En su libro «Los ochomiles en invierno« Bernadette McDonald relata cómo fue la primera ascensión del Manaslu invernal, llevada a cabo por una expedición polaca liderada por Lech Korniszewski en el invierno de 1983-1984.
El 12 de enero 1984, Maciej Berbeka y Ryszard Gajewski alcanzaron la cima del Manaslu, sin usar oxígeno suplementario. Fue el segundo ochomil -tras el Everest- en ser ascendido en invierno. Y el primero sin oxígeno artificial. Tampoco utilizaron sherpas.
Una expedición típica de la edad de dorada de los «Guerreros del Hielo» polacos: financiada con los artículos que transportaban de contrabando en los camiones en los que viajaban de Polonia a Nepal, sin partes meteorológicos, con comunicación por radio tan deficiente que los alpinistas que formaban la expedición se comunicaban dejando notas escritas a mano en los campamentos o en los depósitos de material.
Instalaron el campo base el 2 de diciembre de 1983. La expedición sufrió un golpe muy duro el 11 de diciembre con la trágica muerte del cámara Stanisław Jaworski. A pesar de ello continuaron y el 21 de diciembre establecieron el campo III a 7100 metros. Del 23 al 26 de diciembre se reunieron todos en el campo base para celebrar la Navidad. Después reanudaron la expedición, aunque el mal tiempo les impidió avanzar. De hecho, en dos ocasiones, los fuertes vientos les arrancaron las tiendas del campo III.
El 11 de diciembre Maciej Berbeka y Ryszard Gajewski instalaron el campo 4 a 7700 metros. Al día siguiente alcanzaban la cima. Fue la primera ascensión de un ochomil en el mes de enero. El primero ascendido sin oxígeno artificial.
Publicamos este extracto de «Los ochomiles en invierno» que ayudará a conocer cómo se desarrolló la primera ascensión invernal de este ochomil:
Manaslu. Los chicos de Zakopane
Por Bernadette McDonald
Después del asombroso éxito del invierno de 1979-80 en el Everest, la cuestión quedó reducida simplemente a cuándo se escalaría el próximo ochomil en la estación más fría. El Manaslu, con sus 8163 metros de altitud, es la octava montaña más alta del mundo.
Escalada por vez primera por una expedición nipona en la primavera de 1956, a menudo recibe el apelativo de montaña «japonesa» en los círculos del alpinismo. Y, en efecto, era japonés el equipo que llegó en diciembre de 1982 con la esperanza de realizar la primera ascensión invernal del Manaslu. Un grupo de diez hombres dirigidos por Noboru Yamada, célebre escalador fuerte y ambicioso, avanzó con rapidez hasta que los fuertes vientos les obligaron a retroceder, a la altitud de 7700 metros. Entonces les golpeó la tragedia, cuando durante el descenso Takashi Sakuma sufrió una caída al ser arrastrado por el viento.
Los japoneses no fueron los únicos derrotados por los vendavales de la montaña. En el invierno siguiente, un grupo canadiense de cuatro personas lideradas por Alan Burgess, uno de los participantes en el intento británico al Everest dos temporadas atrás, se vio forzado a darse la vuelta a la altitud de 6850 metros. Al menos, pudieron descender sin sufrir desgracia alguna. Noboru Yamada volvería a intentar el Manaslu invernal, y lo consiguió, pero no antes de la llegada de los intrépidos polacos.
Los dirigía Lech Korniszewski, alpinista y médico, que a menudo debía desempeñar ambas funciones durante las expediciones.

