para luego, teje todos los hilos y nos revela muchos de sus descubrimientos:
«El segundo descubrimiento fue tomar conciencia de que, a veces, lo más importante que nos ofrece la vida no es el objetivo que perseguimos, sino lo que encontramos por el camino sin sospechar siquiera que existía».
Cuánto es mucho tiempo
Y te ríes, y hay momentos que se podría escapar una lagrimilla, y conectas con todo aquello que nos hace ir a la montaña, con lo que nos ayuda a construirnos, incluso cuando estamos despedazados, porque podemos reescribirnos constantemente. No da nada por sentado, y eso alivia, ¿hay tantas posibilidades de ser? Que el mundo parece un lugar amplio al que poder salir y recorrerlo. Porque está lleno de contrastes, «de inviernos y veranos opuestos, de la buena comida y también del hambre cuando no queda otro remedio, de la abundancia y también de la escasez».
Y como es un libro muy generoso, no solo nos habla de sus compañeros de viaje con un cariño y un respeto profundos, de los que se fueron y de cómo su ausencia le llena de vacíos. Sino que también se agradece a aquel que fue que le ayudara a ser quien hoy es, a seguir persiguiendo.
«De pronto, uno se encuentra una vieja fotografía, una prenda, una herramienta, una canción… o un viejo artículo y se ve transportado a tiempos que se fueron. Junto a lugares o personas que ya no existen, o que han cambiado tanto que cuesta reconocerlos. En esos momentos, puede que uno se vea a sí mismo… cuando era otro. Entonces, por lo general, no me embarga la nostalgia, ni deseo alguno de revivir lo ya vivido; en esas situaciones, una vez más, me siento afortunado. Le agradezco a aquel quien fui que me ayudara a ser quien soy. Y si acaso me asalta alguna emoción, es la curiosidad por saber quién seré, sin impaciencia y sin el menor deseo de adivinar cómo. Esperando que la vida me siga sorprendiendo en sus oportunidades y permitiendo reflexionar sobre mis experiencias».
Cuánto es mucho tiempo
Juanjo perdió la costumbre de volver a dormir a casa por la noche, el techo de estrellas le cautivaba y tenía la mente abierta a sorpresas, porque no pretende saber todo aquello que va a ocurrir. Muy posiblemente lo mejor del viaje será algo inesperado, y se siente afortunado, por cada elección, cada dolor, cada regalo… de manera que aunque te hable de tiempos que se fueron, lugares y personas que ya no existen, lo hace desde la alegría de todo lo vivido y esperando que la vida siga siendo esa sorpresa inesperada. Y sus palabras te empujan a vivir, sin remedio, sin plantearte siquiera ¿cuánto es mucho tiempo?
«Soportar el sol. O su ausencia. Resistir al cansancio o a las argomas punzantes, afrontar la adversidad. Descubrir las satisfacciones que entrega el esfuerzo… Hoy guardo aquellas enseñanzas como algunas de las cosas más importantes que poseo. Porque luego aprendí que, en realidad, lo de subir montes era lo de menos».
Cuánto es mucho tiempo
Felicidades a Juanjo, un gran alpinista, y un magnifico escritor.Y aprovecho, ya que habláis del Mendi film, para preguntaros por que des de hace unos años, ignoráis casi absolutamente el festival de cine de Montaña de Torelló, lleva 38 ediciones aguantando, todo tipo de situaciones, crisis financieras, intentos de ser trasladado a la gran urbe,etc y ahora, como todos, la pandemia, ¿que os pasa con este Festival?, años atrás era fácil ver a Dario por allí. Creo que como medio dedicado a las noticias de montaña que sois, deberíais informar de un acontecimiento tan importante como este, y sin embargo para vosotros casi ha desaparecido, es una pena. Por cierto, que sepáis que se ha desarrollado durante esta semana!