Con treinta y tres manuscritos presentados a esta edición del premio había realmente donde elegir, y era difícil decidir los cuatro finalistas ya que la calidad y la variedad de las obras ha dado muchos quebraderos de cabeza. No queremos decir demasiado de los cuatro finalistas que ya están en las voraces manos de los miembros del jurado (que no desvelaremos hasta el día del fallo).
Sólo destacar que son cuatro manuscritos muy diferentes: viajes, montaña, ficción, realidad, aventura, amor… Y que cada uno de ellos merecería de sobra ser el ganador de este Premio Desnivel. Aquí os mostramos un pequeño “bocado” para que los lectores se hagan a la idea de lo que en breve van a disfrutar. Gracias a todos los que nos han mandado sus historias y suerte a los cuatro finalistas ¡qué gane el mejor!
Título: Mi Montaña Autora: Eider Elizegi Procedencia: Guipúzcoa Un pedacito: «Mi montaña me está buscando ¿la oyes? Ruge silenciosa por debajo de la tierra»
Título: El arte de sobrevivir Autor: Toni Paradell Procedencia: Barcelona Un pedacito: «Todo está inmóvil sobre las grandes extensiones de hielo. Las estrellas se reflejan en el lago y los sherpas cantan sus canciones. Son canciones alegres como ellos y al verlos sonreír, el mundo se me antoja maravilloso. Banderas de oraciones se mueven al viento. Las hay de todos los colores y edades. El viento las mueve y corre indiferente a través de ellas hacia el horizonte, o tal vez no es indiferente…»
Título: Tregua para dos Baladas Autor: Ricardo Martínez Procedencia: Salamanca Un pedacito: «¿Pueden las montañas, escenario simbólico de la épica, transformarse en el lugar donde busca su identidad un hombre sin atributos?»
Título: Bumbumbando en África Autor: Antonio Picazo Procedencia: Madrid Un pedacito: «Hace muchos años, en noches como ésta –Ngee baila y recuerda– junto a su tribu, andaba cazando relámpagos; por donde estallaban las centellas estaba la lluvia, y los pastos, y los animales. Era el tiempo en que los ojos entonces sanos de Ngee, podían ver el corazón de las estrellas, sí, aquella época, cuando los bosquimanos podían hablar con su sombra y ésta les replicaba.»
