«Es un plan absurdo. Aun así, si conseguís escalar esa pared, creo que será lo más difícil que se haya hecho nunca en el Himalaya».
La montaña resplandeciente
Estas fueron las palabras de Chris Bonington cuando en 1976 Peter Boardman y Joe Tasker le explicaron su plan de intentar la escalada de la cara Oeste del Changabang, «la Montaña Resplandeciente». Y la respuesta de Bonington fue una de las más optimistas. La mayor parte de los personajes consultados pensaban que aquella escalada sería casi imposible para una expedición de solo dos personas extremadamente comprometida. Al fin y al cabo quizá era el mayor desafío técnico en el Himalaya de Garhwal, y su ascensión, especialmente si se conseguía en estilo ligero, sería de lo más relevante hecho hasta la fecha.
Una visión
Y en ocasiones no se trata de ser más fuerte que otros o más resistente, sino tener la capacidad de intentarlo, atreverse a probar, echar mano de la creatividad. En aquella época una única cordada a una pared del Himalaya era muy innovador y había que tener una mente loca en el sentido de «sin miedo a desafiar la lógica» para llevarla a cabo. No es que Joe o Peter se sintieran inmortales o pensasen que sus dones fueran superiores a los de todos aquellos que les aconsejaban que su escalada era imposible, era evidente que lo que pretendían escalar era algo muy especial. Solo se atrevieron a intentarlo… y lo prepararon lo mejor posible siendo unos verdaderos visionarios también en el equipamiento, por ejemplo de unas hamacas que hasta entonces no existían. Y decidieron probarlas en el único lugar que tenían a mano a temperaturas por debajo de cero, para comprobar cómo funcionaban los sacos de dormir una vez comprimidos dentro de las paredes de nailon de las hamacas. Así que para prepararse pasaron una noche surrealista en una cámara frigorífica del almacén en el que trabajaba Joe.
«Al principio, el frío nos pareció impresionante. Bregamos y forcejeamos para lograr entrar en las hamacas, encaramados sobre cajas de tartas de queso y agarrándonos a palés de sorbetes helados».
La montaña resplandeciente
La montaña resplandeciente fue el primer libro que escribió Peter Boardman, un relato muy personal y honesto, y al mismo tiempo divertido, emocionante y descriptivo que nos transporta al interior de esta gran aventura.
Explica la ascensión con mucho detalle: los escalones tallados en el hielo, el tipo de clavo que mete en cada fisura, pensar cuánto aguatará la cuerda sin romperse al estar rozando contra esa arista… El libro tiene un realismo casi instantáneo que te transporta a esa pared inhóspita de la que no saben si podrán salir, a los pensamientos amargos y también a los sencillos. La tranquila posibilidad de morir y de que el otro termine la ruta solo, ¡pobre, qué fastidio!, mientras está a punto de perder el jumar y caer al vacío… el viento que siempre parece horrible desde el interior de la tienda, las dificultades para ir al baño colgando del vacío…
«El dramatismo insolente del montañismo nubla el juicio de los prepotentes. La vida tiene muchas sutilezas crueles, y manejarlas requiere mucha más audacia que los peligros de la escalada, tan evidentes».
La montaña resplandeciente
Se intuye cómo las miles de pequeñas presiones de la vida urbana asfixiaban a Peter. En los años setenta ir por el Nanda Devi era una odisea de viaje, de trenes, autobuses indios atestados de gente con tantísimos bultos y solos ellos dos y su oficial de enlace, con el que tiene una acalorada conversación sobre el sentido de por qué hacer alpinismo… mirando en su interior no encuentra respuestas fiables, solo que le interesa el frío, la altitud, la roca y la nieve, y que allí podía entenderlo todo.
Los libros que leen, las minucias del día a día, cuando el absurdo de escalar la pared oeste de una montaña se convierte en la cosa más importante del mundo y ni siquiera necesitas saber por qué, solo porque estás ahí vivo, esforzándote, comprometiéndote, rozando lo absurdo.
Una cordada
La montaña resplandeciente narra este «plan absurdo» y refleja cómo escalar una montaña puede convertirse en un objetivo obsesivo; cuenta las tensiones inevitables que surgen entre los dos tras cuarenta días aislados, en situaciones extremas, y por supuesto recoge también los momentos de alegría, de trascendencia, complicidad y risas entre compañeros que saben convivir con las adversidades. Joe Tasker aporta una segunda voz a lo largo de toda la narración de Boardman, ofreciendo otro punto de vista y metiendo al lector totalmente en la historia, sobre todo las tres noches de pesadilla que pasaron colgados de unas hamacas y perdidos en la pared en plena tormenta. La relación entre ellos, de cordada, hace palpable que hay casi cuatro manos escribiendo el libro.
Y son muy diferentes: Peter escribe un diario meticuloso, aunque en él no suele hablar de las discrepancias cuando surgen con Joe o de sus malestares, piensa que quizá es lo último que escriba y no quiere que luego alguien lo malinterprete o le dé demasiado peso a una discusión, cuando algo queda escrito tiende a exagerarse, dice. Y Joe, por su parte, quiere que viva el presente lo más posible en lugar de escribir tanto. Es bonito ver esas diferencias y sutiles dificultades en la convivencia entre ellos, o cómo las situaciones de miedo las viven con humor porque piensan que el humor está muy ligado al miedo.
«Entre nosotros solía haber cierta hostilidad poco cooperativa para cosas sin importancia. Si una discusión se volvía demasiado acalorada, acostumbrábamos a utilizar una consigna: “No te preocupes, cuando volvamos todo estará bien”. Era nuestra forma de establecer nuestro común reconocimiento de que todas las tensiones que surgían eran producto de las circunstancias poco usuales en que nos encontrábamos».
La montaña resplandeciente
Un hueco de posibilidades
El 15 de mayo de 1982 desaparecieron en el Everest como cuenta Chris Bonington en el prólogo:
«Su muerte, además del profundo sentimiento de dolor por la pérdida de unos buenos amigos, también implicó una terrible sensación de frustración, porque uno y otro todavía tenían mucho potencial que aportar, tanto en la montaña como en el aspecto creativo».
La montaña resplandeciente
Y todo el relato está impregnado de la melancólica sensación de que ya no están, de que dejaron jóvenes y hermosos cadáveres lo que en ocasiones mitifica a ciertos personajes y sus experiencias, como si morir joven solo fuese una cualidad de los más elevados espíritus.
Tiendo a admirar más a los supervivientes de las montañas, y a la vez la historia de estos dos personajes realmente tiene algo muy hermoso, de absurdo y potencial estúpido plan, de locura, inconsciencia e intrepidez, las cualidades de algunos jóvenes cadáveres y también, por qué no, de algunas experiencias extraordinarias.
«El chubasco de nieve había pasado, y el sol poniente empezaba a enrojecer la roca a nuestro alrededor. Pero yo me sentía relajado. Hice varias fotos a Joe, variando la exposición para captar la luz del instante. —Date prisa, no hay tiempo para tomar fotos.
Era la primera vez que la voz de Joe sonaba agriamente impaciente.
—No te preocupes —respondí—. ¡Te gustará tener estas fotos cuando seas un abuelo!»
La montaña resplandeciente
Me entristece y conmueve el saber, cuando leo entre las páginas de La montaña resplandeciente este diálogo tan espontáneo, que no llegaron a abuelos, que murieron a los 32 y 34 años respectivamente en el Everest: su poesía, su audacia, sus ganas de crecer y vivir… de colgar sobre una tierra llena de arrugas.