Tres novelas para viajar entre montañas, entre misterios y entre las tramas del presente y el pasado: Bosque, El tiempo del vacío y Lo que la nieve esconde
Endika Urtaran es uno de los autores literarios de Desnivel de mayor éxito. Con su novela de aventuras y misterio Huida al Tíbet fue ganador del Premio Desnivel de Literatura en 2011 y ya va por su cuarta edición.
En Bosque cuenta, con la maestría y el ritmo trepidante que le caracteriza, una historia de supervivencia, misterio y dolor que engancha desde la primera hasta la última página, combinando tres géneros dentro de una misma historia: thriller psicológico, novela bucólica y relato de terror.
Un personaje de ciudad que se ve inmerso en un bosque y obligado a sobrevivir en él. Misterios sin resolver y un mundo interior y exterior que descubrir.
Todos los ingredientes de la novela negra, del thriller o de cualquier relato de misterio, pero con el añadido de que se trata de una historia de supervivencia, donde se intuye que el alejamiento del mundo civilizado y el contacto con la naturaleza puede ayudarnos a crear cierto equilibrio interior.
Endika Urtaran vuelve a engancharnos con una narración ágil y maravillosa, que recuerda al estilo y al ritmo de Huida al Tíbet, que era una novela de aventuras de las de siempre, pura acción, donde un grupo de amigos circunstanciales, unidos por la adversidad, tienen que luchar por la supervivencia en el único medio de nuestro entorno donde todavía se puede vivir la vida auténtica: la montaña.
Como dice uno de los personajes de Huida al Tíbet
«En la sociedad actual está todo demasiado controlado, desnaturalizado. Vivimos bajo el cielo del aire acondicionado, recolectamos en el supermercado y cazamos animales hormonados y envasados.
Las personas no estamos diseñadas para eso y la montaña es el único refugio que nos queda para vivir la auténtica vida, la apasionante, la de la naturaleza indómita y los peligros desconocidos».
Aunque la temática sea diferente, el espíritu aventurero sigue intacto en Bosque, y sobre todo la capacidad que tiene su autor de mantenernos alertas en todo momento.
Después de leer Bosque y adentrarme en sus múltiples misterios, Endika me despierta más curiosidad que nunca. Cartógrafo y alpinista, ha participado en diferentes expediciones a montañas de ochomil metros y también al Polo Norte y le ha tocado vivir a caballo entre varias pasiones «entre los estudios y la montaña, entre los mapas y la montaña, entre los viajes y la montaña, entre la familia y la montaña. Pero si tengo que elegir entre todas mis pasiones me quedo con la de montañero. Es lo único que me define de verdad, sin la montaña no sería yo, sería otra persona».
Quizá muchas de las respuestas estén entre las páginas de Bosque que también puede leerse como una novela de búsqueda: esa búsqueda de un lugar, más pequeño que el mundo o más grande que nuestro micromundo, donde poder olvidarnos de nuestros fantasmas y demonios, donde poder reinventarnos y volver a empezar, limpios tras un baño en una poza cristalina en medio de Bosque…
¿Será tan fácil para nuestro protagonista Sebas, traficante de poca monta y urbanita recalcitrante, que despierta en pleno Bosque sin recordar lo que le llevó hasta allí, huir de su pasado, o quizá quien eras te persigue allá donde vayas?
Sin duda solo podremos descubrirlo entre la hojarasca, las sombras y la luz que se filtra a través de Bosque.
«Cuando me canso, paro un rato; cuando me entra el sueño, duermo; cuando me ataca el hambre, como. Ando, camino, recorro, transito, pierdo la noción del tiempo y del espacio andando por Bosque, camino como un autómata de noche y de día, recorro paisajes conmovedores sin inmutarme, transito sobre la gran alfombra de hojarasca sin sentir su abrazo.
Me doblego ante la inmensidad de Bosque, parece no acabarse nunca, parece desear que no lo abandone jamás. Me tumbo, me acurruco, me doy por vencido, me someto, me duermo, me fundo a negro».
Endika Urtaran
Jokin Azqueta, y lo oscuro que llevamos dentro
Jokin Azqueta es otro de los fieles autores de Desnivel. Por eso sorprende tanto cómo, con su alegría y carácter campechano, puede contar tan sabiamente las bajezas ocultas del interior humano.
Quizá sea por las tres preguntas que encierra en el corazón de cada historia: el destino, las oportunidades y qué nos hace cruzar los límites.
El caso es que escribir sobre lo oscuro que llevamos dentro es algo que se repite en todas sus novelas. También otra característica de sus obras es indagar en la vida de los alpinistas y exploradores del pasado;
«Me gusta más la historia del alpinismo que la actualidad… los tiempos en que los mapas tenían tantos espacios en blanco me gustan mucho». Y entrelaza estas vertientes con mucha soltura: la tensión psicológica, la belleza del medio natural y la historia del alpinismo.
Jokin Azqueta
En El tiempo del vacío, la tercera novela de Jokin, nos lleva hasta los Pirineos, y allí, entre montañas, refugios, federaciones y fatales accidentes, desarrolla una trama en la que la búsqueda de la verdad, dentro y fuera de uno mismo, va ganando intensidad.
