“Ibas, venías y te volvías a ir. Tierna, cálida, escrutadora aguda. A veces eras feliz, a veces desdichada, nunca apática”, decía Juanjo Sebastián de su amiga Miriam García Pascual tras su muerte. Sus poesías, las que dejo, son como ella: van, vienen, se vuelven a ir. Pero siempre regresan en alguna conversación en la que alguien recomienda a otro que lea Bájame una estrella, ese librito fino que, sin embargo, evoca tanto. Y así, con el boca a boca, ha llegado a su novena edición.
Miriam nació en 1963 y murió en 1990 durante la ascensión al Meru Norte, en la India, junto con sus compañeros Miguel Lausín y Jesús Buezo. En sus 26 años de vida viajó y escaló con la misma pasión que escribía. “Nació con una estrella que la obligaba a navegar, esa era su maldición. Era una persona incapaz de no ser libre” contaba, y sigue contando, San Sebastián. “Había cosas que le interesaba hacer y eso era más importante para ella que ser feliz”. Algunos versos lo confirman: “Elegí la libertad como compañera de viaje y ella no sabe de ternura y soledad”, escribía.
«Y sé que lo tengo todo, algo tan simple y tan cercano a lo que algunos llaman plenitud»
Miriam tenía un diario y Bájame una estrella recoge lo que sintió en un viaje por América que duró siete meses. Se encontró piel con piel con el Capitán, el Alpamayo, el monte Fitz Roy o el Huascarán y sus experiencias se agarraron al papel en forma de poemas.
Sigue nevando y el petate rojo se ha roto, le proporcionamos su primer
vuelo sin moto; mil metros en directo hacia los pinos. Curiosamente,
cuando bajamos a recogerlo no muestra ni un rasguño, y es un consuelo
pensar que no te quedas tan mal después de un viaje tan largo.
Cuando por la noche oigo llover en la tienda, algo entrañable me hace
apreciar infinitamente lo que tengo: una pizza, un bidón de agua y
una lona de nailon.
Y sé que lo tengo todo, algo tan simple y tan cercano a lo que algunos
llaman plenitud.
Mañana habrás olvidado y todo será un sueño de buenos recuerdos.
Experiencias sentidas hace años que no envejecen porque se repiten cada vez que un escalador se alegra, se frustra, se esfuerza, sueña, pelea, renuncia y luego vuelve en busca de cualquier pared. No importa en qué país. Ni en qué montaña.