Enamorado del Himalaya, Lech compaginó su práctica médica con los trámites para conseguir un permiso invernal para el Manaslu. Emitió su solicitud en 1981, y Nepal concedió finalmente el permiso en 1983. Además de recibir apoyo de la sección que la PZA tenía en Zakopane, Lech financió su expedición con los beneficios de las operaciones de contrabando que había podido realizar en sus anteriores viajes. Los escaladores sacaban todo el partido posible a la falsa economía comunista de su país, donde los productos eran artificialmente baratos. De forma rutinaria, cuando partían de expedición llenaban sus camiones de artículos polacos, los vendían en la India y Nepal, y volvían a Polonia con dinero contante y sonante. Todos los montañeros polacos que viajaban al exterior participaban en ese tipo de actividades para ayudar a financiar su estilo de vida nómada.
El equipo de Lech planeaba realizar la primera ascensión invernal de la montaña siguiendo la vía abierta por Messner, algo que a Lech le interesaba particularmente porque Reinhold Messner había afirmado que sería imposible escalar su ruta en invierno. Después de una marcha de aproximación de ocho días de duración, llegaron al campo base el 2 de diciembre de 1983. A solo 4000 metros de altitud, era un emplazamiento demasiado bajo para ser suficientemente operativo, así que al día siguiente instalaron un campo base avanzado a 4400 metros en el glaciar de Thulagi. Inmediatamente después de este campamento avanzado se elevaba un muro de roca. Para poder izar con seguridad las numerosas cargas de material por aquellos tramos, instalaron cuerdas fijas a lo largo de los primeros 500 metros de pared vertical.
Por desgracia, la caída de rocas supuso un riesgo constante en aquella pared, y una de aquellas piedras fue probablemente la causa de un trágico accidente. El 11 de diciembre, el cineasta de la expedición Stanisław Jaworski se hallaba descendiendo por la cuerda fija entre el campo 1 y el campo base avanzado, cuando aseguró por error su cabo de anclaje a una cuerda antigua, abandonada por otras expediciones. La cuerda, dañada por una caída de rocas, se rompió, y Jaworski sufrió una mortal caída de 100 metros de altura.
El equipo celebró un entierro tradicional de montaña, deslizando el cuerpo sin vida de Stanisław en una grieta, ofreciendo plegarias en su memoria y levantando una cruz en las inmediaciones. Como sucede tantas veces en las expediciones, y como más tarde explicó Lech: «Después de un breve debate, decidimos continuar con la expedición». No obstante, la pérdida supuso una fuerte conmoción para el grupo: en su mayor parte eran personas jóvenes —su promedio de edad era de solo treinta y un años— y para casi todos fue su primer y desgarrador contacto con la muerte en la montaña. Después de establecer otros dos campamentos más arriba en la pared, todo el mundo descendió al campo base para celebrar la Navidad.
Después de Navidades empeoró el tiempo, dando paso a la combinación habitual de fuertes vientos y temperaturas bajas. Los escaladores no tenían acceso a previsiones meteorológicas, aunque de cuando en cuando enviaban mensajes para tratar de averiguar qué era lo que les esperaba. El resultado solía ser el informe de lo que ya había sucedido, con un retraso de cinco días. «¡Como si se nos hubiera olvidado!», recordaba jocosamente Ryszard.

El 11 de enero, Ryszard y Maciej montaron el campo 4 a 7750 metros. Allí, durante la noche, la temperatura en el interior de la tienda cayó a -32 °C. Al día siguiente subieron a la cumbre. Ambos pasaron cuarenta minutos en la cumbre, haciendo fotos, disfrutando del panorama, y —un hecho singular de esta expedición— sacando unos pitones que había dejado anteriormente en las rocas de la cumbre una expedición coreana. No pudieron resistir la tentación de llevarse aquel material tan caro. Como explicó Ryszard, «no teníamos demasiados [pitones] para nuestras escaladas en los Tatras».
Con su precioso botín bien guardado en las mochilas, los dos polacos se enfrentaron al descenso, que resultó mucho más difícil que la ascensión, a causa de los vientos huracanados que azotaban con dureza sus rostros. A veces avanzaban de rodillas, o incluso se arrastraban para poder descender por la pendiente. Ryszard se reía al describir su técnica: «Si hace viento y no puedes permanecer de pie, entonces te arrodillas. Y si incluso de rodillas hace mucho viento y no puedes avanzar, entonces te tiras al suelo y te arrastras… Yo siempre he aceptado con humildad las condiciones en la montaña«.
Los polacos habían conseguido la primera ascensión invernal del Manaslu siguiendo una ruta que el mejor escalador del mundo había juzgado imposible en invierno. Y lo habían hecho sin utilizar oxígeno artificial, algo que ya de por sí era un logro impresionante, dado que el oxígeno constituye un elemento esencial para luchar con el intenso frío de las grandes altitudes durante el invierno. Sin oxígeno, los escaladores no tienen más remedio que confiar exclusivamente en la maquinaria de su organismo para evitar que sus extremidades sufran congelaciones.
De todos los excelentes alpinistas que se han enfrentado a las nevadas pendientes del Manaslu durante la temporada invernal, solo el equipo polaco de 1984 consiguió llegar a la cumbre durante el auténtico paréntesis invernal. Y aquellos escaladores de Zakopane incluso elevaron significativamente el listón, porque consiguieron su objetivo sin utilizar oxígeno.
Texto resumido del capítulo sobre el Manaslu
de «Los ochomiles en invierno» de Bernadette McDonald.

- Etiquetas: Manaslu invernal
Muy buen articulo.Aprecio por valorar el estilo y la pureza de las actividades.Para vender humo y espuma sobran medios sensacionalistas.Todo esto muy relacionado con el video de la entrevista a Sebastian Alvaro,chapeau.El dinero lo pudre todo.
Un saludo
Un artículo chulísimo! Igual en vez de "tampoco utilizaron sherpas" sería más adecuado decir que no contrataron sherpas o que no les acompañaron sherpas. Un mini apunte con todo el cariño, me encanta la revista un saudo!