Un posible asesino en serie en el Pirineo. Dos investigadores peculiares. Montañas. Miedo. Oscuridad del alma. La luz de las cumbres. Serían algunas de las características de la novela El tiempo del vacío.
Si en los Pirineos se estuvieran produciendo accidentes muy extraños ¿Te atreverías a seguir saliendo al monte como si tal cosa? Aunque parezca mentira esa era una de las intenciones ocultas del autor:
«La idea de introducir algo de suspense nace, sin duda, de mis ganas de explorar nuevas formas de escribir novelas de montaña. En definitiva, de la necesidad de buscar un estilo propio.
Y lo que ya desde la primera línea me resultó muy atractivo fue el hecho de situar unos “extraños sucesos” en lugares que todos los montañeros conocen y por los que, sobre todo en verano, caminan cientos de senderistas.
Me gustaba la gamberrada de pensar que se acordarían de mi protagonista la próxima vez que pasaran por allí…».
Jokin Azqueta
Sin duda el sentido del humor es una de las características de Jokin, aunque lo que más explota en cada uno de sus libros es esa oscuridad del ser humano que crea atmósferas opresivas y llenas de desasosiego.
En esta novela, la oscuridad de la historia y de algunos de sus personajes se equilibra con una relación de amistad que engancha tanto como el propio argumento:
«Al principio de nuestra charla todo me pareció producto de una imaginación desbocada, que dos accidentes no eran suficientes para pensar en un asesino, que si al menos una de las víctimas hubiera sido famosa, eso habría justificado que llamara la atención…
En fin, durante los primeros momentos estuve pensando en negarme, pero al seguir escuchando empecé a conceder más crédito a las palabras de Víctor y a pensar que puede que tuviera razón.
Aún era demasiado pronto para saber que aquel asunto tan turbio nos iba a unir y a convertir en dos fanáticos que durante meses no pensaron en otra cosa.
Todo lo que ocurriría después nos proporcionaría tantas razones para vivir como para que aquellos meses de las grandes sorpresas, de las noticias que nos dejaban boquiabiertos y de la aparición constante de cadáveres, fueran los mejores de nuestras vidas».
Jokin es uno de los socios fundadores de MUGA que abrió sus puertas en el año 1986 y que continúa siendo lugar de encuentro imprescindible entre viajeros y montañeros. Dedica gran parte de su tiempo a viajar, recorrer macizos montañosos y escribir acerca de ellos para diferentes medios.
Lo que la nieve esconde, ganadora del Premio Desnivel de literatura 2013, es mi novela preferida de Jokin, una relato de misterio y culpa, escrita deliciosamente.
En ella habla de todo lo que le interesa al autor: lo que esconde el alma humana cuando aceptamos nuestras bajezas y huimos hacia delante… a veces a la montaña, a veces a los recovecos de nuestra cabeza, a veces a las historias de los otros.
«Es un viaje en el que todo escasea menos el tiempo, que sobra»
Lo malo es que lo no resuelto siempre nos persigue y nos asalta, incluso en el Himalaya. Me gusta mucho una frase del libro «es un viaje en el que todo escasea menos el tiempo, que sobra». Algo con lo que ahora nos podemos sentir identificados.
En su primera novela Donde viven los dioses menores, Jokin quería escribir también sobre la complejidad de las relaciones personales jugando con la psicología para llevar al lector como a él le gusta a oscuros rincones, convirtiendo una travesía para conocer los Pirineos en invierno en un infierno y hilvanarlo con historias reales como la Bolsa de Bielsa, la conquista de la Norte del Eiger, el triunfo trágico de Whymper en el Matterhorn o el fracaso de Scott.
Como sucede en El tiempo del vacío que, aunque trata de los sucesos peculiares y sórdidos que que acontecen en algunos lugares característicos que todos los montañeros conocen, es un relato que profundiza en muchos otros temas como esa amistad peculiar, o el concienzudo trabajo que uno de los personajes hace recopilando datos acerca del Conde Russell, uno de los padres del pirineísmo.
«Hasta el momento, siempre ha habido tres cosas que me han interesado mucho las veces que he pensado en ponerme a escribir y afrontar por tanto el desafío que supone una nueva novela.
La primera es, sin duda, encontrar una historia y una trama que sean interesantes para mis lectores —ojalá alguna vez lo consiga— la segunda es, y a esto dedico cientos de horas, saber transmitir la belleza del paisaje que, en mis novelas, es algo más que un marco o un escenario y pasa casi a ser un elemento vivo…
Y la tercera es poder encontrar la excusa para contar algún capítulo de la historia del descubrimiento y la exploración de las montañas».
Nos confiesa Jokin
Sin duda consigue esos tres objetivos en cada una de sus tres novelas y haciéndonos viajar entre montañas, entre misterios y entre las tramas del presente y el pasado.
Estas palabras de Jokin hablando de su escritura conectan con lo que estamos viviendo hoy, y a la posibilidad de que escribir y leer sean un apacible refugio:
«Lo que de verdad siento cuando escribo es que entro en un refugio, en un lugar que me protege y me aísla…
Además no me tengo por una persona esencialmente triste pero sí por alguien muy necesitado de vida privada y una cierta ración de soledad buscada… La forzada y obligada tiene que ser terrible».